Hay que disociar una salvadora riqueza de diferencias de la larga crónica de aborrecimientos
mutuos.
GEORGE STEINER
Las historiadoras Soledad Bengoechea y María-Cruz
Santos afirmaban en un reciente artículo que tenemos mala memoria y que hace
años que el huevo de la serpiente se ha vuelto a implantar con timidez en este
continente. En los últimos años se han agudizado las desigualdades y las clases
trabajadoras no tienen un proyecto ilusionante, tras la caída del comunismo y
la desarticulación de la izquierda, para combatir las graves consecuencias de
la crisis económica actual incentivada por el neoliberalismo.
A ello deberíamos añadir que la historia, o se ha
convertido como dice G. Steiner en ese
gran museo de los pasados sueños[1],
o en materia de manipulación al servicio del nacionalismo, con lo que casi nadie
parece conocer que estamos transitando por un camino que nos puede conducir de
nuevo al abismo.
Steiner afirma que Europa se suicidó al matar a sus judíos[2].
La destrucción de seis millones de judíos europeos, la destrucción del mundo de
Mahler, Alban Berg, Hofmannsthal, Broch, Kafka, Celan, Karl Kraus, Walter
Benjamin, fue la destrucción del espíritu
europeo, de la idea de Europa. Con la pérdida de dicho espíritu no quedó nada de Europa excepto una entidad sin cultura,
sin alma, puramente geográfica, económica. La Europa de los banqueros, de la
troika, que conocemos hoy.
Una Europa en la que la extrema derecha, presente en
numerosos parlamentos europeos, extiende la idea de que la UE quita soberanía a
los países miembros, especialmente el control de las fronteras y la libre
circulación de trabajadores/as de la UE. En sus discursos las posiciones más
ultras defienden ideas y propuestas nacionalistas radicales y xenófobas con
total descaro al haberse olvidado del tejido social europeo que dichas
posiciones provocaron la muerte de 100 millones de europeos/as entre 1914 y
1945.
La extrema derecha tiene un apoyo interclasista con
una destacada incidencia entre las clases trabajadoras descontentas,
empobrecidas y aterrorizadas por diversas amenazas obscenamente incrementadas y
manipuladas por los medios de comunicación (un reflejo de ello fue el resultado
electoral en Gran Bretaña favorable a la salida de la UE). La escalada de
posiciones en los parlamentos europeos de partidos ultras (neonazis,
neofascistas, racistas, antiinmigrantes, hipernacionalistas, antieuropeístas,
casi siempre islamófobos e incluso violentos) ya no sorprende a nadie por lo
generalizado que resulta. Han crecido en Noruega, Finlandia, Dinamarca, Bulgaria, Hungría, Austria, Holanda, Bélgica, Francia, Polonia… La deriva
autoritaria ha seducido también a otros partidos que desde el poder, sin ser de
extrema derecha, están aplicando medidas que son parecidas[3].
Europa tiene una gran riqueza lingüística, cultural
y social que ha construido, a lo largo de su historia, un pródigo mosaico que con frecuencia convierte una distancia trivial, una
separación de veinte kilómetros, en una división entre mundos[4].
Así fue en la primera mitad del siglo XX y el saldo de personas que pagaron con
la vida fue muy elevado. Si Europa sigue el camino del nacionalismo, convertido en una religión; una religión secular
cuyo dios es la nación[5],
no es improbable que, al igual que en el periodo de entreguerras el fascismo llevó esa idolatría al más
alto nivel hasta ahora conocido, podamos seguir una senda parecida de la mano
de la extrema derecha en el siglo XXI
¿Sabremos reconducir la situación y salvar la riqueza
de diferencias de la larga crónica de aborrecimientos mutuos[6]?
¿Seremos capaces de no mirar hacia otro lado y articular una alternativa de
emancipación y de humanismo secular?
[3] Soledad Bengoechea y María-Cruz Santos, La deriva europea. Dues historiadores
repassen la presència de la ultradreta als parlaments europeu. 21-07-2016. https://directa.cat/actualitat/deriva-autoritaria-europea
[5] Josep R. Llobera (1996): El dios de la modernidad. El desarrollo del nacionalismo en Europa
occidental. Anagrama, Barcelona, p. 197.
La idea de una UE era romántica, perdido aquel romanticismo vamos directos a la nada o mejor dicho a menos que nada, algunos van a tratar de destruir al vecino para crear una zona de nadie para que no puedan entrar los "indeseables" emigrantes.
ResponderEliminarSaludos
De momento, Europa lleva 61 años sin guerra (perdón, hubo la importante guerra de la antigua Yugoslavia, terrorífica) y se ha producido una grave crisis y no se ha enfrentado con guerras como era habitual, especialmente en el siglo XX.
EliminarEl nacionalismo de extrema derecha arremete contra los inmigrantes pero no solo contra ellos, el lema es porqué tenemos que cargar con los (países) pobres, porqué ayudarlos, porqué la solidaridad. En España más de lo mismo con el famoso lema catalán de España nos roba, si Cataluña es rica porqué cargar con el sur pobre, etc, etc. El mismo criterio del neoliberalismo para recortar a los pobres (si son pobres por algo será, los ricos, porqué cargar con ellos...). Esta es la esencia del neoliberalismo sumado al nacionalismo. La pena es que hay una izquierda desorientada que no lo ve... en fin, no quiero alargarme.
Saludos!!
ResponderEliminarDa miedo...
Besos!!
Mucho, sobre todo porque me parece que la gente no es consciente, mira para otro lado, los mas media les empujan a temer falsas amenazas (yihadismo, inmigrantes...). Un asquito.
EliminarBesos!!