La abstención en las elecciones es una de las maneras
de mostrar el desacuerdo con el sistema político que provoca una unánime
condena por parte de todo el arco político. En las últimas convocatorias
electorales, las personas más entusiastas con las posibilidades de un supuesto
cambio político, se han mostrado especialmente agresivas con quienes se
mantienen en la abstención. Poco importa que quienes se abstienen de votar,
sean activistas, utilicen cualquiera de los otros derechos políticos que hacen
a alguien ciudadano/a (derecho de asociación, manifestación, libertad de
expresión, etc), da igual, cometen el pecado de no andar camino de la urna y
depositar el sacralizado voto que da derecho después a opinar y criticar. Si no
votas, no te quejes, si no votas, cállate para siempre, exclusión por
incumplimiento de las obligaciones cívicas.
Este es el motivo por el que un librito de 13/9 cm
escrito por José Manuel Naredo, y que lleva por título el de este texto, me
llamó la atención cuando paseaba por una de mis librerías preferidas en Zaragoza, La Pantera Rosa.
¿Quién se atrevía a cometer tal pecado y proponer la abstención como propuesta? Tras hojearlo
brevemente decidí llevarlo conmigo y de vuelta a Barcelona lo leí con
tranquilidad en el vagón silencioso del AVE. Pese a su brevedad, me parece una
invitación lo suficientemente interesante como para mezclar mis palabras con
las de Naredo para exponer su propuesta de abstención y luego pensar en algunos
aspectos que han emergido con el movimiento 15-M y con aquellos partidos que como
Podemos y las confluencias que han
patrimonializado una multitud rebelde a la que han disciplinado y controlado (o eso parece). De
hecho, como ya señalé en “Apoliticismo desde el margen”, estas organizaciones son instituciones traductoras, puesto que su capacidad de negociación está
basada en traducir su control respecto a los movimientos de los que proceden.
El librito de Naredo está editado en 2014 y su
propuesta de abstención se refería a las elecciones europeas que se celebraron
en mayo de dicho año.
Diagnóstico político
Dice Naredo que estamos en un cambio de fase o de
era política porque no se trata de cambiar un partido político por otro sino el
sistema que sostiene el actual neocaciquismo
democrático del que han sido instrumento y parte los partidos políticos que
participaron y urdieron la “transición política”, incluida IU. Denomina a tal
sistema como neocaciquismo porque los
gobiernos se han comportado como administradores al servicio de lobbies y
corporaciones privadas, y no como representantes de la ciudadanía.
Desde mi punto de vista el hecho de que el actual
sistema político provenga de la “transición” en nada influye respecto a que los
gobiernos españoles se comporten como administradores del capitalismo. Como
señala Owen Jones en Chavs.
La demonización de la clase obrera, la política se convirtió en Gran
Bretaña, desde la etapa de gobierno
conservador de M. Thatcher en la década de 1980, en el coto cerrado de
los ricos y sus apologistas políticos que impulsan la idea de que los de abajo
merecen su suerte. Tanto el thatcherismo como
el neolaborismo, a partir de Tony Blair, promovieron un áspero individualismo que afectó
negativamente a la solidaridad colectiva de las antiguas comunidades de
trabajadores. La izquierda
no supo detener la deriva individualista y las preocupaciones particulares e
identitarias que sustituyeron a los propósitos sociales comunes; la política
sin idealismo se convirtió en una forma de contabilidad social: la
administración de cosas y personas. Este proceso, por tanto, es general y
afecta a todos los sistemas democráticos. Es cierto que en España hay lastres
como el de la corrupción que vienen condicionando la política desde el siglo
XIX y que convierten esa contabilidad social en un fondo de beneficios para sus
gestores políticos a diferencia de otros países de más larga trayectoria
democrática y con una corrupción menor.
Afirma Naredo que la crisis económica actual ha
permitido recortar derechos que antes eran universales para limitarlos a
quienes pueden pagar por ellos (apoyo judicial, sanidad, educación etc.) o
libertades (ley mordaza, etc.), y que por ello es necesario un proceso que
establezca un nuevo marco institucional que ayude a desplazar el poder y el
control de la toma de decisiones de los partidos políticos hacia la ciudadanía.
