En 1936 algunas mujeres anarquistas y libertarias pensaron que era una buena idea publicar una revista escrita solo por mujeres y para mujeres. Tenían un plan a largo plazo, alrededor de la publicación querían establecer una «red de cordialidad» entre ellas que permitiera crear con el tiempo una organización.
La hegemonía cultural del hombre y
la discriminación de la mujer en la educación eran factores, según Mujeres Libres, que explicaban la
opresión femenina. Sin embargo, si se desarrollaba una educación integral y
racional podía ser una vía para su emancipación.
Los artículos estuvieron en manos
de mujeres preparadas en el campo de la pedagogía y/o que conocían la larga
genealogía iniciada con el internacionalismo de la mano
de hombres como Trinidad Soriano. Este activo anarquista presentó una moción
sobre educación integral (que aunaba la educación física, intelectual, manual y
ética) que fue aprobada en el Congreso de Zaragoza (1872) y en el Congreso de
Córdoba (1873). La educación integral estuvo en la base de la iniciativa de
Ferrer y Guardia al fundar la Escuela Moderna (1901). Siguiendo la estela de la
pedagogía racionalista se habían fundado escuelas como Natura, inaugurada el 2
de enero de 1918. Esta escuela dependía del Sindicato Fabril y Textil, La
Constancia del Clot, y fue dirigida por Joan Puig Elias que concibió la guerra
como una oportunidad para realizar una auténtica revolución pedagógica.
En los tres primeros números de la
revista, publicados antes del inicio de la Guerra Civil, no hubo una
responsable de la sección de educación. Antonia Maymón escribió un artículo
sobre pedagogía en el primer número, era la persona adecuada por su formación
pero no se hizo cargo de la sección. Quizás su edad (55 años) o su trabajo en Beniaján (Murcia) no la animaron a asumir esta responsabilidad.
Sorprendentemente fue una mujer que no era libertaria, Carmen Conde (seudónimo Florentina), la que se hizo cargo de la
sección fija sobre educación, titulada «Niños», una vez que estalló la Guerra Civil. Junto a ella, Etta Federn, Pilar Grangel e Isabel Villamor, firmaron artículos de este tema.
La fuente de inspiración era el
racionalismo que criticaba los métodos tradicionales basados en la adquisición
de conocimientos memorísticos sin relación con la realidad concreta de los
niños y niñas. La metodología de la pedagogía racionalista era el aprendizaje a
través de la experimentación, estimulando la curiosidad mediante la observación
directa de la naturaleza y de la sociedad. La emotividad, los sentimientos y
los sentidos eran protagonistas de esta pedagogía, por ello naturaleza y cuerpo
tenían un papel fundamental. La
escuela tenía que iniciar al muchacho/a en el contacto con la naturaleza a
través de su cuerpo. De la misma manera había que partir primero de lo concreto
(cuerpo y naturaleza) para pasar luego a las abstracciones científicas.[1]
En Mujeres Libres la preocupación por la educación tenía dos
objetivos: la capacitación de las mujeres y la educación de niños y niñas. La
capacitación implicaba la preparación de las mujeres para el compromiso
revolucionario a través del cual se podía lograr que actuaran según su
capacidad,[2]
tomando en sus manos la responsabilidad de sus vidas. Ganar en autonomía
personal les permitiría enfrentarse a su subordinación económica, cultural y
sexual conquistando la autoestima y la fortaleza para trazar su camino de
emancipación.
Capacitar, a través de la educación
y de los programas de empleo y aprendizaje, era la mejor manera de
emanciparlas, decían ellas, «de la
triple esclavitud a que ha estado y sigue estando sometida: esclavitud de
ignorancia, esclavitud de mujer y esclavitud de productora».[3] Un objetivo inmediato de esta capacitación era
ocupar los puestos de trabajo que los hombres dejaban libres para ir al frente,
para ello la organización Mujeres Libres puso en marcha actividades como la
cruzada contra el analfabetismo, clases de enseñanza elemental, de
puericultura, de metalurgia, de taquigrafía y mecanografía, talleres y
bibliotecas. Con una preparación laboral suficiente, las mujeres se podían
integrar en las secciones de trabajo dispuestas a intervenir allí donde fuera
necesario.[4]
Educar a las criaturas era un
instrumento clave para construir la nueva sociedad, el interés del anarquismo
por la pedagogía se centraba en la reivindicación de la necesidad de vivir en
libertad y dar a niños y niñas el ambiente adecuado para el desarrollo de su
personalidad. La educación debía producirse en el ámbito privado de la familia
y en el ámbito público, especialmente en la escuela. Para que las criaturas
pudieran formarse y tuvieran ese papel clave en la nueva sociedad era
trascendental la figura del maestro/a que ejercía una influencia decisiva. Se
disponía de pocos profesionales por la marcha al frente de una importante parte
del magisterio y por el rechazo a emplear maestros/as católicas en activo.[5]
Se buscaban personas que estuvieran enteramente dedicadas a la enseñanza por
vocación y comprometidas con la Revolución:[6]
«La Organización Obrera, puesto que aspira y
anhela transformar la Sociedad, debe crear un cuerpo de Maestros, un núcleo de
hombres que sientan vocación y cuyo exclusivo trabajo sea la educación e
instrucción de nuestros hijos, los hijos del pueblo. No debemos abrigar vanas
esperanzas con los Maestros del régimen capitalista…».
