Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt

sábado, 23 de abril de 2022

COMENTARIOS SOBRE UN LIBRO DE WENDY BROWN

 

El libro de Wendy Brown me atrajo inmediatamente por el título: La política fuera de la historia[1]. Hace tiempo que llevó dándole vueltas a mi labor como historiadora y este título me resultó provocativo y tentador. No me equivoqué.

La autora nos interpela continuamente con múltiples preguntas que no siempre tienen una respuesta clara (o a mi no me lo ha parecido en todos los casos), pese a ello el libro me ha interesado mucho. Es cierto que no todos los capítulos me han atraído de la misma forma.

El punto de partida del libro es que muchos han perdido la confianza en una historiografía ligada a la noción de progreso o de cualquier otro tipo de finalidad, sin acuñar un sustituto político que permita la progresiva comprensión del lugar de donde venimos y de la dirección en que nos movemos. Todo ello además en un momento en que hay una auténtica oleada de inseguridad, ansiedad y desesperación al hacer aguas el pensamiento crítico y especialmente las teorías revolucionarias.

El primer capítulo, tras la Introducción, se titula: «Síntomas. Moralismo como antipolítica». Brown parte de la desintegración de las alternativas de la izquierda. Señala que como ni la izquierda ni los liberales se han desvinculado de la idea del progreso de la historia, ninguno de los dos es capaz de concebir la libertad o la igualdad sin derechos, sin soberanía y sin el Estado. Esto provoca rabia e impotencia en esas corrientes políticas y se expresa a través del moralismo político basado en el reproche que la autora critica en este capítulo.

Me han interesado poco los capítulos tres, cuatro y seis: «Deseo. El deseo de ser castigado: “pegan a un niño” de Sigmund Freud», «Poder. Poder sin lógica sin Marx» y «Democracia. La democracia contra sí misma: el desafío de Nietzsche». No quiero decir con ello que no tengan interés, sino que los tres tratan temas que hoy me motivan poco.

El capítulo que quiero resaltar es el cinco: «Política. Políticas sin barandillas: política genealógica en Nietzsche y Foucault». Hace mucho que trato de encontrar la vía para aplicar los planteamientos genealógicos a la investigación de la historia. La autora considera que la genealogía formulada por Nietzsche y revisitada por Foucault puede funcionar como punto de partida alternativo para generar objetivos políticos. Este capítulo, por tanto, está más enfocado hacia la política, pero naturalmente también hay referencias a la manera de entender la historia.

La genealogía es una historia que a la vez es una crítica: crear una genealogía no es presentar un relato lineal de cómo evolucionó un tema, sino preguntarnos qué entendemos por dicho tema y por qué actualmente lo concebimos de esta forma y no de otra. Es importante ser conscientes de nuestra ubicación peculiar en esa genealogía que está compuesta de muchísimas historias con sus distintas facetas.

También me ha parecido una incitación al pensamiento el capítulo siete: «Futuros. Espectros y ángeles: Benjamin y Derrida». Por un lado, Derrida trata de reconsiderar de manera novedosa el empuje de la historia sobre el presente, un empeño que podría romper con la historiografía lineal aún más radicalmente que la genealogía tal y como la formulan Nietzsche y Foucault.

Por otro lado, la dialéctica que Walter Benjamin retomó del marxismo reelaborándola radicalmente no expresa el proceso por el que se mueve la historia, sino que tiende a capturar el encuentro peculiar de pasado y presente que tiene lugar en la imagen del pasado que «estalla». La dialéctica es el nombre de un proceso por el cual se hacen vivir en el presente algunos elementos del pasado, que resultan revividos por el presente y, en semejante iluminación, quedan transformados tanto el pasado como el presente. El pasado puede haber acontecido sin memoria, pero sin memoria no puede vivir en el presente; significativamente la memoria histórica se expresa a través de imágenes aun cuando es la narración que la vehicula.

Un libro, el de Wendy Brown, que desarrolla una reflexión plena de actualidad y que nos puede dar claves sobre la pobreza del pensamiento y la agencia de izquierdas en el siglo actual.

 

 


[1] Wendy Brown (2014): La política fuera de la historia. Enclave de libros, Madrid

 

miércoles, 13 de abril de 2022

«A mi aire»

 


«A mi aire» (7 octubre)

Me sigo preguntando cómo es que, amparados en la pandemia, los gobiernos han impuesto un estado de excepción que, posiblemente, deje un rastro permanente de restricciones en los derechos. Y cómo tragamos con que nos conviertan a todos/as los que lo cuestionamos en negacionistas (y de extrema derecha).

