Hay momentos en que una palabra que apenas era
relevante en nuestras vidas, pasa a serlo sin que sea el resultado de una
decisión personal. En mi caso esa palabra es identidad nacional. Como Amin
Maalouf[1], desconfío
de palabras que bajo una apariencia sencilla son traicioneras, identidad lo es puesto que su significado
es ambiguo.
La identidad personal es única e irreemplazable para
cada persona puesto que se va construyendo y transformando a lo largo de
nuestra existencia. En ese camino de construcción de nuestra identidad personal
influyen las circunstancias de nuestra vida y la relación con los demás. Como
identidad compleja no hay dos iguales y eso no tendría interés alguno para
definir a un colectivo puesto que habría puntos en común pero también múltiples
diferencias. Dada la imposibilidad de generar una identidad común en miles (o millones)
de personas, siempre habrá quien nos quiera convencer de que hay una identidad
primordial (superior a las demás), simplificando la complejidad de nuestra
identidad personal, para construir movimientos colectivos movidos
exclusivamente por esa única identidad (religiosa, nacional, étnica, lingüística,
de clase, etc.).
Soy partidaria de desconfiar de identidades
primordiales y responder siempre desde mi identidad compuesta (múltiple), el
resultado es el disgusto de quienes no están dispuestos a asumir dicha
complejidad y nos presionan para que elijamos la que consideran esencial y
superior a las otras. Negarse a elegir significa quedarse fuera de la “tribu”,
en esa “tierra de nadie” de la que hablaba hace unos días en este mismo espacio: "Cuando el nacionalismo pone las emociones en el centro del debate".
Siguiendo la recomendación de Maalouf resulta
instructivo hacer un “examen de identidad”, rebuscando en la memoria el mayor
número de componentes de mi identidad para combatir la tentación de simplificar
y revelar una sola para definirme. Por tanto, no rechazo las identidades
contradictorias que me sitúan en la frontera entre dos pertenencias enfrentadas
sino al contrario.
Vengo de una familia que es originaria del medio
rural aragonés, mi familia ha sido pobre, sin tierras en propiedad o con
pequeños corros de tierra para la subsistencia. Católicos de religión y de
cultura, algunos de ellos participaron del anticlericalismo del siglo XIX,
principios del XX por el posicionamiento de la Iglesia en favor de los más
ricos. El ateísmo de una parte de la familia (la masculina) ha convivido, de
mejor o peor manera, con la religiosidad de la parte femenina. Aunque
minoritaria, una parte de las mujeres de la familia (por cierto, me llamo Laura
por dos de ellas) mostró signos de rebelión ya en la ciudad (Zaragoza) con un
resultado más bien negativo puesto que los estereotipos de género y el
franquismo cerraron en seco dichos atrevimientos. Pese a ello la semilla persistió
y mi madre estaba convencida de la necesidad de que yo estudiara y pudiera
acceder a la autonomía económica, esa habitación
propia de la que hablaba Virginia Woolf y a quien mi madre nunca ha leído.
Formar parte de una comunidad católica me une a todos
los católicos que hay en el mundo, ser atea por elección personal me une a otra
comunidad no menos internacional. Nacer en España determina mi nacionalidad y
mi lengua, otro elemento que me ha unido a millones de castellanohablantes en
todo el mundo y a compartir una rica cultura que adopta formas literarias,
artísticas, de costumbres, culinarias, etc., muy variadas.
Nací en un barrio obrero de Zaragoza en el que
compartí juegos en la calle con niños y niñas que eran hijos/as, como yo misma,
de obreros de la construcción, del metal (como mi padre) o de otras ramas
productivas y de trabajadoras en casa (como mi madre que era modista) o fuera
de casa para poder hacer frente a una vida difícil y dura para quienes
dependían de un salario. En mi barrio forjé un carácter rebelde, batallador,
orgulloso e independiente que me ha ayudado mucho a lo largo de mi vida, además
siempre me he considerado dentro de la clase trabajadora aunque mi trabajo como
profesora de secundaria me ha situado más cerca de la clase media que de la clase
obrera de la que procedo.
La obstinación de mi madre me llevó al instituto de
secundaria primero y luego a la Universidad (fui la primera persona de mi
amplia familia que accedió a los estudios superiores) y allí se abrió para mí
un mundo de lucha estudiantil en plena etapa de Transición Democrática tras la
muerte de Franco (1975). En la Universidad descubrí mi auténtica pasión: la
investigación histórica, pero mi rebeldía me llevó a descartar quedarme en la Universidad
y preparar unas difíciles oposiciones que al ganarlas cambiaron mi residencia a
Cataluña.
