Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt

sábado, 28 de junio de 2014

MARCEL PROUST Y EVOCAR EL PASADO A TRAVÉS DE UNA MAGDALENA


Leyendo este célebre fragmento de la magdalena, de Marcel Proust, no he podido evitar relacionarlo con este mi oficio de historiadora. La novela, En busca del tiempo perdido, está compuesta de siete partes publicadas entre 1913 y 1927. El célebre fragmento que hoy traigo aquí corresponde a la primera parte, Por la parte de Swann. La relación entre tiempo y memoria es uno de los temas clave de esta obra, y una de las preocupaciones fundamentales de cualquier persona que se dedique a la historia, a evocar la historia.
Nuestro oficio se mueve en el tiempo pasado e intenta siempre hacer memoria y, en la medida de lo posible, evocar dicho tiempo (quizás perdido) para quien nos lee. Pero si recuperar parte del pasado es cuestión de oficio, lograr evocar el pasado cuando escribimos entra en el campo de la creación. Y ahí, las cosas se complican mucho y los literatos nos superan con creces en dicha evocación. Cierto que pretender evocar un pasado que ni siquiera hemos vivido es casi una empresa heroica, pero si podemos unir mente, objetos (=fuentes históricas) y creatividad al escribir, quizás logremos el alborozo que sintió el narrador de tan extraordinario fragmento y logremos sentir y transmitir con veracidad ese estremecimiento y ese placer delicioso que puede ser la HISTORIA.

Lo mismo ocurre con nuestro pasado. Intentar evocarlo resulta empeño perdido, todos los intentos de nuestra inteligencia son inútiles. Está oculto, fuera de su dominio y de su alcance, en algún objeto material –en la sensación que éste nos daría- que no sospechamos. Del azar depende que encontremos o no ese objeto antes de morir.

Caillebotte. Probable ambiente de Combray

Hacía ya muchos años que –de Combray- todo lo que no era el teatro y el drama de mi acostar había dejado de existir para mí, cuando un día de invierno, al regresar a casa, mi madre –viendo que tenía frío- me propuso que, contra mi costumbre, tomara un poco de té. Al principio lo rechacé  y –no sé por qué- después cambié de idea. Mandó ir a buscar uno de esos bizcochos, pequeños y rechonchos, llamados “magdalenas” y que parecen moldeados en la acanalada valva de una vieira y, abrumado por aquel día sombrío y la perspectiva de un triste mañana, no tardé en llevarme maquinalmente a los labios una cucharada de té, en la que había dejado ablandarse un trozo de magdalena, pero, en el preciso momento en que me tocó el paladar el sorbo mezclado con migas de bizcocho, me estremecí, atento al extraordinario fenómeno que estaba experimentando. Me había invadido un placer delicioso, aislado, sin que tuviera yo idea de su causa. (…) ¿De dónde podía proceder aquel intenso alborozo? Yo sentía que estaba vinculado al gusto del té y del bizcocho, pero que lo superaba infinitamente, que no debía ser de la misma naturaleza. ¿De dónde venía? ¿Qué significaba? ¿Dónde aprehenderla? Bebí un segundo sorbo, en el que no encontré nada más que en el primero, y un tercero, que me aportó un poco menos que el segundo. Más valía dejarlo: la virtud de la bebida parecía disminuir. Estaba claro que la verdad que yo buscaba no estaba en ella, sino en mí. (…) Deje la taza y atendí a mi mente. A ella correspondía encontrar la verdad, pero, ¿cómo? Grave incertidumbre, todas las veces que la mente se siente sobrepasada por sí misma, cuando ella –la que busca- es al mismo tiempo el país obscuro en el que debe buscar y en el que de nada le servirá todo su bagaje. ¿Buscar? No solo eso: crear. Está ante algo que no es aún y que sólo ella puede realizar y después hacer entrar en su luz.
      MARCEL PROUST, Por la parte de Swann, p. 62-63, Barcelona, RBA, 2013,   Traductor Carlos        Manzano.                      
                                 

sábado, 21 de junio de 2014

STEFAN ZWEIG, Novela de ajedrez.

El relato Novela de ajedrez es el último escrito por Zweig en 1941, poco antes de su suicidio (enero de 1942). Fue publicado de forma póstuma en 1944 y es una crítica al nazismo y a los métodos “sutiles” de la Gestapo: la incomunicación y el aislamiento total. Se trata de un texto breve de 94 páginas cuyo título hace referencia al ajedrez, juego de lógica en el que la inteligencia es más importante que el azar o la suerte.


