Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt
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martes, 3 de junio de 2025

CÓMO RESOLVÍA LA REVOLUCIÓN EL TEMA DE LOS MENORES NO ACOMPAÑADOS

 


LA REVOLUCIÓN QUE SE PUSO EN MARCHA a partir del 19 de julio de 1936 atendió muchas necesidades poco conocidas y que forman parte de lo que hoy denominamos "cuidados" colectivos.

Tiempo habrá para hablar de las colonias que la CNT-FAI y Mujeres Libres pusieron en marcha y lo que estas colonias supusieron desde el punto de vista revolucionario. Cuando se afirma que otros mundos son posibles, lo son porque lo fueron y, además, en plena Guerra Civil, es decir, en las peores condiciones posibles.

La guerra, precisamente, afectó a la infancia y numerosos niños y niñas quedaron sin padre, sin madre o sin ambos progenitores en una difícil situación. El Movimiento Libertario afrontó esa situación sin necesidad de Estado o de acuerdo entre partidos políticos en las Cortes para acogerlos en diversos territorios basando el acogimiento en la solidaridad y el apoyo mutuo.

Vamos a contar un caso entre muchos que existieron. La Oficina Auxiliar del Comité Ferroviario MZA «acogieron a un centenar de criaturas víctimas de la guerra». Muchas de estas criaturas perdieron al padre en la lucha revolucionaria, otras tienen al padre y algunas a la madre luchando. Para atender a estas criaturas y sacarlas de los frentes de guerra, estos ferroviarios eligieron un palacio en un paraje de la costa catalana, y término de Argentona, para instalar a estas criaturas. El edificio había sido requisado por los trabajadores y trabajadoras el 19 de julio y cedido a los ferroviarios para la colonia.

La colonia fue bautizada con el nombre de Espartaco, un gladiador esclavo que protagonizó una rebelión contra Roma en el siglo I a. C., convirtiéndose para el anarquismo en un símbolo de la resistencia contra la opresión.




En un artículo aparecido en Tierra y Libertad (1) se alababa el lugar elegido por tener mucho arbolado donde correr libremente. Los responsables de la colonia, decían en el artículo:

«(...) han sabido hermanar la pedagogía con la libertad. Cada grupo de diez niños tiene una compañera que se encarga exclusivamente de atender, cuidar, servir en la mesa y en el dormitorio a su grupo (…) como una madre». 

Los niños y niñas que estaban entre los 6 y 12 años estaban, por tanto, en edad escolar. Se formaron tres clases y «Una compañera y dos compañeros están al frente de la escuela de la Colonia, perfectamente servida por ellos y dotada de material».

El artículo concluía haciendo referencia a quién se había hecho cargo de estas criaturas asumiendo que era obra de la revolución solventar la situación de estos menores que procedían de diversos lugares del país:

«Esta obra de los ferroviarios de la central sindical que siempre alzó en alto su bandera revolucionaria y el prestigio de sus valores morales identificados con el anarquismo humanista y leal a los primordiales derechos de la personalidad, han sostenido y sostienen la Colonia Espartaco con un desprendimiento y un desinterés constantes».

Sin duda, otros mundos son posibles sustentados sobre valores que nada tienen que ver con lo que hoy está ocurriendo con los menores que llegan a Canarias y que muchos meses después continúan mal atendidos porque el Estado (gobiernos central y autonómicos) no es capaz de priorizar el cuidado de la infancia en situaciones excepcionales.

Laura Vicente 

(1) Tierra y Libertad, 31 julio 1937. «Obra confederal. La colonia “Espartaco”. En Argentona». 

jueves, 3 de abril de 2025

LA ANARQUÍA (en realidad las personas anarquistas) SABE GESTIONAR

 



El motivo de este escrito es recuperar un acontecimiento que lo es desde nuestra mirada, posiblemente no lo sea para otras miradas. Un acontecimiento no está en la cosa en sí, por eso hay múltiples momentos de la historia que hoy consideramos acontecimientos y que no lo fueron durante cientos, incluso miles, de años.

Me llamó mucho la atención, hace unos años, el título de un libro de Peter Gelderloos: La anarquía funciona[1]. El autor se centraba en cuestionar la idea de que la anarquía son principios irrealizables como opina mucha gente, sino que ha habido (y hay) sociedades y propuestas que demuestran todo lo contrario. La «mirada» puede saltar por encima para borrar algo que podría ser digno de recuerdo para nuestro presente.

Fue el socialista Arturo Barea en su texto: Lucha por el alma española[2], quien afirmó que había que «aprender del hecho de que los anarquistas eran unos administradores y organizadores estupendos a pequeña escala». Desconozco qué entendía Barea con pequeña escala, en todo caso el anarquismo ha tendido a concebir la lucha en, por y para las situaciones que habitamos, situaciones territorializadas[3], y eso es muy difícil de lograr a gran escala sino es a través del Estado con todo lo que conlleva y que tanto repele a los anarquismos.

Cuando estalló la revolución el 19 de julio de 1936, Juan García Oliver, nombrado jefe del Departamento de Guerra del Comité Central de Milicias Antifascistas, pidió al Sindicato de Metalurgia de la CNT que le trajeran al hombre más disciplinado y mejor conocedor de la industria, el designado fue Eugenio Vallejo Isla[4]. Iniciada la guerra civil. la CNT enseguida proclamó abiertamente la necesidad de producir armamento. Sorprendentemente se produjo una sintonía entre la fuerza militar profesional leal al bando republicano que aportó conocimientos técnicos, la mano de obra de la industria mayoritariamente cenetista y la organización de ERC.

La Generalitat de Cataluña creó la Comisión de Industria de Guerra (CIG) el 7 de agosto de 1936, comisión que nunca hubiera podido funcionar sin la CNT. Además de Eugenio Vallejo Isla que trabajaba en Hispano Suiza, participaron dos cenetistas más: Manuel Martí Pallarés del ramo de química y Mariano Martín Izquierdo. Las diecisiete fábricas privadas que se orientaron a la industria de guerra fueron colectivizadas por la CNT

En sí esto que explicamos lo podemos considerar un acontecimiento puesto que no se ha repetido muchas veces que un sindicato anarcosindicalista colabore en organizar y administrar una industria de guerra y que todas las industrias privadas que se integraron en la CIG estuvieran colectivizadas. Sin embargo, quiero destacar otro hecho: el papel destacado que Eugenio Vallejo Isla, un obrero metalúrgico, tuvo en la CIG. Y es destacado, y mi «mirada» así lo extrae de muchos otros hechos destacados, porque una persona común, un obrero, personalizó el potencial de la inteligencia colectiva que mostró la capacidad de organización y administración del anarcosindicalismo. Simples trabajadores y trabajadoras, hombres y mujeres comunes, mostraron su capacidad para hacer funcionar fábricas y gestionarlas para reconvertirlas en industrias de guerra como es el caso. Son los y las ilustres desconocidas que encontramos descendiendo a lo ordinario, algo que nos permite singularizar a personas concretas como es el caso de  Vallejo Isla, un ser humano agenciado, articulado con su cultura, es decir, un todo territorializado.

