Me ha costado mucho decidirme a escribir sobre el tema
de la guerra en Ucrania y la actitud de la izquierda, incluidos sectores
libertarios, hacia este conflicto bélico (no caeré en el justificante
ideológico de decir «guerras» cuando quiero decir guerra en Ucrania). Asumo el
riesgo que conlleva esta reflexión a contracorriente, busco el debate y el
intercambio de pareceres.
No voy a adentrarme en un análisis geoestratégico, ni
en cifras sobre armamento de los contendientes y sus respectivos apoyos, ni voy
a recordar lo que acordó Rusia con Ucrania en 1990 sobre las armas nucleares en
territorio ucraniano, mucho menos si Ucrania tiene identidad para constituirse
como Estado-nación o es solo la
periferia de Rusia siendo la cuna de este Estado desde la Edad Media en el
contexto del Kievan Rus (Estado eslavo oriental).
Mi interés no es analizar el conflicto desde esta
perspectiva, entre otras cuestiones porque no conozco el tema lo suficiente
para adentrarme con solvencia en sus intrincadas conexiones con las grandes
potencias de principios del siglo XXI. Mi reflexión va por otros caminos puesto
que me interesa entender porque la izquierda no se ha movilizado contra la
invasión y guerra de Ucrania como si lo hizo, por ejemplo, contra la invasión y
guerra de Irak en 2003.
En aquellas movilizaciones contra la guerra de Irak,
en las que participé activamente, se nombraba la guerra en singular y, por
supuesto, había otras guerras en el mundo en aquel momento. En aquella ocasión
teníamos claro quién era el agresor (Estados Unidos y sus aliados entre los que
se encontraba España) y quién el agredido (Irak). En las manifestaciones,
además, se coreaban gritos de asesinos al «trio de las Azores» (Blair, Bush y
Aznar). De hecho, la respuesta fue tan ágil que ya existían plataformas en contra de «la guerra» antes
de producirse la invasión, las cuales convocaron una manifestación en todas las
grandes ciudades para la tarde del día en que comenzara la invasión, sea cual
fuere. Por último, se estima que en España se manifestaron entre ocho y once millones de
personas.
La actitud de la izquierda ante la guerra de Ucrania ha sido muy
diferente (también es cierto que en 2003 gobernaba el PP, mientras que en 2022
gobierna la coalición PSOE/UP). Parece que Ucrania no es un país defendible
porque, por poner un ejemplo, hay nazis (algo que sorprendentemente se asume de
la propaganda rusa para justificar la agresión a Ucrania, olvidando qué fuerzas
políticas europeas y de algunos países americanos reciben y dan su apoyo a
Putin). Incluso, no queda claro que sea un país agredido porque la guerra es
entre dos bloques y los perdedores se darán en los dos países que se enfrentan
(como si Ucrania no estuviera enfrentada a la segunda potencia militar del
mundo). No he visto manifestaciones gritando asesino a Putin, aunque en
realidad es que no ha habido manifestaciones, ni plataformas contra la guerra
de Ucrania, así que las protestas no han movilizado sino a unos miles de
personas, mayoritariamente ucranianas y sobre todo en los primeros días de la
guerra.
La ideología, entendida como doctrina que pretende que
la explicación de todo es una fórmula única, desarraiga de la realidad y
entorpece la labor de «escucha» de esta, algo que debería ser obligado entre
libertarios/as. Sin embargo, está primando la «no-escucha» de la realidad y se
están trazando las pautas de cómo se quiere que sea, y cómo se quiere ordenar
para hacerla cuadrar con el proyecto ideológico. Una pirueta que se sostiene
solo desde la coherencia interna del discurso pero que no soporta el testimonio
de quienes lo están viviendo. En definitiva, la izquierda (incluida una parte
de la libertaria) parte de la ideología para construir los hechos y no que sean
las ideas las que broten de los hechos.
