JURE KRAVANJA
No parece el mejor momento para hablar de uno de los rasgos que
mejor definen la idiosincrasia del anarquismo, el apoliticismo, dado el
entusiasmo que despierta la participación política y las expectativas de cambio
que tal participación genera en amplios sectores de población.
Henry D. Thoreau[1],
un hombre que resulta inclasificable pero que tiene un claro talante libertario
y solidario, señalaba ya a mediados del
siglo XIX que:
El gobierno por sí mismo, que no es más que el medio elegido por el pueblo para ejecutar su voluntad, es igualmente susceptible de originar abusos y perjuicios antes de que el pueblo pueda intervenir.
Añadía, además, que lo deseable no es cultivar el respeto por la ley, sino por la justicia
y que solo una minoría sirven al Estado con sus conciencias, con lo que acaban
las más de las veces enfrentándose a él y casi siempre son tratados como
enemigos. Para Thoreau, las votaciones
son un jugar con lo justo y lo injusto, con cuestiones morales. Votar, por tanto,
es expresar débilmente el deseo de justicia, que al quedar en manos de la
mayoría se deja al azar del resultado.
Anarquistas posteriores redundaron en la línea
marcada por Thoreau señalando, como Proudhon[2],
que:
Ser gobernado significa ser observado, inspeccionado, espiado, dirigido, legislado, regulado, inscrito, adoctrinado, sermoneado, controlado, medido, sopesado, censurado e instruido por hombres que no tienen el derecho, los conocimientos, ni la virtud necesarios para ello. Ser gobernado significa, con motivo de cada operación, transacción o movimiento, ser anotado, registrado, controlado, grabado, sellado, medido, evaluado, sopesado, apuntado, patentado, autorizado, licenciado, aprobado, aumentado, obstaculizado, reformado, reprendido y detenido.
Es, con el pretexto del interés general, ser abrumado, disciplinado, puesto en rescate, explotado, monopolizado, extorsionado, oprimido, falseado y desvalijado, para ser luego, al menor movimiento de resistencia, a la menor palabra de protesta: reprimido, multado, objeto de abusos, hostigado, seguido, intimidado a voces, golpeado, desarmado, estrangulado por el garrote, encarcelado, fusilado, juzgado, condenado, deportado, flagelado, vendido, traicionado y por último, sometido a escarnio, ridiculizado, insultado y deshonrado.¡Eso es el gobierno, esa es su justicia, esa es su moral!”
No
está de más señalar que el anarquismo lo que rechaza es la intervención en la política
institucional ofrecida por el propio sistema con la intención de transformarlo,
ya que como señaló Sartre: Quien
respeta la legalidad no puede actuar contra el sistema, vive en él. Actuar en la política para modificar el
sistema a través de las acciones que, como señala Thoreau, surgen
de los principios, de la percepción y la realización de lo justo, con la
intención de cambiar las cosas y las relaciones de poder, también es participar
en política y ahí siempre ha estado presente el anarquismo como ideología
política que es.
La participación política que están impulsando en la actualidad
diversos partidos o coaliciones electorales (como Podemos, Guayem, Barcelona/Zaragoza [y otras] en común, CUPs, etc) que dicen surgir de los movimientos sociales,
especialmente del 15 M, y que aspiran a no abandonar, no es nada nuevo. El
movimiento obrero se vio recorrido por esa disputa desde su origen y generó una
discusión directa en la AIT (1864-1876) entre bakuninistas partidarios de la no
participación en política y del rechazo a la formación de partidos obreros, y
los marxistas que defendieron la posición contraria. La escisión y disolución
de la AIT por esta disputa sobre la intervención política fracturó al
movimiento obrero y lo encarriló mayoritariamente hacia la fundación de
partidos para intervenir en los parlamentos y desarrollar una política
reformista que favoreciera a las clases trabajadoras. Recordando la mencionada
frase de Sartre, estos partidos se instalaron en el respeto a la legalidad y
abandonaron los sueños de transformación del sistema iniciando los primeros
pasos de la socialdemocracia. No podemos olvidar que aquellos partidos obreros
que mantuvieron la idea de la revolución social y conquistaron el cielo, perdón
el poder, acabaron construyendo terribles
distopías que crearon una sociedad totalitaria, cruel y represora, en la que el
Estado creció hasta imponer la voluntad de una minoría sobre la inmensa mayoría
de la sociedad (fue paradigmático el estalinismo soviético).
La socialdemocracia, viviendo
en el sistema, ha evolucionado hacia posiciones de poder neoliberal,
deteriorando su prestigio entre corruptelas y puertas giratorias. La política
ha quedado reducida a una cuestión de gestión de expertos de las necesidades
del capitalismo global que ha provocado, desde 2008, consecuencias devastadoras
para las clases trabajadoras y clases medias.
