Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt

domingo, 13 de marzo de 2016

LA BELLEZA Y OTRAS REFLEXIONES DE BYUNG-CHUL HAN

Mi admiración por la obra de Byung-Chul Han me ha ido conduciendo a leer cada uno de los libros que la editorial Herder va publicando. En este nuevo libro, La salvación de lo bello, Han profundiza en uno de sus temas fundamentales, la negatividad frente a la alabada positividad. Han ya había cuestionado el exceso de positividad de nuestra sociedad[1], afirmando que su violencia no se percibe de forma inmediata ya que no parte de una negatividad extraña al sistema sino que es sistémica, es una violencia inmanente al sistema. La negatividad es entendida por Han como la acción que dice NO y es soberana, es lo que mantiene la existencia llena de vida, inspirándose en Nietzsche. Hay dos formas de potencia, la positiva es la potencia de hacer algo, la negativa es la potencia de no hacer, en términos de Nietzsche, decir NO. Se diferencia, no obstante, de la mera impotencia, de la incapacidad de hacer algo. La negatividad del NO constituye un proceso extremadamente activo puesto que la negatividad es ruptura.  Es un ejercicio que consiste en alcanzar en sí mismo un punto de soberanía, en ser centro.

JEFF KOONS, BILBAO, 2010

La salvación de lo bello arranca con un capítulo titulado “Lo pulido”, en el que cuestiona el arte de Jeff Koons, como representante de lo que Han considera arte infantil, banal, vaciado de toda profundidad, de toda abisalidad de toda hondura. Un arte pulido, pulimentado, bruñido, abrillantado, en el que uno no se encuentra con el otro, sino solo consigo mismo, un arte en el que queda eliminada la alteridad o la negatividad de lo distinto y de lo extraño. Un arte que solo quiere agradar, al que se le quita toda forma de conmoción, vulneración y  derrumbe, en definitiva al que se priva de toda negatividad.


Otro tema habitual en la obra de Han y que vuelve a aparecer en esta obra es lo pornográfico frente a lo erótico. Para Han el Eros agoniza, el capitalismo intensifica el progreso de lo pornográfico en la sociedad, en cuanto lo expone todo como mercancía y lo exhibe. No conoce ningún otro uso de la sexualidad. Profaniza el Eros para convertirlo en porno, a través de la desritualización y desacralización. La cultura de consumo estimula que el sujeto moderno perciba cada vez más sus deseos y sentimientos de manera imaginaria a través de mercancías y de las imágenes de los medios[2].
En obras anteriores[3], y en esta también lo recupera, lo pornográfico se aplica  a los flujos de información y datos, ya que estos no tienen, ni reversos, ni doble fondo. Los datos y la información, frente al saber, se entregan a una visibilidad total, habitan un tiempo que se ha satinado a partir de puntos de presente indiferenciados, es un tiempo sin acontecimientos ni destino y, por ello, la información es una forma pornográfica del saber. La permanente presencia pornográfica de lo visible en el arte destruye lo imaginario. Paradójicamente, no da nada a ver, refiriéndose a la obra de Koons. De la misma manera, lo pornográfico se aplica al cuerpo al despojarlo de su lenguaje, el rostro ya no contiene mundo, es decir, ya no es expresivo. El selfie  es ese rostro vacío e inexpresivo y remite al vacío interior del yo; algo parecido ocurre con el Quantified Self que provee al cuerpo de sensores digitales que registran todos los datos que se refieren a la corporalidad, transformando el cuerpo en una pantalla de control y vigilancia.


