No me incluyo entre quienes no condenan sin reservas
los asesinatos del terrorismo islámico. No tengo ningún temor de ser acusada de
islamofobia por parte de la izquierda. Considero necesario condenar sin
reservas escondidas, como puede ser el contexto atenuante del colonialismo o, más recientemente, la ocupación norteamericana de Iraq, el terrorismo
islámico. Esas reservas escondidas las han utilizado grandes totalitarismos
para justificarse, empezando por el propio nazismo.
EL ROTO
No solo no niego sino que considero relevante la
colonización a la que han sido sometidos continentes enteros por parte de
algunos países europeos y las políticas interesadas durante y después de la
guerra fría por parte de EUA y algunos países europeos. Sin embargo hay que ir
más allá, pensar más allá, de si los motivos de queja que condicionan los actos
terroristas son verdaderos o no, me parece mucho más relevante el proyecto
político-ideológico que ha aparecido como reacción contra las injusticias[1].
El Estado islámico (EI) no es producto de la locura,
tenemos tendencia a considerar que los
crímenes que no entendemos están fuera de la historia. Considerar
incomprensibles a otras personas es abandonar la búsqueda de la comprensión y,
por tanto, renunciar a la historia, los motivos de los asesinos del EI tienen,
sin duda, un sentido, ningún acontecimiento pasado está más allá de la
comprensión histórica ni de la indagación histórica[2].
En este sentido, el terrorismo tiene una médula racional, que se propone
alcanzar determinados objetivos políticos concretos, aunque también es cierto
que los rasgos característicos de estos grupos terroristas son su fanatismo, ya
que con frecuencia el elemento místico de su pensamiento, su orientación
ideológica al margen del núcleo religiosos o nacionalista de su credo, no
tienen una importancia decisiva[3].
Los terroristas dicen haber encontrado la Verdad y que la subordinación del
hombre a Dios no supone esclavitud ni subordinación y puede sustentar un
proyecto de emancipación puesto que su subordinación a Dios supone el rechazo a
todos los amos terrenales (Zizek, 2015: 27).
Pese al fanatismo religioso que conlleva su proyecto
político-ideológico y el hecho de creerse en posesión de la Verdad, se sienten
amenazados por los no creyentes, están irritados y, a la vez, intrigados y
fascinados por la vida pecaminosa de los no creyentes. Por ese motivo los
convierten en objeto de sus iras, en el último atentado de París (30 noviembre
2015) sus objetivos fueron espacios de ocio como un campo de fútbol, una
discoteca o las terrazas de los restaurantes. Descartan el legado occidental
como pecaminoso y arremeten especialmente contra las libertades personales y
contra una dosis saludable de ironía y burla de cualquier autoridad (atentado
de Charlie Hebdo, enero 2015).
Si la izquierda no es capaz de pensar e ir más allá
de los tópicos y del miedo cerval a ser acusada de islamófoba, la extrema
derecha capitalizará en beneficio propio el terrorismo islámico para crear un
clima de miedo que haga justificable el recorte de libertades en Europa y la
xenofobia en contra de la población musulmana europea.
[1]
Me parece
interesante el breve libro de SLAVOJ
ZIZEK (2015): Islam y modernidad.
Reflexiones blasfemas. Herder, Barcelona.
[2]
Planteamiento que se aplica a los asesinatos cometidos por el régimen nazi
alemán en TIMOTHY SNYDER
(2011): Tierras de sangre. Europa entre
Hitler y Stalin. Barcelona, Galaxia Gutenberg.
[3]
Puede resultar útil la lectura de WALTER LAQUEUR (2003): Una historia del terrorismo. Paidós,
Barcelona.