La búsqueda en la que estoy empeñada está centrada en reconsiderar
el concepto de revolución, en sopesar la experiencia del tiempo, en la
importancia de diferenciar ideas de ideologías, en las vivencias de la emancipación,
y en todo aquello que está vinculado a la manera en que las mujeres se adentran
en esas experiencias y tejen vivencias que la historia convencional tiende a
descartar.
Quizás, aunque parezca excesivamente pretencioso, el
propio concepto de historia hay que ponerlo en cuestión. En todo caso, a
diferencia de lo que plantea la Historia con mayúscula de poner distancia con
los hechos, de acercarse objetivamente a los acontecimientos, me voy situando
en otra posición en la que conocer los hechos sin poner distancia, desde dentro
y con planteamientos empáticos (la Academia puede descartar mi intento por
subjetivo, no importa).
Salir
de los caminos convencionales por los que ha transitado la Historia me lleva gozosamente
a libros poco convencionales como el de Furio Jesi[1]. Dice Andrea Cavalletti en
su Prefacio, que el libro de Jesi es «una obra de montaje (…) en la que se
suceden veloces secuencias narrativas y saltos teóricos vertiginosos». Pese a
su título no es una historia de la insurrección espartaquista porque lo que le
interesa al autor es conocer aquellos sucesos para entender lo que es la
revuelta y la experiencia del tiempo, algo que se puede aplicar a otras
revueltas.
Nos
sorprende Jesi cuando afirma que, del pasado, lo que de veras importa es lo que
no se recuerda. El resto, lo que la memoria conserva o puede encontrar, es solo
un sedimento. ¿Dónde queda la memoria histórica, ahora denominada memoria
democrática, con esta afirmación?
Jesi
establece en la Introducción el punto teórico decisivo de su libro: la oposición
entre idea e ideología, entre la epifanía inmediata de la idea y su
endurecimiento en el canon ideológico, por lo tanto, entre novedad y
continuidad, tiempo de subversión y tiempo de memoria. Vinculada a esa
oposición idea/ideología, establece la diferencia entre revuelta y revolución.
Para Jesi, la diferencia entre revuelta y revolución no debe buscarse en los fines de una y otra, ambas pueden tener el objetivo de tomar el poder. Lo que las distingue es una diferente experiencia del tiempo. La revuelta es un repentino foco de insurrección que puede insertarse dentro de un diseño estratégico pero que de por sí no implica una estrategia a largo plazo, y la revolución por el contrario es un complejo estratégico de movimientos insurreccionales coordinados y orientados relativamente a largo plazo hacia los objetivos finales. La revuelta es la suspensión del tiempo histórico, al contrario que la revolución que está entera y deliberadamente inmersa en el tiempo histórico. Es la suspensión donde se libera la verdadera experiencia colectiva. Toda revuelta es batalla en la que se elige participar deliberadamente y cada persona forma parte de la comunidad, la batalla es la batalla de la comunidad.
Al ser la revuelta la suspensión del tiempo histórico,
los partidos y sindicatos que son estructuras inmersas en el tiempo y en el
espacio histórico, son echados de la revuelta, o aceptan suspender
temporalmente la autoconciencia de su propio valor, o se encuentran en abierta
competencia con la revuelta. En la revuelta solo existen grupos de
contendientes.
Indudablemente, el tiempo normal es un concepto
burgués y el fruto de una manipulación burguesa del tiempo. Este le garantiza a
la sociedad burguesa un transcurrir tranquilo. Es cierto que el propio sistema
puede suspenderlo deliberadamente, por ejemplo, en las guerras. De esta forma,
mientras dure la guerra, los hombres serán situados en un tiempo distinto, el
de la experiencia guerrera (turnos de guardias, marchas, construcción de
trincheras y fortificaciones, ataques…). Todo tiene valor en función de la
guerra: en las fábricas se trabaja para la guerra, en casa se vive al ritmo de
la guerra, alguien cercano está en la guerra, etc.
Una cosa distinta es que el tiempo normal salte
por los aires como consecuencia de una revuelta o una revolución. Si tal cosa
sucede todos los mecanismos de la sociedad burguesa se pondrán en marcha para que
el dispositivo normalizador vuelva a funcionar.
La Guerra Civil española y la Revolución Libertaria
pusieron de manifiesto cómo se llevó a cabo la revolución y como las mujeres
participaron en esta de manera diferenciada y sin que nadie las invitara a
implicarse en ella. La separación de revuelta y revolución no la veo clara en
estos acontecimientos, pero indudablemente hay una diferencia entre la
revolución masculina y la femenina en la que tiene mucho que ver la diferencia
entre ideología y explosión de ideas. Igualmente hay una experiencia del tiempo
que resulta relevante y a la que no se ha dedicado apenas atención.
Por último, no fue el bando insurrecto quien batalló
por el retorno al tiempo normal en la zona republicana, sino los
partidos y sindicatos frentepopulistas opuestos radicalmente a la suspensión del
tiempo y la vuelta al dispositivo normalizador del tiempo.
Laura Vicente
[1] Furio
Jesi (2014): Spartakus. Simbología de la revuelta. Buenos Aires, Adriana
Hidalgo.