Este libro me lo «encontré» en una librería de Zaragoza
y no pude resistir la tentación de comprarlo (es un libro editado por errata
naturae en 2022). El autor es un francés llamado Christophe Gintzburger que
firma el libro con el alias por el que es conocido.
La ultraizquierda, es decir, la izquierda de la
extrema izquierda padece un mal difícil de curar: cuanto más pequeño es el
grupo, más posibilidades existen de división. Este libro es una muestra
sorprendente de ello. La mayoría de los grupos que desfilan por esta historia
que abarca los últimos cien años (1920-2020) son marxistas, pero dedica también
su atención al anarquismo, sobre todo el más próximo al marxismo.
Desde mi punto de vista, sus defectos principales son
que se trata de un libro muy centrado en Francia, con referencias a los países
más cercanos como Bélgica, Holanda, Alemania, Italia o España. Y en segundo
lugar, no hace referencia al movimiento feminista de ultraizquierda que también
tuvo un interesante recorrido en estos años.
Por lo demás es un muestrario de los sectores menos
normativos de la izquierda más radical y alejada de posiciones de poder
institucional. No obstante, hay comportamientos autoritarios, excluyentes,
jerarquizados y de liderazgo que son sorprendentes por el reducido tamaño de
los grupos y colectivos de los que habla y que se mueven en el ámbito
mencionado en el subtítulo del libro.
El libro está dividido en cinco partes basadas en
periodos cronológicos. La primera parte se desarrolla entre 1920 y 1939 y gira
en torno a la posibilidad de una revolución mundial tras la revolución rusa. La
segunda parte abarca los años de la II Guerra Mundial (1939-1945) y los
intentos por salirse de los dos bandos enfrentados. La tercera parte se
desarrolla entre 1945 y 1968 y gira en torno a la idea de que todo era posible,
dedica atención a la revista Socialismo o Barbarie, a la Internacional Situacionista
y al mayo del 68. La cuarta parte transcurre entre 1968 y el 2000 en un proceso
de decadencia de los movimientos y colectivos anteriores. Y por último, muy
brevemente, el periodo que transcurre entre el 2000 y el 2020.
Para mi ha sido un placer su lectura porque, aunque
considero que la división de los grupos y colectivos no es positiva, sé que
solo los grupos pequeños, sin afán de poder institucional, son un «semillero de
ideas nuevas que se han ido gestando en los márgenes políticos» (p. 386). Como señala el autor, ha sido en estos grupos,
desdichadamente con escasa o nula presencia de mujeres, donde se han producido
interesantes avances en los ámbitos de la filosofía, la historia o la
sociología.
¿Entonces no había mujeres en los grupos para sentirse representados en ellos? ¿Hay grupos que representan la diversidad racial, étnica o territorial? ¿Hay grupos LGTB?
ResponderEliminarLástima. Si quieres saber porque se dividen yo te daré la respuesta porque estaban y están instalados en los límites frente a los semejantes que lo que les une a todos frente al poder y la opresión.
Un abrazo
No había mujeres porque la mayoría de las organizaciones que consideras que eran unitarias, en realidad solo representaban a una minoría de hombres blancos. Es una falsa unidad que escondía exclusión de la mayoría.
EliminarAbrazos.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEl problema no es la capacidad de ofrecer ideas nuevas, sino ideas que, además de nuevas, puedan tener un impacto en la vida real. Es decir, que sean puestas en prácticas. Un gran problema de esos grupos pequeños es su elevada irrelevancia en los procesos de transformación social
ResponderEliminarPienso que sí es importante construir ideas nuevas, ideas que permitan una mirada que no sea normativa, que son las únicas que casi siempre se pueden poner en práctica.
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