Vallejo Isla (1901-1969)[5] formaba parte del comité obrero de Hispano-Suiza y fue el encargado bajo las órdenes de García Oliver de iniciar la designación de las fábricas que se iban a dedicar a la producción de armamento. Una vez que se incorporó a la CIG a principios de agosto de 1936 continuó en su tarea como responsable de la sección Metalúrgica hasta mayo de 1938, es decir, no se desvinculó del sindicalismo. Desde el primer día de la CIG hasta su disolución (agosto de 1938) tuvo una función de gestor de la producción de guerra en todas y cada una de las fases de su organización y fue la persona que acudió a más reuniones de la CIG.

Fue el eslabón entre los y las trabajadoras y la política de reconversión industrial y encuadramiento organizativo que la Comisión necesitaba al constituirse. No solo fue organizador sino mediador en asuntos político-sociales cuando se producían discrepancias. A principios de octubre de 1936, Vallejo se reunió con todos los comités de las empresas y fábricas sidero-metalúrgicas que trabajaban para la guerra y cuya mano de obra quedaba excluida de la instrucción militar.

También asumió funciones que podríamos denominar institucionales o de representación de la CIG: se entrevistó con ministros, participó en las conversaciones con Largo Caballero, Prieto y Negrín para coordinar los esfuerzos de Cataluña y los gobiernos de la República, actuando con plena autonomía y basándose en la autoridad que le daba la CIG.

Todo esto no le libró de la persecución comunista. En mayo de 1937, fue enviado a Francia para agilizar el envío de materiales adquiridos por la CIG, viaje que le acarreo la acusación por parte del PSUC que afirmaba que había huido de la zona republicana llevándose una gran cantidad de dinero. Fue desmentido a través del Comisariado de Propaganda de la Generalitat.

A partir de la reestructuración de mayo de 1938 Vallejo pasó, entre otras cosas, a ser director de una de las fábricas del ámbito público catalán donde se montaba el mosquetón Mauser. En su huida de España en enero de 1939, Vallejo fue a parar al campo de concentración para refugiados de Barcarés en el sur de Francia.

Concluyendo, podemos hablar de «momentos» anarquistas que se producen superando las ideologías doctrinarias y arraigándose a las situaciones que se producen y escuchando la realidad. Esa escucha facilita el descubrir la dinámica que en cada situación permite que se despliegue la potencia del actuar. En la práctica esta dinámica se expresa de diversas formas contradictorias. Compartimos con Benasayag y Cany que el único modo de acción posible en la complejidad es «pensar local y actuar local», reivindicando la potencia de los saberes comunes y de las experiencias situadas. Este acontecimiento nos puede permitir abrir múltiples debates y reflexiones en el presente que contempla el pasado, no como algo muerto y estanco, sino como un vínculo que nos permite pensar y acercarnos a los efectos que tiene sobre el presente.

 Laura Vicente

 



[1] Tengo la 2ª edición publicada en 2015, Madrid, La Neurosis o Las Barricadas Ed.

[2] Texto contenido en el libro Contra el fascismo, Madrid, Espasa Calpe, 2023.

[3] Un «estar siendo» como señala Miguel Benasayag-Bastien Cany (2024): Contraofensiva. Actuar y resistir en la complejidad. Buenos Aires, Prometeo.

[4] Javier de Madariaga (2008): Tarradellas y la industria de guerra de Cataluña (1936-1939). Lleida, Milenio, p. 19.

 [5] De Madariaga (2008): Tarradellas, pp. 87-93.

sábado, 23 de diciembre de 2023

EL ANTIFASCISMO ACABÓ CON LA REVOLUCIÓN

 

Colectivistas en Aragón



Hay términos que para la izquierda son intocables, uno de ellos es el de antifascismo. Os preguntaréis porqué vengo a sembrar dudas sobre este término, ¿quién no se siente bien bajo el paraguas del antifascismo? ¿quién no comparte su carácter mítico y heroico que procede del siglo XX?

Hace tiempo que empezaron mis dudas, pero sabedora del «jardín» en el que me iba a meter, preferí mirar hacia otro lado.

Deje de ir a algunas manifestaciones «antifascistas» cuando la mutante Convergència i Unió, hoy Junts per Catalunya, partido de derechas con largo recorrido y apoyo del gobierno progresista actual, se presentaba en estas manifestaciones durante el llamado «proceso» (alguien se acuerda a estas alturas ¿proceso, de qué?). Pero no es este el tema del que quiero hablar, lo saco a colación por las dudas que me asaltaron cuando la derecha catalana apareció en las manifestaciones antifascistas.

Las dudas llovían sobre mojado si me remontaba a la II República y a la Guerra Civil. Los sectores republicanos eran mayoritariamente burgueses, aunque algunos tenían apoyo popular y desarrollaron políticas que buscaron mejoras para estos sectores (hoy los llamaríamos «fuerzas progresistas»). La coyuntura no les favoreció demasiado porque los años treinta fueron años de crisis económica grave y el auge de las dictaduras en Europa, algunas fascistas, era preocupante. Quizás por ese motivo la URSS decidió abandonar la posibilidad de extender la revolución para impulsar el frentepopulismo y asociarse con partidos burgueses, pero democráticos, para luchar unidos contra el fascismo. Entonces nos enteramos de que a través de las urnas no se derrota al fascismo pese al empeño de la III Internacional y del Partido Comunista soviético por convencer a los sectores populares de que sí era posible (de poco sirvió aquella experiencia puesto que hoy siguen con la martingala de que votemos para derrotar a la extrema derecha).

Pero el movimiento libertario no acepto esta estrategia del frentepopulismo porque no confiaba en que el voto derrotara al fascismo (aunque pudieron votar en 1936 para sacar de las cárceles a los miles de presos que tenían), ni pudiera lograr la soñada revolución de la que llevaban mucho tiempo sentando las bases, para aprovechar la primera oportunidad que se produjera.


