Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt

domingo, 23 de marzo de 2025

«A mi aire»

 


2024 

(pequeñas reflexiones que publico en mi cuenta de IG: @lauramartierra)

«A mi aire» (4 julio)

Reyes Mate plantea la diáspora (camino y estancia en tierra extraña) como el envés de la pertenencia a la tierra que, por otro lado, el capital y el Estado se apropian dando forma al nacionalismo.

La hospitalidad es el corazón de la diáspora.


«A mi aire» (11 julio)

Dijo Proudhon: «La idea nace de la acción y debe retornar a la acción».

Durante mucho tiempo se impuso lo contrario: la idea marcaba el camino a la acción, por tanto, lo intelectual primaban sobre la acción y la cosa no resultó nada bien.

Son las prácticas las que construyen la teoría y esta tiene que ser contrastada continuamente por dicha práctica.


«A mi aire» (18 julio)

Darle vueltas al concepto, al contenido y al valor simbólico de Revolución es como un río que discurre con calma o abruptamente según encuentras matices iluminadores que te llevan por afluentes o por el curso principal. Nunca sabes dónde vas a llegar y eso es algo emocionante y lleno de posibilidades no solo de lo ocurrido en el pasado sino de lo que pude ocurrir hoy o en el futuro.


«A mi aire» (25 julio)

Recuperar la historia oculta, clandestina, la que se desarrolla en la noche, es percibida por el poder y por una parte de la sociedad (quienes preservan la historia hegemónica) como incómoda, belicosa, intratable, incluso patológica. Quizás por eso habría que hablar de contrahistoria, aquella que pese a estar oculta durante siglos ha sobrevivido desafiando a la historia que se nos ha impuesto, la historia hegemónica.


«A mi aire» (1 agosto)

Es difícil trabajar en grupo cuando no hay unas bases sólidas de lo que se pretende. Por eso cuando se empieza a funcionar, emerge lo que cada persona está dispuesta a dar y cómo entiende el trabajo en grupo y lo que se pretende hacer en común. Y, con frecuencia, no cuadra

Es difícil, sí. Quizás no hacen falta los cuadrados y es mejor buscar formas más flexibles…


«A mi aire» (8 agosto)

Es increíble que haya gente que niegue el cambio climático, pero se niegan tantas cosas que sufrimos en el cuerpo, que nos traspasan el cuerpo, que se van normalizando estas actitudes sin que tengamos posibilidad de cuestionarlas socialmente.


«A mi aire» (15 agosto)

Es difícil sustraerse a que hoy es la fiesta de las fiestas. Muchas localidades y pueblos tienen esta fecha como festividad del patrón o patrona y como coincide en pleno agosto (y encima puente) pues la locura colectiva.

Os podéis imaginar que detesto que las fiestas sean casi todas religiosas y que me gustaría que hubiera más de carácter laico.

Batalla perdida. Da igual quién gobierne…, hay cosas eternas e inamovibles.


«A mi aire» (22 agosto)

La felicidad está sobrevalorada como otras tantas vivencias. No es que no sea una buena aspiración, pero igual pretendemos algo que no existe.

Nos cuesta menos ver esa batalla perdida en otras personas que cuando pensamos en nosotras.

Y es que la felicidad está constituida por cosas muy pequeñas a las que nos cuesta dar valor hasta que las perdemos.


«A mi aire» (29 agosto)

Cosas pequeñas que dan felicidad:

Leer (eso siempre), tomar té o café con amigas, ver amanecer, una buena película, un buen baño en una playa vacía, caminar por un bosque, oír un río de montaña, oler las chimeneas de las casas de montaña, reírse a carcajadas, comer un helado una noche calurosa, ir descalza, pensar…


«A mi aire» (5 septiembre)

Un mes en el que siempre empiezan muchas cosas, nuevas expectativas, obras en casa, trabajo interesante, cambio de estación (el otoño me gusta), proyectos que se clarifican (aunque sea para abandonar alguno), el mar se enfría…


«A mi aire» (12 septiembre)

Hace días que se viene hablando de la migración que se produce de países del llamado sur global hacia los países ricos del norte.

Resulta curioso que el neoliberalismo busca eliminar las fronteras, pero para favorecer al capital, no al trabajo. Esta posición está causando regímenes fronterizos altamente desiguales, hostiles y racializados.

No podemos caer en esa trampa, el neoliberalismo fomenta el odio y la xenofobia para desviar la mirada sobre el sistema que implantan con la ayuda de los Estados y de la UE en esta parte del norte global.


«A mi aire» (19 septiembre)

Hay un sector del feminismo que considera el sexo como un terreno muy peligroso para las mujeres y las lleva a pedir protección al Estado con políticas prohibicionistas y punitivas. Soy contraria a esta visión, las mujeres podemos decir «no» sin la intermediación del Estado y sus normas, leyes y castigos. La seguridad absoluta es algo que nos vende el neoliberalismo pero no existe.

