Fui a ver la película Suffragette, mal traducida al castellano como Sufragistas, y me emocionó, me hizo recordar todo el sufrimiento que hay detrás de la lucha feminista y que, necesariamente, tendrá que continuar habiendo puesto que los objetivos de liberación no están conseguidos.
La película me gustó especialmente porque pone el acento en las obreras, generalmente ignoradas en favor de las dirigentes que acostumbraban a ser mujeres de clase media. Una lavandera, su toma de conciencia y sus múltiples renuncias por comprometerse con las Suffragette, es el centro de la película. Una película creíble por las actrices, por el trasfondo histórico, por la historia que cuenta basada en hechos reales. Muy recomendable.
Para entender mejor la película.
Tras la Revolución Francesa y revoluciones liberales
similares, las mujeres quedaron excluidas de la ciudadanía y se les negó la
atribución de ser sujetos políticos activos quedando marginadas del poder
político. Durante las últimas décadas
del siglo XIX y hasta la I GM, la lucha por los derechos políticos y el
voto se convirtieron en el eje del movimiento de las mujeres. En la sociedad
occidental de finales del siglo XIX, la mujer no era un sujeto legal y se
definía como ser dependiente del padre o del marido. Se le negaba la categoría
de individuo libre con autonomía propia, y, por tanto, de los atributos para
acceder a la categoría de ciudadana.
El sufragismo británico se dividió en un ala
moderada que surgió en la década de 1860 y un ala radical de acción directa que
apareció en 1903. Cuarenta años de movilización en organizaciones y
manifestaciones diversas no lograron el voto y eso provocó la radicalización
del movimiento desde principios del siglo XX hasta la I GM, con la nueva
corriente del sufragismo radical militante, feministas conocidas como suffragettes, que utilizaron tácticas
violentas. En 1905 Emmeline Pankhurst, su dirigente más carismática, creó La
Unión Social y Política de Mujeres que luchó por la consecución del voto, por
la igualdad de derechos y oportunidades entre los sexos, además de promover el
bienestar social e industrial de la comunidad.
Emmeline Pankhurst
Leamos a Emmeline en su autobiografía, Mi propia historia (1914):
Nos tienen sin cuidado vuestras leyes, caballeros, nosotras situamos la libertad y la dignidad de la mujer por encima de todas esas consideraciones, y vamos a continuar esa guerra como lo hicimos en el pasado; pero no seremos responsables de la propiedad que sacrifiquemos, o del perjuicio que la propiedad sufra como resultado. De todo ello será culpable el Gobierno que, a pesar de admitir que nuestras peticiones son justas, se niega a satisfacérnoslas.
En 1905, Christabel Pankhurst (hija de Emmeline) y
Annie Kenney, una suffragette obrera
y sindicalista, iniciaron un giro táctico de enormes repercusiones al optar por
el encarcelamiento en lugar de pagar una multa para convertirlo en motivo de
adhesión política. La represión brutal se convirtió en algo habitual en sus
acciones callejeras, así ocurrió en noviembre de 1910 cuando una concentración
frente al Parlamento acabó con 115 mujeres y 4 hombres detenidas. Con la
agudización del conflicto, las suffragettes
ocuparon la calle, practicaron el sabotaje, el incendio de comercios y
establecimientos públicos, y agresiones tales como el lanzamiento de tomates o
piedras a los domicilios privados de políticos destacados. Las detenciones
derivaron en huelgas de hambre y a la autoinmolación de la suffragette Emily Wilding, el 3 de junio de 1913, al arrojarse
frente al caballo del rey en la carrera de Derby.
Annie Kenney
La guerra marcó una tregua en la lucha sufragista y
tras su fin, en 1918, fue concedido el voto restringido que se amplió en 1928 a
todas las mujeres.
El sufragismo tuvo un importante eco en EUA y, con
otras tácticas, se extendió en otros países como en España. Hasta la segunda década del
siglo XX no aparecieron organizaciones que adoptaron una postura sufragista
clara como la Asociación Nacional de Mujeres Españolas (ANME) aparecida de la
mano de María Espinosa en 1918, la Liga Internacional de Mujeres Ibéricas e
Hispanoamericanas y la Cruzada de Mujeres Españolas. Las dos últimas
organizaciones tuvieron como principal dirigente a Carmen de Burgos y ambas
tuvieron una orientación política muy similar a la del movimiento sufragista
anglo-americano. De Burgos defendía la igualdad sexual, el sufragio femenino y
el fin de la discriminación legal de las mujeres, la igualdad laboral y
salarial y la promulgación de una ley de divorcio. Las promotoras de estas
organizaciones constituían una pequeña élite que no era del todo sufragista en
cuanto a sus demandas ya que el derecho
a votar se incluía dentro de un amplio espectro de reivindicaciones de
carácter educativo, laboral y jurídico.
CLARA CAMPOAMOR
La llegada de la República significó para las mujeres que luchaban por la
emancipación femenina una esperanza de que los gobiernos republicanos
recogieran las propuestas en favor de un nuevo estatus para la mujer que
implicase una cultura igualitaria tanto en el plano jurídico, como en el
laboral, ideológico o moral. La instauración de la República desarrolló por
primera vez en la historia de España elementos políticos definitorios de la
modernidad de un Estado como son la democratización, la laicidad y la igualdad
de sexos. Destaca entre otras mujeres, Clara Campoamor, que luchó denodadamente
para lograr el voto en las Cortes que elaboraron la Constitución en 1931 y que
aprobaron el voto para la mujer. Así se expresó Campoamor cuando se estaba
debatiendo el reconocimiento del voto a las mujeres e incluso se encontró con
la oposición de las diputadas del Partido Radical-Socialista, Victoria Kent y
la socialista Margarita Nelken:
El primer artículo de la Constitución podría decir que España es una República democrática y que todos sus poderes emanan del pueblo; para mi, para la mujer, para los hombres que estiman el principio democrático como obligatorio, este artículo no diría más que una cosa: España es una república aristocrática de privilegio masculino. Todos sus derechos emanan exclusivamente del hombre.