Milicianas

La revolución que estalló el 19 de julio de 1936, como consecuencia del golpe de Estado de una parte del ejército contra la II República, tuvo una peculiaridad destacada respecto a otras revoluciones del primer tercio del siglo XX: la encabezó el movimiento libertario que agrupaba a anarquistas, anarcosindicalistas y sectores libertarios.

Durante el verano de 1936 esa revolución pareció posible allí donde el movimiento libertario era mayoritario: se formaron Comités de Milicias, se produjeron expropiaciones y se formaron las primeras colectividades, las milicias eran la plasmación del «pueblo en armas» y se produjo una profunda transformación de la vida, es decir de los cuidados, en los que las mujeres tuvieron un papel fundamental.

El enemigo a batir era poderoso y estaba bien armado por las potencias fascistas y el abandono de las democracias europeas que se declararon neutrales. Pero los enemigos de la revolución eran transversales, no los constituían solo el bando insurrecto apoyado por las derechas. Dentro del bando republicano había sectores que estaban dispuestos a todo para hacerla fracasar. El cuestionamiento del Estado, del Ejército, de la propiedad privada, del patriarcado, de la Iglesia católica y de tantos otros aspectos de la dominación disgustó hasta tal punto a republicanos, comunistas guiados por el estalinismo soviético, y gran parte del socialismo, que se unieron para derrocar la revolución. ¿Y qué mejor planteamiento que el de la «unidad sagrada», prolongación del Frente Popular, que el paraguas de la unidad antifascista?

Las campañas de prensa que se fueron construyendo por parte de los sectores republicanos contra la revolución para «poner orden» son dignos de estudio y de que sean recogidos en la selectiva «memoria democrática». Todos los males que provocaban las derrotas en la guerra eran por culpa de los descontrolados anarquistas (en especial de los «faistas») y de su revolución inoportuna, se desviaban armas del frente, las milicias no tenían disciplina, subían los precios de los productos de primera necesidad en la retaguardia, había ejecuciones sin control judicial, no se obedecía a las maltrechas estructuras del Estado, etc. etc. Las falsas noticias, los bulos y mentiras (fake news) ya estaban inventados por estas fechas.

La solución era evidente: unidad antifascista para la reconstrucción del Estado, de los tribunales, del ejército regular, para el retorno de la propiedad privada y la devolución de los bienes expropiados y así liquidar las empresas y tierras colectivizadas. En definitiva, la liquidación de la revolución y la vuelta a la normalidad ya que no era el momento de la revolución.

Y sí, la revolución la liquidaron las fuerzas antifascistas (ser antifascista no implica ser mucho más que liberal, demócrata, republicano o socialdemócrata, es decir, respetuosos del sistema capitalista), miles de libertarios y anarquistas (también del POUM) fueron detenidos por las fuerzas antifascistas, centenares murieron en los «Hechos de Mayo de 1937», las colectividades en Aragón fueron desmanteladas a golpe de fusil comunista y todo se «normalizó» y pese a ello la guerra se perdió.

Sería de agradecer que la «memoria democrática» no olvidara sistemáticamente todo esto, y mucho más, que sucedió en el interior del bando republicano.

Sería de agradecer que pensáramos cómo el antifascismo acabó con la revolución libertaria y anarquista. Hubo otros factores, incluso internos, pero de eso hablaremos otro día.


Laura Vicente

martes, 13 de junio de 2023

HABLEMOS SOBRE UN LIBRO: A ZARAGOZA O AL CHARCO

 



Nada en los libros de Los Gimenólogos, recorre la senda habitual de la Historia hegemónica avalada por la Academia (todo con mayúsculas). Para empezar, no es habitual la autoría colectiva, tampoco lo es la manera de enlazar materiales proporcionados por «amigos» que se han ido reuniendo a lo largo de los años, su manera de entender la historia también es peculiar.

Los Gimenólogos son un grupo de historiadores-investigadores no profesionales interesados en todo lo relacionado con la Revolución Social que se dio en amplias zonas de la España de 1936. Por tanto, el tema de interés de este grupo está acotado y podríamos decir que es personal y político. Me parece, que a Los Gimenólogos no les interesa la historia como naturaleza muerta a la que vuelven con curiosidad o nostalgia, sino que les guía la preocupación por el presente. El pasado afecta al presente y, por ello, su manera de entender la historia tiene una dimensión política que no ocultan.

La gimenología, dice el grupo, es la ciencia que estudia las andanzas de los ilustres y utópicos desconocidos y desconocidas. Esta peculiar disciplina busca capturar la singularidad de los acontecimientos y personajes que investigan, descienden en lo ordinario, en lo común, en lo invisibilizado por la Historia dominante y se niegan a universalizarlo como hace esa mayúscula Historia. Podría parecer que tejen mosaicos precarios, pero eso no lo veo como debilidad sino como potencia en tanto que se resisten a la totalización y a la clausura de sentido.

A Zaragoza o al charco! [1] es también un título singular puesto que se refiere a un cuento sobre la cabezonería que nos achacan a las gentes aragonesas, pero que acabó siendo el grito de los milicianos cuando atacaban en el frente de Aragón. Y no es por casualidad, porque tras el tópico de la idiosincrasia aragonesa palpita, a veces, el cuestionamiento de la autoridad suprema sea dios u otros poderes, al que son tan dados las y los anarquistas.

El mosaico de historias se compone de cuatro personajes: Florentino Galván Trías, Emilio Marco Pérez, Juan Peñalver Fernández e Isidro Benet Palou. No son personajes de primera fila del mundo libertario y eso lo hace doblemente interesante, es cierto que son historias desiguales como no podía ser de otra manera ya que se reconstruyen con testimonios diferentes.

Se trata de individualidades que personalizan la extraordinaria movilización colectiva que se produjo en julio de 1936 por parte del Movimiento Libertario, es cierto que cuando hablamos de cifras de milicianos y milicianas no son excepcionales, pero no podemos olvidar que en la retaguardia la movilización si lo fue. Los relatos en torno a estos cuatro hombres implicados en las milicias del frente aragonés nos permiten aproximarnos a la revolución colectivizadora que se produjo en la retaguardia cercana al frente que contó con la influencia de esas milicias sobre las posiciones de los habitantes del agro aragonés.

En estas historias se puede seguir cómo se formaban los militantes desde su niñez, que duraba poco, y así se entiende que cuando se produce el golpe de Estado, pese a su profundo antimilitarismo, no duden en marchar en alpargatas[2] al frente de batalla para defender una revolución social con la que varias generaciones habían soñado. Estos relatos nos van dando cuenta de las dificultades, las contradicciones, las situaciones no previstas, las reacciones diversas (autoritarias y solidarias) que una empresa como la de transformar la sociedad conllevaba.

