El
grupo Krisis existe desde 1986, se trata de un foro teórico para la discusión y
reformulación de una crítica social radical. Asimismo, se trata de una revista
teórica alemana que reúne textos para la crítica de la sociedad de la mercancía
y el derroche.
Este
Manifiesto parte de la afirmación de que el modelo laboral que conocemos está
haciendo aguas y que se debe abandonar. El texto plantea cuestiones de interés
para el debate y la reflexión y resulta muy difícil de resumir porque es un
texto denso. Por este motivo solo daré algunas pautas que animen a su lectura.
El sistema productor de mercancías
El
trabajo surgió como consecuencia del
sistema productor de mercancías por su finalidad de «transformación incesante
de energía humana en dinero», ese hecho hizo surgir una esfera separada del
resto de relaciones, que hacía abstracción de cualquier contenido (p. 32).
Junto
con el trabajo, surgió la esfera
privada del hogar, la familia y la intimidad, un ámbito definido como femenino
dedicado a las múltiples actividades de la vida cotidiana que no pueden transformarse
en dinero o solo en casos excepcionales. Esa esfera es declarada baluarte de la
«verdadera vida» por la ideología burguesa de la familia. La sociedad del
trabajo nunca hubiera podido funcionar sin ese espacio social separado de la
actividad femenina.
Esto
es también válido para los estereotipos sexuales al fijar la imagen de la mujer
desde el comportamiento natural e instintivo, irracional y emocional frente a
la imagen del hombre trabajador, racional, creador de cultura y con dominio de
sí mismo. El hombre blanco, para poder funcionar sin dificultades, expulsó de
sí todos los sentimientos y necesidades emocionales (pp. 42-43).
Las
mujeres al reclamar el derecho al trabajo, reprodujeron la misma disposición
respecto al ídolo trabajo que los hombres y además siguió recayendo sobre ellas
las actividades del ámbito del trabajo femenino sufriendo una doble carga. Solo
algunas mujeres pueden librarse del trabajo femenino al poder delegar en otras
mujeres mal pagadas.
No
comparto la idealización que se hace de la sociedad anterior a la imposición
del ídolo trabajo (pp. 49, 53-54, 105), puesto que las condiciones de vida de
la mayoría de la población estaban al nivel de la pobreza y la miseria. De esa crítica al sistema productor de
mercancías que dio lugar al ídolo trabajo, se deriva su acusación a la
Ilustración y a las Revoluciones burguesas de los siglos XVIII y XIX. Se señala
que hubo formas autónomas de resistencia
y de rechazo a ese modelo (guerras campesinas de los siglos XV y XVI, el
ludismo y otros movimientos).
Tanto
el movimiento obrero clásico como la izquierda política, especialmente la
socialdemocracia, rindieron honores al trabajo. Por ello, la democracia «es el
sistema de dominio más pérfido de la historia: un sistema de autoopresión»
(60).
La crisis de trabajo
La
crisis del trabajo se produce con la tercera revolución industrial de la
microelectrónica, por primera vez el ritmo de innovación de procesos superó al
ritmo de innovación de productos. Se eliminaban más puestos de trabajo por
motivos de racionalización de los que podían reabsorberse con la expansión de
los mercados. Los trabajadores/as que quedan se ven sometidos a exigencia de trabajo y
rendimiento mayores. Además el capital se globaliza y regiones enteras se ven
apartadas por las corrientes globales de capitales y mercancías.
Vender
hoy la mercancía trabajo es cada vez más difícil, cada vez hay más sectores de
la población expulsados al margen de la «economía de mercado totalitaria»
porque ya no pueden emplearse de manera rentable. Se trata de «la limpieza
étnica en las zonas en retroceso de la riqueza capitalista» (p. 21). No se puede
denominar de otra manera al hecho de que tres cuartas partes de la humanidad se
hundan en la necesidad y la miseria.
Además,
la llamada vida privada, y de la
familia, cada vez se ve más mermada y degradada «porque la usurpación de la
sociedad del trabajo exige la totalidad de la persona, entrega completa, movilidad
y absoluta disponibilidad temporal» (p. 44).
La
crisis de trabajo provoca una crisis del Estado y, por tanto, de la política.
Hace mucho que el Estado es un mero administrador de la crisis. El trabajo no
se puede redefinir o revalorizar, debe desvalorizarse conscientemente. Se
critica el ingreso de subsistencia o renta básica, se pregunta ¿de dónde saldrá
el dinero para financiar esa alternativa? Consideran que los llamados «dividendos
sociales» implican apostar, secretamente, por una posición privilegiada de «su»
país dentro de la competencia global (p. 94).
Alternativa
Solo
hay una alternativa: la abolición del trabajo, es decir, volver a apropiarse de
sus relaciones sociales, solo la lucha contra la monopolización de todos los
recursos sociales y potenciales de riqueza por los poderes alienantes del
mercado y del Estado, pueden permitir
conquistar los espacios sociales de la emancipación (p. 99). Esta lucha es
antipolítica puesto que Estado y política de la Modernidad se encuentran
inseparablemente entrelazadas en el sistema coercitivo del trabajo, por tanto
han de desaparecer los dos juntos. Hay que construir espacios socioeconómicos y
culturales libres, es decir, se tiene que constituir una contrasociedad (p.
113).