Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt

domingo, 13 de julio de 2025

Impresiones de un libro de James C. Scott

 


Esto no es una reseña, como digo en el título son impresiones, también podría decir emociones, que me ha suscitado la lectura del libro: El arte de no ser gobernados. Una historia anarquista de las tierras altas del sudeste asiático[1]. He leído a James C. Scott, politólogo y antropólogo, desde hace años, Elogio del anarquismo me llevó a Los dominados y el arte de la resistencia y he tenido que esperar mucho para poder leer El arte de no ser gobernados.

Scott es un experto en saber leer detrás de la historia oficial, en cambiar la mirada sobre el pasado, en comprender que los dominados no siempre usan la táctica del enfrentamiento contra los dominantes, que existen artes de «disfraz político» muy útiles para enfrentar la dominación. Tiene una mirada tan fina como para comprender que los actores de la vida social y política no reducen sus intervenciones al escenario público. Existen procedimientos de encubrimiento lingüístico, códigos ocultos, anonimato, que puede aprovecharse para la resistencia.

Por ejemplo, sobre el anonimato dice Scott en Los dominados: «La espontaneidad, el anonimato y la falta de organización formal se convierten (…) en modos efectivos de protesta en lugar de ser mero reflejo del escaso talento político de las clases populares». La acción de las multitudes se ha interpretado como resultado de la relativa incapacidad de las clases bajas para mantener un movimiento político coherente de cualquier tipo. Se espera que, con el tiempo, esas «primitivas formas de comportamiento de clase» sean reemplazadas por movimientos más permanentes y más ambiciosos, con un liderazgo que tenga como objetivo cambios políticos fundamentales. Sin embargo, el hecho de que las multitudes escojan actuar de manera fugaz y directa no será de ninguna manera un defecto o incapacidad para practicar modos más avanzados de acción política. Según el autor esa manera de actuar responde a la sabiduría táctica que el pueblo ha desarrollado como respuesta realista ante las limitaciones políticas que se le imponen. Tal vez no necesiten organización formal sino coordinarse con eficacia y una activa tradición popular[2].

Pero bueno, yo no venía a hablar de estos libros sino de El arte de no ser gobernados. El autor presenta un espacio, al que denomina Zomia, y que está formado por territorios que están por encima de los 300 metros de altitud, que abarcan desde la meseta central de Vietnam hasta el noroeste de la India, atravesando a su paso cinco naciones del Sudeste Asiático (Vietnam, Camboya, Laos, Tailandia y Birmania) y cuatro provincias de China (Yunnan, Guizhou, Guangxi y partes de Sichuan). Una extensión de 2,5 millones de kilómetros cuadrados que contiene cerca de cien millones de personas.

 La tesis de Scott en este libro es sencilla, sugerente y controvertida como él mismo señala en el Prefacio: Zomia es la mayor de las regiones en las que aún perduran pueblos que todavía no han sido totalmente incorporados a los Estados nación (aunque considera que tienen sus días contados).

¿Por qué la historia de Zomia es una historia anarquista? Porque estos pueblos se han mantenido sin Estado de forma deliberada, son pueblos fugitivos, huidos, que, a lo largo de milenios, han escapado de los Estados de los valles refugiándose, en general, en las colinas.

Scott demuestra, a lo largo de quinientas páginas, que estos pueblos no eran atrasados, primitivos, «bárbaros» o poco evolucionados, sino que consciente y deliberadamente se fugaron de los valles en los que los Estados ejercían la dominación y el poder, adoptando modelos de cultivo, siembra, patrones de movilidad, etc. para huir de la explotación, los impuestos y la incorporación al ejército.

La huida del Estado es parte de la historia, pero se ha ignorado sistemáticamente y no ha tenido un lugar legítimo en la narrativa hegemónica de la civilización pese a su importancia histórica. Emociona saber que, en zonas extensas, por ejemplo, Zomia pero también en el castigado Oriente Medio, en Europa o en América (pone ejemplos de ello), han existido comunidades relativamente libres, no estatalizadas, rodeadas de Estados. Es cierto que para ello tuvieron que huir a las montañas, las marismas, los pantanos, los litorales de los manglares o las laberínticas regiones estuarias (algo de estas huidas intuyó Ursula K. Le Guin en Los Desposeídos y Anarres).

La táctica de la huida, y no del enfrentamiento, parece poco heroica, pero ha resultado ser muy eficaz y un elemento crucial de la libertad popular. Y es que Scott nos propone continuamente una inversión de la mirada que nos ha dominado sistemáticamente tanto en la valoración de lo que hemos llamado progreso y civilización como en las luchas y las resistencias al poder y la dominación.

El Estado ha sido considerado siempre un factor de progreso y civilización y hemos naturalizado que la historia de los Estados haya usurpado el lugar que debería haber ocupado la historia de los pueblos (y no digamos los pueblos no sujetos a gobierno). Por otro lado son los Estados los que dejan más evidencias físicas de su existencia, más basura dice Scott, al igual que los asentamientos agrícolas puesto que concentran mayores densidades de población que las sociedades recolectoras o las sociedades agrícolas itinerantes.

Además, los Estados de hace cientos o miles de años permiten una identificación como protonaciones y como protonacionalismos que permiten la mitificación histórica, las genealogías, la existencia de los ancestros de las naciones actuales.

Pero ¿qué mitos se pueden crear partiendo de comunidades fugitivas, cimarronas, que han escapado de los diferentes proyectos de progreso y civilización que constituían los Estados?

Si el progreso y la civilización es la guerra, la explotación, la esclavitud… emociona pensar que millones de personas han huido y han buscado espacios inaccesibles para llevar una vida sin gobierno, una vida anárquica y relativamente libre. Y la constatación de su existencia nos provoca una pregunta (de hecho, muchas): ¿Dónde están nuestros espacios inaccesibles (imposible pensar que sean físicos en el siglo XXI)?

Y cierro (de momento, porque este libro da para mucho más que estas impresiones emocionadas) con un autor tan magnético y emocionante como Scott, Pierre Clastres y su libro La sociedad contra el Estado[3]:

«Se dice que la historia de los pueblos que tienen historia es la historia de la lucha de clases. Podría decirse, al menos con el mismo acierto, que la historia de los pueblos sin historia es la historia de su lucha contra el Estado».


Laura Vicente



[1] Ha sido publicado por Traficantes de sueños y Katakrak en 2024 (la edición original se publicó en 2009).

[2] James C. Scott (2003): Los dominados y el arte de la resistencia. Txalaparta, Tafalla, p. 216.

 [3] Publicado también en 2024 por Virus.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tus comentarios siempre aportarán otra visión y, por ello, me interesan.