(…) la demonización de la clase trabajadora es
el flagrante triunfalismo de los ricos que, libres ya del desafío de los de
abajo, ahora los señalan y se ríen de ellos. Y puesto que este Gobierno
liderado por los conservadores sigue adelante con un programa de recortes que
hace pagar a la clase trabajadora por los delitos de la élite, tienen mucho de
lo que reírse.
Este
ensayo tiene 350 páginas y su título requiere una breve explicación:
Chavs es un término utilizado por
diferentes colectivos de la sociedad británica. Puesto que prácticamente nadie
se autoidentifica como chav –salvo en broma-, no es una subcultura claramente
reconocible como los góticos o, antes que ellos, los mods o los rockers. Casi
siempre es un insulto impuesto a un individuo sin su consentimiento. (…) Dicho
esto, es innegable que se emplea de forma clasista (p. 326).
Chavs
son jóvenes de clase trabajadora convertidos en un estereotipo que conlleva el
ser irresponsables, delincuentes e ignorantes. Y todo ello recogido en esa
palabra cargada de odio. Creo que lo más parecido en nuestro país sería el
término choni, pero en este caso
aplicado a mujeres.
El
objetivo del ensayo es cuestionar tres mitos: que toda la población inglesa es
esencialmente de clase media; que la clase es un concepto anticuado; y que los
problemas sociales son en realidad fallos de individuos concretos. De esta
manera la clase trabajadora desaparece como tal y los que trabajan pasan a ser
individuos que, si son capaces, pasarán a ser de clase media y, si no lo son,
pasarán a ser individuos aislados y culpables de su situación. La clase obrera
será un residuo de gamberros y vividores que abusan de las prestaciones sociales
y viven de ellas.
Owen
Jones, nació en Sheffield (una zona chav)
en 1984. Es periodista, escritor, comentarista y activista de izquierdas. Su
obra Chavs fue incluida por el New York Times en la lista de los diez
mejores libros de no ficción de 2011. Ese mismo año Jones fue incluido por el The Daily Telegraph entre los 100
pensadores más influyentes en la izquierda de 2011.
El
ensayo está dividido en ocho capítulos, la conclusión, y un epílogo a la
segunda edición inglesa en el que habla de los disturbios del 2011.
A
través de los ocho capítulos, Jones acusa a los medios de comunicación y a la
clase dirigente de la desigualdad y del odio de clases en la Gran Bretaña
actual. El punto de partida son los años ochenta y la etapa de gobierno
conservador de M. Thatcher a partir de los cuales los trabajadores dejaron de
tener poder en el lugar de trabajo, en los medios de comunicación, en la clase
política y en el conjunto de la sociedad. Hoy, con su poder hecho añicos, se puede insultar impunemente a la clase
trabajadora llamándoles borrachos, haraganes y chandaleros que sienten
debilidad por Enoch Powell (p.
297).
Afirma
que la política se ha convertido en el coto cerrado de los ricos y sus apologistas
políticos que impulsan la idea de que los de abajo merecen su suerte. La idea,
que se ha extendido en la sociedad, es que si los de abajo quieren salir
adelante, pueden, pero no quieren hacerlo. De esa forma los de abajo han de
culparse a sí mismos de su suerte. Tanto el thatcherismo
como el neolaborismo, a partir de
Tony Blair, han promovido un áspero individualismo que ha afectado
negativamente a la solidaridad colectiva de las antiguas comunidades de
trabajadores. La herencia del aplastamiento de los sindicatos en la era
Thatcher fue sin duda el factor crucial. Durante cien años el movimiento
sindical había sido el eje central del laborismo, lo que garantizaba que
estuviera representado dentro del partido. La reducida posición de los
sindicatos, tras ser debilitados por el thatcherismo
en la sociedad, dio a los líderes laboristas carta blanca para reducir su papel
interno.
La
opción de una parte importante de la clase trabajadora fue, lo que en Suecia
llaman, la “opción del sofá”: gente de clase trabajadora sentada mano sobre
mano en vez de salir a votar a su partido de siempre. Otra parte de la clase
trabajadora desvió el voto a otras opciones: en Escocia y Gales, un gran número
de votantes de clase trabajadora se pasó a los partidos nacionalistas; en
Inglaterra, el racista BNP captó los votos de cientos de miles de votantes
tradicionalmente laboristas.
El
autor considera que la derrota de clase no es solo del laborismo sino de toda
la izquierda, produciéndose un giro desde la política de clase a la política
identitaria (liberación de las mujeres, homosexuales, minorías étnicas, nación, etc)
durante los últimos treinta años. El vapuleo sufrido por el movimiento sindical
bajo el thatcherismo hizo que la
clase ya no pareciera un vehículo de cambio convincente para muchos
izquierdistas. La política identitaria, en cambio, aún parecía radical y tenía
metas alcanzables.
