Este artículo del que soy autora ha sido publicado en el último número de la revista Crisis (10 Dciembre 2016).
En el siglo XIX cuando arraigó el anarquismo en
España existía una división que tendemos a olvidar, la frontera entre la escritura y la
oralidad. La escritura marcaba una diferencia de
clase: se abría una brecha entre hablantes y escribientes, iletrados o letrados[1]. No dominar la lectura y la escritura
era percibido por las clases trabajadoras como una carencia, el anarquismo
batalló para llenar ese vacío. Algunos/as anarquistas sabía leer y escribir
pero su mundo era el oral, quizás por ello daban tanta importancia a la palabra
escrita como semilla de rebelión que, si se extendía, podía acabar con la
opresión.
No es raro, por tanto, la proliferación de escritores/as
dentro del mundo ácrata, así como la fundación de periódicos y revistas, de
vida efímera muchos de ellos, pero que constituía un elemento clave de su
idiosincrasia, mucho más que las orsinis
o las stars que el poder ha
convertido en signo de identificación del
anarquismo. Donde había un anarquista había un periódico y, por tanto,
obreros/as ilustradas.
Un ejemplo de obrera ilustrada es Teresa Claramunt
(1862-1931)[2],
obrera textil cuya formación académica se limitó a los estudios primarios hasta
los diez años y que escribió centenares de artículos en la prensa anarquista, una
obra de teatro, titulada “El mundo que muere y el mundo que nace”[3] y
un folleto de dieciséis páginas titulado, La mujer. Consideraciones
generales sobre su estado ante las prerrogativas del hombre. En este texto, publicado en 1905, sentó los fundamentos del feminismo
anarquista obrerista.
Pero Teresa destacó sobre todo como maestra en el arte
de la palabra oral. De ella decía Federica Montseny (1905-1994) que tenía una
voz impregnante, una voz que atraía enseguida, destacaba como oradora por su fuerza expansiva, simplista, por su
simpatía, que atraía las almas. Federica reafirmaba que Teresa no tenía
cultura, no usaba frases floridas, pero tenía el instinto certero del Pueblo[4].
La propia Federica Montseny fue otra mujer escritora,
con formación proporcionada por su madre, Teresa Mañé (1865-1939), ya que nunca
fue a la escuela. Mañé, amiga de Teresa, tuvo formación como maestra y es otra
de las pioneras del feminismo anarquista que escribió y dio vida, junto con su compañero
Juan Montseny, a una de las revistas anarquistas más interesante, La Revista Blanca[5].
Federica fue una destacada dirigente y una de las
intelectuales anarquistas más prolíficas, ya que escribió unos seiscientos
artículos, quince folletos, dos novelas y alrededor de cincuenta cuentos dentro
de las series de La Novela Ideal y La Novela Libre publicadas por la
editorial de La Revista Blanca[6]. Las novelas sociales eran
textos breves que creaban héroes y heroínas de barriada que desafiaban a
patronos, padres autoritarios, caciques o curas. Estas novelas se introdujeron en los hogares obreros y sus
protagonistas formaban parte de las conversaciones vecinales, sindicales o de
los cafés de las cooperativas, posibilitaban el debate, la exclamación, la
simpatía o el odio hacia personajes y temas conocidos por quienes las leían.
Tuvieron un éxito extraordinario y se llegaron a hacer tiradas de diez mil
ejemplares, llegando algunas a los cincuenta mil[7].
La II República fue un importante momento de visibilidad de las mujeres en
la esfera pública como es el caso de Lucía Sánchez Saornil (1895-1970). Nacida en Madrid, con veintiún años ingresó en la
plantilla de Telefónica como operadora y
ese mismo año vio publicados algunos poemas en la revista Los Quijotes. Ya
en CNT, en 1927 fue
castigada por su actividad sindical y trasladada a Valencia durante dos años.
Despedida antes de la proclamación de la II República fue readmitida en octubre
de 1936 y estuvo en plantilla hasta mayo de 1939 cuando fue suspendida al ser “depurada”[8].
En Los
Quijotes firmaba con el seudónimo masculino de Luciano de San-Saor. Sus primeros
poemas fueron arrebatos sentimentales de fino lirismo que se podían incluir
dentro del modernismo. Eran poemas amorosos, de un yo masculino, dirigidos a un
destinatario femenino que revelaban una considerable osadía por su concepción
sensual y su rechazo del ideal del amor-pasión[9].
En 1918 Vicente Huidobro trajo de Paris la propuesta
del movimiento vanguardista conocido como Ultraísmo: conjunción de elementos
futuristas, dadaístas y creacionistas. En enero de 1919 se constituyó el grupo
y ese mismo mes la revista Cervantes publicó
un Manifiesto fundacional, Lucía fue la única representante
femenina.
