Un libro lleva a otro y este a otro más y así se va
construyendo una cadena de muchos eslabones que ayudan a pensar y a definir con
fineza las ideas y las emociones.
En los últimos textos he ido tejiendo una red de consideraciones
sobre el nacionalismo que muestran, a la vez que mi manera de ver el
nacionalismo catalán, las lecturas que me han proporcionado el hilo para tejer
dicha red. Aunque reflexiones y lecturas se remontan mucho más lejos, como se
puede comprobar en la etiqueta de nacionalismo de este blog, algunos de los
últimos son: Timothy Snyder, Albert Camus, Tony Judt, Víctor Klemperer, Noam
Chomsky, Amin Maalouf y, por último, Isaiah Berlin.
Que Berlin[1] sea
un hombre con pluralismo de identidades y en la introducción, Ángel Rivero,
haga en su nombre un “examen de identidad” (p. 10) como tuve el atrevimiento de
hacer yo misma en el texto “Identidad(es)”, resulta una de esas causalidades
(que no casualidades) que siempre me sorprenden. Dice Berlin:
(…) el pluralismo (…) me parece un ideal más verdadero y más humano (…). Es más verdadero porque (…) reconoce el hecho de que los fines humanos son múltiples, son en parte inconmensurables y están permanentemente en conflicto (…). Es más humano porque no priva a los hombres (…) de aquello que se les ha hecho indispensable para su vida.
En cambio, la identidad primordial alimenta una
verdad única que destruye a las personas concretas para superar el pluralismo
de sus valores, creencias y fines. El nacionalismo es una de las ideologías, no
la única (también las religiones o el comunismo), interesada en uniformizar y
desterrar las identidades plurales que son líneas que fracturan la verdad
monolítica de la “unión sagrada” de la nación, llamando al sacrificio de la
pluralidad en aras de un ideal abstracto (nación, dios, utopía comunista).
En “Dos conceptos de libertad”, Berlin hace una
reflexión interesante sobre la libertad, diferenciando libertad “negativa” de
libertad “positiva”. La primera hace referencia a la ausencia de obstáculos
(creados por el ser humano) a la acción de las personas. Una tendrá más o menos
libertad en función de la ausencia de tales obstáculos. La libertad “positiva”
hace referencia al ejercicio del poder político, a quién manda, quién es el
jefe. Soy más libre, en este sentido, si no tengo que obedecer a otra persona.
La primera está en la base de las instituciones liberales (democráticas) con la
perversión del liberalismo económico y de la explotación extensiva que se dio
desde el siglo XIX en los países industrializados y desde el colonialismo hasta
la actualidad en el mundo pobre. La segunda está en la base de la mayor parte
de los despotismos.
Berlin considera que es la libertad negativa la que
ha tenido un rendimiento histórico más fructífero. Se esté de acuerdo con él o
no, resulta interesante comprobar cómo el debate sobre la libertad y sus muchas
lecturas es importante para no caer en mitificaciones como la que el nacionalismo
catalán ha llevado a cabo en los últimos cinco años.
Esta reflexión de Berlin sobre la libertad me ha
permitido comprender algunos aspectos importantes del proceso que ha
protagonizado el nacionalismo catalán:
1º Que la impotencia para alcanzar un fin, no indica
falta de libertad política como el nacionalismo (y el “exiliado” Puigdemont
desde Bruselas) repite hasta la saciedad. Solo se carece de libertad política
cuando son seres humanos los que me impiden alcanzar un fin. El nacionalismo
catalán se empeña en no reconocer, y en mentir, respecto a un hecho
repetidamente demostrado: que no cuenta ni siquiera con el 50% de la población
catalana para su proyecto.
2º Que si mi libertad (o la de mi nación), depende
de la imposición sobre la mayoría o provoca miseria económica para los sectores
más desfavorecidos de la sociedad catalana, el sistema que promueve esto es
injusto e inmoral. Por mucho que una parte importante de la población esté
dispuesta al sacrificio en aras de un ideal abstracto como es la nación.
3º Hay nacionalistas de izquierda como la CUP que
caen en una aberrante paradoja: parten de la afirmación de que el nacionalismo
que propugna la independencia es bueno para la “clase obrera” o “clases
populares” (ambos conceptos acostumbran a utilizar), aunque dichos sectores no
lo sepan. De su conocimiento superior concluyen que actúan en nombre de dichos
sectores populares como si ellos mismos lo hubieran elegido aunque no lo hayan
hecho de forma consciente (e incluso demuestren –a través del voto y de
manifestaciones- que han elegido permanecer unidos al resto de España). Esta
monstruosa suplantación consiste en hacer equivalentes lo que las “clases
populares” habrían elegido si fueran alguien que no son, o al menos no son
todavía, con lo que esos sectores populares de hecho buscan y eligen.
El concepto libertad, o democracia, está en boca de
todos/as, su abuso por parte de los nacionalismos resulta peligroso,
especialmente si se produce un enfrentamiento de identidades únicas que reducen
el espacio de la política (no hago referencia a la política institucional, sino
a la política entendida como res publica)
en aras de las creencias irreductibles.
