«A mi aire» (7 octubre)
Me sigo preguntando cómo
es que, amparados en la pandemia, los gobiernos han impuesto un estado de
excepción que, posiblemente, deje un rastro permanente de restricciones en los
derechos. Y cómo tragamos con que nos conviertan a todos/as los que lo cuestionamos
en negacionistas (y de extrema derecha).
«A mi aire» (14 octubre)
Dice
Emmanuel Levinas algo sorprendente que hace pensar (cada cual que lo interprete
a su aire): Es imposible la bondad como régimen, como sistema organizado, como
institución social. Lo único que permanece vivo es la bondad de la vida
corriente. La pequeña bondad.
La política ha acabado siendo la actividad que hace
cumplir la Ley. Sin embargo, para mí la política debería dedicarse a deshacer
las divisiones sensibles que generan las leyes y dar voz a quienes no la
tienen, hacer ver lo que no se ve, hacer escuchar un discurso allí donde solo
hay ruido.
Por el contrario, hoy la política incrementa el silencio,
la ceguera y el ruido.
«A mi aire» (28 octubre)
Cuando más a mi aire me
siento es cuando me siento relajada y en paz conmigo misma y con el mundo. Eso
no siempre sucede, soy inquieta, curiosa e insatisfecha por «naturaleza», ese
carácter me ha permitido romper muchas limitaciones, pero también navegar en
situaciones conflictivas que me han incomodado. No sé si alguna vez podré
resolver esas contradicciones o ya forman una segunda piel en mi vida.
«A mi aire» (4 noviembre)
Aunque mi fisonomía es muy mediterránea, tengo alma
nórdica. No porque me guste especialmente la cultura nórdica (prefiero un poco
más de suciedad y caos que tanta educación y corrección) sino porque me gusta
el frío más que el calor. Tengo intolerancia al calor (¿eso existe?), así que
cuando empieza el otoño empiezo a respirar, el humor mejora, reinicio largos
paseos, me siento conforme con mi entorno. El otoño, además es belleza, la
naturaleza muta sus colores, se prepara para el invierno, se viste de gala
antes de hibernar, antes de dormir plácidamente.
«A mi aire» (11 noviembre)
Dice Judith Butler que la
expresión política no siempre adopta la forma de «discurso», que puede
manifestarse en forma de gesto, movimiento o poniendo el cuerpo en primer plano
como escenario de la contienda política. Esto último siempre me recuerda a las
personas a las que desahucian de sus casas o a las que mal comen por falta de
recursos; como no a las mujeres violadas cuando una noche de fiesta se
convierte en una agresión sexual y su cuerpo queda tirado como un despojo.
Cuerpos que se convierten, pues, en expresión política de la injusticia.
Conferencias y libros me
llevan de aquí para allá hablando y presentando aquello de lo que sé más (no sé
si mucho o poco, pero algo sé). Las experiencias suelen ser buenas con las
personas que organizan los eventos a los que me llaman, eso no quita las horas
que paso en el transporte público (trenes y autobuses) y los tiempos muertos
esperando la hora en que me toca hablar, el agotamiento tras una jornada más
larga de lo debido y la llegada a una habitación de hotel solitaria para
descansar.
Muchas veces me pregunto
si merece la pena todo ese tiempo invertido. Cuando la experiencia es buena
(como fue en Logroño), me compensa. Así que seguiremos danzando con los libros
y saberes por diversas ciudades.
«A mi aire» (25 noviembre)
¿Qué significa pensar nuestra potencia de actuar en
términos de devenir y no de porvenir? ¿Cómo plantear un quehacer práctico que no
tenga por supuesto la idea de un Sujeto que construye y dirige la Historia?
Preguntas al hilo del libro de M. Benasayag y A. Del
Rey, Elogio del conflicto.
El compromiso es muy exigente y entra en competición con la propia vida, por eso siempre queda la sensación de que hay un conflicto permanente entre la necesidad de hacer y la necesidad de vivir.
ResponderEliminarUn abrazo
Ese conflicto que señalas es muy cierto. Hay que buscar la confluencia entre la lucha y la vida y eso no siempre es fácil.
EliminarUn abrazo.