miércoles, 23 de febrero de 2022

LA EMANCIPACIÓN DE LA IGNORANCIA LA REVISTA MUJERES LIBRES

 En 1936 algunas mujeres anarquistas y libertarias pensaron que era una buena idea publicar una revista escrita solo por mujeres y para mujeres. Tenían un plan a largo plazo, alrededor  de la publicación querían establecer una «red de cordialidad» entre ellas que permitiera crear con el tiempo una organización.


Para las tres redactoras de la revista Mujeres Libres (aparecida en mayo de 1936), Lucía Sánchez Saornil, Mercedes Comaposada Guillén y Amparo Poch y Gascón, la capacitación de las obreras y campesinas era uno de los temas fundamentales que tenía que afrontar la revista para
construir  «imágenes de cambio» respecto a la discriminación de género que sufrían las mujeres de las clases trabajadoras. Este objetivo de batallar contra la «esclavitud de la ignorancia» nos permite ver y valorar potencias de cambio y transformación que sino pasarían desapercibidas o serían percibidas como «poca cosa».

La hegemonía cultural del hombre y la discriminación de la mujer en la educación eran factores, según Mujeres Libres, que explicaban la opresión femenina. Sin embargo, si se desarrollaba una educación integral y racional podía ser una vía para su emancipación.

Los artículos estuvieron en manos de mujeres preparadas en el campo de la pedagogía y/o que conocían la larga genealogía iniciada con el internacionalismo de la mano de hombres como Trinidad Soriano. Este activo anarquista presentó una moción sobre educación integral (que aunaba la educación  física, intelectual, manual y ética) que fue aprobada en el Congreso de Zaragoza (1872) y en el Congreso de Córdoba (1873). La educación integral estuvo en la base de la iniciativa de Ferrer y Guardia al fundar la Escuela Moderna (1901). Siguiendo la estela de la pedagogía racionalista se habían fundado escuelas como Natura, inaugurada el 2 de enero de 1918. Esta escuela dependía del Sindicato Fabril y Textil, La Constancia del Clot, y fue dirigida por Joan Puig Elias que concibió la guerra como una oportunidad para realizar una auténtica revolución pedagógica.





En los tres primeros números de la revista, publicados antes del inicio de la Guerra Civil, no hubo una responsable de la sección de educación. Antonia Maymón escribió un artículo sobre pedagogía en el primer número, era la persona adecuada por su formación pero no se hizo cargo de la sección. Quizás su edad (55 años) o su trabajo en Beniaján (Murcia) no la animaron a asumir esta responsabilidad. Sorprendentemente fue una mujer que no era libertaria, Carmen Conde (seudónimo Florentina), la que se hizo cargo de la sección fija sobre educación, titulada «Niños», una vez que estalló la Guerra Civil. Junto a ella, Etta Federn, Pilar Grangel e Isabel Villamor, firmaron artículos de este tema.

La fuente de inspiración era el racionalismo que criticaba los métodos tradicionales basados en la adquisición de conocimientos memorísticos sin relación con la realidad concreta de los niños y niñas. La metodología de la pedagogía racionalista era el aprendizaje a través de la experimentación, estimulando la curiosidad mediante la observación directa de la naturaleza y de la sociedad. La emotividad, los sentimientos y los sentidos eran protagonistas de esta pedagogía, por ello naturaleza y cuerpo tenían un papel fundamental. La escuela tenía que iniciar al muchacho/a en el contacto con la naturaleza a través de su cuerpo. De la misma manera había que partir primero de lo concreto (cuerpo y naturaleza) para pasar luego a las abstracciones científicas.[1]

En Mujeres Libres la preocupación por la educación tenía dos objetivos: la capacitación de las mujeres y la educación de niños y niñas. La capacitación implicaba la preparación de las mujeres para el compromiso revolucionario a través del cual se podía lograr que actuaran según su capacidad,[2] tomando en sus manos la responsabilidad de sus vidas. Ganar en autonomía personal les permitiría enfrentarse a su subordinación económica, cultural y sexual conquistando la autoestima y la fortaleza para trazar su camino de emancipación.

Capacitar, a través de la educación y de los programas de empleo y aprendizaje, era la mejor manera de emanciparlas, decían ellas, «de la triple esclavitud a que ha estado y sigue estando sometida: esclavitud de ignorancia, esclavitud de mujer y esclavitud de productora».[3]  Un objetivo inmediato de esta capacitación era ocupar los puestos de trabajo que los hombres dejaban libres para ir al frente, para ello la organización Mujeres Libres puso en marcha actividades como la cruzada contra el analfabetismo, clases de enseñanza elemental, de puericultura, de metalurgia, de taquigrafía y mecanografía, talleres y bibliotecas. Con una preparación laboral suficiente, las mujeres se podían integrar en las secciones de trabajo dispuestas a intervenir allí donde fuera necesario.[4]