Para que esto ocurra tiene que ser un objetivo
ampliamente sentido por la población y apoyarse en una plataforma de movimientos sociales que tuviera como meta dicho
saneamiento político. Estos requisitos, según Naredo, no se dan en 2014, mucho
menos en 2016, pese a que el 15-M había impulsado el proceso deslegitimador y
una revitalización de la democracia desde la base.
Coincido con Naredo en que el objetivo es el
desplazamiento de las tomas de decisiones
hacia la ciudadanía, pero desde que él escribió este diagnóstico político hace
casi dos años, los movimientos sociales han retrocedido y la rebeldía del 15M ha
constituido la fuente de influencia de los nuevos partidos (Podemos y confluencias), que como auténticos parásitos de la rebeldía espontánea han transformado ese caudal en votos y en poder dentro de las
instituciones, desmovilizando a la ciudadanía o integrándola en dichas
instituciones.
Objetivos
Advertía Naredo que si el movimiento se consideraba como mera plataforma para la acción frente
a las agresiones del sistema (…) está abocada a trabajar para partidos
políticos existentes o a formar otros nuevos. Si así ocurría, la política
electoral del movimiento conduciría a pedir el voto para los partidos a los que
implícitamente serviría. Describe Naredo con acierto la situación actual,
puesto que los movimientos sociales no han sido capaces de construir una
estrategia y unos objetivos propios. Para cambiar el modelo de Estado hacia una
democracia más real (más participativa y solidaria) había que hacer uso del
mecanismo electoral para conseguir la mayoría suficiente que permitiera abrir
un proceso constituyente. Como Naredo daba por hecho que no era factible lograr
dicha mayoría era necesario posibilitarla forzando
el proceso deslegitimador del status quo que impulsando movimientos sociales
fuertes y coordinados en una amplia plataforma electoral consiguieran dicha
mayoría.
Es cierto que las plataformas electorales se han
formado, en este sentido las propuestas son múltiples y fragmentadas
territorialmente, pero los movimientos
sociales fuertes se han ido perdido por el camino. Auguraba acertadamente Naredo
que si no se construían esas plataformas sociales con objetivos y estrategias
propias, la creación de partidos, y, añado yo, confluencias varias, antes de reforzar la mencionada plataforma
de movimientos sociales, sería como poner al carro delante de los bueyes, al
desactivarla derivando activistas y esfuerzos hacia los actuales teatros
electorales y parlamentarios.
Naredo considera que hay un objetivo común (¿al
99%?) que es establecer ese marco institucional más propicio a buenas prácticas
acordes con una democracia más transparente y participativa. Un objetivo que me
parece ingenuo puesto que pretende que es posible dentro del sistema
capitalista actual un gobierno que no actúe con opacidad y teniendo en cuenta a
la ciudadanía, que impulse el debate en los órganos deliberativos del Estado y
que incentive las iniciativas ciudadanas de participación, control y legislación. Tras lo ocurrido en
Grecia con Syriza, cuando ganó las elecciones y pudo formar Gobierno en enero
de 2015, me parece que, como recientemente ha señalado Varoufakis, se puede
llegar al gobierno pero no al poder y mucho menos si fuera de las instituciones
no existe un movimiento social potente que posibilite políticas valientes que
se enfrenten a la troika europea y al boicot de los poderes económicos.
Abstención
como protesta
La abstención que plantea Naredo es coyuntural, o
táctica como dice Carolina Bescansa, claro que según esta diputada de Podemos,
las tácticas no son políticas, solo lo son las estrategias (no he podido evitar
el chascarrillo y la insustancialidad de las declaraciones de la diputada de
Podemos). Volviendo a Naredo, la propuesta de abstención tendría como finalidad
socavar la credibilidad del sistema y
hacer que la ciudadanía despierte tomando
conciencia de su fuerza y de fortalecer el propio movimiento social.