Pese a que la tarea de hacer la guerra y la revolución era muy difícil, percibimos algo que nunca deja de impresionarme: la magia de la revolución que nunca olvidaron pese al alto precio que tuvieron que pagar. En este libro palpita la vivencia de un proceso de emancipación colectivo que se plasmó a través de la vibración en los cuerpos que fueron atravesados por dichas experiencias y que nunca olvidaron. Los hombres y las mujeres realizaron en acto una apertura de lo humano a lo utópico; este libro no oculta la problemática de ese caminar indefinido hacia la utopía, nunca fue un lecho de rosas.

Leyendo este mosaico de historias sabemos que la revolución va mucho más allá del hecho de que el pueblo estuviera armado o de las colectivizaciones. La revolución, si lo es, transforma   la existencia, pone en marcha una mutación cultural profunda que inventa, experimenta y explora las capacidades individuales y colectivas de quienes se emancipan. En ese proceso, la retaguardia y las mujeres tuvieron un papel fundamental y lo echo en falta en este libro donde ellas aparecen como personajes secundarios y sin relevancia. Confío en que este colectivo emprenderá futuras investigaciones que las tendrán en cuenta.

Las dos «Crónicas Gimenológicas» que ponen fin a este libro me parecen muy oportunas, aunque provocan un cambio en el ritmo del libro que nos obliga a recomponer la lectura de ¡A Zaragoza o al charco! La primera «crónica» desarrolla una visión general de las condiciones para lanzar la Utopía, es decir, el comunismo libertario en el campo aragonés. El relato nos lleva desde el concepto de comunismo libertario, la cuestión agraria y el sindicalismo, hasta casos concretos de puesta en marcha de este proyecto y el ataque a las colectividades, sin ignorar la pasividad de la CNT ante dichos ataques porque quería volver a entrar en el Gobierno de la República.

La segunda «crónica» es una aproximación al tema de la violencia revolucionaria descendiendo a casos concretos que se dan en Barcelona y en el campo aragonés. Especial interés tiene el apartado dedicado a la historia basura antilibertaria durante la Guerra Civil (y sigue en la actualidad) puesto que no ha cesado la descripción de la revolución como la irrupción de fuerzas sociales oscuras, rayando en la delincuencia, violentas e incultas.

Invisibilizada toda la obra constructiva, innovadora y transformadora, solo queda que muera el recuerdo de aquello que puede producir efectos sobre el presente. Y si hay intentos, como el de Los Gimenólogos y otros que se obstinan en seguir trayéndolos al hoy, descargar toda la basura antilibertaria que el poder académico y mediático lanza contra unas experiencias emancipadoras que es mejor enterrar para, desde el presente, no percibir posibles futuros emancipadores.

Laura Vicente

[1] Los Gimenólogos (2023): ¡A Zaragoza o al charco! Aragón 1936-1938. Historias de protagonistas libertarios. Aurora fundación Intermitente y Sueños de Sabotaje (colabora la FAL).

[2] Cuando llegaron a Francia derrotados en 1939 les llamaban el «ejército de las alpargatas».

viernes, 23 de septiembre de 2022

LA LIBERTAD AMOROSA EN EL CAMPO ARAGONÉS EN 1936

 


La lectura del testimonio de Antoine Gimenez, titulado: Del amor, la guerra y la revolución. Recuerdos de la guerra de España del 19 de julio de 1936 al 9 de febrero de 1939, resulta deslumbrante. Antoine Gimenez, italiano, resulta ser Bruno Salvadori, un anarquista que vivió el nacimiento y la actividad de las milicias anarquistas desde el inicio de la Guerra Civil en el Frente de Aragón.

El relato de este anarquista italiano no se queda solo en las actividades militares en el frente de batalla dentro del Grupo Internacional vinculado a la Columna Durruti, sino que no duda en incluir diversos aspectos de la vida cotidiana que muestran que la revolución va mucho más allá de que el pueblo estuviera armado o de las colectivizaciones. Y es que la revolución, si lo es, tiene que ser una revolución de la vida, de la existencia, una mutación cultural profunda que, curiosamente, suele considerarse irrelevante. Así que nuestro italiano no duda en escribir (en 1974) sobre las comidas, sobre los momentos de ocio, sobre sus amistades, su segunda familia en Pina, un pueblo de unos dos mil habitantes muy cerca de Zaragoza, o de sus relaciones amorosas.

Este último aspecto le valió el desprecio de los posibles editores cuando los buscó y no los encontró ni en Francia ni en España. Entre quienes lo rechazaron se encontraban algunos con la etiqueta de libertarios que le propusieron al autor que se lo publicarían si suprimía los pasajes «escabrosos», algo que Antoine Gimenez no acepta.


Este libro está acompañado por otro volumen, con más páginas que las que tiene los Recuerdos del italiano, cuyos autores son Los Gimenólogos, un grupo de historiadores-investigadores no profesionales interesados en todo lo relacionado con la Revolución Social que se dio en amplias zonas de la España de 1936. La gimenología es la ciencia que estudia las andanzas de los ilustres y utópicos desconocidos/as. Este volumen se titula En busca de los Hijos de la Noche[1] (unidades de francotiradores que recibieron dicho nombre) y está formado por 82 notas de larga extensión vinculadas al libro de Antoine Gimenez, notas biográficas de varias personas que aparecen en el libro y seis anexos.

Es la nota nº 45 la que me ha llamado la atención y voy a reproducir en parte. Se trata de una nota relacionada con la libertad sexual y amorosa que describe Antoine Gimenez:

«Para quienes duden de la realidad de esa libertad amorosa en el campo aragonés de 1936, veamos otros testimonios recogidos por la historiadora Hanneke Willemse. Según una antigua habitante de Albalate de Cinca, la revolución social aportó pocos cambios en la vida de las mujeres adultas de este villorrio agrícola. Por el contrario, convulsionó la de las jóvenes solteras. ¡Nada de curas, nada de autoridad pública para señalar con el dedo las parejas no casadas! Muchachas y muchachos estaban siempre juntos y compartían las mismas ideas: militaban en la Juventudes Libertarias.

Un antiguo militante de la Columna Durruti señala por su parte que

a partir del año 1933, se produjo una cierta evolución en materia de relaciones sexuales. Sí que se hablaba de amor libre. […] Y hasta hablábamos de anticonceptivos. […] [Pero] las chicas no se dejaban tocar.

