Este
es el título de un capítulo del recomendable libro de Franco Berardi, La sublevación[1].
La lectura de este capítulo no puede ser más oportuna en este momento en el que
estamos a las puertas de unas elecciones europeas. No se me pasaría por la
cabeza recomendar a nadie el voto, ni en estas ni en ninguna elección, puesto
que yo soy partidaria de la abstención excepto en contadísimas ocasiones (no ha
sido el caso de las últimas elecciones generales).
Por
tanto, esto pretende ser una reflexión al hilo de la lectura del libro de Bifo que simplemente coincide con unas
elecciones europeas. Bifo se mueve en
el ámbito de la Autonomía Obrera, en el que yo nací a la política cuando tenía
18 años. Habiendo muchos puntos de contacto con el anarquismo, Autonomía Obrera
tiene una base marxista crítica y consejista, que hace mucho tiempo que no es
la mía. Pese a ello, firmaría ahora mismo su manera de entender el concepto de
autonomía: capacidad de la sociedad para crear formas de vida independientes al
dominio del capital. Supone transformar la vida cotidiana, es decir, crear espacios liberados donde logren circular
formas de pensamiento y acción que se sustraigan a la ganancia capitalista (p. 17).
¿Y
por qué «colapso europeo»? Porque tenemos que considerar la eventualidad de que
el capitalismo haya impregnado ya tan profundamente cada dimensión física e
imaginaria del mundo que su caída lleve al final de nuestra propia civilización
(pp. 42-43). Esto no sucede solo en Europa, naturalmente, la situación de
colapso es mundial, es el planeta el que corre peligro de colapso; en el mundo
del capitalismo financiero existe una abstracción depredadora terminal muy
real.
En
ese mundo del capitalismo financiero, la acumulación ya no pasa a través de la
producción de bienes, sino que va directamente hacia su finalidad monetaria al
extraer valor de la mera circulación del dinero, de la virtualización de la
vida y del intelecto. La espiral simbólica de la financierización está
absorbiendo y engullendo el mundo de los objetos físicos, de las habilidades
concretas y del conocimiento (p. 40).
La
hiperabstracción digital-financiera está liquidando el cuerpo viviente del
planeta y el cuerpo social de la comunidad de trabajadores/as. Despojó a los
parlamentos de su autoridad efectiva y así destituyó la democracia en la UE
reemplazándola por la gestión financiera encabezada por los grandes bancos (pp.
71-72). Si esto no fuera suficiente, se canceló la democracia cuando sus
rituales pusieron en peligro la ejecución de los planes de austeridad
destinados a restaurar la perfección matemática de la vida en sociedad y el
pago de la deuda infinita que debemos a los bancos, así sucedió en Grecia.
EL ROTO
¿Podemos
creer a los partidos políticos cuando nos cantan la música de lo importante que
es votar aquí o allí sin que nos expliquen la realidad en la que vivimos dentro
de la UE? No esperéis de mi un discurso anti-UE, la alternativa es aún peor, la
alternativa son los partidos nacionalistas (por ejemplo, los catalanes tan
creídos de sus virtudes democráticas), la violencia y una nueva guerra civil
europea interétnica. La identidad nacional, que se sobrepone a las demás
identidades que todas las personas tenemos, es una palabra peligrosa, ya la
hemos vivido en Europa, pese a ello hoy vuelve a nuestras puertas y, como
entonces, no somos capaces de ver el peligro en nuestra casa (nacionalismo
catalán, español o vasco) salvo en lo más obvio (VOX).
La
ideología neoliberal pretende liberar la actividad social de cualquier
regulación, excepto de las del dinero y el reinado de la competitividad, las
más feroces de todas. La desterrioralización global del capitalismo financiero
ha esparcido la precariedad, la fragilidad psíquica y la insolidaridad.
La
violencia fría y abstracta de la dictadura financiera desterrioralizada prepara
la reterritorialización violenta del cuerpo reactivo de la sociedad europea:
nación, raza, limpieza étnica y fundamentalismo religioso reaparecen en el
escenario (p. 51). Los fanáticos del fundamentalismo económico están
enfrentando a los trabajadores/as entre sí. En sus implacables esfuerzos por
transferir fondos y recursos de la sociedad a la clase financiera, los
ideólogos neoliberales nunca han dudado en usar la manipulación y el engaño que
los medios de comunicación convierten en «conocimiento público» (p. 62).
