No es la primera vez que visito un campo de
concentración ni será la última, hay personas que me dicen que soy masoquista,
no entienden lo que busco.
He leído mucho sobre el Holocausto y la coyuntura histórica en que se produjo, no es la época sobre la que investigo, ni es mi tema de investigación a día de hoy. Mi interés tiene otras razones que superan mi trabajo como historiadora, es un interés personal, un interés como persona que vive en el mundo actual y que busca recuperar ese otro actual que es el pasado.
He leído mucho sobre el Holocausto y la coyuntura histórica en que se produjo, no es la época sobre la que investigo, ni es mi tema de investigación a día de hoy. Mi interés tiene otras razones que superan mi trabajo como historiadora, es un interés personal, un interés como persona que vive en el mundo actual y que busca recuperar ese otro actual que es el pasado.
No soy
partidaria de la reconstrucción exterior del pasado, de la historia como una
realidad pasada y, por tanto, muerta. No me interesa la recuperación del pasado
como algo edificante, como una lección moral, como una representación externa, puesto
que esta manera de entender la historia es síntoma seguro de opresión y
dominación.
Decía Bakunin, cuando hablaba de su amigo Nicolás
Stankévitch[1]:
Si, con una llave, golpeo los hierros que él golpeaba, escucho todavía, en su sonido que permanece puro, brotar del fondo de los siglos criminales el grito de su esfuerzo y de su triunfo.
Eso pretendo, golpear los hierros que golpearon las víctimas del nazismo y captar el sonido que permanece puro. Estar tres
días hospedada en Buchenwald me ha permitido pasear sola por el campo y
encontrar el eco de los crímenes cometidos por otros seres humanos, empaparme
de lo ocurrido para captar cómo hoy el partido Alternativa por Alemania habla de vergüenza
para los alemanes (no para las víctimas) por la existencia de Buchenwald y pretende
la reforma de los planes de estudio para dejar fuera la rememoración de lo
ocurrido (los/las estudiantes alemanas están obligados a visitar un campo de
concentración a lo largo de sus estudios obligatorios).
Hoy es posible que este partido entre en el Parlamento
Federal Alemán (ya está presente en algunos Parlamentos de los Länder),
¿miraremos hacia otro lado como ocurrió en la década de 1930? ¿Lo haremos si
opciones de extrema derecha ganan en Francia, Holanda, además de Polonia o
Hungría donde ya gobiernan?
[1] Daniel
Colson (2003): Pequeño léxico filosófico
del anarquismo. De Proudhon a Deleuze. Nueva Visión, Argentina, p. 117.
Laura, me quedo impresionado con ese viaje a Buchenwald, no deja de ser un viaje interior hacia el dolor de tantas víctimas, interior porque de alguna manera acabas asumiéndolo como propio, máxime cuando tus pasos te encaminan en silencio por ese escenario tan desolado que muestran las fotos, entre la bruma, el frío, la lluvia… y esa arquitectura que no augura una estancia idílica precisamente…
ResponderEliminarin embargo tal estancia responde a tus motivaciones personales, al deseo de hermanamiento y empatía, supongo, amiga, con quienes fueron despojados de todo en la vida. Cuesta creer que algunos fuesen capaces de conservar su humanidad en una situación tan inhumana.
Gracias por ser nuestros ojos en donde resulta tan duro mirar.
Abrazo!!
Como bien dices es un viaje interior que se ha convertido en una de mis motivaciones personales principal en el campo del saber y en el de las emociones. Lograr entender lo ocurrido y lograr empatizar con las víctimas se ha ido convirtiendo para mi en una obligación ética.
EliminarGracias a ti por esa lectura que haces tan acertada.
Abrazos.
ResponderEliminarEres valiente...
Besos y otro cálido abrazo!!
Pues no me siento especialmente valiente, lloro desconsoladamente cuando entro en el recinto, luego con el paso del tiempo me tranquilizo y logro encontrar la paz.
EliminarUn fuerte abrazo!!