Mi llegada a Cataluña no fue fácil, ni feliz, dejé unos
espacios de sociabilidad bien constituidos y tan sólidos que aun los conservó en parte. En Zaragoza deje un grupo de amistades, mi familia, mi pareja, un
espacio político dentro del mundo libertario vinculado a la ecología y el
feminismo y un espacio físico (mi barrio y mi ciudad) en el que me sentía
cómoda. En Cataluña solo tenía el trabajo, mi autonomía económica tan deseada.
El traslado de mi pareja tres años después de
instalarme en Cataluña, la enseñanza de la historia que siempre me ha gustado y
la lectura de la Tesis Doctoral junto con su publicación dieron lugar a una
cierta acomodación al nuevo espacio. Allí encontré algunas amistades, unos
referentes culturales entre los que destacaba una nueva lengua, encontré
acomodo dentro de los espacios de protesta libertarios y tuve dos hijos que
ayudaron a arraigarme a Cataluña. Fui partidaria de que mis hijos se integraran
en su lugar de nacimiento y hablaran las dos lenguas con igual soltura, yo
misma lo hice y pude dar las clases en ambas lenguas con parecida solvencia.
Nunca me integré en la cultura folclórica catalana porque no me llamó la
atención, igual que no lo hice en Zaragoza, pero sí lo hicieron mis hijos.
¿Más detalles sobre mi identidad? No quiero hacer
largo este texto, solo añadiré que nunca me planteé con seriedad marcharme de
Cataluña y volver a Aragón. Mi pareja encontró, tras diversos intentos, un
trabajo que le gustó y mis hijos iban creciendo arraigados a su ciudad de
nacimiento.
Desde hace cinco años, se ha despertado a mi
alrededor un afán por destacar una sola pertenencia que ha invadido la
identidad entera de gentes muy cercanas a mí (amistades, compañeros/as de
trabajo, el ámbito libertario…). He observado con sorpresa y aprensión como los
que comparten esa identidad esencial se sienten solidarios, se agrupan, se
movilizan, se dan ánimos entre sí y arremeten contra “los otros”. He sufrido
con estupor como se ha construido un “nosotros” que recuerdan con precisión
agravios, incluso históricos, y un “los otros” que se perciben como extraños y
peligrosos. En definitiva he visto crecer la peligrosa concepción tribal de la
identidad nacional catalana. La principal virtud del nacionalismo (español o
catalán) es hallar para cada problema un culpable antes que una solución y así
hemos llegado a la confrontación de la DUI y el 155.
Yo (y otros “yoes”) que nos hemos mantenido en
nuestras identidades complejas no tenemos espacio (o se nos ha reducido mucho)
en esta confrontación de identidades primordiales encerradas en su papel de víctimas
y en su mentalidad de agredidos/as.
El resultado de esta situación es mi incomodidad y
disgusto por vivir en este espacio físico que me agobia y me acerca a la
amargura, la resignación, la pasividad, el miedo. Toda la vida soñando con la
utopía y me tropiezo con una retroutopía nacionalista que se acerca a la nada
en el sentido de la emancipación de los más desfavorecidos. Y pese a todo me
revuelvo y me rebelo contra la tentación de la desesperanza sin ser capaz, hoy,
de ver el camino.
[1] Es magnífico cuando un libro te da claves para entender lo que ocurre a tu alrededor, esta reflexión está inspirada y recoge ideas de Amin Maalouf (2016, traducción
1999, escrito en 1998): Identidades
asesinas. Alianza Editorial, Madrid.
Magnífica reflexión, Laura. Desde tu emotivo recuerdo de las raíces de tu identidad personal te afirmas en el rechazo a esas identidades colectivas tan peligrosas. Sabemos a lo que han llevado tantas veces esas llamadas uniformizadoras a la colectividad. Por eso nos produce tanta tristeza y desasosiego contemplar cómo se está repitiendo el peligroso fenómeno a nuestro alrededor.
ResponderEliminarParece increíble que no aprendamos, que repitamos actitudes y comportamientos y pensemos que no tienen relación con lo sucedido en épocas anteriores aunque conozcamos los hechos. Pensaba que todo era más fácil, que el conocimiento impedía repetir lo ya sucedido (sino de forma idéntica, parecida), pero no es así y eso me inquieta y mucho.