El juicio de Aviñón y las violaciones facilitadas por el marido de Gisèle Pélicot, siendo un caso terrorífico, no me hacen cambiar de opinión.


«A mi aire» (26 septiembre)

Tengo una deuda con la música, una deuda con el papel que ocupa en mi vida.

Durante mi vida laboral he soportado tanto ruido que cuando llegaba a casa solo buscaba el silencio y la música se fue desplazando en mi horizonte de necesidades.

No puedo hacer dos cosas a la vez: pensar y escuchar música, leer y escuchar música, trabajar y escuchar música y opté por alejarme de la música.

Tengo que reabrir espacios para la música que tanto me gustó en el pasado. 


jueves, 13 de marzo de 2025

Kristin Ross (2024): La forma-comuna. La lucha como manera de habitar

 

A veces se requiere tacto más que tácticas (p. 125).



Este libro de Kristin Ross* es una buena herramienta para pensar las formas emancipatorias, en especial la que denomina como «forma-comuna». En la Introducción nos anticipa algunos rasgos de la comuna como el hecho de que cuando la gente siente, respira y desarrolla su vida fuera del guion establecido, sobre la base de la cooperación y la colaboración, la emancipación está más cerca de lo que parece.

La autora deja muy claro que existe una clara incompatibilidad entre comuna y Estado, entre emancipación y existencia del aparato estatal, por ello, las comunas y su forma de vida florecen en la medida en que retrocede el Estado.

Marx cuando reflexionó sobre la Comuna de París (1871) le llamó la atención no los ideales de los comuneros sino «las prácticas de los comuneros, la “propia existencia práctica” de la Comuna» (p. 8).

Para Kropotkin la Revolución francesa de 1789 fue el conflicto entre el Estado y las comunas. El conflicto se daba entre Estado y cualquier otro tipo de organización de la vida política, cualquier clase de inteligencia política alternativa, cualquier modelo diferente de comunidad.



Algunos hilos recurrentes y reconocibles de la forma-comuna son:

1.     El espacio-tiempo de la forma-comuna está anclado en el arte y la organización de la vida cotidiana, y ligado íntimamente a la responsabilidad adquirida respecto a los medios de subsistencia. Por ello requiere de una intervención pragmática en el aquí y ahora, y un compromiso de trabajo con los ingredientes y elementos del momento actual.

2.  Un entorno local, vecinal o delimitado. Las dimensiones espaciales y temporalidades distintivas de la forma-comuna se despliegan junto con un Estado distante, desmantelado o en desmantelamiento, cuyos servicios son considerados superfluos por un grupo de personas, que han decidido hacerse cargo ellas mismas de sus propios problemas.

Kristin Ross no considera que la forma-comuna sea un tipo de agencia del pasado, sino que percibe su existencia en acontecimientos y luchas del presente reciente. De esta forma se adentra en Mayo del 68 pero centrándose en «Nantes mejor que Nanterre» y del movimiento campesino francés y sus luchas. El espacio se convierte en el reto principal de las luchas y las acciones que apuntan hacia un objetivo. Recuerda que Reclus ya planteaba la división entre trabajadores urbanos y rurales y el fracaso de la izquierda urbana en ver el problema que eso significaba y que hoy explica muchos cambios políticos que tienen como protagonista la población rural.

También recuerda, y recupera, que Kropotkin, en La conquista del pan, quizás fue el primero en argumentar que la proximidad con los medios de subsistencia y la implicación directa en ellos es esencial no solo para mantener una viva intimidad con el territorio, sino también para que los movimientos de emancipación perduren.

Para la autora, cuando las cuestiones que afectan a la existencia (la crianza, los residuos, el combustible, los alimentos, etc.), y, en especial, a la subsistencia, dejan de estar limitadas al plano individual o familiar; y cuando el poder no emana de una ley, sino que proviene de la iniciativa directa de los de abajo gestionando sus asuntos en común, la emancipación se puede estar abriendo paso.

Las luchas en torno a la construcción de tres aeropuertos franceses llevan a Ross a considerar que luchar por un lugar determinado no es lo mismo que luchar por una idea y que todo lugar debe su carácter a las experiencias que ofrece y permite a quienes lo habitan o pasan su tiempo allí, y esas experiencias incluyen la nueva relación física con el territorio en particular. El esfuerzo colaborativo para resolver problemas pragmáticos implica algo significativo: poner en marcha un flujo de improvisaciones, intercambios de conocimientos, consultas e interrupciones de gran creatividad desde un punto de vista social.

