Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt
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viernes, 23 de diciembre de 2016

POSTVERDAD (con brevedad)


El termino postverdad está de moda, aparece en los medios de comunicación continuamente. Ha sido el Oxford English Dictionary quien lo ha definido: “denota circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”.


Lo que llamamos postverdad no es una novedad puesto que las emociones y creencias han tenido siempre un papel muy relevante en política: el nacionalismo, el revolucionarismo armado, el fascismo, la religión como arma política (hoy más actual que nunca), entre otros movimientos, han actuado siempre sobre las emociones convirtiendo las subjetividades en protagonistas de sucesos históricos relevantes. Pero además, la postverdad ha constituido la “verdad” de los regímenes totalitarios, el franquismo fue un ejemplo de que solo existía la verdad que difundía el régimen, la represión y, por tanto, la falta de libertades lo hacía creíble para la masa de población amedrentada y silenciosa, la famosa “mayoría silenciosa” que hizo posible la muerte del Dictador en la cama.
Sin embargo en la actualidad hay novedades importantes sobre las que reflexionar: en primer lugar la postverdad se ha instalado en sistemas democráticos con abundantes medios de información entre los que destacan las redes sociales. En segundo lugar la política institucionalizada tiene serias dificultades para entender la importancia de dichas creencias y emociones, la postverdad está en la capacidad que tienen algunos sectores políticos para presentarse como lo que no son, prometiendo lo que no pueden hacer (por ejemplo Trump presentándose y teniendo credibilidad como anti-sistema). En tercer lugar la incapacidad de la izquierda para manejarse en este mundo de postverdades con lo que acaban apuntándose a ellas (por ejemplo en Cataluña avalando que un 48% de votos equivale a una “mayoría clara” por la independencia y pactando con la antigua Convergencia ahora trasmutada en antisistema).

Malos tiempos para la verdad y los hechos objetivos, malos tiempos para la lírica.

martes, 13 de septiembre de 2016

¿TERCERAS ELECCIONES EN ESPAÑA?

Cuando me acucian con un nuevo argumento, 
tengo derecho a considerar que aquello a lo que 
no puedo responder, lo responderá otro.
MICHEL DE MONTAIGNE, Los ensayos, p. 856

Desde el escepticismo que me inspiran las convocatorias electorales y las posibilidades de transformación desde las instituciones, no deja de asombrarme la capacidad que tiene la clase política para desoír el resultado electoral de dos elecciones y considerar necesarias  unas terceras (y quién sabe si unas cuartas).
Decía Muñoz Molina sobre mi admirado Fernán Gómez que su escepticismo era fruto de estar eternamente en minoría, no discutiré esta afirmación del escritor jienense, pero él conoce muy bien las ideas que tenía Fernán Gómez y que explican mucho mejor su escepticismo o el mío hacia tantas cosas, entre otras la política institucional.


Los partidos políticos con más diputados y sus cabezas de lista, todos hombres por cierto (en eso que poco cambio se produce en la política española), no han alcanzado a comprender que quienes han votado no desean un sistema bipartidista, sino un sistema multipartidista en el que el pacto se haga necesario para reconducir la política del ejecutivo al Parlamento, eso tan rimbombante de devolver al pueblo la soberanía.
Sin embargo ese mandato que esgrimen para lo que les conviene en cada momento, no son capaces de cumplirlo. La clase política no está acostumbrada al pacto, al diálogo, a ceder, a acordar. Se refugian en huecas palabras, en la coherencia (ni uno solo de los cuatro primeros partidos podría afrontar una prueba de coherencia de sus promesas electorales), en el pudor a mancharse las manos, en objetivos de cortas miras. En realidad detrás solo hay cálculos basados en encuestas, en estudios, en previsiones de lo que pueden pensar electores y electoras, cuando lo que piensan ya ha sido expresado dos veces casi seguidas. Detrás solo hay la defensa del líder del partido, de los intereses particulares del partido (obtener más diputados/as en las siguientes elecciones por lo coherentes que han sido), de si se puede desbancar al partido más afín para polarizar la situación y volver de nuevo al bipartidismo (el PP se quiere comer a Ciudadanos y Podemos al PSOE o a la inversa).