Cuando volvió del frente, en diciembre de 1936, para descansar en el pueblo, comprobó que su hermana y todas sus compañeras exhibían públicamente sus relaciones, y no rehuían de tener relaciones sexuales. Él mismo se acostaba con su amiga Rosalía. Ahora bien, si su padre lo hubiera sabido, ¡le habría matado!

Dicho de otro modo, y Gimenez nos lo deja ver, las madres podían ser cómplices de las hijas, con el fin de que el padre no se enterara… Puede que las jóvenes aragonesas hubieran ganado cierta confianza en sus comportamientos puesto que la nueva comunidad aldeana ya las consideraba un poco más como individuos de cuerpo entero. O bien porque se encontraban un poco más entregadas a sí mismas debido a los trastornos producidos en la vida cotidiana. Félix Carrasquer, que participó activamente en la colectividad campesina de la misma Albalate de Cinca, evoca en parte la cuestión en su libro:

En cuanto al llamado conflicto generacional, no puede decirse que dentro de las colectividades existiera realmente; porque […] la tradicional oposición de estos últimos no llegó a darse de una manera sistemática ni con la radicalización de otras veces. […]  el principio de autoridad

 […] estaba siendo socavado gracias al impacto de las colectividades, cuyo modelo de relación basado en la participación libre y solidaria actuaba de catalizador entre la habitual intransigencia de los mayores y la rebeldía de los jóvenes […]».

Una nota (que no he reproducido completa) que tiene un interés fundamental para indagar en aspectos poco tratados cuando se estudia la vida de las milicias en el frente o las colectividades en las que, aparentemente, las mujeres tuvieron poca relevancia. O al menos eso parece a día de hoy.



[1] Los dos libros están publicados por la editorial Pepitas de calabaza en 2009.

sábado, 3 de septiembre de 2022

REVOLUCIÓN Y GUERRA

 


Mis últimas lecturas buscan cualquier detalle sobre la vida cotidiana de la Revolución social que se produjo tras el golpe de Estado y el inicio de la Guerra Civil española en julio de 1936. Por tanto, los libros de recueros y de memorias me interesan especialmente. En este caso, la lectura se centra en los recuerdos de una pareja trotskistas, Mary Low y Juan Breà, ella anglo-australiana y él cubano. Viajan a España en cuanto saben que la Revolución se ha iniciado en España, apenas unos días después del golpe de Estado.

Enseguida que llegan a Barcelona se van a la sede del POUM al final de la Rambla. Desconfían de los sindicatos y partidos de izquierda que renunciaron a la Revolución por motivos tácticos. Poco a poco van confluyendo CNT y el POUM con la idea certera de coincidir en lo que les interesa: la Revolución  que, de todas formas, conciben de manera diferenciada.

Low y Breà, eran una pareja que, como otras, vinieron a colaborar en la Revolución. Breà  logró trasladarse al Frente de batalla y pudo sacar conclusiones al igual que quienes se quedaban en la retaguardia y realizaban otros trabajos. Cuaderno rojo. De la guerra de España, es un buen libro puesto que recoge interesantes aspectos de la cotidianeidad de la vida en Barcelona durante los seis meses que vivieron en España. La Revolución no se mide por lo más espectacular sino por lo pequeño, aquello que transforma la vida de las personas.

Podría hablar de subjetividad y de ser una pareja excesivamente ideologizada, sin embargo, no lo haré porque los valores del libro superan con creces estos aspectos, igual que las posiciones más políticas no ocultan la información que nos proporcionan y el sentimiento que nos transmiten de estar viviendo acontecimientos excepcionales.

Pero hasta los mejores sueños se rompen. La persecución de que fueron objeto los trotskistas por parte del estalinismo y también organismos vinculados al PCE, les condujo a salir de España para salvar la vida. Episodios poco conocidos de la Guerra Civil española y que son imprescindibles para entender lo ocurrido.

viernes, 23 de julio de 2021

EL FRANQUISMO HIZO PAGAR EN «PROPIA CARNE» A LAS MUJERES LA OSADÍA DE ENFRENTARSE AL PATRIARCADO

 


1-Introducción: prácticas violentas en el frente y la retaguardia

Puesto que la violencia ha sido un componente fundamental de las guerras y las dictaduras, analizar las experiencias y vivencias de las mujeres en los conflictos bélicos tendría que estar vinculado a las de las prácticas violentas que las acompañaban. En el caso de las guerras civiles debería tenerse en cuenta tanto la violencia militar (batallas, combates y bombardeos) como la violencia civil y política que se producía en el frente, pero especialmente en la retaguardia, espacio fundamentalmente femenino.

Las mujeres del ML, especialmente las vinculadas a MMLL reinterpretaron su papel en la retaguardia y aprovecharon las oportunidades que les brindó esta para redefinir la realidad. Mi tesis: Revolución modelizada (masculina)/revolución femenina, una revolución «a su manera».

Pese a que se suele subestimar la retaguardia en las guerras, la sociedad española vivió un terremoto en este espacio que se feminizó. La retaguardia devino un lugar en el que hubo muchas mujeres protagonizando pequeñas insurgencias que desestabilizaron las normas y jerarquías en el día a día, asumiendo múltiples responsabilidades solas. Mujeres cuya vida mutó al desaprender la pasividad de sus vidas y hacerse responsables de sí mismas y de la marcha del mundo (local).

Lo que hicieron estas mujeres fue partir de la situación, no de una situación que previamente se ha modelizado sino de la situación en la que se encontraban y en medio de la cual trataron de identificar dónde se encontraba el potencial de cambio y cómo explotarlo[1].

No quedaron fijadas en un objetivo final (el comunismo libertario de la revolución modelizada) porque eso era un obstáculo para la evolución de la situación, sino que explotaron una disposición: la gestión de la vida en la retaguardia o «cuidados» (entendemos por «cuidados» todo lo necesario para que la vida funcione, no solo la limpieza, la crianza o el cuidado de personas mayores). 

Esa forma de actuar y conseguir logros no requería riesgos, partían de la situación y no del Yo-sujeto. No había heroicidad como la había en la revolución modelizada. Se adaptaban a la propensión y la acompañaban; no había que guiar (ir por delante), sino secundar, es decir, estar en segundo plano, modestamente, sin gloria, incluso sin llamar la atención, para que esta propensión se desarrollara. Por eso casi nunca es reconocido, nadie se detiene a elogiarlo. No hay espectacularidad ni gloria, de alguna manera el ego se frustra, pero el ego de las mujeres estaba siempre ninguneado, no sintieron esa frustración que sienten los hombres.

