PUBLICADO EN LA MAREA
Martin Kimbell
Esta reflexión surge de mi preocupación por la
naturaleza del totalitarismo y las
diferentes versiones que hemos podido analizar y estudiar, especialmente
en el siglo XX, basadas en el gobierno de un líder, o de una minoría, la
inexistencia de derechos y libertades con la consiguiente represión y la
arbitrariedad ciega en el ejercicio del poder que no es regulado por nada ni
por nadie, imponiéndose la voluntad de quien lo ejerce.
Desafortunadamente lo que le sobra a la historia de
la humanidad son sistemas despóticos. No pretendo hacer un repaso de todos
ellos, sino hacer mención de los que tenían como punto de partida lograr justo
lo contrario a lo que construyeron. Es decir, a aquellos que querían construir
una utopía (término acuñado por Tomás Moro y que designaba algo bueno, el lugar
en el que podía habitar una sociedad idealizada) y acabaron construyendo una temible distopía,
término antitético al anterior y que indica la existencia de una sociedad indeseable,
negativa.
Las distopías han tenido en la ficción (literatura y
cine) un amplio desarrollo, en todas ellas se partía desde algunas
características de las sociedades reales, llegando hasta la distopía en la que
podían acabar. Destacan en este sentido tres obras emblemáticas: Un mundo feliz de Aldous Huxley, 1984 de George Orwell y Fahrenheit 451 de Ray Bradbury.
Las tres novelas fueron publicadas en el transcurso
de los veintiún años que abarcan el periodo 1932-1953, una etapa en la que los
totalitarismos alcanzaron un grado de desarrollo nunca visto, especialmente en
Europa, provocando un conflicto mundial con el intento de exterminio del pueblo
judío y otras poblaciones, y un duro capítulo posterior de guerra fría que
provocó más víctimas que la II Guerra Mundial. Incluso podríamos decir que
ambas fechas, la de publicación de la obra de Huxley (1932) y la de publicación
de la obra de Bradbury (1953) marcan dos momentos importantes: en 1932 el
Partido Nazi ganó dos convocatorias electorales en Alemania, sin obtener la
mayoría absoluta, que le llevaron finalmente al poder. En 1953 murió uno de los
más crueles dictadores de la historia contemporánea y principal protagonista de
una larga distopía, Iósif Vissariónovich Stalin.
La novela de Orwell, entre las dos novelas anteriores, fue publicada en
1949, iniciada ya la guerra fría.
El marxismo (o marxismos) han justificado la deriva
distópica de la extinta URSS, y de otros sistemas similares de “socialismo
real”, pretextando las dificultades que rodearon la construcción de la “utopía”:
golpe de Estado, guerra civil, dificultades económicas, aislamiento
internacional y el liderazgo de Stalin. Aceptando la veracidad de dichas
dificultades, también es cierto que nunca una revolución lo ha tenido fácil, ni
ha contado a su favor con un entorno propicio, no me parece que sean la razón
fundamental de su deriva. La teoría marxista tiene debilidades importantes que
enseguida se pusieron en evidencia en octubre de 1917, destaca en este sentido
la desmesurada importancia que se daba a la conquista del poder por parte del proletariado,
en realidad por parte de su “vanguardia”, copando el partido que en teoría lo
representaba. La “vanguardia” del proletariado, convencida de su conocimiento
de la realidad social, a través del materialismo histórico, se sentía en
posesión de la verdad para dirigir a la masa obrera y campesina hacia la
construcción de la utopía, en realidad
su discurso recordaba más al mesianismo que a un método de conocimiento
científico. El término “utopía” fue
siempre despreciado por Marx cuando marcó distancias respecto al socialismo de
la primera mitad del siglo XIX , que consideró primitivo respecto al socialismo
científico y que Engels denominó “socialismo utópico” en su conocido ensayo
“Del socialismo utópico al socialismo científico”, escrito entre 1876 y 1878 en
la revista Vorwarts de Leipzeig,
órgano del Partido Socialdemócrata. El texto formaba parte de una obra mayor
hoy conocida como el Anti-Dühring.
En 1880, Paul Lafargue publicó una traducción de los tres primeros capítulos
con el título Socialisme utopique et
Socialisme scientifique.
El mesianismo del Partido Bolchevique era indudable
puesto que confiaban en que el papel de la “vanguardia” liberaría al pueblo
oprimido instaurando un nuevo orden basado en la justicia y en la felicidad. El
papel que en esa liberación representaba la élite obligaba a poner en ella una
confianza absoluta. El centralismo democrático, modelo de organización y
funcionamiento de los partidos marxistas-leninistas, potenciaba la disciplina y
el sacrificio voluntario de la libertad en aras de la máxima eficacia y dotó de
un aura especial al partido y a sus dirigentes, impidiendo tomar precauciones
para evitar los abusos de poder de su cúpula dirigente en esa etapa tan
sensible que, K. Marx, denominó “dictadura del proletariado”. Esta fase
intermedia, que enseguida marcó una distancia insalvable con el
anarquismo, presuponía la existencia de
un Estado obrero encargado de preparar el acceso a la utopía. K. Marx definió el
término poco afortunado de “dictadura”, especificando que, por primera vez en
la historia de la humanidad, sería la dictadura de la mayoría (el pueblo
trabajador) sobre la minoría (las clases propietarias). En realidad la
intromisión del partido, formado por una minoría, supuso la realización de un
triple salto mortal porque intentó convencer a sus partidarios/as de que
hablaba en nombre del pueblo en su conjunto y tenía que tener las manos libres
para acabar con la clase social minoritaria que representaba el capitalismo
moribundo. No pensar en poner límites al Estado obrero ni prever que se podían
producir abusos por parte de la “vanguardia” dejó el camino expedito a una
extrema concentración de poder y a la posibilidad de que un iluminado considerase
que, incluso esa “vanguardia”, era peligrosa para el proceso revolucionario y trasmutase
en el “padrecito” al que había que rendir obediencia ciega y culto como si de
un ser superior se tratara.
