La
memoria es un conjunto de recuerdos individuales y de representaciones colectivas
del pasado que forman parte de la genealogía. Los seres colectivos siempre son
más de lo que son, dado que llevan en sí fuerzas que tienen relación con actos
realizados en tiempos anteriores. Amparo Poch forma parte de nuestra
genealogía, es un referente para muchas mujeres anarquistas de hoy.
Ella
formó parte de una genealogía femenina que le proporcionó fuerza y referentes
para defender su autonomía personal y luchar por la emancipación humanitaria en
momentos cruciales como fueron la II República y la Guerra Civil. Después vino
la larga noche del franquismo pero se logró, con dificultades, establecer un
nexo con esa generación que marchó al exilio para salvar la vida. Somos como
somos porque ella, y otras mujeres como ella, nos han dotado de referentes y de
fuerza para seguir construyendo genealogía anarquista y feminista. Desde lo que
somos hoy, nos gusta establecer nexos genealógicos con el pasado, nutrirnos de la
vitalidad de mujeres como Amparo Poch y tejer redes de cordialidad entre ellas
y nosotras.
La genealogía nos da otra visión de la historia, no como materia muerta
sino como conocimiento y saber que la gente común, gente como Amparo Poch, construyó. Renunciando
conscientemente a la historia como gran relato buscamos el espacio
minúsculo que está constituido por las obras, actos y emociones que nos
permiten acercarnos a la naturaleza de las personas, algo que no suele
vislumbrar la gran historia. Una sola vida es en sí misma apasionante, la
de Amparo Poch lo es, a través de ella podemos percibir una infinidad de
verdades.
Por todos estos
motivos es relevante la recuperación de
trayectorias de mujeres del pasado por los escasos testimonios del protagonismo
femenino. No es una tarea fácil cuando las mujeres que biografiamos se mueven
entre los márgenes que marcan tres coordenadas: el sexo, una condición social
humilde y unos ideales políticos revolucionarios. Este fue el caso de Amparo
Poch y de muchas de sus compañeras de Mujeres Libres.
Amparo Poch y Gascón nació en Zaragoza el 15 de
Octubre de 1902 en el seno de una familia obrera. Hacía muy poco tiempo, en
1910, que las mujeres podían incorporarse sin ninguna limitación a la
Universidad y ella fue una de las primeras mujeres licenciadas en Medicina que
pudieron practicar su profesión sin cortapisas. Amparo Poch obtuvo el Premio Extraordinario
de fin de carrera al obtener la calificación de Matrícula de Honor en todas las
asignaturas del grado.
Despuntó no sólo por formar parte de la minúscula
presencia de mujeres en las aulas durante la década de los veinte, sino por dedicar la práctica de la medicina a
las clases más desfavorecidas para evitar enfermedades que eran fruto de la miseria
pero también de la educación patriarcal y de la ignorancia. Por todo ello se centró
en la divulgación de medidas básicas de higiene, en fomentar la maternidad responsable y en poner fin a
los tabúes sobre
la sexualidad femenina con un claro objetivo
emancipador.
Además de cursos y conferencias, escribió obras como La vida sexual de la mujer (1932), o Elogio del amor libre que defendió y
practicó a lo largo de su vida. Escribió numerosos artículos siempre para la
prensa libertaria: Revista Blanca, Tiempos
Nuevos, Tierra y Libertad, Generación Consciente, Estudios o Mujeres Libres
siendo cofundadora de esta última junto con Mercedes Comaposada y Lucía Sánchez
Saornil.
Poch se trasladó a vivir a Madrid en 1934 y conoció a
Comaposada y Sánchez Saornil y entró a formar parte del proyecto para publicar Mujeres Libres, de esta triada de
mujeres, Lucía Sánchez Saornil, su inspiradora principal, decía:
Éramos un reducido número de compañeras, militantes en el campo anarquista, las que pretendíamos echar sobre nuestros hombros esta gigantesca tarea que no teníamos la pretensión de terminar, pero cuya iniciación ya nos parecía un paso considerable (…)[1].