Las organizaciones políticas que viven en el sistema, no suelen
iniciar movimientos de protesta, y así
ocurrió con el movimiento 15M de 2011, sino que son éstos los que dan lugar al
nacimiento de organizaciones (Podemos y las diversas coaliciones electorales
que dicen proceder de dicho movimiento) que, a su vez, intentan domesticar las
protestas y transformarlas en canales institucionales, tal como está sucediendo
cuatro años después de iniciado este movimiento. Como señala James C. Scott[3], en
la medida en que las protestas amenazan el sistema, las organizaciones formales
son más un impedimento que un elemento facilitador ya que las instituciones
estatales controlan férreamente el poder del Estado y del acceso
institucionalizado a él. El 15M desafió en primer
lugar esa idea práctica de la política: no
nos representan; era un momento en el que se daban las mayores alteraciones y en el que dichos movimientos
estaban menos organizados y eran menos jerárquicos, por tanto, eran más
rebeldes en el desafío no institucionalizado frente al orden existente. No
había líderes con los que negociar un acuerdo y el desafío en masa,
precisamente porque amenazaba el orden institucional (recordemos el parlamento
cercado por manifestantes tanto en Madrid como en Barcelona), hacía reclamar
desde el poder que la ciudadanía lo que debía hacer era votar y no movilizarse
y para ello eran necesario que surgieran organizaciones que intentaran canalizar
este desafío e incorporarlo al flujo de la política normal, donde pudiera ser
contenido. Lógicamente los partidos tradicionales no esperaban ser sustituidos
por partidos de indignados, pero
incluso su dudosa desaparición no es preocupante para el sistema que tiene una
gran capacidad de asimilación como lo demostró con los partidos socialistas,
comunistas, verdes, etc.
JURE KRAVANJA
Y llegamos al nudo gordiano de la
lucha política: ¿participamos para cambiar de manos el poder político y
reformar aspectos secundarios del capitalismo neoliberal o luchamos para
cambiar la vida? Si lo que deseamos es lo primero, los nuevos partidos son más
eficaces, al venir de fuera del
sistema, para transformar la rabia, la frustración y la indignación en un
programa político que constituya la base sobre la que tomar decisiones
políticas y legislar. Tienen una multitud rebelde que patrimonializar si la disciplinan
y controlan. Estas organizaciones son enunciadas por J. C. Scott como instituciones traductoras, puesto que su
capacidad de negociación está basada en traducir
su control respecto a los movimientos de los que proceden. Es la rebeldía del
15M la que ha constituido la fuente de influencia de estos nuevos partidos, por
ello podemos considerarlos como auténticos parásitos
de la rebeldía espontánea que
tratan de transformar en votos y en poder dentro de las instituciones.
Olvidada la idea de una revolución total que lo podía cambiar
todo, en todo el mundo, y que mantenía el enfrentamiento frontal contra el
sistema, la revolución del siglo XXI quizás no está tanto en los fines como en
los medios, de tal manera que la máxima del fin justifica los medios podría
girar en los medios justifican el fin. Los
medios tan vapuleados en aras de
conseguir los fines, se pueden convertir en la clave de una transformación
cuyas dimensiones no son fáciles de prever, ni deberían interesarnos en exceso,
tras un siglo y medio en que los fines lo han acaparado todo con unos
resultados más bien exiguos si tenemos en cuenta el actual dominio neoliberal.
Un medio irrenunciable para el anarquismo es la praxis de la libertad
frente a la conformidad, pero también, como señala Byung-Chul Han[4], el rechazo a la violencia del consenso que reprime cualquier
particularidad y que reina en la conexión a la red y en la comunicación digital. Lo más actual del anarquismo
está en la importancia que da a las relaciones de poder, la hipersensibilidad
frente a la autoridad, el rechazo frontal de todas las decisiones desde el ejercicio del poder, como elementos contradictorios
con la libertad. La libertad
verdadera solo es posible mediante una completa liberación de la vida respecto del capital, nuestro futuro dependerá de que
seamos capaces de servirnos de lo
inservible más allá de la producción. El rechazo de una praxis consumista
puede desarrollar una forma de vida que esté libre de la necesidad.
Crear, en
definitiva, nuevos espacios en los que construir el arte de la vida como praxis de la libertad
y en los que caben cooperativas
autogestionadas y redes de economía alternativa. Es necesario comenzar en otro puerto de partida, en un espacio propio y
libre que marque distancias con el
utilitarismo que se ha adueñado de la política, y logre articular, si es
necesario, las objeciones a nuestra forma de vida redefiniendo lo que puede
unir a las personas, abandonando el individualismo, el consumismo y la codicia
que impregna toda la actuación humana.