El relato se articula alrededor de dos personalidades muy diferentes pero unidas, en un viaje en barco, por el ajedrez: Czentovič,  rudo e ignorante, pero que resulta ser desde niño un genio del ajedrez; el Dr. B, culto y educado, que esconde una historia que explica su habilidad para el ajedrez y, a la vez, el problema que implica para él practicarlo.

El Dr. B le explica al narrador cómo llegó a depender del ajedrez para sobrevivir a una detención de la Gestapo que pretendía lograr su confesión a través de la incomunicación y su suspensión en la “nada” para desencadenar un deterioro psicológico que le llevara a la locura, la confesión, la docilidad y el conformismo frente al nazismo y sus métodos.
Se trataba del aislamiento más refinado que pueda imaginarse. No nos hacían nada, se limitaban a situarnos en el vacío más absoluto, y es bien sabido que nada en el mundo puede oprimir tanto el corazón del hombre como la nada. (…) Habían construido una nada absoluta, no solo en torno a mi alma, sino también en torno a mi cuerpo (p. 47).
En esa situación, en la que los miembros de los cuerpos policiales nazis eran expertos, un manual de jugadas de ajedrez se presenta inesperadamente como solución a su desequilibrio mental. En realidad, llegará un momento en que el juego será una trampa que le llevará a la locura y a sus consecuencias crónicas cuando se enfrente a la tensión de una partida de ajedrez. En paralelo, sorprende la resistencia del ser humano en situaciones límite.

Jugar a “ciegas”, es decir, de memoria, es lo que logra el Dr. B a base de disociar su personalidad jugando contra sí mismo. Curiosamente es lo que no sabe hacer Czentovič por su falta de inteligencia.



Zweig anticipa muchos aspectos relevantes del nazismo en una fecha temprana de la guerra (1941): el terror de los métodos utilizados por la Gestapo; la existencia de los colaboracionistas, es decir, de los relegados, de los humillados, de los resentidos, que se pondrán al servicio del nazismo; el contraste entre dos mundos representados por los dos protagonistas y, por último, la complejidad del equilibrio mental. Y todo ello a través de una escritura sencilla que, conforme lees, te va envolviendo en la tragedia que significa para una persona vivir la tortura y el terror que se deriva, siempre, de ella.

sábado, 14 de junio de 2014

LA ACTUALIDAD DEL ANARQUISMO. 50 AÑOS DE LA A CON UN CÍRCULO

Ayer día 13 presenté de nuevo Historia del anarquismo en España en Zaragoza. La librería "La Pantera Rosa" me pidió que lo orientara alrededor de la actualidad del anarquismo y así lo hice.



Hay logos que tienen larga vida y esa A dentro de un círculo es hoy más actual que nunca pese a sus cincuenta años de edad. Nació en París en 1964 cuando pequeños grupos anarquistas buscaban un símbolo que fuese fácil y rápido de dibujar, y que pudiese evocar el anarquismo de forma suficientemente directa, multiplicando su presencia por el simple hecho de la repetida aparición de ese denominador común en las expresiones públicas (pasquines, pintadas, etc.) de los diferentes colectivos anarquistas.

Como señala G. Woodcock, el anarquismo es un racimo de actitudes en mutua relación, antidogmático y sin estructurar, que no depende en su existencia de ninguna organización estable. Puede "florecer cuando las circunstancias le son favorables, para volver como planta del desierto, a adormecerse durante temporadas e incluso años, esperando las lluvias que le hagan retoñar".

Lo más actual del anarquismo son sus intuiciones básicas que subsisten hoy como "rastros" que brotan aquí y allí. El agua que puede hacerle florecer es que sea capaz de construirse como idea inspiradora, desarrollando lo menos doctrinario, lo menos formalizado, lo más difuso de su "patrimonio".

El anarquismo actual podría basarse en una especie de nonágono que recoge la utopía, ya que el anarquismo o es utopía o no es nada:

1- Amor a la libertad.
2- Crítica y subversión de las relaciones de poder
3- Rechazo de las ilusiones totalizantes.
4- Democracia real y directa.
5- Resistencia y desobediencia civil.
6- Decrecimiento.
7- Elaborar respuestas a los gobernantes para cuando se produzca el colapso.
8- Rebelión.
9- Revolución continua y presente.

sábado, 7 de junio de 2014

JOSEPH ROTH, La filial del infierno en la Tierra. Escritos desde la emigración.

Alguien comentó una frase de este autor mientras estaba abstraída tomando café a la hora del almuerzo. Apunté su nombre y busqué sus obras, compré dos: los escritos incluidos en  La filial del infierno… y la novela Fuga sin fin (1927).