El Roto
Los partidos políticos existen para ser depositarios de la soberanía popular (sigo con su cuestionable discurso, pero hoy no toca este tema varias veces tocado en este espacio), para ser capaces de canalizar el voto y resolver problemas. La realidad es que los partidos son una casta sin capacidad para articular una solución a la fragmentación del voto y que muestran con total nitidez la farsa de su manera de entender la democracia. Su incompetencia les hace merecedores a sus dirigentes de la dimisión en bloque. Lástima que nadie sea capaz de canalizar un plante organizado y colectivo de la ciudadanía si se convocan unas terceras elecciones, porque ¡¡NO NOS REPRESENTAN!!


miércoles, 13 de julio de 2016

¿#TodosSomosLeoMessi? CON BREVEDAD: NO, NO Y NO

Escribía en febrero de este mismo año sobre la corrupción que... 

...si continuamos pensando que la corrupción es cosa de cuatro políticos/as que están en el poder y que con retirarlos de los partidos y del poder político se soluciona todo, estaremos prolongando un mal endémico que tiene difícil solución. La regeneración tiene que venir de abajo a arriba, empezando, por ejemplo, por no avalar a quien practica la corrupción, sean los partidos, el vecindario, las consultas médicas sin factura, las chapuzas sin IVA o los/las colegas del trabajo.


Me olvidé incluir el mundo del deporte, especialmente el llamado “deporte-rey”, el futbol. Y olvidé referirme al Barça, ese equipo que siempre ha hecho gala de ser más que un club. Un equipo que, en efecto, pretende ser más que un club tomando postura en favor de la independencia de Cataluña cuando, solo en este territorio, un porcentaje importante de sus seguidores (nunca saldrá esa encuesta como tantas otras que son inoportunas para quienes gobiernan en Cataluña) no son partidarios de tal opción política (solo tenemos el referente de las últimas elecciones autonómicas en las que, mal que les pese a Junts pel sí + CUP, no llegaron a obtener ni la mitad de los votos), pero no olvidemos que el Barça tiene muchos seguidores/as fuera de Cataluña. Pese a ello, todos los que optaron a la directiva del Barça se hicieron una gloriosa y patriótica foto mostrando su compromiso con la independencia y dejando fuera de juego a quienes no lo son. Por cierto que las elecciones a la Directiva se realizaron el glorioso 18 de julio (de 2015).

Y ahora el Barça se posiciona de nuevo al lanzar una campaña en favor de Messi condenado a 21 meses de cárcel por fraude fiscal, de hecho el hashtag #TodosSomosLeoMessi llegó a ser trending topic mundial.

Como ya he explicado mi postura respecto a la corrupción y el fraude fiscal, no insistiré en ello. Solo reafirmarme en que me avergüenza vivir en un país en el que se vota a corruptos y a partidos que espían a otros partidos para desprestigiarlos, se hace la vista gorda ante cualquier chanchullo y se justifica a defraudadores/as, desde la casa real al glorioso Messi.

jueves, 23 de junio de 2016

LOS COMICIOS ELECTORALES, EL TIEMPO DE LA DOMINACIÓN


Afirma Jacques Rancière que hay un tiempo “normal” que es el de la dominación, este impone sus ritmos, fija el ritmo del trabajo, el de los comicios electorales, el orden de la adquisición de conocimientos y los diplomas[1].

Quienes hemos vivido momentos en que el tiempo homogéneo se distorsiona y la gente en la calle opone su propio tiempo, por ejemplo en el Movimiento del 15M, entendemos muy bien que son momentos excepcionales en los se produce una interrupción del flujo temporal. La gente impone otro orden del día del que se desarrolla en el tiempo del sistema.

Alguien podría afirmar que esos momentos son efímeros y que terminan pronto para volver a la normalidad, sin embargo, esas interrupciones acostumbran a hacer visible un discurso que permanecía oculto, que no se expresaba, que no era, pero existía. El discurso oculto no contiene solo lenguaje escrito u oral sino una extensa gama de prácticas de resistencia que recurre a formas indirectas de expresión, denominadas, por James C. Scott, infrapolítica. De hecho esos momentos de distorsión del tiempo de dominación no serían posibles sin esa infrapolítica que canaliza momentos de resistencia oculta. La primera declaración pública del discurso oculto adquirió el 15 de mayo de 2011 la forma de ruptura pública de un ritual tradicional de subordinación al no aceptar los canales políticos o sindicales tradicionales y ocupar la calle como espacio de rebelión.