La dificultad
hoy no estriba en expresar libremente nuestra opinión, sino en generar espacios
libres, en los que prime la soledad y el
silencio y encontremos algo que decir. Abrir
espacios virginales, como señala Byung-Chul Han, para que el pensamiento
pueda iniciar un hablar totalmente distinto que sea capaz de
cuestionar los esquemas de dominación, las manifestaciones sexistas, las formas
de explotación económica, o las relaciones jerárquicas. No es una novedad esta
propuesta, el mencionado Henry D. Thoreau señalaba la vacuidad de
las conversaciones cotidianas y cómo lo
superficial lleva a lo superficial, permitiendo que las personas abarroten
la mente con basuras y deja
que, rumores e incidentes ociosos e insignificantes, se introduzcan en un
terreno que debiera ser sagrado para el pensamiento. Clamando por la castidad de la mente como única forma de
pensar y acceder al conocimiento. Y desde el silencio quizás es posible la revolución
interior que, tan relevante fue
siempre para el anarquismo individualista, para hacer crecer
comportamientos fraternales, solidarios y de apoyo mutuo con las personas más
próximas. La incitación a volver a una concepción moral y natural de la
sociedad, la libre opción y la libertad de juicio, son medios a destacar en la praxis libertaria.
Las formas de participación política anarquistas tienen que
basarse en la capacidad de decidir por sí mismo, sin
delegación, tanto individualmente como colectivamente. A diferencia
de las acciones institucionalizadas, a través de la “acción directa” los actores
sociales intentan alcanzar sus objetivos transgrediendo o vulnerando los
canales institucionales del orden social para lograr sus demandas. No solo se refiere al carácter no mediado
institucionalmente de la forma de lucha, sino también al carácter organizativo
no delegado de dicha forma de acción.
James C. Scott[5], propone practicar la infrapolítica con acciones diversas como, dar largas
o inacción, furtivismo, ratería, disimulo, sabotaje, deserción, absentismo,
ocupación y huida. Las clases subordinadas han carecido históricamente del lujo
de la organización política manifiesta, lo que no les ha impedido trabajar en
complicidad y de forma microscópica, cooperativa y multitudinaria en el cambio
político desde abajo.
El anarquismo tiene un
trasfondo, desde la libertad y la autonomía personal, que puede construir sin
dogmas un modelo de vida que respeta las emociones, la autoestima, la
responsabilidad de las decisiones propias, el estímulo de las capacidades y la
inteligencia desde el realismo de lo posible. Estos medios pudieran convertirse en el fin, pensado desde otro punto de vista más acorde con el siglo XXI.
ResponderEliminarSiempre he creído que tan importante o más es el 'cómo' que el 'por qué' y el 'para qué'...
Para reflexionar...
Lo conozco poco, pero me cae bien el inclasificable de 'Henry David Thoureau'... ;)
Petonets a demanda!!!
:)
PD: La fotografía de la chica parada sobre el agua mirando el horizonte... es de 'Ibai Acevedo'?
Me gusta.
Gracias por leer, querida X. Me alegra que coincidamos en la importancia de los "medios", siempre tan sacrificados en aras del fin.
EliminarNo, no es de Acevedo. No puse el nombre porque la encontré no sé dónde y solo pone esta referencia: Shady S., con la que no encuentro nada.
Abrazos!!
ResponderEliminarPD2: Y ese 'Passage' es inolvidable... ;)
Una excelente y documentada reflexión la que escribes y compartes de un modo generoso.
ResponderEliminarHoy hubo gritos de júbilo en el pueblo.
En lo más profundo de la gruta
el narrador abrió el libro de la historia.
El sastre ha matado al dragón,
el cadaver lo devoraron los cuervos,
le vistieron con sus escamas de hierro,
y después pusieron en sus manos
la terrible espada de fuego
Alborozados cantaron luego:
Llarga vida al hijo del dragón.
Escribió dibujando antiguas runas:
Hoy hubo gritos de júbilo en el pueblo...
Un beso.
P.S. A lo mejor ese es nuestro papel, pensar y escribir.
Gracias por tus palabras. Hoy me has dejado sorprendida y pensativa con los versos.
EliminarUn abrazo!!
Desde que leí tu libro, y ahora esta excelente y documentada entrada sobre el anarquismo, el concepto que tengo sobre esta especie de filosofía política y social es mucho más positivo del que tenía.
ResponderEliminarMuchas gracias por ilustrarme, Laura
Un abrazo
Cierto que " el sistema tiene una gran capacidad de asimilación, pero estos partidos o movimientos que han surgido, fruto de la indignación, han despertado ilusiones en sectores sociales marginados y maltratados por la crisis. Esperemos que el proceso de asimilación tarde mucho en tender sus tentáculos.
ResponderEliminarP.D.: Con tu permiso, me llevo el texto de Proudhon[
Si he logrado que se conozca mejor qué es el anarquismo (mejor, anarquismos), ya es importante para mi como historiadora.
EliminarComo persona que piensa en la política actual, me pareció mucho más ilusionante el movimiento del 15M y la capacidad de autonomía o empoderamiento que generó dicho movimiento.
Para mi el proceso de asimilación ya ha empezado.
Todo el permiso.
Abrazos!!