Desde el primer día de la revolución, el Partido Bolchevique,
aún dirigido por Vladímir Ilich Uliánov Lenin,
inició su tarea de vaciar de contenido a los soviets, en los que se había apoyado para auparse al poder, pero en
los que no creía, desestimó su derrota en las elecciones a la Asamblea
Legislativa, disolviéndola, e inició una represión contra los demás partidos,
concentrando en sus manos todo el poder, justificando todo ello por la
emergencia de la guerra civil (1917-1923).
Los peligros que acosaban a la revolución, pronto
justificaron la existencia de millones de muertos por la colectivización
forzosa del campo a partir de 1928 y las purgas
masivas entre 1936 y 1938. Stalin compitió con Hitler a la hora de matar a
millones de personas, con métodos parecidos: campos de trabajo, en los que no
se exterminaba con gas, pero se mataba a sus moradores por la extrema dureza de
las condiciones de vida y trabajo impuestas, torturas en prisiones como la de Lubianka en Moscú,
desplazamientos de miles de personas para desactivar cualquier tipo de
oposición al “sistema” e incluso la adopción de un antisemitismo feroz finalizada
la II Guerra Mundial. En definitiva, la construcción de una distopía basada en
la represión, la arbitrariedad y el terror más feroz que convirtieron la
libertad en un imposible mientras los logros económicos permitían soñar con la
igualdad.
Hay mucha bibliografía sobre el régimen soviético y
sobre el stalinismo, ni pretendo sintetizarla ni abordarla porque es accesible
y existen multitud de estudios recientes sobre la II Guerra Mundial y el papel
que jugó la URSS y el propio Stalin en ella, sin embargo me gustaría recomendar
a un autor, Vasili Grossman, y la lectura de su excepcional novela Vida y destino, así como la obra de los
historiadores Antony Beevor y Luba
Vinogradova titulado Un escritor en
guerra. Vasili Grossman en el Ejército Rojo, 1941-1945. Ambas obras se
nutrieron del material que recogió en el frente como periodista del periódico Estrella Roja del ejército rojo. Grossman
fue testigo de la liberación de los campos de concentración nazis, sobre los que
escribió, y dichos relatos fueron utilizados como prueba en los juicios de
Núremberg. Finalizada la guerra empezó a dudar del régimen soviético a causa,
entre otras cuestiones, del sesgo antisemita que tomaba el stalinismo. Aunque
Grossman nunca fue detenido, la presión sobre su persona y su obra se concretaban
en registros de su vivienda y en el
secuestro de sus manuscritos, en especial los de Vida y destino (escrita en 1959), que no vio publicada en vida.
Solo merced a una red de resistentes se pudo sacar una copia de la URSS que en
1980 fue publicada en Occidente. Grossman tuvo que ser consciente del riesgo
que corría al escribir una novela en la que la denuncia del totalitarismo
soviético es letal, por ello debemos entender que tenía la voluntad de
denunciar un régimen en el que había confiado durante un tiempo.
Las cavilaciones de un
revolucionario marxista como Grossman me llevan a la actualidad y a la poca
reflexión que ha habido, eso también lo podemos considerar memoria histórica,
sobre la influencia del stalinismo en el PCE durante la guerra civil española
y, tras sus méritos en la lucha antifranquista, cómo le afectó a este, y otros
partidos marxistas, la caída de la distopía soviética a partir de la década de
los noventa del siglo XX.
La actuación de un lider, sumado a la existencia de un pensamiento único oficial, revelan la irracionalidad del sistema que los sustenta y que se mantiene en el poder ejerciendo una feroz represión sobre cualquier posible disidencia. Y parece que dé igual sin esto sucede en la Alemania nazi, en la Italia fascista, en la España falangista, en enormidad de la URSS, en la agricola Albania, o en la potencia industrial de la China. Estupendo artículo. Un beso.
ResponderEliminarGracias!! Estoy de acuerdo, el totalitarismo es totalitarismo aquí y en las quimbambas, mal que les pese a los que levantaron la distopía soviética.
EliminarUn abrazo.
ResponderEliminarComo ya habéis subrayado, el totalitarismo es eso, 'totalitarismo', proceda de donde proceda.
Y describe, significa y deslegitima a quien lo ejerce.
Besos!!!
;)
Algo tan sencillo y cuanto cuesta verlo cuando la ideología ofusca la razón.
EliminarBesos!!
Recuerdo a 'Michel Foucault' en la uni.
ResponderEliminarTe 'robo' ese retrato de 'Fito Espinosa'
al vez lo utilice para un cambio de imagen... ;)
Besos de sábado bajo las tormentas eléctricas.
Han refrescado el aire que estaba tan cargado y pesado... :))
Todo tuyo, me encanta este ilustrador :)
EliminarAquí na de na! Quina calor!!
Abrazos!!
PD: 'al vez' no, 'tal vez'...
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