El tema central de esta obra es la belleza. Han señala la estética de la modernidad como el momento en que lo bello y lo sublime se disgregan. Han considera que se ha de revocar tal separación y, partiendo de esta afirmación, señala que lo bello natural queda cerrado a la mera complacencia y anuncia lo completamente distinto, la negatividad, su temporalidad es el ya del todavía no y se manifiesta en el horizonte utópico de lo venidero. Lo bello es un escondrijo porque no existe la belleza transparente, ésta es necesariamente una apariencia porque el desvelamiento la desencanta y la destruye. Como ya se ha señalado, la pornografía como desnudez sin velos ni misterios es la contrafigura de lo bello, por tanto, de lo erótico.
Ver en un sentido enfático, siempre es ver de forma distinta, es decir, experimentar y exponerse a una vulneración. Sensibilidad es vulnerabilidad. Aprender a ver es un dejar que algo suceda o un exponerse a un suceso. De la experiencia forma parte necesariamente la negatividad del verse conmocionado y arrebatado, que es la negatividad de la vulneración. Sin dolor ni vulneración prosigue lo igual, lo que nos resulta familiar, lo habitual, el infierno de lo igual donde no hay verdad.
Puesto que lo bello da testimonio de lo no idéntico, se sitúa entre el desastre y la depresión, entre lo terrible y lo utópico, entre la irrupción de lo distinto y el anquilosamiento de lo igual (66).
Propugna la distancia contemplativa hacia el objeto eliminando el exceso de estímulos del régimen estético actual que elimina lo bello y lo entrega al consumo. Pone como ejemplo la sexualización del cuerpo en la actualidad, que no emancipa sino que comercializa el cuerpo. El consumo elimina la duración y el carácter y por ello triunfa la inconstancia y la evanescencia de la moda. El consumidor ideal es un hombre sin carácter que lo impulsa al consumo indiscriminado. Facebook es un mercado de la falta de carácter.
Lo bello es un fenómeno del lujo. Ya en otra obra anterior Han planteaba la defensa del lujo[4] y afirmaba que nuestro futuro dependerá de que seamos capaces de servirnos de lo inservible más allá de la producción. El lujo, en su sentido primario, no tenía nada que ver con la praxis consumista. Es, por el contrario, una forma de vida que está libre de la necesidad y de lo útil. El lujo solo es pensable más allá del trabajo y del consumo. Visto así, el lujo es afín al ascetismo y ahí encuentra su espacio lo bello.
Por tanto, lo bello enseña a demorarse desinteresadamente en algo. Lo bello es una finalidad en sí mismo, existe por sí mismo, el sujeto se sume contemplativamente en el objeto y se unifica y reconcilia con él. Lo bello no hace propaganda de sí, no seduce, solo invita a demorarse contemplativamente, por ello es la antítesis de la lógica del capital. Lo bello permite desembarazarse de sí mismo y que el yo se suma en lo bello desprendiéndose de sí mismo. Cuando esto ocurre el tiempo se queda quieto y es lo que permite distinguir la visión estética de la percepción meramente sensible. El ver llega a su destino. La experiencia dichosa de la duración surge de una fusión de pasado y presente. El presente se ve conmovido, vivificado, fecundado por el pasado, por ello el recuerdo puede ser la esencia de la existencia humana.
La belleza es el acontecimiento de una relación. Le es inherente una temporalidad peculiar. Se sustrae al disfrute inmediato, pues la belleza de una cosa solo se manifiesta más tarde, a la luz de otra cosa, como reminiscencia. Consta de sedimentaciones históricas que fosforecen.(…) A la belleza no se la encuentra en un contacto inmediato. Más bien acontece como reencuentro y reconocimiento (103).
Lo bello es vinculante, funda duración. Es lo que da la medida por excelencia. La salvación de lo bello es la salvación de lo vinculante.





[1] La sociedad del cansancio (2012), p. 23.
[2] En Eros e incertidumbre actual.
[3] La sociedad de la transparencia y En el enjambre.
[4] En Psicopolítica

6 comentarios:

  1. La importancia de la mirada...
    de saber ver más allá de...

    Besos tras una mirada... ;)

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    1. Sí, muy importante. Una mirada libre resulta difícil.

      Besos!!

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  2. Byung-Chul Han defiende aquello que permanece al margen de la moda y de la mera satisfacción de los instintos primarios y de la busqueda del premio inmediato. ¿Quizas sea a causa de su origen oriental por lo que es capaz de ver lo evidente? Hemos dejado que se imponga un modelo social basado en falsos valores que aceptamos como verdades sin cuestionar cual podría ser la auténtica finalidad de la imagen que contemplamos. La moda, la publicidad, incluso las íntimas aspiraciones alejan al ciudadano de la realidad social para sumergirle en la aceptación del papel que tiene reservado para jugar en el mercado, la absorción y asimilación fácil de los productos. El de consumidor hambriento. El disfrute de la contemplación de lo bello parece reservado para aquellos que se esfuerzan por mantenerse al margen y buscarlo. Un beso.

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    1. Mantener la mente lo más libre posible de interferencias (de ruidos que dice Han) no resulta nada fácil. La belleza requiere lentitud en la contemplación, parsimonia, atención, etc. Algo difícil en esta sociedad, un auténtico lujo en sus palabras.

      Una reflexión interesante de este coreano-berlinés.

      Un beso.

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  3. Estos textos de Han son muy difíciles de entender ya que en este libro no se refiere a la belleza como tal, sino lo habla en el sentido que menciona Carlos. No lo que dice Laura que lo asume desde otro punto de vista que no quiere dar a conocer el autor.

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    1. No sé que entiendes por "la belleza como tal", ¿la de los museos? No es, efectivamente, de la que habla Han. No sé si te he entendido lo que quieres decir.

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