Cuando el tiempo homogéneo distorsionado es parasiteado y canalizado hacia la temporalidad electoral, hacía las estrategias de partido que elaboran quienes “saben” dejando en la pasividad del voto a las masas, que se deben limitar a corear consignas y aceptar renuncias por motivos tácticos, el tiempo “normal” de la dominación vuelve a marcar el orden del día de las oligarquías gobernantes que marcan los llamamientos a las urnas y la canalización de la protesta en votos.

Los subordinados vuelven a sus casas, a sus trabajos, a sus estudios, a sus empleos precarios, a sus impagos, a su papeleta cada cuatro años (o seis meses). Los sueños de interrupción del tiempo de dominación, la cólera compartida que altera sus ritmos “normales”, vuelven a estar dominados, de nuevo, por la partidocracia, las urnas y la representatividad. 

JACQUES RANCIÈRE (2010): La noche de los proletarios. Archivos del sueño obrero. Tinta Limón, Buenos Aires. 
JAMES C. SCOTT (2003): Los dominados y el arte de la resistencia. Txalaparta, Tafalla. JAMES C. SCOTT (2013): Elogio del anarquismo.Planeta, Barcelona.

martes, 23 de febrero de 2016

CON BREVEDAD: CORRUPCIÓN ENDÉMICA EN ESPAÑA

Tenemos tendencia a pensar que todo lo que ocurre es una novedad del presente. Esa percepción nos lleva a hacer falsas valoraciones acuciadas por la precipitación de la urgencia de la actualidad. Por desgracia, la corrupción no es una novedad en este país y conviene mirar el hecho desde la perspectiva histórica.


No me iré más allá de la Edad Contemporánea que inaugura un sistema político, el liberalismo que evolucionará a la Democracia, que afirma que la nación y posteriormente el pueblo gobiernan a través de sus representantes y al servicio de los mismos. Con anterioridad, los sistemas políticos daban por hecho, como señala Jacques Rancier en El odio a la Democracia, que gobernaban quienes tenían los títulos para gobernar a los hombres y mujeres, y estos eran dos: uno que estriba en la filiación humana o divina, o sea, la superioridad por nacimiento; otro que estriba en la organización de las actividades productivas y reproductivas de la sociedad, o sea, el poder de la riqueza. Los sistemas que claramente defendían ambos títulos para gobernar consideraban lógica la corrupción política, es decir, que los funcionarios públicos u otras autoridades públicas gobernaran en beneficio propio.


El liberalismo cuestionó el primero y la democracia el segundo. Otra cosa es si esto es real o seguimos gobernados por los superiores por nacimiento y los que tienen el poder de la riqueza bajo la apariencia del gobierno del pueblo. Esa reflexión será objeto de otro momento.

En España se dispuso de gobiernos liberales desde la muerte del último monarca absoluto, Fernando VII, en 1833 (con el antecedente de la Constitución de 1812 y el Trienio Liberal de 1820-23). Con soberanías nacionales y sufragios censitarios o elecciones manipuladas a través del encasillado y el caciquismo, el poder de la riqueza, de los propietarios, encumbró la corrupción como un elemento propio de la idiosincrasia del siglo XIX, exceptuando el breve intento del Sexenio Revolucionario (1868-1874) que fracasó de manera estrepitosa con la Iª República. La oligarquía controló férreamente el poder y gobernó para los amigos políticos que pedían favores a cambio de votos sin ocultarlo y sin ningún pudor o mala conciencia. Así, los políticos de la Restauración (1875-1931) recibían centenares de cartas para que la hija aprobara las oposiciones de maestra, el marido pudiera cambiar de destino militar, se construyeran infraestructuras en un lugar determinado o se favoreciera la venta de acciones de una empresa con problemas. Estas cartas, que he podido consultar en el caso del liberal, y varias veces ministro, Víctor Balaguer, no eran destruidas porque se consideraba algo habitual y no vergonzoso.



