La Cultura de la Transición (CT)[1],
dice Guillem Martínez, es la observación de los límites de la cultura que cedió
la izquierda durante la Transición, era
lo que podía aportar a dicho proceso (hay que añadir que aportó también paz
social, algo muy importante en esa coyuntura). La cultura consistió, desde la
Transición, en crear estabilidad política y cohesión social. Desaparecieron,
por tanto, los productos culturales problemáticos.
Señala el coordinador de este conjunto de diecinueve
aportaciones que, en un sistema democrático, los límites a la libertad de
expresión no son las leyes. Son límites culturales. Es la cultura.
El Estado con su dinero, sus premios, sus honores,
facilitó (y en gran medida sigue facilitando) las cosas al decidir qué es la
cultura y qué no lo es. Los intelectuales se comprometieron en contra de lo
problemático y con el Estado a cambio de las citadas prebendas. Quien no
entraba en el «juego» quedaba excluido y su forma de vida dentro de la
actividad cultural, tenía muchas dificultades.
El libro fue editado en 2012 cuando el Movimiento 15
M estaba muy reciente y subsistía todavía fuera de las plazas en los barrios,
desconozco que opinarán hoy sus autores y autoras, algunos/as, probablemente,
en Podemos (y sus múltiples nombres) o en su órbita.
Algunos autores, como Amador Fernández-Savater,
afirman que la CT se ha ido vaciando con los años y que han ido disminuyendo
los miedos que la CT administraba e instrumentalizaba en tanto que «poder de
salvación» (ante un posible golpe militar, ETA, ruptura de España, etc.). Me
parece que esas «amenazas» resucitan por parte de la derecha y de la izquierda
al recuperar la dinámica del «enemigo» que el Movimiento 15 M resituó con el
formato: arriba/abajo, en lugar de derecha/izquierda.
Ciertamente, el 15 M fue la mayor brecha (no la
única) en el muro de la CT, cuestionó todas las bases de dicha cultura consensual
y devolvió a la cultura su capacidad de objeto problemático, parcial y
combativo. Pasados ya casi diez años, algunas cosas han vuelto a su cauce.
Es cierto que la gente más joven consume cada vez
menos CT y cada vez más cultura de mercado que unido al desplome del Estado del
bienestar ha generado un contexto de neoliberalismo y capitalismo suicida que
ha ido vaciando de contenido la CT.
No obstante, subsisten aspectos de la CT que echa
mano de la «Ley Mordaza» para imponer condenas de cárcel a quienes han
pretendido salirse, en exceso, de las pautas de la CT (el llamado «gobierno
progresista» aún no ha encontrado el modo de derogarla). La pandemia del Covid,
con sus muchas dificultades sanitarias y sociales, y sus muchos avances de una
sociedad de control y de dominación, introduce
aspectos novedosos que convendrá analizar.
Pese a estas transformaciones, este libro contiene
la suficiente información y actualidad de la CT como para resultar interesante
su lectura. Estaría muy bien una puesta al día nueve años después de ser
editado.
[1]
Guillem Martínez
(Coord.) (2012): CT o la Cultura de la
Transición. Crítica a 35 años de cultura española. Barcelona, Random House
Mondadori.
Cuando surge la palabra "cultura" ya la hemos liado, no hay consenso en definirla, basta ver como lo hacen antropólogos como Boas, Tylor o Malinowski, por decir solo unos pocos, cada uno de ellos le da su punto de vista; si quien lo definen son los políticos esto ya es un totum revolutum donde mezclan churras con merinas, eso sí con el menor presupuesto posible y entendiendo como cultura lo que a ellos le conviene.
ResponderEliminarUn abrazo
Es cierto Emilio Manuel, cultura puede entenderse de formas diferentes, más amplia y más restrictiva. En este caso hace referencia a como la intelectualidad se puso al servicio de la justificación de la Transición Democrática como si solo hubiera existido esa vía para salir de la Dictadura.
EliminarTe lo recomiendo, resulta muy esclarecedor.
Un abrazo.
Leí este libro hace ya unos cuantos años y me influyó mucho. Creo que sus análisis son certeros sobre el proceso de cooptación de la intelectualidad por el poder y en especial por el partido de boga entre el progresismo del momento, obviamente el PSOE. Guillem Martínez el editor y coordinador sigue manteniendo una sana independencia de criterio como se puede observar en sus columnas de CTXT donde no tiene dudas a la hora de criticar las maniobras del soberanismo catalán o la torpeza de los poderes que se le oponen. Amador Savater también huyó de esa especie de asignación arbitraria del cambio a determinados partidos. En general, casi todos ellos han mantenido cierta independencia de criterio a lo largo de los años después de una etapa de ilusión partidaria.
ResponderEliminarUn abrazo
Me ha resultado un libro muy interesante y muy acertado en sus análisis de cómo se forjó esa cultura de la Transición para excluir a todos y todas aquellas personas que cuestionaban dicha vía y el tinglado que se montó (y sigue montado) para justificar la transición.
EliminarJustamente es a los dos que conozco y he leído, bueno y a Gopegui, me preguntaba por el resto. Hay algunos en Nociones Comunes vinculados a Traficantes de Sueños (que me pregunto cómo se financian).
Un abrazo.