Angélica Velasco Sesma [1] dedica muchas páginas a reflexionar sobre el especismo (o prejuicio de
especie) que es cuando los humanos utilizan el pretexto de que son humanos y
los animales no para cometer atrocidades con ellos. El especismo antropocéntrico
es aquel que discrimina a aquellos individuos que no pertenecen a la especie humana.
Dedica
mucha atención al rechazo de la consideración moral hacia los animales,
afirmando que solo deben considerarse moralmente los agentes racionales, ya que
únicamente ellos pueden pactar un respeto mutuo con otros agentes.
En
la vinculación con el feminismo desarrolla la idea de que los dualismos
conceptuales sobre los que se funda el pensamiento occidental tienen un marcado
carácter de género: razón/emoción, humano/animal, mente/cuerpo,
trascendencia/inmanencia, cultura/naturaleza, civilizado/primitivo,
producción/reproducción, libertad/necesidad.
Entre
las corrientes que toma en consideración la autora reflexiona sobre el
ecofeminismo, una corriente que a mí me parece especialmente interesante pero
que la autora cuestiona. Esta corriente trata de deconstruir los mencionados dualismos jerarquizados, revalorizando la parte
considerada inferior. Plantea una correcta integración de razón y emoción, de
principios universales y virtudes del cuidado, de derechos y responsabilidades,
de esta manera se podrían alcanzar teorías éticas más completas. Una de las
propuestas centrales del ecofeminismo es reivindicar las actitudes de cuidado
hacia los humanos y el resto de la naturaleza, rechazando todo tipo de
dominación.
Afirmar
que las mujeres están mejor equipadas que los hombres para cuidar, no implica
que desde la ética del cuidado se acepte el esencialismo, sin embargo yo veo
que ese peligro está muy presente en este libro y en autoras como Silvia
Federici. Universalizar los cuidados (los hombres han de asumirlos) es
completamente necesario. No se concede importancia económica a los trabajos de
cuidado y mantenimiento de la vida, sin
embargo están en la base de la supervivencia humana. Por tanto se han de
politizar y dignificar estas labores y corresponsabilizar a hombres y mujeres
en las tareas de mantenimiento de la vida.
La
autora lleva a cabo diversas reflexiones sobre la ética feminista, el holismo, el
vegetarianismo, el veganismo y otros muchos aspectos que pueden resultar
interesantes conocer.
Su
reflexión sobre la prostitución, por último, parte de la afirmación de que el
cuerpo de las mujeres aparece como una mercancía al servicio del «comprador».
Destaca que la prostitución está aumentando en las sociedades formalmente
igualitarias, mientras esta es residual para la mayor parte de las mujeres nativas de los países con mayor índice de
igualdad sexual, esto no es así para las miles de mujeres que llegan a estos
mismos países para ser prostituidas desde las zonas más vulnerables y
patriarcales del planeta.
El
debate entre abolicionistas y regulacionistas se ha centrado en la cuestión
filosófico política del consentimiento, pero que los problemas a los que se
enfrentan las mujeres dedicadas a la prostitución se deben a la falta del
reconocimiento social y no a las características inherentes al oficio.
Sobre
el consentimiento, la autora se hace la siguiente pregunta: ¿Cómo se puede
plantear el consentimiento como elemento central en un mundo de desigualdades
económicas, étnicas y de género en este mundo?
La
mayor parte de las mujeres prostituidas sufren las consecuencias negativas de
un sistema injusto y patriarcal. En ese contexto, la prostitución aparece como
violencia contra las mujeres y, por tanto, no puede equipararse al resto de
trabajos. Centrarse en el libre consentimiento sin atender a las cuestiones de
género es peligroso.
La
prostitución afecta tanto a las prostitutas como al resto de las mujeres porque
consolida una forma específica de construir y comprender la sexualidad
contraria a las aspiraciones feministas. La autora se pregunta: ¿Qué mundo
queremos? Considera que hay que elegir entre un mundo en el que sea normal la
existencia de un mercado de cuerpos –mujeres mayormente- disponibles para el
uso sexual o un mundo en que esto no sea así.
Los
factores que se entrelazan en la prostitución son muy diversos: globalización
neoliberal, pobreza globalizada, feminización de la pobreza, las injusticias
norte/sur, crimen organizado, trata de personas, migraciones, cultura del
consumo, conceptos liberales de elección y autonomía etc.
La
autora plantea tres aspectos sobre los que reflexionar:
1º-
¿Cómo es que las mujeres constituyen la mayor parte de las personas destinadas
al mercado de la prostitución?
2º-
¿Cómo es que una gran cantidad de hombres consideran normal que existan cuerpos
de mujeres de los que se va a disponer sexualmente?
3º-
¿Cómo es que los hombres obtienen placer de personas que están en situación de
inferioridad respecto a ellos y que suelen sentir por ellos indiferencia o
asco?
Al
centrar el debate en el libre consentimiento, se invisibiliza completamente al
hombre que solicita el «servicio sexual» (el putero, prostituyente o
prostituidor). Porque sin putero no hay prostitución.
La
autora, no obstante, considera que mientras exista un mundo en que las
condiciones materiales conducen a millones de mujeres a la prostitución, habrá
que trabajar por garantizarles unos derechos, unas condiciones de vida dignas,
pero eso no exige normalizarla prostitución y establecerla como un trabajo como
otro cualquiera.
Si
aceptamos que los hombres tienen derecho a satisfacer sus necesidades sexuales
y que la sociedad tiene que garantizar
que puedan disponer de un mercado de mujeres con las que poder saciar estas
necesidades, estamos normalizando esa manera de entender la sexualidad.
El
sexo de la prostitución no es simple sexo, sino un tipo de sexo muy específico
en el que un varón instrumentaliza el cuerpo de la mujer para obtener placer.
El libre acceso al cuerpo de las mujeres es casi universal, se puede acceder a
mujeres prostituidas en prácticamente todo el planeta, es una institución
internacional y globalizada. Esto es así porque existe la idea de que todo
varón tiene derecho a satisfacer su deseo sexual pagando por ello. Refuerza la
idea de que las mujeres son cuerpos o trozos de cuerpos a los que se puede acceder
sin importar los motivos por los que están ahí. Los hombres que recurren a
prostitutas lo hacen porque disfrutan de ello, la prostitución es una escuela
de egolatría, prepotencia y negación de toda empatía.
Sin
compartir muchos de sus planteamientos estamos ante un libro que proporciona
información, argumentos y aspectos sobre los que pensar.
---
[1] Angélica Velasco Sesma (2017): La ética animal. ¿Una cuestión feminista? Madrid, Cátedra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tus comentarios siempre aportarán otra visión y, por ello, me interesan.