De todas maneras, el papel de las mujeres no se limitó a los «cuidados» ya que el momento (el «momentum» del que habla Ranciére es aquel en el que hay un desplazamiento de los equilibrios y la instauración de otro curso del tiempo, «una reconfiguración del universo de los posibles»[2].) era lo suficientemente excepcional y grave como para que estas tuvieran que asumir otras tareas por la guerra. Para poder asumirlas tenían que capacitarse puesto que no estaban preparadas para realizarlas debido a la posición de inferioridad, subalternidad (sectores marginalizados de la sociedad) y subordinación que habían sufrido. La entrada en el espacio público fue evidente en el mundo del trabajo, en la política y en el acceso a la educación y la cultura.

Demasiada heterodoxia, subversión y cuestionamiento del sistema capitalista, y patriarcal como para no sufrir la violencia de los vencedores.

2- La violencia específica contra las mujeres

Costó entender, como en otros muchos aspectos, que  hubo prácticas de violencia diferenciadas contra las mujeres. Pese a ello, como señalaba Maud Joly[3], las violencias perpetradas contra las mujeres siguen siendo un tema marginal y marginalizado. Y es que la especificidad de las violencias sexuadas cuenta con el problema de la fragmentación de las fuentes y los silencios. No es fácil, y eso es común a la historia de las mujeres, escribir cuando contamos con pocas huellas documentales de esas violencias diferenciadas. Reformular preguntas a la documentación.

Aunque han existido muchos tipos de violencia específica contra las mujeres, infligir una violencia sexual extrema sobre ellas, suponía que la batalla se perpetraba en el cuerpo de las mujeres, que eran el botín de una guerra y postguerra decidida, financiada y ejecutada por hombres. La violación ha acompañado a las guerras y las dictaduras en prácticamente todas las épocas históricas conocidas, ha sido utilizada como un arma con la que se amenaza para extender el terror entre la población. Se ha usado frecuentemente como guerra psicológica con el fin de humillar al opositor y enemigo y minar su moral[4].

Las violencias específicas contra las mujeres durante la Guerra Civil y el primer franquismo (hasta la década de 1950) se llevaron a cabo para castigar a las mujeres por realizar actos que transgredían el modelo femenino tradicional, se pretendía redibujar este modelo que, en opinión de los represores, la II República había desdibujado[5]. En realidad, no fue solo la II República, el feminismo en España llevaba cien años evolucionando y creciendo, especialmente en los núcleos urbanos. Es el caso de la genealogía del feminismo anarquista (explicar brevemente que se inicia claramente desde la IªInternacional).

Los sublevados cortaron de tajo esta genealogía feminista conforme iban ocupando  el territorio, los tribunales militares  consideraron delitos: empuñar una bandera, participar en una manifestación, expresar en público ideas políticas o vestirse de milicianas. En una palabra, era delito que hubieran salido a la calle (tirarse a la calle dirán los jueces en las sentencias), abandonando el espacio doméstico y privado que les era propio y haciéndose visibles en el espacio público (Sánchez, 2012: 108). De todas ellas, las milicianas, las «mujeres en armas» (muy pocas porque fueron rápidamente excluidas y situadas en su espacio: la retaguardia), fueron condenadas a muerte por considerarlas irrecuperables. La violencia era monopolio masculino, admitir mujeres en el ejército era inconcebible para el pensamiento falangista, después franquista. Las mujeres que transgredían esa frontera confirmaban que iban contra su propia naturaleza, por tanto, eran algo más que malas mujeres, eran no-mujeres situadas del lado de la animalidad: fieras, hienas, rabiosas, perversas, en definitiva, monstruosas por ir contra natura.

A través de las sentencias y los informes de conducta se fue configurando otro  instrumento represivo: un lenguaje, connotativo y eufemístico, que creaba y nombraba las realidades del nuevo régimen, imponiendo su uso a la población y obligando a vivir a las vencidas en una realidad hostil y deshumanizada: rojas, individuas, sujetas, mujeres de dudosa moral… Los vencedores utilizaban con las mujeres un lenguaje más despectivo que con los hombres. La expresión «mujeres de dudosa moral»  era un juicio moral, que se convertía en juicio penal, con su correspondiente castigo público y ejemplarizante. En la roja, la transgresión moral (el amancebamiento, el atentado contra la Iglesia católica, etc.) se unía a la político-social, agravando el delito supuestamente cometido. La mujer revolucionaria era brutalizada y, por tanto, tras la victoria franquista, podía y debía ser represaliada con total impunidad (González, 2012: 120-121).

3- Los cuerpos femeninos como auténticos campos de batalla

El franquismo tuvo una vertiente de género, por ello, igual que durante la guerra,  hubo prácticas específicas de violencia contra las mujeres que introdujeron elementos simbólicos-sexuales ausentes en las violencias ejercidas contra los hombres. Para el franquismo no solo había numerosas mujeres opuestas a su propósito de «salvar España», ocurría también que, con su actitud y su mensaje emancipatorio, ponían en entredicho el orden social y político y, lo que quizá era más grave, el sistema de dominación patriarcal. Demasiado atrevimiento para que, en medio de una «cruzada» que pretendía hacer limpieza, no se vieran alcanzadas por una marea depuradora que, entre otras cosas, rezumaba una profunda misoginia.

Los cuerpos de las víctimas fueron castigados por haber faltado a su naturaleza, se produjo una negación simbólica de la feminidad y se buscó su redención en actos pensados para purificar los cuerpos pecaminosos de esas no-mujeres. La construcción de la figura de la enemiga se fundamentó en que estas mujeres se desviaron del rol de género, del rol natural y tradicional de esposa y madre cristiana según la mentalidad de los franquistas.

Veamos algunos aspectos a través de los cuales se desviaron las mujeres libertarias y anarquistas de dicho rol natural,  cuestionándolo, desobedeciéndolo y desmontándolo.

1) MMLL fue partidaria de la maternidad consciente que implicaba el reconocimiento de los derechos reproductivos de las mujeres junto a la disociación de la actividad sexual y la procreación (anticonceptivos). Presuponía, sin embargo, que la maternidad era una función social de las mujeres según una base biológica de carácter esencial (no fueron capaces de cuestionar ese mandato patriarcal salvo no teniendo criaturas).

2) Hablaron también de la necesidad de acabar con el modelo de familia tradicional puesto que esta servía como transmisora de la autoridad, la propiedad y la jerarquía imperantes en la sociedad burguesa. La castidad hasta el matrimonio y los tipos sociales derivados de este modelo de familia (solterona, monja, madre soltera, etc.) llevaban aparejados males como: la prostitución, el infanticidio, o la inclusa.

