Este reducido núcleo de mujeres
acomodadas e instruidas, algunas de ellas universitarias o que admiraban a las
que lo eran, abasteció de redactoras a las cuatro revistas que analizamos en
este artículo y que no eran portavoces de un movimiento de mujeres consolidado
que las reivindicaran. Eran marisabidillas ridiculizadas en
el ambiente culto y burgués de las literatas y despreciadas en los ambientes
obreros.
Las mujeres instruidas eligieron las
redacciones de los periódicos y revistas, antes que la publicación de libros,
porque era más fácil encontrar un público lector entre los suscriptores que
mantenían la prensa periódica. La prensa era una manera de darse a conocer y
así se preparaban para proyectos de mayor envergadura. Además una colaboración
en una revista de moda, de orientación moderada y conservadora, era considerada
de buen tono por la sociedad masculina.
El núcleo de mujeres redactoras y
colaboradoras de La Ilustración de la Mujer
estaba formado por Josefa Pujol de Collado (con el sobrenombre de “Evelio del
Monte”); María Mendoza de Vives;
Dolors Monserdà;
Clotilde Cerdá y Bosch (“Esmeralda Cervantes”);
Emilia Calí Torres de Quintero; Faustina Sáez de Melgar;
Gertrudis Gómez de Avellaneda;
Josefa Estévez de G. del Canto; Julia de Asensi;
Luisa Durán de León;
Magdalena G. Bravo y Patrocinio Biedma (Ticiano Imab).
Las cuatro primeras serían las más implicadas en La Ilustración y entre ellas se encuentran algunas de las que
dirigieron la revista (Gómez de Avellaneda, Pujol de Collado y Monserdá).
GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA
El núcleo de redactoras de La Muger eran: Madame D’Arámburu (nacida
Therese Coudray), A. Dela, Luisa de Altamira, Amparo y Conchita Tey. Su
continuadora, El Album del Bello Sexo, incorporó
además de a Madame d’Arámburu a Dª Mª Luisa de Sañéz.
Therese Coudray fue directora de ambas.
Las
redactoras de El Sacerdocio de la Mujer
eran: Esperanza de Belmar
(“Lía de Senaar”), Berenice, Amparo, Elisa
Gutiérrez y Camelia Cociña de Llansó.
El patrocinio masculino en las labores
de edición y redacción parece probado. En La
Ilustración había tantas redactoras como redactores y la
publicación fue auspiciada por la Sociedad de Crédito Intelectual, dirigida por
Nicolás Díaz de Benjumea que
parece ser que era esoterista y estaba relacionado con el republicanismo
federal.
En La
Muger también colaboraban hombres (Homo, Mardocheo y Alfredo Herrera) y el
editor fue Felíx Aramburu Rodríguez, marido de la directora Therese Coudray de
Aramburu. En El Álbum del Bello Sexo,
continuadora de La Muger, apareció ya
como propietaria y directora Therese Coudray. Apenas se tiene información, ya
que sólo se conservan dos números, de El
Sacerdocio de la Mujer.
Estas mujeres compartían algunos
rasgos biográficos comunes: casi todas publicaron sus creaciones muy pronto
(Faustina Sáez a los 9 años, María
Mendoza a los 13, Maria Josepa Massanés a los 22, Dolors Monserdá a los 24,
Concepción Gimeno a los 26 y Gómez de Avellaneda a los 27).
Sus biografías siempre estuvieron
ligadas a la órbita familiar. Se dedicaron al hogar en la mayoría de los casos
y el matrimonio era su aspiración principal.
Cuatro enviudaron, como ocurrió con Patrocinio de Biedna (enviudó a los 25
años) y María Mendoza (a los 44 años). Si
quedaban viudas, estaba bien visto que se casaran en segundas nupcias, como fue
el caso de las dos mencionadas. El matrimonio era una salida a sus vidas, casi
una profesión. La mayoría de estas marisabidillas
tuvieron hijos y vivieron la muerte de algunos de ellos; en dos casos, Biedma y
Monserdá, la muerte de una criatura las impulsó a lanzarse con mayor ímpetu a
la escritura. Sus biografías indican que son mujeres plenamente domésticas y que debieron sufrir la
contradicción de escribir y conservar la virtud femenina. La mujer puede asumir
la faceta de literata siempre que no olvide sus sagrados deberes y lo haga como
mero divertimento del espíritu.
DOLORS MONSERDÀ
Respecto a la situación económica y
social de las marisabidillas, hay un
grupo que pertenecía a sectores económicos acomodados de la nobleza y la
burguesía y que, por ese motivo, recibieron una mejor y esmerada instrucción. Era
el caso de Patrocinio de Biedma, hija de Diego José de Biedma e Isabel María de
la Moneda y Riofrío, ambos de la nobleza andaluza; Concepción Gimeno, nacida en
Alcañiz, y que accedió a la instrucción en Zaragoza y luego se desplazó a la
Corte; de familia burguesa, Clotilde Cerdá y Bosch, hija de Ildefonso Cerdá,
ingeniero autor del Ensanche de Barcelona y de Clotilde de Bosch, se pudo
educar en París y Viena. Había, no obstante, otro grupo de mujeres de clase
media, hijas de pequeños comerciantes, artesanos, militares o trabajadores que tenían existencias más modestas y, por
tanto, una menor preparación que suplían con el autodidactismo y el entusiasmo.
