La
adhesión femenina a la Comuna de Paris (18 de marzo a 27 de mayo de 1871) se
explica por el hecho de que la mayoría de ellas nada tenía que perder y sí algo
que ganar. Su condición queda magistralmente descrita por Víctor Hugo:
El hombre puso todos los deberes del lado de la mujer y todos los derechos del suyo, cargando de manera desigual los dos platillos de la balanza… Esta menor, según la ley, esta esclava, según la realidad, es la mujer.
Desde 1860 el feminismo organizado se había extendido y nacieron los Comités de Mujeres y entre las mujeres que se integraron en ellos destacamos a Louise Michel, la virgen negra. Casi todas procedían de la burguesía pero habían abandonado su clase para permanecer libres y militar por la liberación de la mujer. Muchas trabajaban de institutrices, encuadernadoras, etc. Dedicaban la noche a reuniones, conferencias y a la creación de comités.
Fueron
mujeres las que en la mañana del 18 de marzo de 1871 plantaron cara a las
tropas taponando las calles y mezclándose con los soldados, a los que pedían
que confraternizaran con la ciudadanía. Louise Michel destacó entre ellas. En
este contexto revolucionario se formó la Unión de Mujeres para la Defensa de
París y la Ayuda a los Heridos, cuyo Consejo Provisional estuvo formado por siete
obreras, entre ellas la rusa Elisabeth Dmitrief enviada por K. Marx a París
como representante del Consejo General de la Internacional. En la composición del
Ejecutivo de la Comuna hubo cuatro obreras y otras cuatro mujeres más entre las
que se encontraba Dmitrief que dirigía la mencionada Unión de Mujeres. La
institutriz Louise Michel, mientras tanto, peleó como simple soldado en el
batallón nº 61. Capítulo aparte merecen las Petroleras,
nombre dado a las mujeres dedicadas a la quema de edificios. Nunca se comprobó
su existencia siendo considerado como una leyenda para perseguir a las mujeres
más activas y que costó la vida a cientos de ellas.
En
la represión sangrienta que acabó con la Comuna murieron alrededor de 20.000
personas, 44.000 fueron detenidas, de las cuales 23 fueron condenadas a muerte
y 7.500 fueron deportadas. Entre estas últimas estuvo Luisa Michel, deportada a
Nueva Caledonia, de donde regresó en 1880. Destaquemos su intervención ante el
consejo de Guerra:
Pertenezco enteramente a la revolución social y declaro asumir la responsabilidad de mis actos. Lo que reclamo de vosotros… que os pretendéis jueces… es el campo de Satory donde ya han caído mis hermanos. Puesto que, al parecer, todo corazón que lucha por la libertad no tiene derecho más que a un poco de plomo, yo reclamo mi parte. Si me dejáis con vida, no cesaré de gritar venganza.
Interrumpida
por el presidente, Louise Michel replica:
Si no sois unos cobardes, matadme.
Dmitrief
logró abandonar Francia y fue condenada en rebeldía. Regresó a Rusia y se casó
con un condenado al destierro al que acompañó a Siberia.
Nathalie
Lémel, que formó parte del ejecutivo de la Comuna, fue deportada a Nueva
Caledonia y se negó a aceptar la gracia que sus amigos solicitaron para ella.
Ciega y pobre fue admitida en 1915 en el hospicio de Ivry.