Microfísica sexista del poder, de Nerea Barjola *, es un ensayo, cuya base está en la Tesis Doctoral de la
autora, un ejemplo de reinterpretación feminista de un suceso como el crimen
de Alcàsser que fue objeto de una gran atención mediática. Para las mujeres, su
lectura puede ser un ejercicio de comprensión, de reinterpretación y de
in-corporación, desde otra perspectiva que la prevista, de las agresiones
sexuales que hemos sufrido a lo largo de la vida. ¿Hay alguna mujer que se haya
librado de ellas? A la vez, este estudio es una posibilidad de construir saber
y verdad no sexista que pueden acabar con la violencia sexual en el futuro.
La tesis que plantea Barjola es que la desaparición
forzosa de las tres adolescentes de Alcàsser fue una consecuencia política, una
reacción, un castigo a la transgresión. Y con ella, una advertencia terrorífica
a todas las mujeres. El relato sexista que se re-construyó con el crimen
pretendía contrarrestar el avance del Movimiento Feminista de la Transición y
la década de 1980. De hecho, el feminismo no pudo dar una respuesta lo
suficientemente poderosa al relato sexista del terror sexual.
La autora parte de la certeza, que hace explícita en
la introducción, de que las narraciones, significados y discursos sobre el
peligro sexual funcionan como un proyecto político. Partiendo de esta certeza,
diseña en su libro dos objetivos: analizar la influencia que tienen las
representaciones sobre el peligro sexual en la cotidianeidad de las mujeres y
cómo las narrativas son encarnadas por las mujeres.
Desentrañar la narración sobre el crimen es la mejor
manera de ver las dinámicas de poder y la forma en que se ejercen. El relato
Alcàsser está construido sobre una base de producción de saber y verdad
sexista, quedando oculto su auténtico significado político. La autora se
plantea como reto traspasar lo que el relato muestra, es decir, el terror, para
acercarse a lo invisible, lo no mostrado: la estrategia que se busca con el
relato. Todas las narrativas y representaciones sobre el peligro sexual son un
sistema que usa la violencia y la tortura sexual contra las mujeres como un
sistema de comunicación que les habla, las interroga y las alecciona.
Este crimen se caracteriza por lograr trasladar al
cuerpo las agresiones sufridas por las adolescentes, que es lo que la autora
denomina con el término in-corporar. El
terror es de tal dimensión e impacta de tal manera que no deja espacio a la
comprensión y permite la in-corporación de los límites. Barjola considera que
la construcción del relato tiene una estrategia que desvelar. Por ello, se
propuso diseccionar el cuerpo social y
no el cuerpo de las mujeres, que es lo que hizo el relato de Alcàsser.
La autora se reapropia, desde la perspectiva
feminista, de conceptos elaborados por
autores y autoras como Michel Foucault, Judith Butler y Giorgio Agamben.
Esta reapropiación la hace explícita en el primer capítulo, «Una
(re)apropiación feminista de conceptos». Aunque no niego que estos conceptos
sean útiles para el análisis del crimen, me parece que están excesivamente
presentes y, en algunos casos, me ha parecido que ha llevado a cabo un uso
forzado de ellos.
En el siguiente capítulo compara el crimen de
Alcàsser con el personaje de Jack el Destripador en 1888 y cómo ambos casos
pretendieron resituar a las mujeres en sus casas y bajo la protección de los
hombres. Otra coincidencia entre ambos hechos fue la atención de la prensa en
la divulgación del terror sexual. Es muy interesante el concepto «mujer
pública» como metáfora que le permite a la autora habilitar una «tierra de
nadie» que significa los espacios que el sistema habilita, y dentro de los
cuales las mujeres no son de nadie, o, lo que es lo mismo, son de «todos». En
este sentido el capítulo sexto, «La casa de La Romana y la nuda vida», inspirado en conceptos muy interesantes que elaboró
Agamben sobre las personas en los campos de concentración nazis, resulta muy sugerente
pese a su brevedad.
El capítulo tercero se centra en cómo se construye
el mencionado relato sexista sobre el peligro sexual y el protagonismo que
tuvieron los programas conducidos por Paco Lobatón o Nieves Herrero y cómo
estos dos periodistas focalizaron su trabajo en las emociones más que en los
hechos. Centrar el tratamiento del crimen en el sufrimiento, en el dolor y la
indignación es algo a lo que hoy ya nos hemos acostumbrado. Poco a poco el
relato se va enfocando a que el crimen sirviera de escarmiento para que las
jóvenes rectificaran el uso de las libertades individuales e iniciaran una
vuelta a la familia. Se impidió a través de dicho relato que emergiera el hecho
de que el asesinato era el producto de una sociedad que permite la violencia
cotidiana contra las mujeres.
Especialmente interesante es el capítulo cuarto:
«Microfísica sexista del poder». Partiendo del concepto foucaultiano de microfísica del poder, la autora
entiende el relato sobre el peligro sexual de Alcàsser como el producto
resultante de un poder difuso. La microfísica
del poder sería el instrumento que pone en funcionamiento todo el sistema
de producción de saber. La estructura en la que habita la microfísica del poder es el conjunto de la sociedad. La necesidad
de identificar el origen del poder lleva a la autora, siguiendo la estela de
Silvia Federici, a introducir en el término foucaultiano la variable del
sexismo colocándolo en el centro mismo del concepto y no al final.
El capítulo cinco se centra en el proceso penal y en
el juicio paralelo que se produce por los programas de televisión que
condujeron al fenómeno fan y al best
seller con la reivindicación novelada de la verdad sexista. El capítulo
siete, que se centra en la cultura de la violación y que se desarrolla, en
parte, a través de entrevistas de historias de vida, deja claro que el crimen
es una narración corporal y, por ello, la autora entiende el relato sobre el
peligro sexual como dispositivo que se inscribe en los cuerpos.
El último capítulo abre esperanzas y temores.
Esperanzas porque el crimen de Alcàsser tiene también una lectura de
resistencia corporal, las mujeres han resistido, desde sus cuerpos,
reelaborando nuevos mapas de transgresión al resignificar el relato sobre el
peligro sexual y salir solas por la noche, hacer dedo, viajar solas, etc., debilitando los argumentos sexistas.
Sabemos que la violencia sexual está ahí, recordándonos que se sigue
considerando los cuerpos de las mujeres como cuerpos públicos. También
conocemos cómo el tratamiento de los medios de comunicación o la justicia
banalizan la violencia sexual y hacen de ella un espectáculo, pero la
resignificación de Alcàsser nos puede proporcionar una guía de comprensión de
la estructura sexista y de los mecanismos del adoctrinamiento corporal.
Hoy el movimiento feminista es poderoso, pero
debemos estar preparadas para una reacción del sexismo contra dicha fuerza y
construir contra-discursos que debiliten la violencia sexual. Sin duda, este
libro es un instrumento para afirmar que
todos los asesinatos sexistas son asesinatos políticos y la respuesta tiene que
situarse en el mismo campo, el de la política cotidiana y próxima, no el de la
política institucional.
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*NEREA BARJOLA (2018): Microfísica sexista del poder. El caso Alcàsser y la construcción del terror sexual. Barcelona, Virus.
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