Las marisabidillas más modestas
serían Dolors Monserdá, hija de un artesano que encuadernaba libros; Josefa
Pujol, hija de un popular librero de la Rambla de Canaletas; María Mendoza,
hija de un médico y Maria Josepa Massanes, hija de un militar. Estas mujeres
temían, dada la precariedad de su situación económica, que, si no tenían
instrucción y no podían optar a un trabajo remunerado, la ruina familiar o la
viudedad pudiera llevarlas al lindar de la indigencia.
Para justificar el acceso a la
instrucción, las marisabidillas trataron
de definir su identidad buscando referentes, en el pasado, en mujeres de
talento. De ahí que las “galerías de mujeres célebres”, que buscaban dignificar
el talento femenino, fueran tan comunes en esta prensa. Encontramos una
“galería de mujeres notables” en La
Ilustración de la Mujer y una “galería de mujeres célebres” en El Álbum del Bello Sexo.
La “galería de mujeres notables”, que
iba siempre acompañada de un retrato en la primera página, indica la búsqueda
de una genealogía:
“(…) con la publicación en cada número del retrato y biografía de una mujer notable, hemos querido significar que ésta en todos los tiempos, a pesar de las preocupaciones que les ponen óbices y obstáculos para que desenvuelva libremente su inteligencia, ha sabido elevarse a las regiones de la ciencia y las artes, contribuyendo así a la glorificación de su sexo”.
Los referentes genealógicos los buscaban
mayoritariamente entre actrices y cantantes (once mujeres), también era importante el número de
escritoras y poetas (ocho mujeres); por
último, dos mujeres dedicadas a la música, dos princesas o reinas, una médica y
una viajera.
Especial relevancia, en la búsqueda de
genealogía, tuvieron las mujeres dedicadas a la ciencia y, sobre todo, las
dedicadas a la medicina, ya que había sido un campo históricamente controlado
por los hombres, pero en el que las mujeres habían estado presentes desde el
origen de la humanidad por medio del uso de hierbas, pomadas, etc. El caso de
Martina Castells fue especial ya que La
Ilustración le dedicó dos artículos, el primero de José de Letamendi,
padrino de Martina y doctor en medicina y cirujano, el segundo de “Esmeralda
Cervantes” cuando se produjo el fallecimiento de la doctora Castells. La Muger también mencionó a Martina
Castells y Dolores Aleu Riera, como las dos únicas mujeres que en mayo de 1882
habían obtenido en España la licenciatura de Medicina y Cirugía, frente a
Estados Unidos con 400 mujeres tituladas, siendo también numerosas en Rusia y
en Francia.
DOLORES ALEU RIERA
Resulta interesante el artículo de
José de Letamendi en defensa de la incorporación de las mujeres a los estudios
superiores debido a que no admitía “para las humanas jerarquías limitación de
edad, sexo, ni raza, y sí solo la naturalísima de la prueba de capacidad…”. A
pesar de su defensa de la capacidad como único criterio para el estudio, el
autor del artículo se sintió en la necesidad de defender a su ahijada de las
acusaciones de falta de pudor, lanzadas contra ella por estudiar anatomía.
Letamendi afirmaba que el pudor, la vergüenza, la dignidad, la honra y el
decoro, constituían el “sentimiento de conservación moral” y no eran
“peculiar[es] a ningún sexo”. A pesar de estos argumentos igualitarios afirmaba
que quien se acercaba a conocer a Marina Castells, quedaba encantado “al ver la
más natural humildad en quien pensaron hallar petulante engreimiento, y el más
infantil pudor…”, en definitiva humildad y pudor para no salirse de las
virtudes que se exigían a las mujeres. No había unanimidad, ni siquiera dentro
de los colaboradores de las revistas, en la defensa de la dedicación de las
mujeres a la ciencia.
Letamendi razonaba en su artículo que
la opción por la medicina de Castells se había debido a sus antecedentes
familiares, era biznieta, nieta, hija y hermana de médicos; pero también a la
revolución de 1868, de la que hablaba con admiración, que había permitido a las
mujeres cursar las llamadas “carreras mayores”.
La
Muger y La Ilustración buscaron también genealogía
en mujeres anónimas que rompían las limitaciones impuestas por razón de sexo. Estas
revistas defendieron el acceso de las mujeres a la educación superior, ya
que “por la senda de la instrucción es como puede la mujer abrirse paso”. También
se mencionaban cuestiones de carácter político como la celebración de un mitin
sufragista en Londres o de
carácter social como la explosión de la caldera de la fábrica Morell y Murillo
en la que murieron dieciséis personas.
ResponderEliminarLa que más me suena o la única es 'Gertrudis Gómez de Avellaneda'... ups!
Hasta donde sé, dentro del campo de la salud, hicieron mucho por 'avanzar'... las "comadronas", entre otras profesionales (tuvieran título reconocido o no)...
Besos y abrazo!!
;)
En ese afán ando, en el de recuperar la historia de ELLAS.
EliminarY la cosa es que las grandes "cuidadoras" son mujeres, algo que no tiene relevancia desde el punto de vista histórico.
Un fuerte abrazo!!
ResponderEliminarPD: Me has hecho recordar... regalo de 'Solsticio de Invierno'... ;)
(Tres enlaces/uno en cada palabra/es de hace unos años, pero igual te interesa al hilo de...).
ResponderEliminarPD2: Uno más...
Muy buen artículo, con mucha información. Tengo curiosidad por saber más de Therese Coudray de Aramburu, ¿qué fuentes podría consultar?¿Existe algún ejemplar de La Muger o del Álbum del Bello Sexo? Muchas gracias por esta labor de recuperación de las figuras femeninas.
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