Educar a las criaturas era un instrumento clave para construir la nueva sociedad, el interés del anarquismo por la pedagogía se centraba en la reivindicación de la necesidad de vivir en libertad y dar a niños y niñas el ambiente adecuado para el desarrollo de su personalidad. La educación debía producirse en el ámbito privado de la familia y en el ámbito público, especialmente en la escuela. Para que las criaturas pudieran formarse y tuvieran ese papel clave en la nueva sociedad era trascendental la figura del maestro/a que ejercía una influencia decisiva. Se disponía de pocos profesionales por la marcha al frente de una importante parte del magisterio y por el rechazo a emplear maestros/as católicas en activo.[5] Se buscaban personas que estuvieran enteramente dedicadas a la enseñanza por vocación y comprometidas con la Revolución:[6]

 

«La Organización Obrera, puesto que aspira y anhela transformar la Sociedad, debe crear un cuerpo de Maestros, un núcleo de hombres que sientan vocación y cuyo exclusivo trabajo sea la educación e instrucción de nuestros hijos, los hijos del pueblo. No debemos abrigar vanas esperanzas con los Maestros del régimen capitalista…».

 

Su formación era clave, debían tener conocimientos de psicología infantil y de fisiología, para tener amor y paciencia con las criaturas.[7] Igual de importante era tener fantasía, intuición e inspiración.[8] Los y las docentes se debían adaptar  a las criaturas, no al contrario, debían tener capacidad para descubrir su naturaleza, su individualidad, descubrir en cada criatura la «verdad viva». Niños y niñas nacían libres, era la educación la que enseñaba a aprender normas que les sometían y uniformizaban. Por ello, debían sacar lo que tenían en su interior hacia fuera, favorecido por los maestros/as que partiendo de ahí ayudarían, con el paso del tiempo, a buscar el equilibrio entre lo dado (lo que tenían dentro) y lo adquirido.

No había doctrina racionalista tan excelente que se pudiera imponer como razón suprema a todas las mentalidades infantiles. Por ello, el maestro o maestra debían amar a cada criatura, así las podría comprender y enseñar. Puesto que se tenía que partir de la sensibilidad de cada criatura, era preciso que « (…) en la escuela, [hubiera] pocos niños. Cuando pasan de diez, la labor pedagógica ha de esterilizarse en la mecánica simplista de métodos y trucos».[9]

El objetivo de esta manera de entender la educación era la construcción de un pensamiento crítico y un desarrollo armónico de la persona, para ello había que desaprender la educación autoritaria, moralista e inhibidora recibida hasta ese momento. Había que eliminar los dogmas y normas sociales para que emergiera esa mente crítica que se buscaba.

Esta manera de entender la infancia explicaba la firme posición que tenía la revista respecto a que las criaturas tenían que serlo, que no quedaran contaminadas con «el hollín de las costumbres de los mayores»[10] y que no entraran en contacto con los instintos de venganza, odio y muerte:[11]

 

 «Los niños no pueden ni deben ser católicos, ni socialistas, ni comunistas, ni libertarios. Los niños deben ser solamente lo que son: niños. ¿Quién debe abrogarse autoridad para quitarles este derecho?

(…) Procuremos que permanezcan puros, incontaminados, que frente a los acontecimientos reaccionen espontáneamente para que puedan mañana, libres de todas las taras morales que forman nuestro complejo actual, edificar el mundo ideal del que nosotros estamos echando los cimientos».

 

Visto desde el siglo XXI, no son planteamientos educativos completamente obsoletos los que plantearon Mujeres Libres (revista y organización).



Artículo publicado en la revista Aula Libre: 

https://aulalibrefes.files.wordpress.com/2022/01/3-revista-mujeres-libres-laura-vicente.pdf



[1] Florentina, “Niños”, Mujeres Libres, nº 10, II año de la Revolución, julio de 1937.

[2] Ackelsberg, Mujeres Libres, p. 177.

[3] “Un acontecimiento histórico, Mujeres Libres, nº 11, (sin referencia cronológica), noviembre de 1937.

[4] Las secciones de trabajo eran: transporte, metalurgia, servicios públicos, vestir, trabajos domésticos, sanidad, comercio y oficinas, y móvil, esta última dispuesta a intervenir en cualquier actividad.

[5] Campoy y Azorin, Joan Puig Elias, p. 93.

[6] Pilar Grangel, Pedagogía”, Mujeres Libres, nº 10, II año de la Revolución, julio de 1937.

[7] Niños, niños, niños”, Mujeres Libres, nº 5, Día 65 de la Revolución, septiembre de 1936.

[8] Florentina, “Niños. De lo que no hallan los niños en la escuela, Mujeres Libres, nº 8, X mes de la revolución, mayo de 1937.

[9] Niños. Enseñanza Nueva”, Mujeres Libres, nº 6, Semana 21 de la Revolución, diciembre de 1936.

[10] “Niños”, op. cit.

[11]Niños”, Mujeres Libres, nº 5, Día 65 de la Revolución, septiembre de 1936.

2 comentarios:

  1. De la necesidad hicieron virtud. Bien por ellas.
    Un abrazo

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    1. Eran muy pragmáticas, muy arraigadas a la realidad y con poca carga ideológica aunque con muchas ideas.

      Un abrazo.

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