Su primer poema próximo a la estética de vanguardia
fue publicado en junio de 1919 en la revista Cervantes, son versos sin rima con motivos procedentes de la vida
contemporánea preconizados por el futurismo y alguna metáfora audaz. Lo que no
abandonó fue su temática sentimental (Martín, 1992: 51-52). En
sus poemas Lucía ya provocaba una cierta desestabilización de los estereotipos
de género y una dimensión lésbica que
influyeron en su posterior decantación en favor de la emancipación femenina.
Su
compromiso de clase pronto se amplió con el de género, materializándose en la
propuesta de crear una revista cuyo primer número salió, en mayo de 1936, con
el título de Mujeres Libres. Las
fundadoras, que además de Lucía, fueron Mercedes Comaposada (1901-1994) y Amparo Poch (1902-1968),
deseaban crear espacios colectivos para facilitar el encuentro e impulsar la
capacitación laboral y el acceso a la educación de las obreras. Fue ese mismo
año cuando se constituyó la organización “Mujeres Libres” que
demostró un grado de conciencia feminista muy desarrollado al cuestionar el
sistema patriarcal y vincular la emancipación femenina con la transformación
revolucionaria, es decir, uniendo lucha de género y lucha de clases. Con una
gran modernidad de planteamientos asentó la libertad femenina a partir del
desarrollo de la independencia psicológica y de la autoestima. De este modo,
las mujeres se convertían en sujetos de su proceso de liberación, que no solo
se basaba en la independencia económica, sino en el empoderamiento y la
afirmación de la personalidad femenina.
Al
producirse el alzamiento militar, miles de mujeres irrumpieron en el escenario
público en defensa de la República y/o de la revolución social. Durante la
guerra las mujeres alcanzaron una visibilidad y un reconocimiento jamás
logrado. Algunas llegaron a desempeñar responsabilidades políticas como fue el
caso de Federica Montseny primera mujer ministra en España al detentar la
cartera del recién creado Ministerio de Sanidad y Asistencia Social. Montseny nombró como colaboradoras a la Dra. Mercedes Maestre
(UGT) en Sanidad y a la Dra. Amparo
Poch (“Mujeres Libres” y CNT) en Asistencia Social, cuando esta se
trasladó en el otoño de 1937 a Barcelona fue directora del Casal de la Dona
Treballadora dedicado a la capacitación de la mujer obrera.
Lucía participó activamente y se involucró en el
proceso revolucionario puesto en marcha con el golpe de Estado y continuó
escribiendo poemas como el de “Madrid, Madrid, mi Madrid” en 1936, poema
incluido en su “Romancero de Mujeres Libres” (1938). Estos poemas tenían
inferior calidad a los de su etapa ultraísta, son poemas escritos desde la
militancia, a vuelapluma, que buscaban la comunicación inmediata para exacerbar
los sentimientos revolucionarios.
Lucía resistió en Madrid hasta mediados de 1937,
luego se trasladó a Valencia y se integró en la redacción del semanario gráfico
Umbral, fue en esta ciudad donde
conoció a las hermanas Barroso y una de ellas, América (Mery), trece años más joven que Lucía, se convirtió
en su compañera para siempre (Fontanillas y Martínez, 2014: 47).
La actividad intensa de Lucía continuó durante el
año 1937, tanto en “Mujeres Libres”, ya que asistió y glosó los acuerdos
tomados en su Conferencia Nacional donde quedó constituida la Federación
Nacional, como en su faceta de escritora, ya que asistió al XI Congreso de
escritores antifascistas. Umbral se
trasladó a Barcelona a finales de 1937, o principio de 1938, y Lucía y Mery
marcharon también a esta ciudad. Igual decisión adoptó “Solidaridad
Internacional Antifascista” (SIA) que renovó su Consejo Nacional con la incorporación, entre otros, de Lucía
en Prensa y Propaganda. En mayo de 1938 Lucía asumió la función de Secretaria
General (Fontanillas y Martínez, 2014: 50-51).
Cuando el fin de la guerra se aproximaba, Lucía (y
Mery) se instalaron brevemente, representando a la SIA, en Perpiñán (enero de
1939), expulsada en febrero por el Prefecto de esta localidad se trasladaron a
París para continuar con la labor de SIA. La entrada de los alemanes en París
las expulsó hacia el sur y llegaron a Montauban a principios de 1940, a finales
de 1942 partieron de esta localidad hacia España por el riesgo de caer en manos
de la policía de Vichy o de los alemanes (Fontanillas y Martínez, 2014: 59).