«A mi aire» (14 octubre)

Dice Emmanuel Levinas algo sorprendente que hace pensar (cada cual que lo interprete a su aire): Es imposible la bondad como régimen, como sistema organizado, como institución social. Lo único que permanece vivo es la bondad de la vida corriente. La pequeña bondad.

 

«A mi aire» (21 octubre)

La política ha acabado siendo la actividad que hace cumplir la Ley. Sin embargo, para mí la política debería dedicarse a deshacer las divisiones sensibles que generan las leyes y dar voz a quienes no la tienen, hacer ver lo que no se ve, hacer escuchar un discurso allí donde solo hay ruido.

Por el contrario, hoy la política incrementa el silencio, la ceguera y el ruido.

«A mi aire» (28 octubre)

Cuando más a mi aire me siento es cuando me siento relajada y en paz conmigo misma y con el mundo. Eso no siempre sucede, soy inquieta, curiosa e insatisfecha por «naturaleza», ese carácter me ha permitido romper muchas limitaciones, pero también navegar en situaciones conflictivas que me han incomodado. No sé si alguna vez podré resolver esas contradicciones o ya forman una segunda piel en mi vida.

«A mi aire» (4 noviembre)

Aunque mi fisonomía es muy mediterránea, tengo alma nórdica. No porque me guste especialmente la cultura nórdica (prefiero un poco más de suciedad y caos que tanta educación y corrección) sino porque me gusta el frío más que el calor. Tengo intolerancia al calor (¿eso existe?), así que cuando empieza el otoño empiezo a respirar, el humor mejora, reinicio largos paseos, me siento conforme con mi entorno. El otoño, además es belleza, la naturaleza muta sus colores, se prepara para el invierno, se viste de gala antes de hibernar, antes de dormir plácidamente.

«A mi aire» (11 noviembre)

Dice Judith Butler que la expresión política no siempre adopta la forma de «discurso», que puede manifestarse en forma de gesto, movimiento o poniendo el cuerpo en primer plano como escenario de la contienda política. Esto último siempre me recuerda a las personas a las que desahucian de sus casas o a las que mal comen por falta de recursos; como no a las mujeres violadas cuando una noche de fiesta se convierte en una agresión sexual y su cuerpo queda tirado como un despojo. Cuerpos que se convierten, pues, en expresión política de la injusticia.

«A mi aire» (18 noviembre)

Conferencias y libros me llevan de aquí para allá hablando y presentando aquello de lo que sé más (no sé si mucho o poco, pero algo sé). Las experiencias suelen ser buenas con las personas que organizan los eventos a los que me llaman, eso no quita las horas que paso en el transporte público (trenes y autobuses) y los tiempos muertos esperando la hora en que me toca hablar, el agotamiento tras una jornada más larga de lo debido y la llegada a una habitación de hotel solitaria para descansar.

Muchas veces me pregunto si merece la pena todo ese tiempo invertido. Cuando la experiencia es buena (como fue en Logroño), me compensa. Así que seguiremos danzando con los libros y saberes por diversas ciudades.

«A mi aire» (25 noviembre)

¿Qué significa pensar nuestra potencia de actuar en términos de devenir y no de porvenir? ¿Cómo plantear un quehacer práctico que no tenga por supuesto la idea de un Sujeto que construye y dirige la Historia?

Preguntas al hilo del libro de M. Benasayag y A. Del Rey, Elogio del conflicto.

domingo, 3 de abril de 2022

EL «MANIFIESTO ANARCAFEMINISTA» DE CHIARA BOTTICI (Laura Vicente: mi lectura personal)

 


La lectura de este Manifiesto de Chiara Bottici[1], a finales de 2021, fue un golpe de aire fresco en el panorama del feminismo anarquista falto de ideas, ya no digamos de construcción de movimiento social, en este país. No minusvaloro, ni mucho menos, todos los esfuerzos que se hacen por construir una propuesta feminista desde el anarquismo, todo es útil y, mucho más, en estos tiempos. Sin embargo, tenemos que reconocer lo difícil y lento que es ponerlo en marcha: unas veces por falta de ideas, otras porque el activismo en otros campos deja poco tiempo a la creación de grupos anarco(a)feministas sólidos y con continuidad en el tiempo y, por último, muchas veces porque los enfrentamientos dominan el espacio feminista y anarquista y se pierde tiempo y energías en ellos.

Además de la lectura del Manifiesto, asistí en Barcelona (el 7 de marzo de 2022) a la conferencia en la que la autora sintetizó sus ideas que explica en un libro[2] que acaba de salir y en cuya lectura ando enfrascada en estos días.