¿Soy
alarmista? No lo creo, en todo caso deberíamos reflexionar y no dejarnos llevar
por el miedo que potencian los gobiernos para conducirnos a votar en una
determinada dirección. ¿Alguien cree que la socialdemocracia plantea algún
problema al avance del neoliberalismo? Es penoso ver la campaña tan intensa que
nos ha conducido a pensar que el PSOE es de izquierdas cuando la realidad de lo
hecho aquí (recordemos cómo modificó la Constitución para pagar a los bancos
por delante de cualquier otra necesidad social) y allí (su política en la UE ha
asentado el papel del capital financiero) nos demuestra lo contrario y por un
momento lo vimos claro en la ocupación de las plazas del movimiento 15 M (en
2011).
Gana
el PSOE y sube la bolsa ¿eso no alerta a los bienintencionados/as votantes que
están contentos porque han parado el avance de VOX? Me parece que quien controla las finanzas (poder económico
y político) establece una forma de totalitarismo frío (sometimiento pacífico de
la población europea a una esclavitud matemática limpia, tersa, perfecta)
mientras preparan las condiciones de una reacción fascista masiva y ardiente.
Poca alegría deberíamos tener quienes deseamos buscar formas de enfrentamiento
y resistencia ante lo que se nos viene encima.
EL ROTO
¿Son
posibles los movimientos de resistencia? La respuesta es sí. Donde hay poder
hay resistencia al poder. Estos movimientos deberían repudiar la deuda y las
medidas que la provocan y alimentan, pero esto es peligroso porque abrirán las
puertas al nacionalismo y la violencia. No podemos defender Europa como existe,
pero la alternativa no es volver a los agresivos nacionalismos que existen ya
en Europa. Los movimientos deberían volver a articular el discurso europeo a través
de la solidaridad social, el igualitarismo, el abandono del hiperconsumismo, la
reducción del tiempo de trabajo, la expropiación de los conglomerados
capitalistas, la cancelación de la deuda y la abolición de las fronteras hacia
la construcción de una política post-territorial (pp. 69-70, 85).
Habrá
insurrecciones, ya las hay (el movimiento de los chalecos amarillos es un
ejemplo reciente), a menudo marcadas por el racismo y la violencia
autodestructiva, efectos del largo proceso de erosión de la solidaridad. La
violencia patológica es solo la manifestación de la impotencia, pero es difícil
construir la solidaridad ahora que el trabajo se ha transformado en células de
tiempo dispersas y recombinantes.
Las
insurrecciones europeas deberían ser las insurrecciones de la lentitud, la
renuncia y la extenuación. Será el proceso por el cual cuerpo y alma colectivos
se volverán autónomos, lejos de la explotación de la velocidad y la
competencia. El camino sería la redistribución de riquezas y recursos que
abriera las fronteras europeas a las multitudes que vienen de África y América
del Sur, e implicara una reducción en el modo de vida occidental (el
no-crecimiento).
Quien
piense en votar, en cumplir con su «obligación como ciudadano/a» de la que
algunas personas nos sentimos desligadas, que piense en esta afirmación de Bifo que comparto: El neoliberalismo es
la forma más perfecta de fascismo. La competencia es la ocultación de una
máquina de guerra en cada nicho de la vida diaria: el reino de la competencia
es la perfección del fascismo (p. 123).
Es un magnífico artículo, me ha gustado mucho, pero sobre todo lo que muy acertadamente dices yo tengo algunos contrapuntos de ángulo y perspectiva y, sobre todo, de coyuntura...
ResponderEliminarSobre lo que dices de la abstención, te comprendo perfectamente y, en términos esenciales de voto y resultado, tienes toda la razón, pero en términos coyunturales, también de voto y resultado, yo introduciría bastantes matices...
La UE es lo que es, pero, como bien dices, los medios no nos dicen lo que realmente es y nos trasmiten una ficción idealizada de una organización que tiene objetivos bien distintos a los narrados en esa ficción...
Creo que el problema está en el art. 123 del Tratado de Lisboa, otrora art. 101 del Tratado de Maastricht... la deuda pública es impagable... y el estado de bienestar es atacado en base a conceptos de despilfarro en vez de ver que en realidad el asunto es el crédito y sus intereses en la forma en la que dicho artículo ata ad hoc toda libertad de organización y gestión...
Tengo la sensación de que estoy diciendo muchas bobadas, tú eres una experta en el tema y yo un aficionadillo con incontinencia verbal... paro aquí para no multiplicar mis errores argumentales...
Yo sí voy a votar... es una cuestión de "contranúmeros"...
Odio la palabra competitividad...
Abrazo
No soy experta en estos temas, solo una lectora atenta. No creo que digas bobadas, es tu opinión y creo que está bien fundamentada.
EliminarNo suelo votar, es una cuestión de consecuencia con lo que pienso.
Un abrazo.