Tres mujeres
unidas por el azar, de procedencias distintas y pertrechadas de una visión
clarividente sobre la necesidad de emancipar a la mujer obrera. Las tres vieron
en la publicación de la revista el comienzo de un proyecto a largo plazo, un
instrumento que podía agrupar y facilitar la realización de distintas tareas
(conferencias, clases, etc.), que podían tejer una red de cordialidad que permitiera crear una organización de
mujeres. La revista era la urdimbre, el punto de partida a partir del cual se
podía fabricar esa red de cordialidad que uniría a muchas mujeres vinculadas a
la revista de formas diversas capacitándose a través de la cultura que
constituiría la bovina de hilo para tejer la red (de ahí el subtítulo de la revista:
“Cultura y documentación social” que aparece en el nº 2). Cuando esa red de
cordialidad fuera sólida se podría avanzar en ese proyecto a largo plazo que
planteaba Lucía Sánchez.
La revista
arrancó gracias al entusiasmo, la formación cultural de las tres mujeres
fundadoras y su dedicación, aunque en diferentes grados, a la actividad
periodística, la redacción siempre estuvo constituida por ellas tres. Cuando se
puso en marcha la revista eran treintañeras y, por tanto, consideradas
veteranas por el resto de compañeras (en concreto las del núcleo catalán) que
tenían edades comprendidas entre los dieciséis y los veinte y pocos años.
Pero estalló la guerra y todo se precipitó. En
Madrid se constituyó la primera
agrupación de Mujeres Libres entre agosto y septiembre de 1936[2],
poco después en Barcelona. Muy pronto
quedó claro que la guerra no sería breve requiriendo el sostén de la
retaguardia y el concurso de las
mujeres, nadie dudó de la necesidad de que se movilizaran, especialmente en las
zonas donde la revolución acompañó al inicio de la guerra, y eso significó un
crecimiento absoluto y relativo del empleo femenino. Las mujeres accedieron al
espacio y a las responsabilidades públicas y se produjo una inversión de los
roles. Los dos núcleos de mujeres organizados, el madrileño y el barcelonés, se
sumaron a las diversas tareas de apoyo a la movilización popular.
Las mujeres, por tanto, se prepararon
para entrar como obreras en las industrias de guerra, participando del esfuerzo
colectivizador allá donde se asumió la autogestión de la producción. Se
atendieron especialmente los servicios sociales con la apertura de guarderías y
el desarrollo de un intenso programa de ayuda a los refugiados/as. Amparo Poch
enseguida practicó la medicina en hospitales
de campaña y de sangre de Madrid y desde 1937 estuvo muy vinculada a Solidaridad
Internacional Antifascista (SIA)[3].
Algunas mujeres llegaron a desempeñar
responsabilidades políticas como fue el caso de Federica Montseny, primera
mujer ministra en España al detentar la cartera del recién creado Ministerio de
Sanidad y Asistencia Social. Montseny nombró como colaboradoras a la Dra. Mercedes Maestre (UGT) en Sanidad y
a la Dra. Amparo Poch (Mujeres
Libres y CNT) en Asistencia Social, en los pocos meses que Montseny fue
ministra (nov. 1936-mayo 1937) se elaboró, entre otros proyectos, uno de
Despenalización del Aborto, inspirado en el que había aprobado el Conseller de
Sanidad Pública y Asistencia Social de la Generalitat, el anarquista Antonio
García Birlán.
Cuando Poch se trasladó en el otoño de
1937 a Barcelona fue directora del Casal
de la Dona Treballadora, espacio de intercambio y educación para las mujeres. Formó parte del equipo
de redacción del rotativo sindicalista Mañana
firmando entonces, como ya lo había hecho en Mujeres Libres como "Doctora Salud Alegre" tratando de
ser fiel a su optimismo y sentido del humor en momentos tan difíciles.