De este cambalache quedaba excluida la mayoría de la población que era marginada del poder a través de la manipulación electoral. El gobierno de la oligarquía alcanzó a ser tan desvergonzado en la Restauración, a través del bipartidismo y el turno pacífico, que se fue conformando una respuesta social a través del movimiento obrero de mayoritaria influencia anarquista y una respuesta política que consideró la Republica como la solución a toda esta injusticia en el reparto de la riqueza. Así, tras 56 años (incluyendo la primera Dictadura del siglo XX en España) el sistema de la Restauración fue desplazado del poder.

La IIª República, el primer sistema democrático que, brevemente, conoció España, intentó con poca fortuna acabar con el caciquismo, la oligarquía, la corrupción y la injusticia social. Demasiadas expectativas que pronto se frustraron entre quienes habían confiado en la “Gran Promesa” que se venía levantando desde hacía tiempo con la ilusión de la república. Todo acabó sangrientamente en una guerra civil y 36 años de Franquismo, un sistema totalitario que enseñoreo de nuevo, y con mucha más facilidad, el poder de la riqueza y la superioridad por nacimiento. La corrupción, desde la arbitrariedad del totalitarismo, volvió a estar vigente hasta la muerte del dictador en 1975.


Cuando se inició la Democracia actual, a partir de las primeras elecciones libres y la Constitución (1977-1978), el patrimonio con el que contábamos en cuanto a la existencia de un sistema democrático que perseguía la corrupción eran los cinco escuálidos años de la IIª República en los que no se logró acabar con ella (ahí están los casos de corrupción del Gobierno Lerroux) pero se condenó. Casi 140 años de existencia de la corrupción generan un comportamiento en la población y en la clase política de laxitud ante esta y de comprensión hacia los listillos/as que la practican. La corrupción está en el ADN de la población española que vota a políticos/as y partidos corruptos. De hecho, todos los partidos que han ganado las últimas elecciones, generales o autonómicas, forman parte de dichos partidos, incluso dentro de los nuevos partidos hay otros, me refiero a Izquierda Unida, que estando en los consejos de administración de las Cajas de Ahorros, no denunciaron lo que estaba ocurriendo en ellas, por no hablar de las famosas tarjetas opacas que utilizaron considerando normal ese premio a su silencio. La corrupción ha contaminado incluso a los sindicatos mayoritarios que continúan ganando las elecciones sindicales.



Si continuamos pensando que la corrupción es cosa de cuatro políticos/as que están en el poder y que con retirarlos de los partidos y del poder político se soluciona todo, estaremos prolongando un mal endémico que tiene difícil solución. La regeneración tiene que venir de abajo a arriba, empezando, por ejemplo, por no avalar a quien practica la corrupción, sean los partidos, el vecindario, las consultas médicas sin factura, las chapuzas sin IVA o los/las colegas del trabajo. También es factible una subversión colectiva del orden establecido cotidiano que corté nuestras contribuciones al Estado mientras se mantenga la corrupción (en especial el sistémico fraude fiscal de los y las poseedoras de la riqueza).

miércoles, 23 de diciembre de 2015

CON BREVEDAD: CONDENAR SIN RESERVAS EL TERRORISMO ISLÁMICO

No me incluyo entre quienes no condenan sin reservas los asesinatos del terrorismo islámico. No tengo ningún temor de ser acusada de islamofobia por parte de la izquierda. Considero necesario condenar sin reservas escondidas, como puede ser el contexto atenuante del colonialismo o, más recientemente, la ocupación norteamericana de Iraq, el terrorismo islámico. Esas reservas escondidas las han utilizado grandes totalitarismos para justificarse, empezando por el propio nazismo.

EL ROTO
No solo no niego sino que considero relevante la colonización a la que han sido sometidos continentes enteros por parte de algunos países europeos y las políticas interesadas durante y después de la guerra fría por parte de EUA y algunos países europeos. Sin embargo hay que ir más allá, pensar más allá, de si los motivos de queja que condicionan los actos terroristas son verdaderos o no, me parece mucho más relevante el proyecto político-ideológico que ha aparecido como reacción contra las injusticias[1].