Su formación era clave, debían
tener conocimientos de psicología infantil y de fisiología, para tener amor y
paciencia con las criaturas.[7]
Igual de importante era tener fantasía,
intuición e inspiración.[8] Los
y las docentes se debían adaptar a las
criaturas, no al contrario, debían tener capacidad para descubrir su
naturaleza, su individualidad, descubrir en cada criatura la
«verdad viva». Niños y niñas nacían libres, era la educación la que enseñaba a
aprender normas que les sometían y uniformizaban. Por ello, debían sacar lo que tenían en su interior
hacia fuera, favorecido por los maestros/as que partiendo de ahí ayudarían, con
el paso del tiempo, a buscar el equilibrio entre lo dado (lo que tenían dentro)
y lo adquirido.
No había doctrina racionalista tan
excelente que se pudiera imponer como razón suprema a todas las mentalidades
infantiles. Por ello, el maestro o maestra debían amar a cada criatura, así las
podría comprender y enseñar. Puesto que se tenía que partir de la sensibilidad
de cada criatura, era preciso que « (…) en la escuela, [hubiera] pocos niños.
Cuando pasan de diez, la labor pedagógica ha de esterilizarse en la mecánica
simplista de métodos y trucos».[9]
El objetivo de esta manera de
entender la educación era la construcción de un pensamiento crítico y un
desarrollo armónico de la persona, para ello había que desaprender la educación
autoritaria, moralista e inhibidora recibida hasta ese momento. Había que
eliminar los dogmas y normas sociales para que emergiera esa mente crítica que
se buscaba.
Esta
manera de entender la infancia explicaba la firme posición que tenía la revista
respecto a que las criaturas tenían que serlo, que no quedaran
contaminadas con «el hollín de las costumbres de los mayores»[10]
y que no entraran en contacto con
los instintos de venganza, odio y muerte:[11]
«Los niños no pueden ni deben ser
católicos, ni socialistas, ni comunistas, ni libertarios. Los niños deben ser
solamente lo que son: niños. ¿Quién debe abrogarse autoridad para quitarles
este derecho?
(…)
Procuremos que permanezcan puros, incontaminados, que frente a los
acontecimientos reaccionen espontáneamente para que puedan mañana, libres de
todas las taras morales que forman nuestro complejo actual, edificar el mundo
ideal del que nosotros estamos echando los cimientos».
Visto desde el siglo XXI, no son planteamientos
educativos completamente obsoletos los que plantearon Mujeres Libres (revista y
organización).
Artículo publicado en la revista Aula Libre:
https://aulalibrefes.files.wordpress.com/2022/01/3-revista-mujeres-libres-laura-vicente.pdf
[1] Florentina, “Niños”, Mujeres Libres, nº 10, II año de la Revolución,
julio de 1937.
[2] Ackelsberg, Mujeres Libres,
p. 177.
[3] “Un acontecimiento histórico”, Mujeres Libres, nº 11,
(sin referencia cronológica), noviembre de 1937.
[4] Las secciones de trabajo eran: transporte,
metalurgia, servicios públicos, vestir, trabajos domésticos, sanidad, comercio
y oficinas, y móvil, esta última dispuesta a intervenir en cualquier actividad.
[5] Campoy y Azorin,
Joan Puig
Elias, p. 93.
[6] Pilar Grangel, “Pedagogía”,
Mujeres Libres, nº 10, II año de la
Revolución, julio de 1937.
[7] “Niños, niños,
niños”, Mujeres Libres, nº 5, Día 65
de la Revolución, septiembre de 1936.
[8] Florentina, “Niños. De
lo que no hallan los niños en la escuela”, Mujeres Libres, nº 8,
X mes de la revolución, mayo de 1937.
[9] “Niños. Enseñanza
Nueva”, Mujeres Libres, nº 6, Semana
21 de la Revolución, diciembre de 1936.
[10] “Niños”, op. cit.
[11] “Niños”, Mujeres Libres, nº 5, Día 65 de la Revolución, septiembre de 1936.
De la necesidad hicieron virtud. Bien por ellas.
ResponderEliminarUn abrazo
Eran muy pragmáticas, muy arraigadas a la realidad y con poca carga ideológica aunque con muchas ideas.
EliminarUn abrazo.