Es más partidaria de la defensa que de la resistencia (de la primera proviene la zad, acrónimo de zona a defender). La defensa significa que hay algo en nuestro lado que poseemos, que valoramos y amamos y que, por tanto, tenemos algo que merece ser protegido y por lo que hay que luchar. Además, la defensa está enraizada en una temporalidad y un conjunto de prioridades generadas por la comunidad local y su proceso de construcción. El acto de defensa comienza afirmando y proclamando el valor de aquello a lo que nunca se había otorgado, la autora lo llama «lujo comunal». Mientras que la resistencia significa que la batalla se ha perdido, que solo podemos aspirar a aguantar desesperadamente frente al inmenso poder que le atribuimos a la otra parte. Significa permitir que el Estado sea quien dicte la agenda.

Un libro que tomando como centro la «forma-comuna» es capaz de entretejer el pasado y el presente, único camino para proyectar las posibilidades del futuro.


Laura Vicente


*El libro está editado por Virus

 

 

jueves, 6 de marzo de 2025

Los derechos de las mujeres en crisis

 


Existe una sensación, con sustento real en algunos países, de catástrofe, de que los derechos conseguidos pueden retroceder e incluso desaparecer. No digo que los derechos no estén en peligro, pero creo que debemos abandonar esa visión catastrofista y enfocar bien dicho peligro y, sobre todo, cómo afrontarlo[1].

Para empezar, debo aclarar desde dónde escribo. Lo hago como mujer (dejaré para otro día la cuestión del sujeto que daría para otro escrito) y lo hago desde el feminismo anarquista que acostumbra a ser más partidario de despenalizar, dejar de tipificar como delito una conducta o acción (por ejemplo, la reivindicación histórica del aborto, hoy en peligro de ser penalizado de nuevo) que de regular a través de leyes. Ya lo dijo Hobbes (poco sospechoso de anarquista y de feminista): «Las leyes son limitaciones de la libertad».

No me gustaría que se entendiera que soy contraria a los derechos legales, pero me parece que debemos cambiar el enfoque respecto a su trascendencia, ya que son derechos legales que se incumplen sistemáticamente como todos los demás derechos (constitucionales, derechos humanos, etc.). Quiero intentar (solo intentar) dar sentido a cosas que no tienen nombre, eso siempre es muy arriesgado

Puesto que no soy partidaria de leyes por lo que conlleva de limitación de la libertad (un riesgo que trataré de sortear: coincidir con el neoliberalismo o, peor, con el tecnofascismo), los derechos solo importan cuando los reclamamos, los usamos y los superamos en busca de nuevas reclamaciones y libertades; solo importan si nos instan a seguir adelante. Es decir, no deberíamos considerar como puerto de llegada el reconocimiento de un derecho. Los derechos no son «cosas» para distribuir desde arriba, desde el Estado, sino demandas de algo más que surgen desde abajo. No son «cosas» sino relaciones sociales y como tales no son algo que tenemos, sino que hacemos cada día, sin esta agencia los derechos son frágiles y dependen de los cambios de gobierno o de la voluntad de la justicia burguesa.

Los derechos solo tienen sentido si las personas involucradas están en posición de reclamarlos y defenderlos. La libertad, como los derechos, es algo que solo puede ser garantizado por las mismas personas que los reclaman. Las prácticas feministas de lucha política y social no se pueden confundir con la institucionalización de los derechos o la igualdad formal, por ello «la política de proclamar los propios derechos, por muy justa u hondamente sentida que sea, es una clase subordinada de política»[2]. Las prácticas de libertad política crean, mediante el discurso y, especialmente, mediante la acción, un espacio subjetivo intermedio que, en ocasiones, excede el espacio institucional. Solo cuando se produce esa situación de fuertes movilizaciones y luchas se consiguen ampliar los espacios de libertad y autonomía de las mujeres que, a veces, quedan regulados en forma de derechos, sin ser este su objetivo fundamental.

Un rasgo de los derechos legales es su tendencia a deteriorarse en artefactos legales muertos y hasta en instrumentos políticos peligrosos cuando pierden conexión con las prácticas de libertad feministas. No podemos compartir, como ya hemos explicado, las posiciones de un sector del feminismo que ha aceptado la estrategia de que un cambio social se basa en los derechos legales.

Así mismo, no podemos dejarnos cegar por las respuestas jurídicas y centradas en el Estado a las preguntas políticas y sociales que nos hacemos como feministas y haríamos bien en dar protagonismo a lo que las mujeres podemos y no podemos lograr en nuestras luchas al margen de la legalidad institucional.

 Laura Vicente



[1] Este texto forma parte de un artículo más largo titulado: «Cambio social y derechos legales» de próxima aparición en la revista Crisis de Zaragoza.

[2] Afirmación con la que coincido, pese a no compartir muchos de los postulados del Colectivo de la librería de mujeres de Milán, Sexual Difference; citado en Linda M. G. Zerilli (2008): El feminismo y el abismo de la libertad. Buenos Aires, FCE, p. 187.