El Estado islámico (EI) no es producto de la locura, tenemos  tendencia a considerar que los crímenes que no entendemos están fuera de la historia. Considerar incomprensibles a otras personas es abandonar la búsqueda de la comprensión y, por tanto, renunciar a la historia, los motivos de los asesinos del EI tienen, sin duda, un sentido, ningún acontecimiento pasado está más allá de la comprensión histórica ni de la indagación histórica[2]. En este sentido, el terrorismo tiene una médula racional, que se propone alcanzar determinados objetivos políticos concretos, aunque también es cierto que los rasgos característicos de estos grupos terroristas son su fanatismo, ya que con frecuencia el elemento místico de su pensamiento, su orientación ideológica al margen del núcleo religiosos o nacionalista de su credo, no tienen una importancia decisiva[3]. Los terroristas dicen haber encontrado la Verdad y que la subordinación del hombre a Dios no supone esclavitud ni subordinación y puede sustentar un proyecto de emancipación puesto que su subordinación a Dios supone el rechazo a todos los amos terrenales (Zizek, 2015: 27).


Pese al fanatismo religioso que conlleva su proyecto político-ideológico y el hecho de creerse en posesión de la Verdad, se sienten amenazados por los no creyentes, están irritados y, a la vez, intrigados y fascinados por la vida pecaminosa de los no creyentes. Por ese motivo los convierten en objeto de sus iras, en el último atentado de París (30 noviembre 2015) sus objetivos fueron espacios de ocio como un campo de fútbol, una discoteca o las terrazas de los restaurantes. Descartan el legado occidental como pecaminoso y arremeten especialmente contra las libertades personales y contra una dosis saludable de ironía y burla de cualquier autoridad (atentado de Charlie Hebdo, enero 2015).
Si la izquierda no es capaz de pensar e ir más allá de los tópicos y del miedo cerval a ser acusada de islamófoba, la extrema derecha capitalizará en beneficio propio el terrorismo islámico para crear un clima de miedo que haga justificable el recorte de libertades en Europa y la xenofobia en contra de la población musulmana europea.





[1] Me parece interesante el  breve libro de SLAVOJ ZIZEK (2015): Islam y modernidad. Reflexiones blasfemas. Herder, Barcelona.
[2] Planteamiento que se aplica a los asesinatos cometidos por el régimen nazi alemán en TIMOTHY SNYDER (2011): Tierras de sangre. Europa entre Hitler y Stalin. Barcelona, Galaxia Gutenberg.
[3] Puede resultar útil la lectura de WALTER LAQUEUR (2003): Una historia del terrorismo. Paidós, Barcelona.

lunes, 23 de noviembre de 2015

CON BREVEDAD: EL PROCESO DE INDEPENDENCIA EN CATALUÑA ES UNA TRAMPA


La trampa primera, grave donde las haya, es mantenerse enrocadas/os en que la independencia es un “mandato” de la ciudadanía en las últimas elecciones catalanas que Junts pel sí convirtió en un referéndum. Como consulta, la independencia no alcanzó ni tan siquiera el 50% de los votos favorables incluyendo a la CUP, la única opción que, además de Junts pel sí,  se había decantado por dicho proceso, aun mostrando importantes diferencias respecto a  dicha coalición formada por CDC y ERC.
Mantener el proceso de independencia, por tanto, es antidemocrático, la mayoría en diputados es consecuencia de una ley electoral española que prima a las mayorías y que en Cataluña han mantenido pese a tener competencias para elaborar una ley electoral propia.
La segunda trampa, que procede de algunos sectores de la CUP es vendernos la idea de que el proceso independentista no es nacionalista y compatible con el anarquismo. La creación de un nuevo Estado en Europa, nunca podrá ser compatible con el  anarquismo cuya idiosincrasia pasa por la eliminación de las instituciones que configuran el Estado, instituciones concebidas para disciplinar,  oprimir y  limitar la libertad. Convendría que aquellos que dicen estar orgullosos de ser anarquistas, como Antonio Baños, cabeza de lista de la CUP, pensaran en lo que significan dichas ideas, aun entendidas de manera abierta y flexible, y su actuación contradictoria  al negociar en los salones con Junts pel sí que han impulsado una política neoliberal hasta hoy mismo.
La rebelión no puede pasar por la maquinaria del Estado, ni siquiera de uno “pequeño” cuyos fundamentos son exactamente los mismos que los de mayor tamaño. Eso sin hablar de lo que significa el nacionalismo, fundamentado en la nación como núcleo de unión interclasista y defensor de rasgos identitarios siempre excluyentes. Luchar para erradicar todas las formas de la dominación es incompatible con envolvernos en una bandera nacional y con la construcción de un nuevo Estado.