El conflicto bélico, por tanto, constituyó una experiencia de libertad y de
responsabilidad sin precedentes para las mujeres. La mayor parte de las
trabajadoras tomaron conciencia de sus capacidades y valoraron su nueva
independencia económica. La gran novedad fue que la mujer tenía que vivir sola,
salir sola y asumir las responsabilidades familiares sola, algo que siempre se
había considerado imposible y peligroso. Las mujeres conquistaron la libertad
de movimientos y de actitud en la soledad y el ejercicio de responsabilidades:
libres del corsé, de los vestidos largos y ajustados, de los sombreros molestos
y, a veces, de los moños y las trenzas, podían
salir solas, explorar su sexualidad y, a veces, decidir la vida propia.
En 1939 se exilió a Francia donde intentó ayudar a los
miles de refugiados/as de los campos de concentración. La prefectura del departamento del Gard en Nimes le
extendió un Laissez passer que le autorizaba a vivir en
Francia, pero le prohibía trabajar. Vivió con su compañero Francisco Sabater trabajando
en la economía sumergida: pintando tarjetas y pañuelos, bordando, haciendo
bolsos de rafia y plegando sobres. En enero de 1943 se produjo una redada en
toda Francia contra los refugiados/as españolas
sospechosas de luchar contra los nazis y su
compañero fue detenido e internado en un Grupo de Trabajadores Extranjeros
hasta la liberación de Francia en agosto de 1944.
Hacia
finales de 1945 Amparo Poch y Francisco Sabater se trasladaron a Toulouse donde empezó
a pasar consulta médica clandestina. Con la puesta en vigor del Estatuto
Jurídico de los Refugiados Españoles se normalizó su vida laboral y trabajó
ejerciendo la Medicina. En el dispensario de la Cruz Roja se ocupó de las
consultas de Medicina General y Ginecología; en la sección española de SIA prestó
asistencia médica.
En 1965
se le diagnosticó un cáncer cerebral, alternando ingresos en el hospital con
períodos de mejoría pero la enfermedad la sumió en la decadencia física y en la
enajenación mental. Ramón Valencia y su compañera la atendieron en sus últimos
días, falleciendo el 15 de abril de 1968
en Toulouse. Tres días después, 200 exiliados/as españolas acudieron a su
entierro en el cementerio de Cornebarrieu en Blagnac. El comité de SIA repartió
sus enseres entre los más necesitados, quedándose con los documentos y libros; al
morir sólo tenía en su cartilla de la Caja de Ahorros: 16 francos con 29
céntimos.
Su trayectoria es la de una mujer adelantada a su tiempo que nos resulta
cercana por sus inquietudes culturales, sociales, feministas, pacifistas y
ecologistas, planteamientos actuales pese al tiempo trascurrido desde su
muerte. Amparo Poch sobresale por encima de la colectividad por su deseo de
individualidad al ser una mujer transgresora y un referente de autonomía para
las generaciones actuales. Este es el valor y la actualidad que tiene el
conocimiento de una mujer que murió hace cincuenta años.
[1]
Lucía
Sánchez Saornil, “La mujer en la Guerra y en la Revolución. La agrupación
Mujeres Libres”, CNT, nº 531, 30 de
enero de 1937 en Lucía Sánchez Saornil. Poeta,
periodista y fundadora de Mujeres Libres, (2014): p. 158.
[2] Artículo sin firma, “La
agrupación de Madrid. Recuerdos y actualidades”, Mujeres Libres, nº 10, julio 1937, sin paginar, afirmaba: ¡Cuánto camino hemos andado desde aquellos días de
septiembre!
[3] SIA fue creada en un Pleno
Nacional de la CNT en Valencia el 15 de abril de 1937. Su finalidad era
humanitaria y política.
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