3) Cuando el matrimonio estaba motivado por cualquier interés diferente al amor, era considerado «prostitución a todos los niveles» o «prostitución estabilizada». La clave, de lo que Mujeres Libres entendía por prostitución, era la dependencia económica de las mujeres respecto a los hombres, aunque fueran los maridos legítimos. Cuestionaban la familia que mantenía a las mujeres en su posición de siempre: alejadas de la producción, sin derecho alguno y, por tanto, abocadas a prostituirse, ser meros objetos sexuales, en la calle o a través del matrimonio.

La prostitución era un tema colateral a la familia y al matrimonio, una «válvula de escape» para que pudiese seguir funcionando el modelo de familia burguesa, por ello era considerada «la mayor llaga sexual de la sociedad» heredada del capitalismo. Burgueses y «señoritos», explotaban a las prostitutas que en su mayoría provenían de clases populares. Desde esta posición se deslegitimaba el discurso que trataba a la prostituta como la «mujer caída» frente a la «mujer decente».

Desde el anarquismo se  pensaba que la única forma de acabar con la prostitución era encontrando la forma en que las prostitutas tuvieran otro medio de ganarse la vida para ser económicamente libres.

Mujeres Libres era claramente abolicionista, la prostitución degradaba a las mujeres y era la mayor de las esclavitudes: la que incapacitaba para todo vivir digno. Pese a ello, eran contrarias a suprimir sin más la prostitución porque eso suponía «dejar a unas mujeres en la calle, sin medio alguno de vida».[6] Para  ello organizaron los llamados «liberatorios de prostitución», de carácter voluntario, que debían desarrollar un plan de rehabilitación integral:

«1º Investigación y tratamiento médico-psiquiátricos.

2º Curación psicológica y ética para fomentar en las alumnas un sentido de responsabilidad.

3º Orientación y capacitación profesional.

4º Ayuda moral y material en cualquier momento que les sea necesaria, aún después de haberse independizado de los liberatorios».

 

En realidad, la única solución a la existencia de la prostitución era la revolución social.

Los defensores del rol tradicional de la mujer vieron con horror estos planteamientos y por eso el castigo tuvo grandes dimensiones.

Enseguida se percataron de que lo más vulnerable de aquellas mujeres eran sus cuerpos, unos cuerpos que podían degradar y deformar, quitándoles cualquier atractivo. Sus cuerpos se convirtieron, por tanto, en el lugar del castigo de sus delitos que, además, permitía humillarlas y aniquilar al grupo enemigo en su conjunto, especialmente cuando el hombre estaba ausente. Si en algún caso es claro que las violencias, las humillaciones, etc. están inscritas en el cuerpo de las víctimas, estos castigos son especialmente corpóreos o encarnados. Las mujeres sufrieron casos de trabajos domésticos forzados, amenazas, malos tratos, encarcelamientos, rapado del cabello, marcaciones y violaciones.

Rapar los cabellos de las mujeres era un acto que atravesaba siglos, pero en la Guerra Civil afectó a miles de mujeres en todo el territorio sublevado. Cuando eran detenidas se las golpeaba y se las pelaba (a veces se acompañaba con el rapado de las cejas), se las hacía ingerir aceite de ricino y eran paseadas bajo los efectos purgantes de dicho aceite por la vía pública, teniendo que entrar, incluso, en alguna misa. El espectáculo buscaba la humillación pública y el escarnio de las mujeres castigadas ante los vecinos/as y ser diferenciadas del resto de la población (González, 2012: 27). El rapado proclamaba la vergüenza del comportamiento pasado y la aceptación (forzada) del retorno a la moral, todo pasaba por la expiación y la reeducación de las mujeres.

Se produjeron también marcaciones de los cuerpos: cuerpos tatuados con mensajes en la cara y otras partes del cuerpo, insignias colgadas en una cresta de pelo que se les dejaba en la parte alta de la cabeza, etc. Era una manera de implantar el terror en la comunidad.

Las violaciones.

La degradación de los cuerpos femeninos se entendía como una deshumanización y una anomia (aislamiento de la persona) asociada a las prácticas de guerra (González, 2012: 189). Pese a que lo contempló mucha gente, no se ha hablado apenas de ello. La amnesia histórica funcionó perfectamente y desde el principio.

Pero la represión no se producían solo en vida sino también durante y después de la muerte. El trabajo de Laura Muñoz-Encinar[7], con la exhumación y el análisis de fosas comunes y la compilación de testimonios orales, entre otros métodos, ha logrado evidenciar que la represión específica contra las mujeres por su condición de género no se daba únicamente en vida

La arqueóloga, que ha estudiado la represión irregular (personas asesinadas en aplicación del bando de guerra entre 1936 y 1948) en distintas zonas de Extremadura, escenario de su investigación, ha certificado que en las distintas fosas comunes analizadas «existía un patrón diferencial muy claro» entre hombres y mujeres en los procesos de ejecución y enterramiento: «En las fosas hemos encontrado un patrón distinto sobre cómo acaban los hombres y las mujeres dentro de un mismo depósito. Generalmente, las mujeres fueron las últimas en ser introducidas dentro de las fosas y se solían depositar en la misma área».

Durante el estudio de las fosas se advirtieron también determinadas 'particularidades' sobre «la violencia específica ejercida sobre el cuerpo de las mujeres, basada en el fin purificador del franquismo y la política de deshumanizar a las mujeres antifascistas», y no solo relativas a la violencia sexual. Muñoz-Encinar descubrió que «varias mujeres fueron enterradas desnudas entre dos varones, con un alto componente simbólico».

«En Fregenal de la Sierra documentamos los cuerpos de dos hombres y una mujer enterrados superpuestos, en la posición supina. La mujer fue ubicada entre los cadáveres de los hombres con la cabeza orientada al oeste; los hombres, orientados al este», ha expuesto en su investigación, que centra también la atención en casos similares, como el de Antonia Regalado. Tenía 22 años cuando fue ejecutada, dice la arqueóloga, que recogió el testimonio de un vecino de la zona, José Vázquez López, para señalar que la deshumanización por parte de los fascistas «continuó en la tumba».

