Esta pequeña joya de José Luis Gómez Toré (1) parte del roble de Goethe en Buchenwald (título del último texto que escribió Joseph Roth en 1939) para hacer una reflexión sobre el totalitarismo y sobre el mito de la fusión de pueblo y tierra a la que una colectividad cree pertenecer.
Goethe replica a un joven contertulio inflamado de
pasión patriótica:
Yo sé que usted tiene las mejores intenciones, pero intenciones buenas y puras no bastan; uno debe calcular también las consecuencias de sus esfuerzos. Yo tengo horror de los suyos, porque son la preforma noble, y todavía inocente, de algo terrible que se manifestará un día entre los alemanes como una de las locuras más crasas, y ante la que usted se revolvería en su tumba si un día llegara hasta allí (28).
En el esfuerzo de Alemania por constituirse como
pueblo y como Estado se convocaron fantasmas de los que luego resultó difícil
desprenderse. La cultura entendida como marca de pertenencia y de exclusión
respecto a una comunidad, al tiempo que amenazó con esterilizarse a sí misma,
alimentó el mito de la pureza, del que asimismo bebió la ideología racial (racista)
del pangermanismo antisemita.
La lógica del patriotismo fue (y es) muy peligrosa llevada a
sus últimas consecuencias. La mitología elevada a política exigió sacrificios y adeptos y, sobre todo, chivos expiatorios. Gómez Toré sostiene que decir que el mal es banal es romper el lazo que une
mito y violencia, sustraer de esta el fundamento mítico que la sostiene y es el secreto de su perenne poder de atracción.
Toda mirada mítica contempla con fascinación o repulsión el rostro de la Gorgona: queda petrificada, presa de un relato que exige ser narrado siempre de la misma forma. Cuestiona convertir a cada uno de los testigos (cada una de sus voces, admitir la discordancia en vez de convertirlas en un coro uniforme) a su condición de víctimas, convertirlos en el instrumento de un nuevo relato del poder.
El autor considera desafortunado el término Holocausto (sacrificio sagrado), ya que equiparar el genocidio con un sacrificio resulta una burla grotesca. Cuando se priva a un ser humano de todo lo que le hace tolerable la existencia, entonces rara vez surge la rebeldía, el sometimiento tiende a dañar las convicciones morales del sometido e, incluso, su propia identidad como ser humano. Nada que ver con un sacrificio sagrado.
Después de Auschwitz no es posible concebir la idea de humanidad sin lo
inhumano, sin la perpetua amenaza de una violencia que expulsa al otro del
espacio de reconocimiento mutuo que constituye la humanidad. Con Auschwitz es el edificio entero de la cultura el que ha quedado en ruinas.
Quizá la ética (y la estética) después de Auschwitz deba ser la ética de la hospitalidad, una ética que reconoce lo precario de toda identidad y de toda morada, y que desde ahí propone espacios de acogida, de entendimiento mutuo desde la propia extrañeza. Una cultura mestiza abierta a la experiencia de lo otro.
Muy recomendable la lectura de este libro.
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(1) JOSÉ LUIS GÓMEZ TORÉ (2015): El roble de Goethe en Buchenwald. Libros de la resistencia, Madrid.