[1] El libro que inspira esta
reflexión es: Isaiah Berlin (1958, 2014): Dos
conceptos de libertad. El fin justifica los medios. Mi trayectoria intelectual.
Alianza, Madrid.
Cuando un simple mensaje "España nos roba" es más fácil que la lectura de un libro no se podrá dar ninguna solución, ni convencer a nadie que ya ha sido incluido en la cadena desde su niñez. Lo que me gustaría saber, es lo que se va a hacer en el caso de que los independentistas ganen por mayoría, todavía no he escuchado que ocurriría en el caso de que gane esa opción, aunque me lo imagino y no sería bueno ni para Cataluña ni para los demócratas.
ResponderEliminarSaludo
También a mi me preocupa por diversos motivos, no me gustaría nada que se siguiera aplicando el 155 si ganas los independentistas, aun cuando sigan dando la tabarra y no gobiernen, que ya es gordo con los problemas que hay aquí.
EliminarSaludos.
Considero que eres una persona honesta intelectualmente, armada con una buena coraza de argumentos. pero hay algo que no.
ResponderEliminarTe agradezco tus palabras, pero de la misma manera me gustaría saber ese "hay algo que no", respetando que no quieras hacerlo. Comprende que para mi el debate y el libre pensar, serán siempre relevantes.
EliminarBerlin incide en el mismo aspecto que incide Tony Judt y es la importancia del pluralismo frente a cualquier idea totalitaria, es decir de las que quieren ocupar toda la realidad sin dejar espacio a otras ideas. El nacionalismo no es si no una de tantas ideas totalitarias porque jugando con las emociones no tienen cabida emociones diferentes. Es decir, el nacionalismo funciona como una religión donde la apostasía es pecaminosa y el ateísmo sacrílego.
ResponderEliminarUn abrazo
El enemigo del pluralismo es la creencia de que hay una única armonía de las verdades en la que todo, si es cierto, al final encajará. La consecuencia es que aquel que sabe debe mandar sobre los que no saben. Es también la base del fanatismo y, por tanto, del totalitarismo, de cualquier totalitarismo. Como bien dices el nacionalismo, "en su condición inflamada" que dice Berlin, es una de tantas ideas totalitarias, eso sí, ha sembrado el mundo de horrores inimaginables. Es la antítesis del pluralismo.
EliminarUn abrazo.
El nacionalismo es profundamente beligerante con los disidentes hacia su ideario identitario y político, solo hace falta repasar un poco de historia para comprobarlo.
ResponderEliminarLa democracia, siendo un sistema imperfecto (de los “menos malos” si se quiere), ha sido mucho más tolerante con quienes la cuestionan.
No conozco un nacionalismo democrático, eso sería un amorfismo.
Y hablo de democracia, no de los políticos que nos gobiernan a un lado y al otro.
Abrazos, Laura.
El nacionalismo, "en su condición inflamada", es decir: mi nación es mejor, superior y con derecho a cumplir con su "misión", es siempre beligerante como bien dices. En lo demás coincidimos plenamente (conservo cierta esperanza en que es posible otro tipo de democracia sin los vicios de la actual y más vinculada a las personas).
EliminarAbrazos!!
ResponderEliminarBesos.
:)) besos...
EliminarNo hace mucho, un amigo de Navarra nos decia que si se vivia en euskalherria, zona de lengua vasca segun el, y venia un inmigrante a vivir, tendria que aprender la lengua por obligacion porque esta es la cultura de aqui. Posteriormente lei cómo en otros lugares los hijos de los inmigrantes van perdiendo el dominio de la lengua de sus padres por esta politica de priorizar unas lenguas sobre otras. La conclusion de esto es solo una: el desarraigo de la gente mas humilde, la que se ve en la obligacion de cambiar de pais como nos paso a los españoles en la epoca del desarrollismo de franco, cuando el desarraigo de tante gente se dio en el trasvase del campo a la ciudad, el vacio de tantas regiones españolas, el envejecimiento de la poblacion, el exceso de gente en grandes ciudades, etc. Ya no se si es un nacionalismo o directamente una forma muy jodida de ser. Siempre digo que un catalan o un vasco pueden ser algo diferente al resto de los españoles, como yo no soy igual a mi vecino del tercer piso, pero coño, es que no hay cosa mas parecida entre unos y otros, asi de sencillo. Podia pegarme escribiendo mas que la biblia de todas las cosas que veo a mi alrededor, pero siempre es fanatismo en estos casos
ResponderEliminarCoincido contigo en que el nacionalismo convertido en identidad primordial siempre perjudica a los más débiles, a los humildes, personas que tienen menos recursos y posibilidades para adaptarse a las normas que impone el Estado-nación. El fracaso escolar de los castellano parlantes es un hecho fácil de observar en Cataluña, un dato que tiene la Generalitat y nunca ha proporcionado, coincide además que los pobres en Cataluña son castellano parlantes también... Nadie en la izquierda ha cuestionado un modelo lingüístico aplicado a la enseñanza que no existe en ningún país del mundo. La ONU recomienda que se aprenda en lengua materna, concepto que no existe en Cataluña donde se impone la idea de aprender en la lengua del territorio, elemento que se sobrepone al más humano y lógico de la lengua materna.
EliminarEn fin, un tema que da mucho de sí...