He terminado hace unos días la lectura del libro de Pankaj
Mishra[1] cuyo título es el que le
he dado a este escrito. Confieso mi prevención porque el material que he leído
sobre Gaza tras el 7 de octubre de 2023 me ha gustado poco. Este libro rompe
esa racha y procuraré explicar las razones por los que me ha gustado y, de esa
forma, hablaré de este libro.
1ª RAZÓN
La sorprendente decisión de que la primera parte del libro
esté dedicada a la Shoah y a sus postrimerías, me parece una sabia decisión por
parte del autor.
La Shoah, como no podía ser de otra manera, marcó a varias
generaciones de judíos. El 7 de octubre de 2023 era fácil revivir el miedo a
otro Holocausto. Cuando se formó Israel en 1948 pareció el único refugio
posible, sin embargo, no fue así al establecerse en un espacio en el que se
tuvo que llevar a cabo una limpieza étnica y quedar rodeado de pueblos
desposeídos y naciones vengativas.
Los primeros colonos sionistas que llegaron a la zona de
Palestina llevaron ideas socialistas (las granjas colectivas), los sindicatos y
la planificación económica. Quizás por ese motivo Stalin maniobró en favor de
los sionistas y de la constitución del Estado de Israel. No fue el único apoyo
desde la izquierda que recibieron.
Pero a medida que se aceleró la descolonización en Asia y
África, muchos izquierdistas de una nueva generación comenzaron a alinearse con
los pueblos del Tercer Mundo que habían sido colonias y empezaron a tildar a
Israel, especialmente tras la guerra de los Seis Días en 1967, de empresa
racista y colonialista. Esta guerra fue la segunda fundación de Israel, el país
se reafirmó como potencia expansionista con la ocupación de tierras árabes. En
este contexto se reavivó y se incorporó la Shoah en la retórica oficial
israelí, convirtiendo el asesinato de seis millones de judíos en la nueva base
de la identidad de Israel.
A partir de este análisis, Mishra trata de clarificar dos
cuestiones que para muchas personas continúa siendo incomprensibles: cómo había
llegado Israel, un país construido para acoger a un pueblo perseguido y sin
hogar, a ejercer un poder terrible sobre la vida y la muerte de otro pueblo de
refugiados; y cómo puede la mayoría del poder político y periodístico
occidental ignorar, incluso justificar, sus injusticias y su crueldad
sistemática.
Se revisa y explica la cruel experiencia judía de la
modernidad que los consideró sistemáticamente «extranjeros» en Occidente; cómo
el antiguo odio hacia los judíos se fue convirtiendo, con el auge del
nacionalismo, en antisemitismo racial; el surgimiento de la idea de una patria judía que dio paso al
nacionalismo sionista; el culmen de estos factores con el Holocausto que
concibió Alemania pero que contó con el silencio o el apoyo de Europa, Estados
Unidos y, de otra manera, la URSS; la recuperación de la Shoah en los años
sesenta que aceleró la conversión de las víctimas y supervivientes en una serie
de argumentos ideológicos y políticos al servicio del sionismo; el giro de
Israel hacia la derecha después de la segunda intifada palestina (2000-2005).
Estos acontecimientos han convertido a Israel en un reducto
de etnonacionalismo cruel y en un «laboratorio» para la producción y ensayo de
las herramientas empleadas por otros etnonacionalistas para reprimir a sus
pueblos.
2ª RAZÓN
Tengo una mala relación con el campo activista y/o
institucional de lo que se denomina memoria. Concuerdo con lo que señaló en una
ocasión Susan Sontag: «Eso que llaman memoria colectiva no es un recuerdo, sino
la imposición de que algo es importante (…)». El recorrido que el autor
realiza sobre la manipulación de la Shoah en los países occidentales resulta
importante para cuestionarnos el papel que tiene la «memoria» y la posición
poco crítica por parte de sectores de la izquierda.
La Shoah/Holocausto pasó de la inexistencia hasta
principios de los años sesenta del siglo XX, a una etapa posterior que llega hasta
la actualidad en la que existe una cultura del recuerdo sin precedentes sobre
el Holocausto. La memoria colectiva de la Shoah en Europa y en Israel se
construyó, según el autor, a posteriori, en ocasiones deliberadamente, y
con fines políticos específicos.
Pankaj Mishra proporciona numerosos datos de como las
víctimas judías de Hitler pasaron de ser ignoradas a convertirse en un pilar
clave de la identidad paneuropea que alberga la Unión Europea. Para justificar
esta opinión, el autor recorre la posición de Alemania (Occidental y Oriental
de formas diferentes) después de la guerra de un rechazo profundo y a veces
cruel a enfrentarse con lo que realmente pasó y reconciliarse con ello. Y cómo
al reclamar la cultura de la memoria de la Shoah, a partir de los años sesenta,
se las hubieran arreglado para evitar reconocer los crímenes que la hicieron
posible.
