Diversas
entrevistas con la periodista francesa Laure Adler, entre 2002 y 2014, permiten
conocer, aunque sea solo como una
introducción, el pensamiento y la vida de Steiner. Su juventud, su
educación en Estados Unidos y sus opiniones sobre temas muy diversos, desde el
judaísmo al tema de la lengua, la música, los libros, las humanidades o la
muerte.
Steiner no
tiene pelos en la lengua, desde un tono mordaz y crítico repasa muchos temas
saltándose en numerosas ocasiones lo que denominamos “políticamente correcto”.
Desde esta posición heterodoxa no teme cuestionar el feminismo (y autoras como
Hannah Arendt, Simone de Beauvoir o Simone Weil), el psicoanálisis o el
marxismo. Se puede estar de acuerdo o no con Steiner, pero en todo caso
encontraremos argumentos sólidos, y de una extensa erudición, que siempre nos
harán pensar y cuestionarnos nuestras propias convicciones. Encontramos además
en este libro múltiples recomendaciones lectoras: Lobo Antunes, Beckett, Arthur
Koestler, Paul Valery, Paul Celan o las poetas Ajmátova y Tsvetáyova.
El apartado
que más me ha gustado es el que se titula “Ser un invitado en la Tierra.
Reflexiones sobre el judaísmo”. Leyendo sus respuestas he encontrado muchos
aspectos que coinciden con mi manera de entender temas que vuelven a ser hoy
fundamentales. Steiner está convencido de que no tener raíces (en un terruño
concreto, en un hogar que de un centro de gravedad a la persona), algo que
suele ser considerado como negativo, puede permitir combatir el chauvinismo, el
odio racial y el miedo al otro. Respetando que para otras personas sea
fundamental tener esas raíces, Steiner (y humildemente yo misma) considera
necesario intentar liberarse de esos aspectos negativos que suele tener el ser
humano como animal territorial que es.
Este “flotar
en el aire” que Hitler achacó a las personas de religión judía por no tener
raíces, le permiten a Steiner reflexionar sobre el misterio de la condición
judía. Y en esa reflexión se muestra claramente antisionista, aunque reconoce
que la existencia de Israel en un milagro
indispensable en el que un día sus hijos o nietos encuentren su único refugio. Pese a ello prefiere
pensar que el judío tiene una misión: la
de ser peregrino de las invitaciones (29), es decir, en la tierra somos
todos invitados y debemos aprender a ese arte tan difícil de sentirse en casa
en todas partes. En cada lugar en que vivamos aportar lo mejor de nosotras
mismas y si hay que hacer la maleta y marchar, hacerlo.
Dadme una mesa de trabajo y ya tengo una patria. No creo ni en el pasaporte –cosa ridícula- ni en la bandera. Creo profundamente en el privilegio del encuentro con lo nuevo (30).
Su
antisionismo se basa en el privilegio que ha tenido el pueblo judío, hasta la
formación del Estado de Israel, de no haber tenido el poder necesario para
maltratar, torturar o expropiar a nadie en el mundo.
Antinacionalista
radical, se siente orgulloso de ser apátrida.
Temas como la
excelencia intelectual judía, los chantajes del judaísmo al ser humano (el
monoteísmo, el cristianismo y el marxismo), el crecimiento del antisemitismo en
países en los que apenas hay judíos como Hungría, Rumanía, Polonia o la propia
Inglaterra, la historia o el Islam, son temas sobre los que reflexiona en este
apartado.
Una entrevista
jugosa que nos abre muchos temas para indagar en su obra. Para finalizar, el
título de la entrevista, Un largo sábado,
viene del Nuevo Testamento y del esquema de viernes-sábado-domingo. Es
decir: la muerte de Cristo el viernes con la noche que se cierne sobre la
noche; luego la incertidumbre del sábado en el que no sucede nada, y luego la
resurrección del domingo:
Es un esquema de una fuerza sugestiva ilimitada.
Vivimos la catástrofe, la tortura, la angustia, luego esperamos, y para muchos
el sábado no acabará nunca. El mesías no vendrá y el sábado continuará (124).
Sí, sí, sí. Steiner cobra cada vez más actualidad. O más eternidad. Dice en una antigua entrevista con Ronald A. Sharp : "Detesto, aborrezco el nacionalismo. Yo estoy en mi casa dondequiera que haya una máquina de escribir. Las banderas y los pasaportes me parecen baratijas peligrosas. Creo que somos los invitados de la vida [...] No sabemos por qué hemos nacido, no lo hemos elegido, no hemos elegido nacer en una determinada comunidad, en tal época, en tal clase social; no hemos elegido nacer sordomudos, entre mendigos o sifilíticos, ser portadores del virus del sida, ser millonarios o estar increíblemente dotados. Ante todo, somos los invitados de la vida y de esta tierra que despojamos sistemáticamente, que saqueamos, destruimos y contaminamos. A mi juicio, tenemos que aprender a ser los recíprocos invitados, unos de otros, para sobrevivir [...] Yo he estado en mi casa en muchos países". (Los logócratas, 102) Nosotros que vivimos sobre las ruinas de Auschwitz y del Gulag, debemos "reaprender a ser humanos"...
ResponderEliminarMe identifico tanto con esta manera de ver el mundo y el nacionalismo de Steiner que me parece un alma gemela. Me gusta mucho esa idea de ser "invitados de la vida" que también aparece en esta entrevista que comento. Re-aprender a ser humanos... así debería ser, sin embargo veo a mi alrededor, como comentábamos ayer, todo lo contrario. Los mismos mitos, leyendas, creencias nacionalistas se apoderan de la población europea. La reacción de mirar hacia otro lado y pensar que nada ocurrirá, también es sabida...
EliminarGracias por tu aportación Alin.
ResponderEliminarLargo e interesante sábado.
Besos!!
Desde un domingo ¿falso? aceptemos que estamos desde hace mucho en sábado...
EliminarBesos!!
Me encanta Alín !!!
ResponderEliminarUn besazo para las dos ( soy Elena )
Un beso para ti también Elena.
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