Supe de este libro tomando
café con una compañera y un compañero de trabajo con los que habitualmente
hablamos de libros, es nuestro punto de afinidad principal. Me sorprendió el
título, que hace referencia al orden
natural de las ciudades durante las semanas que seguían a un raid aniquilador
(44), por ejemplo al aumento de
criaturas parasitarias que proliferaban en los cadáveres desprotegidos, la
desaparición de calles que quedaban inundadas pronto de vegetación, etc. Pero
también considera como fenómeno natural la vida social, así que no me acaba de
quedar claro el título.
En
1982, Sebald entregó un artículo titulado Luftkrieg
und Literatur, que luego pasó a ser la base de unas polémicas
conferencias dictadas por el mismo autor en Zurich con el mismo nombre (“Guerra
aérea y literatura”), en el otoño de 1997. El compendio de estas conferencias
es lo que fue recogido en este libro, junto con un apartado dedicado al
escritor Alfred Andersch, en total, junto con una advertencia preliminar y las
notas, 158 páginas publicadas en castellano en 2003.
Literatura que se acerca más
al ensayo que a la narración de ficción, incorporando también fotografías. Esta
obra explora las dimensiones que alcanzó
la destrucción de las ciudades alemanas en los últimos años de la Segunda
Guerra Mundial, y (…) los horrores que acompañaron a esa devastación (13).
Un aspecto sistemáticamente ignorado en la propia Alemania dada la escasa
producción literaria y/o histórica al respecto.
Solo la Royal Air Force arrojó un millón de toneladas de bombas sobre 131
ciudades, algunas de las cuales atacadas repetidamente fueron totalmente
arrasadas. Unos 600.000 civiles fueron víctimas de la guerra aérea en Alemania,
tres millones de viviendas destruidas que provocaron que siete millones y medio
de personas quedaran sin hogar. Toda esta información aparece en la primera
página, la 13. Sin embargo, esta aniquilación sin precedentes en la historia
solo fue recordada en forma de vagas generalizaciones, quedó excluida en gran parte de la experiencia retrospectiva de los
afectados y no ha desempeñado nunca un papel digno de mención en los debates
sobre la constitución interna de nuestro país (14).
Este es el punto de partida
del libro, que reflexiona sobre cómo los bombardeos de ciudades como Hamburgo,
Dresde, Berlín y otras, se convirtió en un tabú colectivo, olvidando no solo
estos hechos sino los doce años de envilecimiento de la sociedad alemana. El
caso del escritor Andersch sería un ejemplo de la fuerte influencia nazi en
escritores que no se reconocen como tales.
La desmemoria sobre estos
bombardeos tan devastadores puede ser interpretada como la aceptación del atroz
castigo por los años de nazismo y guerra, como una especie de vía de redención.
Sin embargo el efecto puede ser el contrario, al crearse un vacío en la memoria,
no se asume la responsabilidad de aquello que provoca tan desmedida respuesta,
olvidar la destrucción para centrarse en la reconstrucción puede ser digno de
alabanza si no fuera porque es una manera de enmascarar y olvidar el pasado, de
caer en la ceguera para esquivar lo ocurrido, de orientar a la población exclusivamente hacia el futuro y la obligó a callar
sobre lo que había sucedido (17).
El olvido no fue compensado
por la literatura de la posguerra que reflejo escasamente estos sucesos, de ahí
que se hable de la autoanestesia de una
comunidad (21).
La muerte por el fuego en pocas horas de una ciudad entera, con sus edificios y árboles, sus habitantes, animales domésticos, utensilios y mobiliario de toda clase tuvo que producir forzosamente una sobrecarga y paralización de la capacidad de pensar y sentir de los que consiguieron salvarse (34).
Cuestiona la memoria
histórica por su insuficiencia, poca fiabilidad y vacuidad, no se fía de la
forma en que se articulan los recuerdos y por ello piensa que no fueron un
factor digno de mención en la conciencia pública de la República Federal (89).
Llama la atención la
descripción de la destrucción de Hamburgo, poniendo de manifiesto su excelente
estilo en el que combina la sensibilidad ante el dolor de otras personas con la
brillantez de su prosa. Sebald hace algo más que una narración de sucesos,
explora el alma humana, su sufrimiento, su forma de afrontar la desgracia, su
forma de olvidarla para reconstruir (se). Al hilo de sus reflexiones nos va
proponiendo diversos autores y obras: novelas, cine, ensayos, etc. Una obra
interesante que desvela unos hechos desconocidos y que nos plantea múltiples
interrogantes.
ResponderEliminarMe quedo con: "...explora el alma humana, su sufrimiento, su forma de afrontar la desgracia, su forma de olvidarla para reconstruir (se)."
Destruir(se) es relativamente fácil,
lo difícil es (re)construir(se)...
(pero, por encima de todo, terriblemente hermoso).
Besos domingueros!!
;)
Estoy muy de acuerdo con lo que comentas, destruir es fácil y rápido por desgracia.
EliminarBesos!!
Parece que entre los humanos perdura más el obstinado propósito de salir adelante a toda costa que mantener viva la historia. Un beso.
ResponderEliminarLeo Voces de Chernobil y hallo el mismo deseo común de olvidar el sufrimiento.
No debería ser incompatible, si lo es indica que algo no se ha digerido y luego rebrota de nuevo. En Chernobil es posible que los y las hijas o nietas reclamen el recuerdo u otras cuestiones (reparaciones económicas, etc).
EliminarUn beso.