La abstención activa tiene un contenido de
rechazo al sistema político, una forma de decir “no” al sistema subrayando la
necesidad de reformarlo para establecer un sistema nuevo que propiciara las
buenas prácticas políticas. La abstención podría tener una influencia
preelectoral ya que los partidos para animar a los votantes tendrían que
incluir entre sus programas y promesas algunas de las exigencias de la campaña
abstencionista. En segundo lugar tendría una influencia cierta sobre los
potenciales votantes, al incentivar su sentido crítico sobre los males del
sistema político y sobre los partidos que más han contribuido a
alimentarlos. Además, la abstención evidenciaría el triunfo del “no” en este
hipotético “referéndum antisistema
político” y ayudaría a consolidar y reforzar el propio movimiento social.
La abstención puede considerarse como un acto de desobediencia civil consciente
al desobedecer al sistema cuando busca ser refrendado por el voto.
En conclusión, la abstención propuesta por Naredo
no es un objetivo de fondo ni una
estrategia, sino una opción táctica adaptada al momento actual. Naredo
realiza, desde mi punto de vista, un salto en el vacío cuando hace esta
afirmación y pocas líneas después afirma que más allá del marco institucional y la forma de gobierno, una sociedad
será más o menos democrática en la medida en la que cuente con un mayor
desarrollo comunitario que amplifique las relaciones, los contactos y la
implicación de las personas en los asuntos públicos.
¿Qué relación tiene esta dimensión comunitaria,
esta sociedad más viva y participativa con las prisas electorales? Naredo mismo
contesta que en esa dimensión comunitaria no
hay atajos ni golpes de sombrero políticos para conseguirlo. Totalmente de
acuerdo. Quizás por ello la abstención puede ser un objetivo de fondo que puede
ser interrumpida momentáneamente para dar una vuelta de timón favorable a los
movimientos sociales que son quienes deben mantener el protagonismo, única garantía
de que esa dimensión comunitaria no sea fagotizada por la dinámica electoral.
ResponderEliminarUn absentismo interesante.
Besos!!
Me alegra que te haya parecido interesante, su objetivo es precisamente hacer pensar.
EliminarBesos!!
Me cuesta entender que con la abstención se consiga algo más allá de que los partidos de derechas se froten las manos. Sus votantes nunca se abstienen. Respeto todas las opciones personales, pero que me quieran hacer creer que los partidos tomarán nota si hay mucha gente que no vota es como si me quisieran convencer de que el lobo dejará de comerse a las niñas si Caperucita no va al bisque. Lo siento pero lo veo de una ingenuidad total
ResponderEliminarUn argumento, Susana, muy habitual en quienes tenéis confianza en que se puede lograr algo votando. Me sorprende que hables de ingenuidad sin rebatir el resto del artículo que da bastantes argumentos de mayor profundidad que simplemente decir que la derecha no se abstiene.
EliminarPara empezar te diría que me parece cuestionable que me hables de partidos de izquierda ¿A qué partidos te refieres? Los que han gobernado hasta ahora no han cuestionado nunca ese sistema en el que ahora seguimos instaladas, al contrario, lo han afianzado siempre y fueron quienes tomaron las medidas de recortes sociales actuales (te recuerdo que cuando se produjo el Movimiento 15M gobernaba el PSOE y en Cataluña un tripartito de "izquierdas" formado por ERC, Iniciativa per Catalunya y PSC).
Si te refieres a Podemos y todas las marcas que gravitan a su alrededor, no me parece muy esperanzador que se hayan coaligado con el PSOE en la actualidad después de criticarlos y acusarlos de formar parte del sistema.
He argumentado que votar solo es un derecho más de los muchos que la ciudadanía tiene a su alcance para ejercer, con toda mi ingenuidad confío mucho más en el uso de derechos como el de asociación, manifestación, huelga, etc que el del voto. Curiosamente nunca se piden cuentas de que sigamos instalados en este sistema y en retroceso (crisis, auge de los nacionalismos, crecimiento de la extrema derecha) a las buenas ciudadanas que votan religiosamente pero nunca se organizan, protesta, se manifiestan, etc etc.
El lobo, te recuerdo, viene por las urnas, por los votantes que han llevado al poder a todos los machos alfa que hoy gobiernan en países como EEUU, Rusia, Brasil, Italia, Hungría, Polonía, Dinamarca, etc etc (sin olvidar que Hitler llegó al poder democráticamente).
Un saludo.
Gran reflexion. Se podria considerar el sistema electoral de la epoca soviética y comunista un buen sistema?
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