Emma Goldman se dio cuenta con el paso del tiempo
que la revolución tenía que ser motivada por un impulso totalmente positivo y
constructivo. El aspecto destructivo de la agitación política y social, aunque
inevitable y necesario, era una cuestión secundaria o subordinada.
EMMA GOLDMAN EN NUEVA YORK, 1934
Al venir a España lo que quería era ver una sociedad
construyéndose, por eso insistió en visitar las unidades económicas
colectivizadas rurales o urbanas. Más que la guerra antifascista eran estos
esfuerzos, junto con los modelos educativos
y de auxilio social, lo que para ella representaba el esplendor de los/las anarquistas españolas, el corazón y el alma de la revolución española. Por eso
optó por subrayar lo positivo, siendo más crítica respecto al análisis del
comportamiento anarquista en el ámbito explícitamente político de la revolución.
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