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¿Por qué un Manifiesto? La necesidad de un Manifiesto aquí y ahora viene dada por la existencia de cuerpos generizados que son explotados y dominados en todo el mundo, no porque se plantee como un plan que pueda darse de una vez por todas y aplicarse en todos los contextos. Esto último entraría en flagrante contradicción con el anarquismo que impregna este Manifiesto y que debe ser abierto y en constante desarrollo, tal y como plantea la autora.

¿Por qué Anarcafeminista? Anarquismo significa que no hay arché (que no hay ley, que no hay principio único que explique la opresión de las mujeres) y se feminiza el concepto anarcA para dar visibilidad a la faceta específicamente feminista dentro de la teoría y práctica anarquistas.

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Contenido del Manifiesto (siguiendo la idea de que el Manifiesto es abierto y en constante desarrollo, debe quedar claro que esto no es un resumen del Manifiesto, lo he hecho mío y lo he troceado a mi gusto).

La autora parte de la existencia de una androcracia global. Aunque el patriarcado, que significa la ley del macho cabeza de familia, ha sido derrocado en muchos contextos, el poder de los hombres sobre el «segundo sexo» (término que toma prestado de El segundo sexo de Simone de Beauvoir[3]) se mantiene a través de la muerte, el Estado, el capital y lo imaginal. A estos cuatro instrumentos de la androcracia dedica Bottici siete de los nueve capítulos que forman su Manifiesto.

Respecto a la muerte (capítulo 1), la autora señala la existencia de un auténtico generocidio mundial contra personas percibidas como mujeres.

El segundo instrumento de la androcracia es el Estado (capítulos 2 y 3) y su dimensión de género. El Estado siempre ha sido una herramienta de una minoría (donde apenas hay mujeres) que gobierna a la mayoría.

El capital (capítulo 4) es el tercer instrumento de la androcracia, necesita de la división por géneros del trabajo, de esa manera puede conseguir la extracción de plusvalía del trabajo productivo asalariado y también del trabajo reproductivo no remunerado. Se sustenta en la expansión del lucro y, por ello, el capitalismo también necesita extraer recursos naturales gratuitos del medioambiente. Para ello ocupó tierras extranjeras a través del colonialismo y dividió la población mundial en razas diferentes otorgando a la raza blanca el papel de suprema.

Lo imaginal (capítulos 5, 6 y 7)[4] es el cuarto instrumento de la androcracia y el más filosófico y que todavía tengo que digerir. La autora señala que «mujeres» no es una esencia eterna ni un objeto pre-dado. Las mujeres no son objetos sino procesos (el lugar de un devenir); no son cosas sino relaciones sociales. Tomando ideas de la filosofía de la transindividualidad, la autora sostiene que los cuerpos son procesos nunca completos que siempre exceden los límites individuales: no hay tal cosa como una individualidad que no sea al mismo tiempo una transindividualidad, es decir, un proceso de individuación que tiene lugar en tres niveles:

·       inter (los cuerpos nacen de un encuentro interindividual, como el de un espermatozoide y un óvulo).

·       supra (los cuerpos se conforman por fuerzas supraindividuales como su localización geográfica en el capitalismo global racializado).

·       intra (los cuerpos son construidos por elementos intraindividuales como el aire que respiramos y las hormonas que ingerimos al comer).

Los cuerpos de las mujeres, como todos los cuerpos, son cuerpos en plural porque son procesos, procesos constituidos por mecanismos de afecto y asociaciones que suceden en los tres niveles señalados. Moléculas que inhalamos, átomos que comemos, bacterias y otros individuos que habitan nuestros cuerpos, son parte de nuestro ser trans-individual (esto no significa el abandono de lo individual ni de las distinciones).

Lo trans-individual es un prisma mediante el que entender la individualidad de las mujeres:

1)     Ecología y feminismo no están separadas ya que el medioambiente es constitutivo de nuestra individualidad.

2)     Las construcciones imaginales colectivas como el sexo, la raza y la clase se conceptualizan desde el principio como constitutivas de nuestra individualidad. El aparato imaginal que sostiene la androcracia global se ha infiltrado incluso en el proceso mismo de devenir mujer. Los cuerpos de las mujeres son objeto de un proceso de disciplina, cuyo propósito consiste en: gobernar cuerpos e instilar en nosotras la idea de que nuestros cuerpos necesitan ser gobernados.

3)     Cuando los cuerpos de las mujeres se teorizan como procesos transindividuales, podemos hablar de «mujeres» sin incurrir en esencialismos o culturalismos. No hay lugar para la oposición sexo (naturaleza) y género (cultura). Además, este planteamiento permitiría incluir todo tipo de mujeres no solo las mujeres cis.

