domingo, 13 de febrero de 2022

REFLEXIONES sobre "El socialismo salvaje" de Charles Reeve

 

El socialismo salvaje. Autoorganización y democracia directa desde 1789 hasta nuestros días. Charles Reeve (2020): Barcelona, Virus.

Comentarios: Laura Vicente

El socialismo salvaje empieza con una frase que me hizo recelar: «No hemos querido realizar un trabajo de historiador» (p. 12). Sin embargo, su lectura pronto me hizo abandonar los recelos puesto que el proyecto de Reeve resulta de gran interés aunque, naturalmente, resulte incompleto como ya veremos.

La intención del autor en esta obra es «visitar» y «discutir» los periodos revolucionarios del movimiento socialista, centrándose en las corrientes calificadas, por quienes no compartían este tipo de socialismo, como corrientes del «exceso de los extremos». La socialdemocracia (o socialismo ortodoxo), en la segunda década del siglo XX, las calificó también de «socialismo salvaje», denominación despectiva que positiviza Reeve en este libro.



Este socialismo antiautoritario tenía (y tiene) certezas irrenunciables:

·       La crítica de la delegación permanente del poder y del principio de autoridad por considerarlas incompatibles con la transformación del mundo. Es explícitamente partidario de la democracia directa y el ejercicio de la soberanía real.

·       Partidario de fórmulas organizativas asumidas colectivamente (e independientes de los partidos de vanguardia) por los propios interesados/as para luchar contra el capitalismo. Es opuesto a separar la economía, la política y la sociedad para evitar que se reproduzca el viejo poder.

Reeve considera que existen unos hilos genealógicos no visibles que unen a las actuaciones revolucionarias de acción directa que se iniciaron en la Revolución Francesa y llegan hasta nuestros días con los nuevos movimientos sociales o el zapatismo. Este socialismo crece como un torrente en los «momentums» o «momentos comunistas», de los que habla Rancière[1], en los que se produce un «desplazamiento de los equilibrios y la instauración de otro curso del tiempo». De repente, todo resulta posible, se produce una reconfiguración del universo de los posibles. Y ahí está siempre este «socialismo salvaje» que alimenta y se alimenta de estos «momentos» que crecen como un tsunami y caen en los momentos de resaca, concitando la oposición del socialismo ortodoxo, igual da que sea la socialdemocracia que los partidos comunistas de vanguardia.

El libro recorre estos «momentums», esa genealogía invisibilizada cargada de posibilidades emancipatorias que ha sido borrada por la propaganda del orden capitalista con la ayuda del socialismo ortodoxo (ambos lo temen puesto que cuestiona su poder): Revolución Francesa, Comuna de París, 1ª Internacional, Revolución Rusa, Revolución Alemana (1918-1921), Revolución Española (1936), Mayo del 68, Revolución Portuguesa y otros. Estoy convencida que hay más «momentos» fuera de la Europa Occidental (todos los elegidos excepto la Revolución Rusa, el zapatismo y en parte el zadismo[2]), sería buena cosa seguir construyendo esta genealogía con experiencias sucedidas en otros continentes.

El autor destaca dentro de este «socialismo salvaje», la experiencia de los soviets de las revoluciones rusas y los consejos de la Revolución Alemana de las dos primeras décadas del siglo XX como experiencias significativas y decisivas de este socialismo a los que dedica seis capítulos de dieciséis (no contamos la Introducción y las Conclusiones), una extensión excesiva desde mi punto de vista aunque es cierto que representaron un momento decisivo de este socialismo que el autor intenta no fetichizar con éxito relativo.


Las conclusiones, por su actualidad, resultan motivadoras para quienes con matices o desacuerdos secundarios nos podemos sentir dentro de estas corrientes libertarias del socialismo:


1) El pensamiento antiautoritario y libertario no forma parte, más allá de que tenga que revisar y actualizar su proyecto, de los «vencidos/as» del proyecto revolucionario al caer el muro de Berlín (1989). No se puede aceptar que quienes fueron críticos/as con el socialismo de Estado (pagando con la vida, muchas veces, dicha crítica) sean invisibilizados y olvidados. Sería bueno distanciarse de quienes continúan añorando desde la izquierda lo que ha fracasado (más si cabe de los regímenes estatales del socialismo que aún subsisten) para no legitimar de ninguna manera la imposibilidad de cualquier proyecto de alcanzar un mundo diferente. Recuperar la genealogía del «socialismo salvaje» puede aportar un caudal de saber (por ejemplo al proyecto de los «comunes»[3] que incorpora Reeve al final del libro) que, sin mitificar, es importante conocer y tener en cuenta en el siglo XXI.

2) La unificación del mundo capitalista, dice Reeve, entreabrió un tanto la perspectiva internacionalista de su subversión. Apela a recuperar una solidaridad entre las luchas concretas centradas en objetivos compartidos.

3) Hoy existe escaso espacio para las reformas, las bases de los proyectos y de las ideologías de la izquierda ortodoxa que han sido socavadas, tanto las de la vieja socialdemocracia como las del izquierdismo ortodoxo. Convendría no darles aire de ninguna manera generando falsas expectativas (esto último lo añado yo).

4) Solo las corrientes antiautoritarias y libertarias (anarquismo y marxismo disidente), aunque estén marginalizadas y sean minoritarias, son un referente político y ético en el siglo XXI. Las verdaderas divisiones entre las corrientes del socialismo están basadas en la oposición entre el principio de autoridad y el principio de libertad. La democracia directa es el principio de autogobierno que se enfrenta a los principios autoritarios de representación por delegación permanente del poder y cuya fuerza subversiva proviene de los «excesos» del pasado.

Estando cerca del abismo, participar en las actividades que se oponen radicalmente a la continuidad de la espantosa aventura capitalista es la única tarea que vale la pena emprender hoy. Este libro es sugerente, incentivador, motivador, tentador, atractivo, sugestivo, interesante… No es perfecto, intachable, impecable, insuperable, óptimo… simplemente es una buena herramienta para seguir, para llegar a lo que empieza


[1] Jacques Rancière (2011): Momentos políticos, Madrid, Clave Intelectual, p. 141. 

[2] Se refiere a los movimientos de rebeldía que ocupan el espacio social, la calle, las zonas. Estos movimientos buscan liberar territorios fuera de los espacios de producción marcados por la violencia de las relaciones sociales que dejan poco espacio a la iniciativa colectiva.

[3] Reeve entiende el común como un principio político de acción, un terreno de lucha, entre otras cosas, contra los efectos del liberalismo y de la privatización de los bienes comunes como el aire o el agua.

2 comentarios:

  1. Todo momento revolucionario nace como momento libertario frente a lo que se opone. El problema es cuando quiere construirse un sistema y los grupos dominantes excluyen e incluso aniquilan a los otros porque no conciben la disidencia.
    ¿Cómo conciliar socialismo y libertad? Pues poniendo la segunda antes que lo primero y no renunciar a los logros del capitalismo como es el cooperativismo, la democracia directa y la economía libre competencia en un sistema autogestionario donde el Estado desaparezca. Hay experiencias sobre el tema tipo Christianía etc.., donde a pesar delrelativo fracaso se hicieron cosas sugerentes.

    Un abrazo

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    1. Entiendo la revolución (mejor rebelión) no como un cambio que transforma todo, sino como prefigurar lo que pretendemos en el día a día. También es muy difícil.
      En todo caso este libro me gustó bastante, muestra otra genealogía que no es la de los "éxitos" del comunismo.

      Un abrazo.

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