Se instalaron en Madrid y se ganaron la vida en trabajos precarios,
Lucía estaba indocumentada (y así vivió durante diez años) y era Mery la que
daba la cara y entregaba el trabajo. Temiendo ser localizadas se trasladaron a
Valencia en 1944 y cuando Lucía logró tener documentación trabajó en empleos mejor
pagados. La soltería de ambas y el
mantenimiento de su compromiso afectivo y sexual fueron un desafío y un reto
cotidiano por la red de delatores e informadores policiales que velaban por la
aplicación de los principios morales del régimen. Pese a ello mantuvieron su
estilo de vida independiente con empleos remunerados.
Lucía nunca dejó de escribir versos,
en
sus últimos poemas hizo balance reconociendo sus fracasos: has jugado y perdiste: eso es la vida, pero a la vez afirmando la
exaltación de vivir y la entrega apasionada a un ideal: ganar o perder no importa nada/ lo que importa es poner en la
jugada/una fe jubilosa y encendida [10].
La
vida de Lucía, igual que la de miles de mujeres comprometidas en el bando
republicano, fue una lucha constante por negar la sumisión femenina a través de
sus ideas y su comportamiento. Su compromiso decidido con la revolución y la emancipación
femenina le llevó a ampliar los límites de lo posible y a soñar con otro mundo
posible. El franquismo fue un duro correctivo para estas mujeres y, aunque
mantuvo intacto su modo de vida, en si heterodoxo, la desesperanza debió hacer
dudar a Lucía de la existencia de ese otro mundo posible por el que tanto luchó
hasta su exilio, exterior primero e interior después. Quizás por eso, sobre su tumba, América mandó escribir: “Pero… ¿es
verdad que la esperanza ha muerto?”, primer verso de “Sonetos de la
desesperanza”.
[1] Arlette Farge (2008): Efusión y tormento. El relato de los cuerpos. Historia del pueblo en el siglo XVIII. Katz Editores, Madrid, p. 61.
[2]Laura Vicente (2005): “Teresa Claramunt. Des de l’altre banda de
la “perfecta casada”. La dona sotmesa al “tirano de blusa y alpargata”. Cercles,
Universitat de Barcelona, 8. Laura Vicente (2006): “Los inicios del feminismo
en el obrerismo catalán. Un folleto de Teresa Claramunt”. Arenal, 13.
[3] Laura
Vicente (2006): Teresa Claramunt. Pionera
del feminismo obrerista anarquista. Fundación Anselmo Lorenzo, Madrid, pp.
123-125. La obra fue estrenada en 1896.
[4] Federica Montseny (1938): “La mujer en la paz y en la guerra”, Conferencia celebrada en el
Centro de Mujeres Libres. Publicaciones Mujeres Libres, Barcelona, p. 12.
[5] Sobre esta revista es
interesante el libro de Dolors Marín i Silvestre y Salvador Palomar i Abadia
(2006): Els Montseny Mañé un lanboratori
de les idees. Publicacions de l’Arxiu Municipal de Reus, Reus. En la
revista colaboraron escritores como Dorado Montero, Unamuno, Giner de los Ríos,
Cossió, Azcárate, Benavente, Brossa o Clarín.
[6] Mary Nash (1975): “Dos
intelectuales anarquistas frente al problema de la mujer: Federica Montseny y
Lucía Sánchez Saornil”. Convivium, 44-45,
pags. 73-99, p. 74.
[7] Sobre
este tema ha escrito Dolors Marín (2010): Anarquistas.
Un siglo de movimiento libertario en España. Ariel, Madrid, pp. 212-213.
[8]
Lucía
Sánchez Saornil (2014): Poeta periodista
y fundadora de Mujeres Libres. Introducción y selección de Antonia
Fontanillas Borràs y Pau Martínez Muñóz. Madrid, La Malatesta, pp. 27-30.
[9]
Rosa Maria
Martin Casamitjana (1992): “Lucía Sánchez Saornil. De la vanguardia al olvido”.
DUODA, Revista d’Estudis Feministes, núm.
3, págs. 45-66, p. 48.
[10] Luz Sanfeliu Gimeno (2010): "Lucía
Sánchez Saornil; una vida y una obra alternativas a la sociedad de su
tiempo", en VV.AA.: Granada, treinta
años después: aquí y ahora. Granada. Edita Coordinadora Estatal de
Organizaciones Feministas, 2010, pp. 535-541. Consultado por internet, p. 6. http://www.feministas.org/IMG/pdf/Mesa_memoria_franquismo-_Lucia_Sanchez_Saornil.pdf
ResponderEliminarBuen artículo.
Gracias por traerlo.
Besos!!
Gracias a ti por tu constancia y tu presencia en este espacio.
EliminarBesos!!