Imágenes y rituales de salud, belleza y cuidado son uno de los enclaves más poderosos para el ejercicio de las «tecnologías androcráticas del yo»[5]. Así crean sujetos dóciles tanto mediante reglas desde fuera como a través de la participación voluntaria en la sumisión.

Aunque transindividualidad no significa trans-género, sin embargo, el proceso de transgenerización es una de las maneras posibles de individuarse e individualizarse y no una anomalía.

¿Qué plantea el anarcafeminismo? (capítulos 8 y 9 y fragmentos de otros capítulos anteriores).

La autora parte de que el anarquismo es un método, no un plan que pueda darse de una vez por todas y aplicarse en todos los contextos. Eso no significa que no pueda haber programas limitados en el tiempo y para lugares específicos. Partiendo de este planteamiento veamos las aportaciones del anarquismo al feminismo, o lo que es lo mismo, qué se entiende por anarcafeminismo.

El anarquismo no es ausencia de orden, sino búsqueda de un orden social sin ordenante, por tanto, desarrolla un feminismo sin arché, es decir, sin jerarquías ni gobernantes. Desde este planteamiento el anarcafeminismo cuestiona procesos de normalización que conducen a la exclusión y al establecimiento de jerarquías, incluyendo las basadas en el género y el sexo.

No se puede combatir una forma de opresión sin combatirlas todas al mismo tiempo, esto nos conduce a la interseccionalidad puesto que todas las formas de opresión habitan la misma casa, que es la creencia según la cual algunas personas se consideran superiores a otras, y esta superioridad justifica su dominación.

La libertad es el fin y es una contradicción pensar en alcanzarla mediante cualquier cosa que no sea la libertad misma. La libertad es indivisible y por ello el feminismo significa la liberación de todos los géneros, desde esta perspectiva la lucha es por un mundo más allá de la oposición entre hombres y mujeres, más allá del feminismo.

Pensar globalmente, actuar localmente. La lucha, que ha de ser global, tiene que afrontar el legado del colonialismo y el sistema racial en la producción de conocimiento (contenido decolonial).

El anarcafeminismo es ecofeminista, es eco-afectividad (ecología como co-afectividad). Es la capacidad de afectar y ser afectado por todos y cada uno de los seres, lo que pone en cuestión cualquier jerarquía entre seres, así como las fronteras que los separan. La noción de afecto es central para una «política de renaturalización», donde la naturaleza es devuelta al centro del pensamiento y la acción política. Un enfoque anarcafeminista de la ecología es «sin» Naturaleza en su forma alienante, pero sí «a través» de la naturaleza, en el sentido de una única sustancia transindividual infinita.

Desde estos planteamientos…

Empieza tu revolución ahora, ejerce tu poder desde hoy mismo. Tomar el poder del Estado es reproducir la estructura de poder que hay que cuestionar, por tanto, just do it (solo hazlo): ninguna rebelión es demasiado pequeña y las revueltas no son excluyentes. Sé una «pirata del género»[6]: resiste ante las normas de género, juega con ellas, deja de cumplirlas, desobedece, boicotea, combate el capitalismo… Estas acciones son la prefiguración de un mundo diferente.

 



[1] Chiara Bottici (2021): Manifiesto Anarcafeminista. NED Ediciones, España.

[2] Chiara Bottici (2022): Anarcafeminismo. NED Ediciones, España.

 

 

[3] No obstante, entiende por «segundo sexo» todas aquellas personas excluidas del «primer sexo», básicamente hombres cisgénero.

[4] Se entiende por imaginal el carácter propio de las sociedades contemporáneas que, en un primer aspecto, se experimentan en lo cotidiano a partir de singularidades estéticas de vinculación entre individuos y, en segundo término, dan cuenta de una indistinción entre las imágenes y lo que propiamente se puede denominar lo social. E. Marcos Dipaola (2019): “Producciones imaginales: lazo social y subjetivación en una sociedad entre imágenes”. Ediciones Complutense. https://revistas.ucm.es/index.php/ARIS/article/view/59483

[5] «Tecnologías del yo» es el título de un seminario impartido por Michel Foucault en que describe las tecnologías del yo como aquellas que «permiten a los individuos efectuar por sus propios medios o con la ayuda de otros, cierto número de operaciones sobre sus propios cuerpos y almas, pensamientos, conducta y forma de ser, para transformarse a sí mismos con el objetivo de alcanzar cierto estado de felicidad, pureza, sabiduría, perfección o inmortalidad». Citado por Chiara Bottici, Manifiesto anarcafeminista, p.64.

[6] Paul B. Preciado (2020): Testo yonqui. Sexo, drogas y biopolítica. Anagrama, Barcelona, p. 55.