JURE KRAVANJA
Tuve la fortuna de conocer en una conferencia a Enzo
Traverso y me gustó tanto que lo he seguido desde entonces a través de sus
publicaciones. Escuché a este historiador en la Conferencia inaugural del
Congreso Internacional celebrado en Barcelona en el mes de abril de 2009 bajo
el título “Europa, 1939. El año de las catástrofes”.
En las notas que tomé
de dicha conferencia hubo tres o cuatro ideas interesantes que me sorprendieron, además
de su adscripción ideológica al movimiento de la Autonomía Obrera italiana.
Traverso habló de un ciclo de conflicto, la “Guerra de
los Treinta Años”, que arrancó en 1914 y que tuvo tres etapas: la Iª Guerra
Mundial, la Guerra Civil española y la IIª Guerra Mundial. Utilizó el término guerra civil europea para referirse a la
IIª Guerra Mundial puesto que implicaba:
*La existencia de una guerra trascendida por
conflictos ideológicos.
*Una guerra en la que no tuvo vigencia el derecho de
guerra, ya que el objetivo era la destrucción del enemigo.
*Una guerra con gran implicación de la población
europea (bloqueos económicos, depuración étnica, genocidio, bombardeos…).
Habló del totalitarismo compartido por el fascismo y
el comunismo. De la grave equivocación de la izquierda al considerar el
fascismo como una regresión al pasado, cuando se trataba de una ideología que
resultaba de la modernidad y que era totalmente nueva. De la ligazón existente entre franquismo y
fascismo al compartir categorías mentales como el antimodernismo obscurantista,
la contrailustración o el uso de la violencia en sentido higienista (modelo
biopolítico), etc.
ENZO TRAVERSO, Los judíos y Alemania. Ensayos sobre la
“simbiosis judío-alemana”.
Esta obra está
dividida en cuatro partes: La “simbiosis judío-alemana”: mito y realidad, El
judío como paria, La judeidad como Heimatlosigkeit: Joseph Roth, y El judío
como parvenu.
Enzo Traverso
niega la simbiosis judío-alemana desde dos supuestos: el rechazo de los
alemanes a los judíos y el efecto de dicho rechazo en la crisis de identidad
judía. Mientras los judíos llamaban a la integración en la cultura alemana,
éstos los observaban con indiferencia puesto que solo estaban dispuestos a
atribuirles rasgos negativos, negándoles su aportación y considerándolos
extranjeros. El sufrimiento que causará el nazismo a los judíos y su extrañeza
por tanto odio queda recogido en los fragmentos de Toller, Arendt y Levi.
Las figuras del paria
y del parvenu , de la mano de
Hannah Arendt, aportan mucha luz sobre las reacciones que tuvieron los judíos
en la historia moderna europea, y especialmente alemana.
JUDÍOS HABLANDO SOBRE EL SUFRIMIENTO DE SER JUDÍO EN
LOS AÑOS CATASTRÓFICOS
ERNEST TOLLER
Ernst Toller:
Si alguien me preguntara a quién pertenezco, yo
respondería: me trajo al mundo una madre judía, Alemania me alimentó, Europa me
formó, mi hogar (Heimat) es la
Tierra, el mundo es mi patria (Vaterland).
Hannah Arendt:
Hemos perdido nuestro hogar, es decir, la familiaridad
de nuestra vida cotidiana, Hemos perdido nuestra profesión, es decir la
seguridad de ser de alguna utilidad en este mundo. Hemos perdido nuestra lengua
materna, es decir, nuestras reacciones naturales, la sencillez de los gestos y
la expresión espontánea de nuestros
sentimientos. Hemos dejado a nuestros padres en los ghettos de Polonia y nuestros mejores amigos han sido asesinados en
los campos de concentración, lo que significa que nos han roto nuestra vida
privada.
PRIMO LEVI
Primo Levi:
Tenía la impresión, una vez más, de pasearme en medio
de deudores insolventes [estas palabras las dijo al bajar de un tren que lo
traía de Auschwitz en 1945, cuando deambulaba entre las ruinas de Múnich], como
si cada uno me debiera algo y se negara a pagarme. Yo estaba entre ellos en un
campo en Agramante, en medio de los señores. Pero había pocos hombres, muchos
mutilados, muchos harapientos como nosotros. Me parecía que cada uno de ellos
hubiera debido interrogarnos, descifrar en nuestro rostro nuestra identidad, y
escuchar humildemente nuestro relato. Pero nadie nos miraba a los ojos, nadie
aceptaba el debate; estaban sordos, ciegos, mudos, atrincherados en sus ruinas
como en una fortaleza de olvido voluntario, aún fuertes, todavía capaces de
odio y desprecio, todavía prisioneros del antiguo nudo de orgullo y culpa.
LA TRADICIÓN OCULTA: HANNAH ARENDT
Para H. Arendt toda la historia judía moderna está
impregnada de la oposición entre dos tradiciones: los parvenu, judíos enriquecidos que obtuvieron éxito material y la
ilusión de “respetabilidad” plegándose a las normas sociales dominantes; por
otra una “tradición oculta” subterránea y discreta, representada por aquellos
que no habían querido vender su alma y no habían aceptado representar el rol de
parvenu, incluso al precio de
encontrarse en la condición de paria.
El judío paria se definía por dos condiciones
vinculadas a un entorno hostil y por cualidades subjetivas engendradas y
desarrolladas por reacción a esta aversión externa. El desarraigo del paria se
caracteriza como un estado de “acosmia”, es decir, de ausencia del mundo, que
le obligaba a recrear su propio universo sobre la base de valores distintos de
los dominantes en la sociedad. Pero lo que marcaba profundamente al paria era
su falta de derechos, su estatuto de apátrida y de fuera de la ley: un hecho
que le convertía en el chivo expiatorio y víctima de todas las crisis.
Pero el paria era también portador de un conjunto de
cualidades subjetivas que constituían su riqueza y grandeza: sensibilidad
extraordinaria para las injusticias, generosidad y falta de prejuicios, así
como un gran respeto por todo lo que compete al espíritu. Pero también tendrían
otras cualidades como la despreocupación, el humor, la inteligencia
desinteresada, la independencia de juicio e incluso la tendencia a la “utopía”.
La sensibilidad del paria lo exponía a las
aflicciones que se derivan de otro sentimiento eminentemente humano: la
vergüenza. Ésta expresaba la imposibilidad de salir de la judeidad y, al mismo
tiempo, la imposibilidad de vivirla como un hecho natural. Era también la
vergüenza de la víctima frente a su verdugo, del oprimido frente al opresor o
incluso la vergüenza de pertenecer al género humano. La vergüenza del paria provenía
de su exclusión, de su imposibilidad de proyectar una sombra tranquilizante que
lo precediera, como todas las personas respetables que tienen su sitio en la
sociedad.
El paria, por desarraigado y apátrida, era un
individuo sin ataduras, acostumbrado a mirar al mundo desde una vasta
perspectiva y no desde un punto de vista nacional mezquino.
Ser un paria implicaba una elección consciente. El
paria no solo era un excluido y un perseguido, era alguien que se sublevaba
contra esa situación. Era un outsider,
no encontraba su sitio en esta sociedad y no podía disolverse en la masa amorfa
y atomizada que formaba la base social de los regímenes totalitarios.