Explicaba Kropotkin[1]
que Bakunin ejerció una enorme influencia sobre algunas personas influyentes de
su época como Wagner, que representó a Bakunin bajo los rasgos de su Siegfried,
héroe de la mitología germánica, que destacó por su valentía y por sus hazañas
para arrastrar por amor a la valquiria Brünnhilde. Influyo también en la
escritora francesa George Sand y en los rusos, Aleksandr Herzen, filósofo y
economista, y Nikolái Ogarev, escritor y periodista. Su personalidad
apasionada, conquistaba a su alrededor por su ardor revolucionario.
Resulta difícil saber si
era acertada o no esta visión que dio Kropotkin de Bakunin como hombre que
influyó, más que por sus escritos, por su arrebatadora personalidad. En todo
caso estamos ante un filósofo que se caracterizó por la relevancia que dio a la
libertad tanto en el orden social como personal. La libertad permitía actuar según los dictados de la
propia voluntad, lo cual derivaba en la soberanía individual, es decir, en el
poder que cada persona debía preservar sobre su presente y su destino. Bakunin
consideraba que el ser humano nunca era un medio, sino un fin en sí mismo, que tenía
el derecho inalienable de buscar la verdad a través de la libertad. Para
consolidar la idea de libertad individual era necesaria la muerte de lo
absoluto, es decir, de cualquier principio trascendente superior, fuera Dios,
el rey, el Estado, la nación, o porque no tomarme la licencia de incluir en su
nombre, el patriarcado.
La libertad individual, opuesta a la autoridad, era
partidaria de la colaboración entre soberanos individuales llevada a cabo
voluntariamente a través de la armonía natural, de origen ilustrado, y el
racionalismo liberal. Era imposible dejar fuera de esa soberanía individual a
las mujeres y Bakunin no lo hizo, apostando desde muy pronto por una postura
emancipadora en relación a la situación de opresión del sexo femenino y desarrollando
un pensamiento crítico con el orden privado que legitimaba el matrimonio
monógamo y la familia burguesa.
No parece que Bakunin en su vida amorosa y de pareja
fuera un heterodoxo, aunque la carta que escribió a su hermano Pablo[2]
siendo un treintañero nos muestra a un apasionado hombre: Yo amo, Pablo, amo apasionadamente: no sé si puedo ser amado como yo
quisiera serlo, pero no desespero; (…). En esta carta tejió en una sencilla
trama sus principales ideas respecto a cómo concebía el papel de la mujer y el
amor de pareja que, poco tiempo después, amplió, también con brevedad, en el
texto “La mujer, el matrimonio y la familia”. Estas ideas ejercieron una gran
influencia en las primeras mujeres que en España, desde concepciones
anarquistas, empezaron a clamar por la emancipación femenina, como Guillermina
Rojas que, en una fecha tan temprana como 1871, clamó contra la familia en un
mitin en el teatro Rossini de Madrid.
En la mencionada carta, Bakunin hizo una defensa
apasionada del amor activo para el que necesitaba que su pareja fuera libre y
con sentimiento de su propia dignidad, instinto de rebeldía y de independencia.
Esa fe política era un pilar
fundamental de su existencia particular e
individual. La dependencia de la amada es amar una cosa y no un ser humano, porque no se distingue el ser humano
de la cosa más que por la libertad. La vida misma es la comunidad de las
personas libres e independientes, es la
santa unidad del amor que brota de las profundidades misteriosas e infinitas de
la libertad individual.
MIJAÍL BAKUNIN Y ANTONIA KWIATKOWSKA
No sabemos a quién amaba el treintañero Mijaíl, sí
sabemos que ya cuarentañero se casó repatriado en Siberia, en 1858, con Antonia
Kwiatkowska de la que estuvo permanentemente separado por su otra pasión: la
revolución.
En “La mujer, el matrimonio y la familia”, Bakunin
explicó de forma más académica la igualdad social de la mujer con el hombre que
requería la abolición de una legislación que, en toda la Europa decimonónica,
consideraba a la mujer un ser inferior y dependiente, una eterna menor de edad
sin capacidad jurídica y siempre dependiente de un varón adulto. Este
cuestionamiento de la las leyes familiares y matrimoniales conducía a Bakunin a
una clara defensa de las uniones libres o matrimonio
natural basado exclusivamente sobre el respeto humano y la libertad de dos
personas (…) que se aman.
¿Quién puede dudar de la relevancia de todas estas
ideas en las mujeres anarquistas españolas? La defensa de la emancipación
femenina, la libertad y la igualdad de los sexos, el amor libre y el fin de una
legislación discriminatoria, construyeron una genealogía desde la mencionada
Guillermina Rojas, la sindicalista Vicenta Durán, las librepensadoras Amalia
Carvia y Belén Sárraga; las verdaderas constructoras del feminismo anarquista,
Teresa Claramunt y Teresa Mañé y la generación que en los años treinta hizo
posible Mujeres Libres: Mercedes Comaposada, Soledad Estorach, Lola Iturbe,
Amparo Poch y Lucía Sánchez Saornil entre otras muchas.
Este artículo reducido ha sido publicado en el periódico quincenal Diagonal, nº 223, 22-05-2014/04-06-2014.
ResponderEliminarInteresante...
+Petonsssss y abrazo!!!!
;)
Gracias!!
EliminarY abrazos!!
Una cosa está clara, dudo que nuestros políticos, especialmente los que nos gobiernan, conozcan a Bakunin, ya que consideran "a la mujer un ser inferior y dependiente, una eterna menor de edad sin capacidad jurídica y siempre dependiente de un varón adulto".
ResponderEliminarUn abrazo.
A veces una tiene serias dudas de hacia dónde vamos. Y prefiero no sacar mi pesimismo a pasear.
EliminarUn abrazo!!