Sin duda alguna el 8M de 2021 será una jornada diferente a la de los últimos años. Por lo menos dos circunstancias nos hacen prever que será así. En primer lugar será imposible que haya manifestaciones multitudinarias debido a la pandemia que pone limitaciones a grandes concentraciones de personas. La situación de crisis económica que ha desencadenado la emergencia sanitaria hará difícil que la palabra «huelga» se pueda conjugar con cierta solvencia.
En la actualidad el capitalismo global y financiero,
que ha extendido la precariedad como modalidad central de trabajo y la
fragmentación dentro de las empresas, ya ha provocado la desarticulación del
cuerpo social y que la huelga productiva sea un recurso impracticable para
muchas trabajadoras/es. La pandemia ha empeorado la situación laboral y de vida
de millones de personas afectadas por las tasas de paro disparadas o
maquilladas por los ERTEs, la extensión del teletrabajo, la mayor afectación de
la crisis sobre las mujeres, especialmente migrantes, etc. En estas
circunstancias, la huelga productiva y las manifestaciones multitudinarias no
alcanzarán las cotas de años anteriores. Quizás ha llegado el momento de
reconsiderar el mito de la huelga productiva y que el Movimiento Feminista (MF)
reflexione sobre nuevos métodos de lucha puntual (me refiero a jornadas como el
8M) acordes con la situación laboral y existencial del siglo XXI.
Pero la pandemia no es el único factor que influye
en que el 8M sea una jornada especial este año. El MF ha tenido siempre algunas
connotaciones libertarias muy interesantes: nunca ha construido una
organización única y centralizada que se pudiera institucionalizar, y nunca ha
aspirado a tomar el poder. El pensamiento occidental, desde la Grecia clásica,
se ha basado en construir una forma modelo, ideal, cuyo plan se trazaba y a la
que se le adjudica un objetivo; luego había que empezar a actuar de acuerdo con
ese plan. Primero hay modelización, luego esa modelización requiere su
aplicación.
El imaginario
subversivo de los siglos XIX y XX se basaba en esa idea de la modelización, de que
el objetivo de la acción revolucionaria era avanzar gracias a un proyecto
claramente definido hacia la confrontación decisiva que creaba las condiciones
para la construcción de la utopía. En todos los casos aparecía el pueblo
heroico armado derrocando el poder establecido.
Esta modelización se
unía al hecho de que la imagen popular del sujeto revolucionario tenía un
carácter claramente masculino. La revolución implicaba una división de género,
las mujeres débiles y oprimidas eran socorridas por la intervención salvadora
del movimiento revolucionario; rara vez
aparecían las mujeres como sujetos históricos.
El hecho de que las mujeres no jugaran un papel
relevante en ese imaginario subversivo nos ha salvado de recurrir a las fracasadas
fórmulas masculinas. El MF ha tendido a adoptar fórmulas libertarias siempre
desde posiciones más discretas (faltas de la heroicidad masculina),
silenciosas, subterráneas, que pretendían ir horadando una dominación ancestral
como es el patriarcado. Una «rebelión» constituida de insurgencias personales
y colectivas, entendidas como un
«más allá» de la utopía, como una mutación cultural que implicaba un cambio
vital, una revolución de la vida, de la existencia. El MF no ha querido destruir el mundo viejo sino
redefinir la realidad.
Estos planteamientos no han librado al MF de
enfrentamientos, polémicas y agresividad. Hoy vivimos un crescendo de dicha situación centrado en las identidades sexuales
(y como hecho más mediático en la «ley trans» y las luchas de poder en el
gobierno actual). Los
cuerpos son específicos y están moldeados por las particularidades de raza,
clase, cultura, historia. No hay un solo cuerpo que pueda representar a «la
mujer» en toda su riqueza y diversidad. Igualmente, la sexualidad está estructurada
socialmente y es definida y regulada por el grupo que tiene más fuerza social y
económica.
Muchas mujeres hemos entendido las asambleas del 8M como espacios
comunes en los que podamos confluir puntualmente para visibilizar aquello en lo
que coincidimos y no convertir esos espacios de consenso en campos de batalla.
Hoy, cualquier espacio puede convertirse en campo de batalla respecto a la
transexualidad (antes fue la prostitución/trabajadoras del sexo), en realidad,
no estamos ante un debate, ninguna de las partes se escucha e intenta entender
lo que dice la otra parte para responder. Por el contrario, no se escuchan
porque ya creen saberlo todo de la otra parte, por creerse imbuidas
de verdad convirtiendo a la otra en «la enemiga». Unas y otras son una especie
de «comisarias políticas» que dictaminan sobre quién es más y mejor
feminista y utilizan el insulto agresivo y descalificador para la otra parte.
El debate-batalla se dirime por cosas concretas
(como ahora la ley) pero detrás hay mucho más, hay una concepción del sujeto
feminista, de la lucha y de la teoría feminista. Es un tema
suficientemente importante para pensarlo y debatirlo con tranquilidad fuera de
los espacios de confluencia y consenso como las asambleas del 8M. Hoy por hoy,
existen diversas concepciones del feminismo, del sujeto feminista, de las
identidades y tienen derecho a existir
sin ser agredidas verbalmente dentro del propio Movimiento Feminista.
Mientras el feminismo discute entre sí, otros/as quieren destruirlo. Hoy en Madrid hay mucha gente contenta.
ResponderEliminarUn abrazo.
La situación en Madrid cambia cada día, hoy es otra respecto a cuando hiciste el comentario. Ya se habla del "procès" madrileño... Que no les pase nada si es tan largo, aquí ya vamos para nueve años de gobiernos desastrosos... y seguimos.
EliminarUn abrazo.
El feminismo combativo tuvo su claudicación primera cuando permitió el cambio del Día de la Mujer Trabajadora por el aséptico Día de la Mujer. Ahora hasta Ana Botín, la Merkel y muchas otras políticas conservadoras o oligarcas se han sumado a la fiesta y la han desvirtuado de su contenido de clase.
ResponderEliminarA partir de ahí se ha convertido en un día ceremonial, interclasista e inocente para satisfacción del status quo y el neoberalismo reinante que se ha sumado a la fiesta.
Un abrazo
En parte te doy la razón, el feminismo abandonó un momento para luchar por una de las identidades importantes: la clase social. No obstante, el feminismo(s) es de los movimientos más subversivos en la actualidad.
EliminarUn abrazo.