El
termino postverdad está de moda, aparece en los medios de comunicación
continuamente. Ha sido el Oxford English
Dictionary quien lo ha definido: “denota circunstancias en que los hechos
objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que los
llamamientos a la emoción y a la creencia personal”.
Lo
que llamamos postverdad no es una novedad puesto que las emociones y creencias
han tenido siempre un papel muy relevante en política: el nacionalismo, el
revolucionarismo armado, el fascismo, la religión como arma política (hoy más
actual que nunca), entre otros movimientos, han actuado siempre sobre las
emociones convirtiendo las subjetividades en protagonistas de sucesos
históricos relevantes. Pero además, la postverdad ha constituido la “verdad” de
los regímenes totalitarios, el franquismo fue un ejemplo de que solo existía la
verdad que difundía el régimen, la represión y, por tanto, la falta de
libertades lo hacía creíble para la masa de población amedrentada y silenciosa,
la famosa “mayoría silenciosa” que hizo posible la muerte del Dictador en la
cama.
Sin
embargo en la actualidad hay novedades importantes sobre las que reflexionar: en
primer lugar la postverdad se ha instalado en sistemas democráticos con
abundantes medios de información entre los que destacan las redes sociales. En
segundo lugar la política institucionalizada tiene serias dificultades para
entender la importancia de dichas creencias y emociones, la postverdad está en
la capacidad que tienen algunos sectores políticos para presentarse como lo que
no son, prometiendo lo que no pueden hacer (por ejemplo Trump presentándose y
teniendo credibilidad como anti-sistema). En tercer lugar la incapacidad de la
izquierda para manejarse en este mundo de postverdades con lo que acaban
apuntándose a ellas (por ejemplo en Cataluña avalando que un 48% de votos
equivale a una “mayoría clara” por la independencia y pactando con la antigua
Convergencia ahora trasmutada en antisistema).
Malos
tiempos para la verdad y los hechos objetivos, malos tiempos para la lírica.
No conocía el término posverdad pero si su equivalente "política posfactual", no creo que el término vaya a menos, muy al contrario, cada día seremos más fáciles de engañar, lo estamos viendo en el día a día.
ResponderEliminarUn abrazo y felicidades.
No conocía el de política posfactual, en todo caso está claro que es fácil manipularnos a través de las emociones y que los hechos objetivos pasan a segundo término.
EliminarDecepcionante.
Un abrazo!!
Emilio Manuel, que entres en el 2017 con salud y armonía.
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ResponderEliminarPues no lo había leído/oído hasta ahora.
Pero no me resulta algo nuevo, sí actual y que seguramente, seguirá siéndolo...
Besos!!
Pues sí, tiene toda la pinta de que la cosa irá por aquí. Ya podemos prepararnos...
EliminarBesos!!
Pdt: quiero desearte una buenísima entrada en el 2017, gracias por seguirme en esta aventura del "pensar en el margen", tu presencia me confirma que hay alguien que lee mis palabras. Muacsssss