Este título, en plena campaña electoral en Cataluña,
puede hacer pensar que quiero hablar de ese tema. No es así. O lo es de manera
indirecta puesto que quiero hablar del ensayo de Hannah Arendt que lleva ese
título tan actual. Hoy no hablamos de verdad sino de postverdad para hacer
referencia a la constatación de que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión
pública que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal. La
postverdad está en la capacidad que tienen algunos sectores políticos para
presentarse como lo que no son, prometiendo lo que no pueden hacer.
Cuando en 1961 se celebró en Jerusalén el
juicio del nazi Adolf Eichmann, la revista The New Yorker escogió como enviada especial
a Hannah Arendt, exiliada en EUA. Se desplazó a Jerusalén y fue escribiendo
artículos sobre el juicio al miembro de las SS involucrado en la solución final. Estos reportajes fueron publicados en forma de libro (440 pág.) en 1963. Ya en aquellos años esta obra
provocó duras críticas y una fuerte animadversión contra ella. Eichmann no era una figura demoníaca sino más bien un funcionario
mediocre y obediente para quien Arendt acuñó la categoría de “banalidad del
mal”. Esta caracterización, sumada a sus acusaciones contra muchos consejos
judíos en campos y guetos por colaboracionismo con los propios nazis, generó
una formidable polémica en torno al libro de Arendt sobre el proceso de
Jerusalén.
La controversia causada por esta obra de Arendt
provocó la aparición del ensayo “Verdad y política” puesto que se utilizaron
una enorme cantidad de mentiras en dicha disputa.
En este ensayo Arendt señala la dificultad de que
verdad y política vayan de la mano, de hecho afirma que la mentira siempre ha
sido vista como una herramienta necesaria
y justificable (15) para la
actividad de los políticos, demagogos y hombres de Estado. Decir la verdad es arriesgado
y lo ha sido a lo largo de la historia.
La autora distingue entre la verdad racional
propia de las ciencias naturales, la verdad factual de las ciencias sociales y
la opinión propia de la colectividad humana. La facilidad con la que se
convierten las verdades factuales en opiniones pretende desdibujar la línea
divisoria entre ambas como si las personas fueran incapaces de aceptar la
persistencia de la verdad. Quizás, sospecha Arendt, puede ser inherente a la naturaleza del campo político el estar en
guerra con la verdad en todas sus formas (37); por este motivo el
compromiso con la verdad es considerado como una actitud antipolítica.
Arendt va más lejos
cuando afirma que lo opuesto de la verdad
factual no es el error, la ilusión o la opinión (…), sino la falsedad
deliberada o la mentira (55). En este sentido es importante la manipulación
masiva de los hechos y las opiniones, algo que es evidente, según Arendt, en la reescritura de la historia, el trabajo
de los creadores de imagen y la política gubernamental.
La última vuelta de
tuerca se da cuando el político embustero se cree su propia mentira, solo el autoengaño es capaz de crear una
apariencia de fiabilidad (63). Naciones enteras podrían terminar guiándose
por una red de engaños con la que sus líderes querían someter a los opositores.
La amenaza más peligrosa, entonces, vendría de los miembros del propio grupo
que pretendieran romper el hechizo e insistieran en hablar de hechos que no
encajaran con el engaño.
Pero los hechos (la verdad) son superiores al
poder, tienen una fuerza peculiar frente al poder, este no puede inventar un
sucedáneo viable de la verdad. La persuasión y la violencia pueden destruir la
verdad, pero no pueden reemplazarla. ¿Podemos seguir pensando con Arendt en esa
fuerza peculiar de la verdad?
En todo caso, esa convicción es lo que le lleva
a concluir su ensayo con estas palabras:
En términos conceptuales, es posible definir la verdad como aquello que no podemos cambiar; en términos metafóricos, es el terreno que pisamos y el cielo que se extiende sobre nuestras cabezas (80).
Finalmente
sí he hablado de la campaña electoral en Cataluña.
¡Sí, sí, sí, sí, sí, sí! Efectivamente. La realidad negada y ocultada acaba imponiéndose. "Los crudos y tozudos hechos", como dice Arendt, despliegan sus consecuencias sin más.
ResponderEliminarPero ¿cuál es el precio que la sociedad paga por el desdén, la negación de los hechos, el engaño y el autoengaño de los políticos deslumbrados por sus propias mentiras? Hannah Arendt da el ejemplo de la guerra de Vietnam, donde el propio gobierno norteamericano ignoró los informes de la CIA, obnubilado como estaba por el cliché de que EEUU era la "más poderosa potencia de la Tierra" y que el enemigo, el comunismo sino-soviético, había de ser derrotado en Vietnam. El supuesto enemigo, la supuesta conspiración, era objetivamente inexistente; China y la URSS estaban en pugna y la Indochina les importaba un pimiento. El gobierno norteamericano ignoró los riesgos reales, sus limitaciones en el terreno bélico. En aquel caso, el precio por negar los hechos fue muchos millones de muertos.