¿Cómo podemos obviar algunas realidades patentes? La
segunda potencia mundial en armamento, Rusia, fue quien decidió en febrero de
2022 agredir e invadir a Ucrania, un país muy inferior desde el punto de vista
militar. Rusia justifica la invasión porque dice combatir el fascismo tocando
la fibra emocional de la población exsoviética que fue educada en el recuerdo
de la «Gran Guerra Patria». Tras unos meses en los que Ucrania, con la ayuda de
países europeos y de la OTAN, ha impedido una victoria rápida de Rusia, esta se
está centrando en destruir las infraestructuras energéticas de Ucrania con el
único objetivo de socavar la resistencia de la población civil ucraniana ante
el largo invierno que ya ha empezado.
Convendría centrarse en quienes son las víctimas
principales de esta guerra: éxodo de población desde el inicio de la guerra, la
totalidad de las muertes (igualmente de personas heridas y desaparecidas) de
civiles, la destrucción de viviendas y de lugares de trabajo, la falta de
alimentos y de electricidad para afrontar el frío, la amenaza permanente de bombardeos
sobre ciudades sin ningún interés militar y tantos otros efectos de la guerra
provocada por Rusia, sobre población civil.
Nada de esto sucede en Rusia.
Resulta sorprendente el impulso de una
bienintencionada izquierda por aplastar toda sensibilidad, por vaciar el
corazón ante el sufrimiento de la población civil ucraniana escudándose en la
ideología. Sin embargo, «el corazón es la sede de la participación en el mundo,
de la disposición a ser afectado por él y afectarlo a su vez»[1]. Recuperemos la capacidad
de acción o de «afectar» y «ser afectada» a partir de la facultad de percibir a
la otra persona y de entrar en relaciones comunes con los otros seres humanos,
algo que desde mi parecer forma parte de la idiosincrasia anarquista y
libertaria.
A partir de esa labor de «escucha» y arraigo a la
realidad con la sensibilidad hacia las víctimas y las personas vulnerables,
podremos además hablar de geoestrategia, de bloques, de posibilidades de
encarar las guerras desde el antimilitarismo y el antimperialismo, etc.,
cuestiones, por otro lado, que no dependen de la coyuntura de una guerra y que
son luchas permanentes.
Nos encontramos en una guerra de desgaste y creo que todo el mundo sabe quien va a terminar ganandola, también sabemos como va a quedar Ucrania cuando todo esto termine, asolada y endeudada por los siglos de los siglos, en occidente hay miedo, miedo de que esa segunda potencia en armas le de por utilizar las nucleares, de hacerlo se armaria la de dios, perderíamos todos, mientras esto siga así, miel sobre hojuelas, dicen los que ganarán y los que perderán (occidente), estos últimos también ganarán cuando haya que reconstruir y pagar las deudas contraidas por Ucrania. aquí solo pierden, los que han salido huyendo y los muertos que como siempre son niños, mujeres y ancianos.
ResponderEliminarUn abrazo y feliz año nuevo.
Tienes mucha razón, las guerras son el gran negocio... de la muerte. Los que pagan siempre son la población civil del escenario de la guerra.
EliminarBuena vida para el 2023 y un abrazo.
Menos mal que por fin leo una opinión sencilla, honesta y sesuda sobre el tema. Comparto la vergüenza de la autora por la inacción de una izquierda desnortada que, como bien dice: "En definitiva, la izquierda (incluida una parte de la libertaria) parte de la ideología para construir los hechos y no que sean las ideas las que broten de los hechos." Creo que la falta de claridad de esta izquierda y su ansiedad electoralista (ya estamos en 2023) desplaza, aquí y en otros países, al pensamiento libre, a la argumentación razonada, al análisis objetivo. Gracias.
ResponderEliminarGracias por tus palabras.
EliminarCoincidencia plena en lo que dices sobre la izquierda: desnortada, electoralista (su biblia, las encuestas) y con persistente heteronomia.
Una pena.
Salud-os.
No tengo opinión pero me ha gustado encontrarte y leerte
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