La
autora de este libro, Antonina Rodrigo, recoge historias de mujeres granadinas
que sufrieron la represión dura y contundente de las nuevas autoridades que
controlaron la ciudad de Granada, tan solo con la oposición del barrio del
Albaicín, en julio de 1936.
Antonina
Rodrigo se centra en lo que
se denomina pequeña historia, que
supone la construcción de un relato
detallado y significativo sobre la gente común y real. La biografía es
entendida en este libro más que como un género, como un método para hacer
historia, para enlazar lo individual con lo colectivo, lo particular con lo
general y lo personal con lo político.
Especialmente relevante es la recuperación de
trayectorias de mujeres del pasado por los escasos testimonios del protagonismo
femenino. El asunto se vuelve complicado por no decir imposible cuando las mujeres que se biografían se
mueven entre los márgenes que marcan tres coordenadas: el sexo, una condición
social humilde y unos ideales políticos revolucionarios. Este es el caso de
algunas de las mujeres que desfilan por esta galería de mujeres granadina represaliadas.
Aparecen en este libro numerosos ejemplos del devastador
impacto psicológico de la violencia del pasado en una familia, trastocando la
paz interior de quienes siguieron viviendo. Está por estudiar el tremendo
desamparo que sufrieron los niños/as arrebatados a sus madres cuando fueron
encarceladas y, algunas de ellas, ejecutadas.
Pese a no tener significación política, muchas mujeres fueron víctimas
de los asesinatos extrajudiciales desencadenados y justificados por el golpe
militar y llevados a cabo por pelotones de ejecución fascistas.
Las mujeres, que rescata del olvido Antonina
Rodrigo, buscaron su autonomía personal a través de las decisiones que fueron
tomando siendo muy jóvenes. Esto, que hoy puede parecernos normal, era
excepcional, pero posible, en la España republicana de los años treinta. La II República fue un importante
momento de visibilidad de las mujeres. La Constitución permitió la igualdad
jurídica entre los sexos y favoreció un desembarco de las mujeres en el espacio
público, del que habían estado excluidas. La legislación igualitaria hizo
posible la aparición de una “mujer nueva”, emancipada de la tutela masculina y
que cuestionó las normas de género de la feminidad. Algunas
mujeres estaban construyendo un proceso de liberación, que no solo se basaba en
la independencia económica, sino en la autonomía y la afirmación de la
personalidad femenina.
El
golpe de Estado tuvo un contenido de género puesto que uno de los objetivos de
los militares fue restaurar el orden social en el que la mujer tenía que
volver a su papel de subordinación y
dependencia respecto al hombre y a una mitificada y artificial feminidad. Aquí
aparecen mujeres que habían alterado el orden social conservador y habían
buscado y construido su manera de entenderse como personas fuera de los
estereotipos de género tradicionales.
Y
tenía que pagar por ello.
Estas
diecisiete mujeres (muchas más aparecen en las historias de estas mujeres) sufrieron
represalias diversas, llegando a la tortura y la muerte de algunas de ellas, por
ser mujeres progresistas, algunas de ellas emancipadas y librepensadoras. Miles
de mujeres fueron maltratadas en las cárceles, violadas, insultadas (“perras
rojas”), separadas de sus criaturas, encarceladas o ejecutadas. No solo
sufrieron ellas la violencia y el terror sino también sus criaturas, ser hijo/a
de “roja” era un estigma que había que eliminar reeducando a esas criaturas
cuando no matándolas.
En
la restauración del orden social, la iglesia católica tuvo un papel
protagonista. Los curas construyeron una “cruzada” para justificar la guerra
civil y se involucraron en la represión como es perceptible en alguno de los
casos que se explican en este libro.
Este
friso de mujeres, como lo denomina la autora, abarca mujeres muy distintas:
mujeres muy humildes y mujeres acomodadas; mujeres intelectuales o maestras y
profesoras, y mujeres analfabetas cuya pobreza les impidió acceder al saber
académico; mujeres comprometidas sindicalmente o políticamente hablando y mujeres
sin compromiso militante. Todas ellas habían compartido la coordenada del sexo durante un tiempo histórico en el cual
las leyes y los mecanismos culturales de control social informal desarrollaban
un discurso de inferioridad y subordinación a la vez que las confinaban al
ámbito doméstico. Igualmente vivieron, con esperanza e ilusión, la proclamación
de la República y sus leyes igualitarias que les permitió votar y salir del
espacio doméstico en el que la mayoría estaban recluidas.
Estas son las protagonistas de este libro: Matilde
Robles, Agustina González, la maestra de la propia Antonina, Doña Paquita,
Concha Moreno, las hermanas Peinado, Nicolasa Ortega, Matilde Cantos, Ángeles
Fernández, Vicenta Lorca, Trinidad Capeli, Clotilde García, Laura de los Ríos
Giner, María garrido, Isabel García Lorca, Rosario Fregenal, Maruja Ruíz,
Elvira Pérez, Purificación y Enriqueta Rivas y diversas mujeres agrupadas en el
epígrafe de las milicianas.
El franquismo cortó de tajo el camino de la
emancipación femenina que aceleró la II República y la propia Guerra Civil en
la zona republicana. La
Dictadura fue un duro correctivo para las mujeres que no estaban dispuestas a
someterse de nuevo a la sumisión impuesta por el Régimen y, en consecuencia,
marcharon al exilio o vivieron en un auténtico exilio interior durante casi
cuarenta años.
Con Antonina pasa como con Federico, en Granada, se habla de ellos con sordina.
ResponderEliminarUn abrazo.
No me extraña, Antonina no se calla. Buena defensora le salió a Lorca.
EliminarUn abrazo.
¡Qué bien lo explicas Laura! y ¡qué terrible represión fue esa que cuentas! ... y la iglesia siempre ahí, alcahueta de un régimen represor y discriminador... al que no le temblaba la mano a la hora de segar vidas y cortar alas a quienes querían vivir y volar libremente...
ResponderEliminarTerrible, todo fue terrible... trágico... eso es lo que tiene cuando un estado de derecho se tranforma, por imposición dictatorial, en un estado de derechas facista y sin escrúpulos...
Paro aquí, que se me está calentando la boca...
Abrazo
Gracias.
EliminarPor mucho que se te (nos) caliente la boca, nunca diremos suficiente para contar lo ocurrido. En este libro se cuentan las microhistorias del terror, de la violencia santificada, del horror de género, etc.
Abrazo
transforma (mejor)
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ResponderEliminarBesos!!