¿Qué precio habrá que pagar aquí? ¿Tendremos que llegar en Cataluña a la debacle, a la ruina económica?, sin que los políticos independentistas reconozcan sus errores de juicio... La ilusión de omnipotencia, las apelaciones al orgullo, la designación de enemigos imaginarios, el delirio paranoico de que "nos roban", "nos humillan", "nos expolian", toda esa bazofia no impedirá la debacle económica si Cataluña sale de la UE, si no puede exportar al resto de España ni a la UE, si las inversiones se van retirando ante la marea indepennihilista.
En el mejor de los casos, los políticos secesionistas sólo son cínicos que buscan votos. ¿En el mejor de los casos?: ¡qué triste! Toda esta vociferación suprematista y megalómana -que ocultan bajo un discurso victimista- tal vez ni siquiera pretenda conseguir la independencia, sino simplemente buscar el apoyo de un electorado narcisista y descerebrado, que les permite seguir atornillados a sus escaños y repartir prebendas y privilegios a diestra y siniestra. Si hubiera un mínimo de pensamiento crítico, su nivel de corrupción y su gestión lamentable de la cosa pública los expulsaría de sus escaños ipso facto. Pero estamos en el crepúsculo de la Galaxia Gutenberg. Y la Galaxia de la Red no da para tanto. El pensamiento crítico, ligado al libro, habrá sido un epifenómeno en la historia.
A.
Ya sabes cuanto compartimos de todo lo que expones en este comentario. Que la mentira se instale en la política, que se crean sus propias políticas, que levanten barreras nacionales entre la población sin pensar en las consecuencias, que ignoren sistemáticamente a la mitad de la población y tantas otras cosas, son tremendamente peligrosas y sin posibilidad de lograr nada positivo para los sectores más débiles de la población. Algo que me afecta profundamente desde hace cinco años (a mi, a ti y a muchas personas).
EliminarGracias por tu comentario y un fuerte abrazo.
Me parece que Arendt es una de la mentes más lúcidas del siglo XX desvelando los engaños y trampas del totalitarismo y de lo que se esconde detrás de las formas políticas de cualquier signo. Sin embargo, quizás no se atrevió a llegar hasta el final, su afán justamente redentorista y esperanzado le permite pensar que la verdad no puede ser suprimida del discurso, que sobrevive a cualquier causa por su propia fuerza interior. No estoy tan seguro, la verdad factual a veces se impone porque ya no vale la mentira anterior y hay que utilizar otra adaptada a a los nuevos tiempos. Una especie de proceso de desestalinización que no garantiza que la nueva verdad no sea una mentira más.
ResponderEliminarCreo que que en la generación de mentiras, de postverdades -muchas veces espúreas y mercantiles no puramente ideológicas- tiene mucho que ver el proceso de alineamiento de las personas en uno u otro bando. A los bandos les fortalece tanto el despliegue de las propias intenciones como las mentiras hipertrofiadas que se hace de los adversarios.
Un abrazo
Hoy más que nunca, dudo también de la idea de que la verdad tenga esa fuerza interior. Demasiadas pruebas de lo contrario como para confiar en ello. Demasiado claro lo que estoy viviendo en Cataluña como para pensar que la verdad acabará imponiéndose.
EliminarUn abrazo.
ResponderEliminarBesos!!
"No conocemos la realidad, sino la realidad sometida a nuestra manera de interrogarla" decía Heisenberg; y yo creo que es cierto... ahora bien, ¿por qué cosas o hechos, y cuánto está, esa nuestra manera de interrogarla inducida, determinada, instruida, pervertida, etc.?
ResponderEliminarNo se a quién le oí una frase que se me quedó, decía algo así: "Cuando un político dice sí quiere decir tal vez, cuando dice tal vez quiere decir no, y si dice no es que no es político"... es duro decirlo, pero sí, la política se ha transformado en el arte de mentir y en un eterno casting de captación de mentirosos que sirvan a la causa con la solemnidad obstentosa del engaño ejecutada en impecable protocolo de fajas y fajines corporales y mentales...
Feliz 2018... te deseo, a ti y a los tuyos, lo mejor de los mejor... sobre todo salud y bienestar.
Abrazo
Estoy relativamente de acuerdo con el relativismo de Heisenberg, la realidad existe, los hechos son comprobables, otra cosa es la lectura o interpretación de esos hechos, ahí si concuerdo con Heisenberg.
EliminarNunca he confiado en los políticos/as y apenas los he votado, mienten, manipulan y son capaces de llevarnos al abismo (ecológico, nacional, económico y no digamos social) sin sentirse responsables del desastre.
Feliz 2018 también para ti y los tuyos.
Un abrazo!!