Roth nació en 1894 en Brody, en la región de Galitzia, por entonces en el Imperio Austro-Húngaro. Hoy esta región se divide entre Polonia y Ucrania. La caída del Imperio, tras la derrota en la Iª Guerra Mundial, marcó a Roth con un sentido de pérdida de la patria que aparece con frecuencia en sus escritos y novelas.


Hijo de una familia judía, participó en la guerra sirviendo al ejército austriaco. Cuando finalizó el conflicto trabajó en varios periódicos hasta que se trasladó a Berlín y se casó con Friederiche Reichler, judía de Galitzia como él mismo y que padecía esquizofrenia, lo cual le provocó una profunda crisis emocional (y financiera por los cuidados que debía dar a su mujer). Desde 1923 hasta 1932 Roth fue corresponsal para el Frankfurter Zeitung, viajando por toda Europa. Fue en esta época cuando se convirtió en un escritor de éxito, especialmente con su novela La marcha Radetzky (1932).

En 1933 cuando Hitler fue nombrado canciller, dejó Berlín y regresó a Viena. Menos de un año después fue asesinado el canciller federal Engelbert Dollfuss, en un intento de golpe de Estado de los nazis austriacos. Roth decidió marcharse de Viena y vivió en diversas ciudades europeas, especialmente París.

Sus libros fueron quemados en Alemania como él había predicho, sin embargo fue en esos seis años de emigración cuando publicó más de la mitad de su obra, tanto novelas como artículos sobre el totalitarismo y contra el régimen nazi. Es el caso de los artículos reunidos en este libro y que abarcan del 1 de julio de 1933 a la primavera de 1939 (incorpora también cuatro cartas que escribió a Stefan Zweig entre 1933 y 1935). También en estos años, Roth decidió convertirse al catolicismo y aquejado por problemas de salud, bebió hasta consumirse. Murió en París en 1939, tres días antes de que estallara la II Guerra Mundial. Su familia desapareció en los campos de concentración, su mujer fue asesinada en aplicación de las leyes eugenésicas para eliminar enfermos mentales.


Leer sus artículos de la emigración es como descender al infierno de forma anticipada, es sentir la impotencia de un hombre clamando en el desierto, es emocionarse con su claridad y convincente energía, es percibir al disidente que sufre por la indiferencia ajena y responde con pasión ofreciendo toda su vulnerabilidad en la soledad del  NO individual. Una sola sílaba que resume la independencia de criterio de Joseph Roth.

Es una lectura devastadora, que no da respiro pero no puedes dejar de leer, una lectura en la que a través del testimonio de Roth vas advirtiendo que en esa época todo ira de mal en peor, mientras el racionalismo y la coherencia de personas como Roth no son atendidas entre la indiferencia que precede al desastre y la bestialidad.

El espíritu aniquilado

La quema de libros, la expulsión de los escritores judíos y todos los demás desvaríos (…) pretenden aniquilar el espíritu. (…) la Europa espiritual se rinde. Se rinde por debilidad, por desidia, por indiferencia, por irreflexión. El futuro deberá investigar con exactitud los motivos de esta capitulación vergonzosa. París, 1933.
La verdad
La adulteración de la verdad se consigue en el periodo más corto de tiempo recurriendo a la exageración o a la simple negación de la realidad. (…)La verdad requiere propagación, pero no “propaganda”. 1938
Sé que mientras nosotros nos esforzamos por decir la verdad, en un simple papel, el altavoz ya está allí preparado para el transmisor de mentiras (…). Aun así nosotros hablamos. Aun así, escribimos. Porque sabemos que las palabras veraces no mueren. Nuestra fe es sólida, porque no teme la duda. Al contrario, ésta la refuerza. 1938
Roth se devanaba los sesos sobre cómo expresar lo inexpresable. El círculo de fascinación de la mentira, que los criminales levantan en torno a sus fechorías, paraliza la palabra y a los escritores, que están a su servicio. Y daba vueltas y vueltas sobre la necesidad de tomar la palabra (…) la palabra amenazada por la paralización. 1938
La indiferencia
(…) los indiferentes siempre han contribuido a que el mal triunfe.
Si el humanitarismo se percibe como excepcional, ello significa que la inhumanidad es lo acostumbrado. Lo natural se convierte sin más en sobrenatural.(…) Nada es tan brutal como la indiferencia frente a lo que ocurre en el terreno de lo humano. 1939

Es una lectura que hay que leer con meticulosidad, lentitud y mente abierta. En mi caso es lo que he hecho para evitar que sus reflexiones como creyente me impidieran no valorar en su justo término su pensamiento. Es un libro para releer muchas veces.