Hace tiempo que sé que hay conexiones entre las
lecturas que realizamos, aunque no siempre seamos conscientes de ello. El
primer hecho a destacar, hay muchos libros pero una sola lectora que
individualmente elije los títulos a leer. Pero al margen de esta obviedad, que
cualquiera puede constatar, existen otros vínculos que nos llevan de una obra a
la siguiente ejecutando una especie de danza que, paso a paso nos reafirma los
temas que nos preocupan y que nos van conduciendo de forma segura.
Ocurre que, muchas veces, nos dejamos despistar por
tentaciones comerciales, por sugerencias de otras lectoras/es, por intuiciones
fallidas o no, y abandonamos por un momento el camino de nuestras
preocupaciones más íntimas. Por esa razón tengo muy presente esta afirmación de
H. Thoureau: Es importante conservar la
castidad de la mente, y busco el silencio para mirar, como dice Byung-Chul
Han, con calma y paciencia,
dejando que las cosas se acerquen al ojo y así educar a este para una profunda
y contemplativa atención, para una mirada larga y pausada.
Las lecturas se enlazan, y se entrelazan,
y nos sitúan frente a los libros imprescindibles por casualidad, por azar. Carezco
de un plan previo de lectura y confío en las “voces” que me susurran posibles
enlaces y que, necia de mí, no siempre sigo. Cuando tengo la fortuna de que los
hilos del pensamiento aparecen claros y nada me despista para seguir el hilo de
Ariadna que me guía, la navegación
lectora resulta segura y gratificante.
La última lectura enlazada que he tenido la fortuna de componer y que,
quizás, no ha concluido en el momento de redactar estas palabras, empezó con el
libro de JAVIER CERCAS, El impostor. Sus reflexiones sobre la historia,
sobre el pasado como dimensión del presente y sobre la relación entre historia
y memoria, me llevaron al libro, recomendado por Cercas, de PRIMO LEVI, Si esto es un hombre. Hace un tiempo que
guardaba turno en mi estantería de “pendientes de lectura”. Los días de
reclusión de Levi en el lager de Auschwitz llenan sus páginas de recuerdos.
Levi vivió en el infierno, en cuyo interior era fácil sucumbir, vaciarse de
vida y de pensamiento. Levi me guio hasta EUGEN KOGON, El Estado de la SS, una descripción minuciosa del infierno
elaborada recién acabada la II Guerra Mundial. Mientras leía este libro de
historia, la novela de LEE JUNG-MYUNG, El
guardia, el poeta y el prisionero, me presentaba, desde la ficción, la
historia de los prisioneros coreanos encerrados en una cárcel japonesa durante
la II Guerra Mundial y el de BOHUMIL HRABAL, Trenes rigurosamente vigilados, para contemplar el paso de los
trenes que los nazis vigilaban debido a la importancia del cargamento, durante
la ocupación de Checoslovaquia.
En una tentativa para escapar
de las guerras y de la pura maldad que se instaló en Europa durante la primera
mitad del siglo XX, elegí una nueva novela y una biografía que me situaron de
nuevo sobre la misma pista lectora. La novela de JAUME CABRÉ, Yo confieso, ambientada en la Barcelona franquista
recalaba en el mal, en la Alemania nazi, en Auschwitz y en ¡Primo Levi!: Fijate en Primo Levi. Escribir, igual que
dibujar, es revivir. Finalmente una biografía me introdujo en un lugar
seguro, lejos de los lagers nazis, sobre la Helvética Ginebra, 400 años antes
de que apareciera el nazismo, se trata del libro de STEFAN ZWEIG, Castellio contra Calvino. Conciencia contra violencia. Me
equivoqué, el tema seguía siendo el mismo: libertad de conciencia, de
pensamiento y lucha, la de Servet y Castellio, contra la violencia y la
manipulación ejercida por el poder dictatorial de Calvino.
Por fortuna, porque si no la vida sería insufrible, en ese enlace de
lecturas aparecen seres excepcionales que, perdidos en un océano de confusión,
de muerte y de terror, supieron discernir lo más elemental del comportamiento
humano y se mantuvieron internamente libres para discernir lo que estaba bien y
lo que estaba mal. Seres excepcionales para actuar con normalidad en momentos
excepcionales. Su existencia nos regala la esperanza en el género humano, ayer
y hoy.
Y me parece que esta línea
de pensamiento que llevo semanas tejiendo aún no ha acabado puesto que he
empezado la lectura de CZESLAW MILOSZ, El
poder cambia de manos.
ResponderEliminarUn paseo de lo más interesante... és(o)e que nos lleva de un libro a otro... :))
Me ha hecho gracia leer, en un día como el de hoy, el título de ese último... "El poder cambia de manos" (Czeslaw Milosz).
Veremos...
si es así y si, siéndolo, esas manos son realmente diferentes... o no.
Ojalá lo sean... diferentes, pero para bien de los ciudadanos de a pie, para la/s persona/s.
Te boto un bote de besos hasta allá!!!!
;)
Si resulta como en la novela, que ya he leído, el poder cambia de manos de los nazis a los comunistas tras la II Guerra Mundial, o sea de un totalitarismo a otro, de Hitler a Stalin.
EliminarUn abrazo.
El mal que persevera, sin entrar en clasificaciones religiosas, actúa desde hace milenios, cuando los demás, los que deseamos vivir la paz, le damos una oportunidad de manifestarse y le autorizamos a solucionar nuestros problemas. Crece con la permisividad general y cuando nos devora, escandalizados ante sus actos, nos echamos las manos a la cabeza. Un beso.
ResponderEliminarEl mal, sin duda, existe. Banal o profundo pero existe. El siglo XX lo demuestra por encima de cualquier siglo y acostumbramos a mirar a otro lado como bien dices.
EliminarUn beso.
Creo que muchos, por afán de singularidad y por falta de autoestima, hemos sido pequeños "Enric Marco" (impostores) en algún momento de nuestras vidas. Yo, de chaval, me inventé una película que hasta llegué a pensar que fue real...
ResponderEliminarMe encanta esta bitácora.
Abrazos
:)) Tienes razón, Marco lo llevó casi a la perfección.
EliminarGracias!! Abrazos.