EliminarLamento que te sientas en tu casa como si fueras ajena, algo que le ocurre a mi sobrino que igualmente vive en Barcelona, solo que él tiene la juventud y no las cargas familiares ni el arraigo de los años, que les pueden pesar a otras personas, el puede venirse a su ciudad e intentar empezar de nuevo, todavía no ha pasado ni un tercio de la vida de un ser humano.
ResponderEliminarLo peor de todo esto es enfrentar identidades, enfrentamiento que han llevado a sacar del hombre lo peor de si mismo, ejemplos y próximos están ahí, basta leer la hemeroteca o la historia, ¿que puede salir de este enfrentamiento?, desde luego en un primer momento puede parecer que hay algún ganador, a medio largo plazo, todos perdemos.
Me acabo de hacer con el libro de Maalouf, autor del que he leído varios de sus libros, pero este no, ya lo he metido en el ebook.
Un abrazo con un deseo, que vuelvan todas las aguas al redil.
Lo siento por tu sobrino, aunque es cierto que la juventud facilita la marcha, es una experiencia desagradable para alguien que podía considerar el quedarse.
EliminarCuando las multitudes adoptan una única identidad, encontraran una reacción en otra identidad exclusiva tarde o temprano como ha ocurrido aquí. Ha costado cinco años, pero se ha producido esa reacción y no volverá a silenciarse.
No sé cómo acabará todo esto, pero te doy la razón en que es posible que todos/as perdamos.
Espero que te guste el libro. Un abrazo.
ResponderEliminarCreo en la libertad para elegir un cuarto colectivo en el que participar pero por encima de todo creo en la libertad y el respeto para/por (luchar por) tener una habitación propia por encima del cuarto colectivo.
Besos!!
EliminarPD: Eso que algun@s llaman 'autodeterminación personal'... en cada momento y lugar.
¿Un cuarto colectivo? Me he perdido, no sé por donde vas.
EliminarLa libertad es clave para cualquier actividad humana desde mi perspectiva. Lo de autodeterminación personal no me convence, me gusta más autonomía e incluso empoderamiento... o como dice Emma Goldman: emancipación interna.
Besos.
a mí no hi ha ningú que em foti fora d'on visc a gust...(de moment)
ResponderEliminarI estic completament d'acord i enténc a Laura
ResponderEliminarSegur que no et fan fora, el meu problema és que jo no visc a gust aquí. Jo també entenc la teva posició.
EliminarUnas sugerentes y bien escritas notas autobiográficas. Gracias por compartir tu experiencia vital
ResponderEliminarGracias Félix.
EliminarTras ese recorrido personal tan bien trazado y expuesto solo me queda desearte mucha suerte. Sé que ha sido duro el camino y que ahora la situación se ha vuelto dificil para las mentes libres pero precisamente por ello la cordura es más necesaria y se debe guardar en un lugar seguro escondida de la voracidad de las mesnadas.
ResponderEliminarCordura y suerte. Buenas recomendaciones (aunque no siempre sea capaz de seguirlas, bueno, la suerte no depende tanto de mi).
EliminarGracias por tus palabras de ánimo.
Laura no te conozco pero parece que has escrito mi biografía. Mi vida es calcada, mi madre y mi familia como la tuya. Una diferencia es q yo vine a Barcelona a estudiar y ya me quedé.
ResponderEliminarEn la actualidad me invade el mismo vacío que a ti y la misma nostalgia.
Saludos.
Mar, me alegra encontrar almas gemelas, aunque no me gusta encontrarte en ese vacío que han creado para más de la mitad de la población catalana. Una pena.
EliminarSaludos.
Laura, sé lo difícil que es para ti exponer tus circunstancias más personales, eso me da una idea de los momentos tan duros que habrás vivido, o vivirás aún. Por eso tus palabras, siempre sabiamente escogidas, tienen ese valor añadido.
ResponderEliminarLos libros siempre amplían nuestro campo visual sobre la realidad, algo del todo necesario... y en estos momentos que vivimos, ni te cuento.
Cuídate!!
Me resulta muy difícil hablar de mi vida, sin embargo lo he creído necesario (igual me he equivocado, los momentos son duros y estresantes) para explicarme mejor y para entenderme a mi misma.
EliminarLos libros me salvan, son siempre un asidero a la realidad.
Gracias, un abrazo.