Vázquez se sirvió de los detalles proporcionados por el sepulturero –según Muñoz-Espinar ya había contado anteriormente «lo que habían hecho con el cuerpo, cómo lo habían colocado una vez ya ejecutada»– para explicar cómo tuvo lugar la ejecución de Regalado y su entierro»: La hicieron correr por el cementerio y abusaron de ella. Luego la mataron. Puso a un hombre debajo de ella, luego puso (el cuerpo de) mi tía encima y (el cuerpo de) otro hombre penetrándola encima; uno abajo y otro arriba […] El sepulturero enterró su cuerpo en esta posición y dijo: «La hemos enterrado como una puta».

La investigadora rescató también de esta zona el recuerdo del fatal desenlace que sufrió Matilde Morillo, profesora y activista en defensa de la República que fue «torturada, violada y ejecutada», y cuyo cuerpo «permanece aún desaparecido». Fue su hija Aurora quien relató a Muñoz-Encinar que, al regresar a Fregenal de la Sierra «en un tren de vagones de ganado», su madre fue identificada y violada, y añadió: «También se dice que fue llevada al cementerio y la orgía continuó en el sala de autopsias […] Los asesinos regresaron al pueblo en una camioneta al amanecer. Llevaban el abrigo de mi madre al final de un rifle como si fuera una bandera, como un trofeo».

4- Conclusiones

Las mujeres durante la Guerra Civil, y posterior franquismo, fueron sometidas a rituales de humillación. Se pretendía la ofensa visual de las víctimas, privándolas de un   símbolo de belleza y cuidado personal, y marcándolas emocionalmente a ellas y, por extensión, a sus familias. Con la violencia sexual se evidenciaba que los vencedores podían y debían enseñorearse del cuerpo de las mujeres «desafectas» al nuevo régimen. Era una demostración del poder del macho vencedor. Formaba parte del desposeimiento de los hombres vencidos, de su humillación permanente y de su progresiva despersonalización.

Se añadía la insidia sobre la inmoralidad de aquellas mujeres a las que se forzaba a la introspección y al silencio para sí y para sus hijos e hijas. Ellas eran la imagen de una desoladora tristeza y de la desmoralización del bando vencido.

Las rojas eran el eje central para la desprogramación política de la nación. Tenían que callar, olvidar su identidad política anterior, someterse a las arbitrariedades del nuevo régimen y trabajar en lo que fuera y como fuera, lo que las llevaba a la despolitización completa. Estas mujeres estaban vencidas definitivamente. Servían como primer escalón para la desmemoria, llevando a sus hogares al silencio, la pérdida de identidad y la vergüenza (Gonzalez, 2012: 51).

El caso de Lucía Sánchez Saornil. Era una de las mujeres más militantes y la más implicada en la lucha sindical, feminista, propagandística y revolucionaria. Salió al exilio en 1939, en su caso protegida por su pertenencia a SIA. Sin embargo, decidió regresar con su compañera Mery, en 1942, a Madrid trasladándose después a Valencia. Abandonó el activismo y poca gente conoció su paradero, tuvo que callar y olvidar su identidad política anterior.

No olvidemos, por otro lado, los sufrimientos de las mujeres que salieron al exilio. Este  supuso para ellas abandonar todo lo que había sido su vida hasta ese momento y sufrir la condición de refugiadas en un momento en que el auge del fascismo y los sones de guerra en Europa lo complicaban más de lo habitual. De hecho, sufrieron la huida hacia Francia,  los campos franceses y el intento de rehacer la vida sin documentos.

Las mujeres, muchas veces solas, arrastrando de sus hijos e hijas y de sus mayores, se convirtieron en el único bastión de los suyos. Aprendieron a vivir en campos de concentración y refugios, soportando toda clase de privaciones (alimenticias, higiénicas, sanitarias), con un único aliado: su infinita capacidad de resistencia.[8]

Por último:

Sorprende, sin embargo, que haya habido momentos muy posteriores a la Guerra Civil y el primer franquismo en que se volvió a rapar a mujeres para castigar su heterodoxia, una fue con ocasión de las huelgas mineras en Asturias de 1962. El 2 de septiembre de 1963, Ana Sirgo y Constantina Pérez fueron detenidas mientras intentaban movilizar a un grupo de mujeres para bloquear el acceso al Pozo Fondón. En los calabozos de la policía en Sama, ante las protestas de las detenidas, los funcionarios, «respondieron golpeando a las detenidas, a las que acabaron rapándoles el pelo»[9]

Mar Cambrollé, activista trans, afirmó también recientemente que en aplicación de la Ley de peligrosidad social, abolida en 1979, en Andalucía «a las mujeres transexuales las rapaban, las despojaban de sus ropas femeninas y sufrían todo tipo de vejaciones»[10].

Un arma de humillación y violencia contra las mujeres cuyas dimensiones están todavía por descubrir. 

Laura Vicente, texto de mi intervención en Ruesta, 3 de Julio de 2021.

[1] Este planteamiento lo desarrolla François Jullien (2006/2015): Conferencia sobre la eficacia. Madrid, Katz. Es la base del pensamiento chino en contraste con el pensamiento griego que es la base de nuestro pensamiento occidental.

 

[2] Ràncière, 2011, p. 141.

[3] Joly, Maud (2008): “Las violencias sexuadas de la guerra civil española: paradigma para una lectura cultural del conflicto”, Historia Social, nº 61,  p. 93.

[4] González Duro, Enrique (2012): Las rapadas. El franquismo contra la mujer. Siglo XXI, Madrid, p. 45.

[5] Sánchez, Pura  (2012): “Individuas de dudosa moral”. En Osborne, Raquel (ed.) (2012): Mujeres bajo sospecha. (Memoria y sexualidad 1930-1980). Madrid, Fundamentos, p. 108.

 

[6] Liberatorios de prostitución”, Mujeres Libres, nº 5, día 65 de la Revolución, septiembre 1936.

[7]  Laura Muñoz-Encinar, Descubriendo la represión de género: un análisis de la violencia sufrida por las mujeres durante la guerra civil y la dictadura de Franco en el suroeste de España”.

https://www.lasexta.com/noticias/nacional/castigadas-mas-alla-muerte-investigacion-destapa-vejaciones-postmortem-franquismo-mujeres_202008125f331a8cffbf6a00012aaa5c.html?so=so%3Asour-telegram

[8] Rodrigo, Mujer y exilio, p. 16.

[9] Claudia Cabrero Blanco “Las mujeres y las huelgas de 1962”. Asturias social, enero de 2010. Fundación Juan Muñiz Zapico. http://www.fundacionjuanmunizzapico.org/huelgas1962/huelgas1962_prensa_2003-2011.htm?IdNoticia=as_201001 (Consultado 09-02-2019).

[10] El Salto, Febrero 2019, nº 22, “Las personas trans somos el verbo de la disidencia”.