Esta
política identitaria, junto con la política internacional, se ha convertido en
“refugio seguro” de la izquierda. En el caso de los laboristas, la política
identitaria les permite mantener un cierto aspecto progresista mientras adoptan
políticas thatcheristas, medidas de derechas.
Ante
este “callejón sin salida” de la izquierda convencional, el autor señala que la
nueva política de izquierdas debería partir de una redefinición de la
aspiración, es decir, de lo que debe unir a la gente para sustituir el dominante individualismo atomizado,
consumista y codicioso (p. 309).
La nueva política ha de adaptarse a la nueva realidad de la clase trabajadora,
mucho más fragmentada, marcada por la precariedad, el contrato eventual y a
tiempo parcial. Trabajos del sector terciario más limpios y que requieren menos
esfuerzo físico, pero no acarrean el mismo sentimiento de orgullo y realización
de los antiguos trabajos en la industria.
Esa
nueva política de izquierda tiene que arraigar en las comunidades, no solo en
el lugar de trabajo (que cambia constantemente), tiene que soslayar las divisiones
internas de la clase trabajadora y reclamar empleos decentes, seguros y bien
pagados. Aportar democracia real a la economía, rechazar los planteamientos
xenófobos, afrontar con medidas sociales el comportamiento antisocial de
jóvenes sin esperanza de futuro, desafiar el grotesco reparto de la riqueza y
del poder de los muy ricos, castigando la evasión fiscal, reequilibrando el
sistema fiscal y no dejándoles que amasen enormes fortunas.
Este
ensayo proporciona análisis, datos y conclusiones que resulta difícil de
sintetizar en este espacio. Apenas he reproducido fragmentos pese a tener casi
todo el libro subrayado para no hacer más larga esta reseña. Quiero destacar,
para concluir, que estamos ante el ensayo de un joven periodista (lo escribió
con tan solo 26 años) que da claves certeras para entender la crisis actual y
el comportamiento pasivo de una gran parte de la clase trabajadora.
Muy
recomendable.
ResponderEliminarTú sí que eres recomendable...
¡ala, me largo amargaíta!
Que digo en cuatro,
ni en cinco vidas...
Beso y abrazo reiterativos... 'profe'... y del tó... de la cocorota a las patillas... ;)
Exagerá!! Yo soy abeja obrera ehh!!
EliminarGracias de verdad y un gran abrazo!!
PD: Abejita obrera minúscula me siento...
ResponderEliminarPor la reseña que nos presentas, me parece un trabajo muy instructivo, con la mutación social que se ha producido a nivel mundial, la izquierda no introduce respuestas a los problemas que plantea la globalización y esa parte de la humanidad, que ostenta el poder, se asegura la preeminencia sobre el resto de la población, La riqueza ha superado las barreras geográficas y políticas y defiende su posición desde múltiples vertientes, se detecta en efecto una minoritaria clase superior compuesta por quienes tienen acceso preferente a todo tipo de bienes de consumo, el resto de la humanidad, de modo individual, aspira a identico status, sin ser consciente de la imposibilidad matemática que tiene para alcanzar ese nivel. La solidaridad ha sido barrida por la ambicion personal, numerosos ejemplos de esta situación absurda los podemos ver en las noticias de cada jornada. Un beso.
ResponderEliminarMe interesan las miradas jóvenes, que no necesariamente ha de corresponder con la edad aunque en este caso el autor es muy joven, miradas frescas que se atreven a mirar desde el margen. Me parece que este autor lo es.
EliminarPor señalar otra mirada joven, en este caso de 89 años, la de Zygmunt Bauman, viene a decir también que la riqueza de unos pocos no beneficia a todos como intentan hacernos creer los gobiernos conservadores europeos.
A partir de la reflexión y del pensamiento quizás podamos encontrar los resquicios del poder y poder actuar con inteligencia, empezando por el margen y llegando a la base de ese poder injusto que produce la infelicidad (o la felicidad banal que proporciona el consumismo) de la mayoría.
Un beso.
Un saludo ,el blog de me estoy alterando ,lo tenemos parado,) para evitar la censura tenemos el Me puedo alterar ,y además otro solidario. Lo digo porque te as registrado y te interesaría saberlo,gracias
ResponderEliminarhttp://mepuedoalterar.blogspot.com.es/
http://buceandoporlaverdad.blogspot.com.es/