Y de Alemania salta a Estados Unidos porque tampoco en este
país han sido inofensivas las manipulaciones de la memoria de la Shoah.
Recordar y conmemorar la Shoah en los países occidentales eliminó recuerdos
incómodos de su posición durante la guerra respecto a lo que conocían del
exterminio de la población judía. Las barreras a la emigración de los
refugiados judíos fueron en Estados Unidos muy duras en plena guerra y una vez
finalizada esta. Por ejemplo, 250.000 judíos se vieron condenados a pasar años
en un limbo de campos de desplazados dirigidos por los Aliados, porque no había
ningún país dispuesto a acogerlos.
También Israel dio un dramático y funesto giro de guion
cuando la clase dirigente de Israel que había sido abiertamente laica empezó a
considerar a los sionistas religiosos como socios suyos en el proyecto de judaizar
la tierra que habían tomado en 1967. La memoria de la Shoah cumplió un papel
tanto en Israel como entre los judíos estadounidenses estableciéndose vínculos,
cada vez más profundos, entre los gobiernos israelíes, los grupos judíos
pro-Israel y los supremacistas blancos.
El recorrido que hace el autor partiendo de estos vínculos es
inquietante y extrañamente clarificadora de la actualidad muy relacionado
también con la descolonización y el consiguiente neocolonialismo racial.
3ª RAZÓN
La relevancia del racismo en toda esta historia.
El racismo como algo más que un repugnante prejuicio
personal, es decir, como una forma de ordenar la vida económica y social en
gran parte del mundo. La «línea de color» como «religión» de la raza blanca
desde principios del siglo XX que provocó el más violento de los fanatismos y
la descolonización como una promesa de igualdad.
La idea de raza como «significante móvil», que no está
conectada sin más a la clasificación biológica: es más bien una categoría
flexible desde el punto de vista ideológico para definir a los otros. Eso abre
un escenario de fraternidad humana y solidaridad más amplio que la comunidad étnico-racial,
y una gama más amplia de víctimas de la modernidad.
La memoria de la Shoah se ha convertido, dice el autor, en
una contranarrativa en la que se ha pervertido su memoria para permitir el
asesinato masivo al tiempo que oscurecer una historia más amplia, la de la
violencia occidental moderna fuera de Occidente.
Pero el autor no hace este análisis para caer en el maniqueísmo
de buenos y malos, es consciente como Primo Levi de la «zona gris» y señala que,
igual que la Shoah se considera el mayor de todos los males, incomparable y sin
precedentes, los que describen el sionismo como ideología genocida pretenden
aligerar la carga simbólica de la Shoah y representar la destrucción de Gaza
como el verdadero mal de nuestro tiempo.
El autor es consciente, sin por ello justificarlo, del
tortuoso camino que han recorrido los judíos para construir su Estado. Tan
tortuoso como el de tantos otros pueblos colonizados. Y en tanto que gente que
no encajaba, se convirtió en víctima propiciatoria de la nueva fe laica del
nacionalismo.
Sabemos lo rápido que una víctima puede convertirse en un
victimario inhumano y sucumbir a la idea de que una puede restablecer su propia
identidad matando. Y deberíamos volver a leer a Primo Levi para entenderlo.
Recorrer ese «camino tortuoso» con Mishra es como bajar a
los infiernos y una prueba de que este autor merece la pena ser leído, lo que
no quiere decir estar de acuerdo en todo con él.
4ª RAZÓN
Releer a Primo Levi siempre salva de creerse en el lado
correcto de la historia. El siglo XX dejó a la vista los peligros de un mundo
donde no existía ningún límite ético que indicara lo que los seres humanos podían
hacer o a lo que podrían atreverse. Gaza nos enfrenta de verdad a la enfermedad
crónica de nuestras sociedades. Gaza provoca vértigo, provoca miedo, provoca
pavor a la indiferencia de la muerte sistemática.
El libro abre muchos frentes de cuestionamiento y de
reflexión que agradezco. Pero también encuentro temas que no acabo de ver
claros, por ejemplo, la idea de que el fascismo lleva existiendo desde hace
siglos. No comparto convertir el fascismo, una realidad del siglo XX, en un
cajón de sastre donde cabe todo.
Tilda a algunos historiadores de anticomunistas, como Timothy
Snyder, como si el comunismo fuera defendible, algo que no puedo compartir.
[1] Pankaj
Mishra (2025): El mundo después de Gaza. Una breve historia. Barcelona,
Galaxia Gutenberg.

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