Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt
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sábado, 3 de febrero de 2018

ENTUSIASMOS INDEPENDENTISTAS EN EL ÁMBITO LIBERTARIO


Utilizo intencionadamente el término libertario porque es un concepto vago y equívoco que permite vincular diferentes manifestaciones que comparten solo algunos aspectos y orientaciones (por determinar según las circunstancias), incluso el nacionalismo. Dejo de lado el desprestigio de su uso por el término inglés “libertarian” que extrae del anarquismo casi exclusivamente su oposición al Estado.
Desde el ámbito libertario se ha podido observar un encandilamiento ante las movilizaciones de masas disciplinadas que ha sido capaz de impulsar el independentismo, especialmente en dos jornadas mitificadas por su apariencia de desobediencia, transgresión de la ley, ocupación de la calle, construcción de un sujeto colectivo, desafección masiva, éxodo respecto a las instituciones establecidas, etc.
Esa visión de que se abría una brecha a través del “anonimato que desbordó la expresión política del nacionalismo y que puso algo de 15M”[1], me parece ilusoria ya que frente al Estado español no había solo gente anónima que se apoderaba de la vida política sin resortes de poder sino que había otra parte del Estado, más débil pero no menos eficaz. Lamentablemente el ámbito libertario, entusiasta con las posibilidades de transformación a través de la independencia, olvidan que el bloque independentista forma parte del Estado, tiene policía que practica con eficacia la represión (recordemos precisamente cómo actuó para disolver las concentraciones y acampadas el 15M) y medios de comunicación subvencionados y controlados. Dentro del bloque independentista ha sido la vieja Convergencia la que ha dirigido todo el proceso (y lo sigue haciendo metamorfoseado en la tercera o cuarta marca electoral para hacerse invisible y que se olvide su pasado), además de ser la campeona de los recortes sociales y la corrupción.
Hay dos jornadas que parecen convertirse en la prueba del algodón de que todo es posible, desde una independencia sin fronteras (up) hasta un supuesto catalanismo popular persistente y ligado a la pobreza[2]:
La primera de estas jornadas es la del 1 de octubre, en la que, según los más optimistas, el Gobierno catalán se vio sobrepasado por la gente y se produjo una transgresión de la ley y una desobediencia colectiva por el deseo de votar.


La segunda jornada es la del 3 de octubre en la que, según los mismos optimistas, se constituyó un sujeto colectivo que ocupó la calle al margen del Gobierno catalán.
Desde mi punto de vista, posiblemente más pesimista de lo que quisiera, no ocurrió ni una cosa ni la otra, salvo, eso sí, que miles y miles de personas se movilizaron, algunas con propósitos de transformación social, la mayoría apoyando a su Gobierno para empujarlo a que se convirtiera en otro Estado y forzara un reparto del poder que le disputaba al Estado español. Todo lo que se ha ido conociendo demuestra que el Gobierno catalán organizó la “transgresión” con todos los resortes de poder autonómico de que disponía: funcionarios, recursos económicos, centros escolares abiertos para hacer asambleas y votar (cerrados para hacer el paro nacional), policía catalana, medios de comunicación, y especialmente ANC y Omnium.
El día 3 de octubre hubo paro nacional convocado por la Generalitat, el 80 % de los Ayuntamientos, incluido el de Barcelona, y la “Mesa por la democracia” formada por los sindicatos mayoritarios (esos que no ven la necesidad de convocar un paro por la precariedad laboral) parte de la patronal y las organizaciones independentistas.
Nunca fue desbordado el Gobierno catalán.
Solo así se entiende que tras la aplicación del 155 (que ha quitado algunos de los resortes de poder al bloque independentista), ese movimiento colectivo transgresor y desobediente se haya disuelto como un azucarillo y, lo que es más grave, haya dado su voto mayoritario a una opción de derechas y presidencialista como es “Junts per Catalunya” (cuya matriz es Convergencia partido corrupto y neoliberal donde los haya), haciendo retroceder a la supuesta izquierda independentista (ERC y CUP). Que estupenda jugada la de Puigdemont, el candidato que se ha impuesto a la izquierda a la que ha sabido derrotar. Nadie se mueve mejor dentro de los nacionalismos que la derecha.
No me detendré en otro ejercicio de mitificación, el de la democracia (especialmente si está avalada por otro mito, la República), sistema supuestamente mucho mejor que el que se ha construido en España que es protofascista (los entusiastas patriotas de a pie no tienen temor en usar el fascista directamente, no  solo contra el PP, sino contra quien no opina como ellos/ellas, al margen de toda su trayectoria personal).


[1] Entrevista a Santiago López Petit en la revista El Salto, el 26-01-2018, https://www.elsaltodiario.com/culturas/entrevista-santiago-lopez-petit-nuevo-libro# 
[2] Santiago López Petit en la revista El Salto, el 26-01-2018.

sábado, 13 de enero de 2018

SANTIAGO LÓPEZ PETIT, Hijos de la noche.

Este libro es una autobiografía del autor en la que describe los efectos de la enfermedad que padece y su desesperación. El primer capítulo, “La enfermedad” es el más autobiográfico, en él López Petit relata el proceso de demolición y el intento de controlarlo (p. 13): dolor, cansancio, ausencia de sueño… La ausencia de no dolor, la rara somnolencia, provoca que la noche del malestar se instale en él. La noche provoca que no reconozca su cuerpo, que se desdoble en otro cuerpo: hay un intruso que duerme en él.


El autor reflexiona y considera que en el fondo, soy el propio culpable de mi sufrimiento. No encajo en este mundo. No quiero encajar en este mundo (22).
Para López Petit cada sociedad tiene sus enfermedades. En la época global, el malestar social es la enfermedad que acusa a esta sociedad de ser opresiva, huera, descarnada e injusta. Es un estar-mal que se manifiesta en una multitud de enfermedades indefinidas y generalizadas. López Petit las denomina enfermedades del vacío como la depresión, la ansiedad, la anorexia; enfermedades del sistema inmunológico como la fatiga crónica, la fibromialgia, la sensibilización química múltiple… El malestar social tiene la misma referencia: querer vivir y no poder (71). Tengo varias amigas y conocidas, todas mujeres, que tienen alguna de estas enfermedades del estar-mal.

Aunque la reflexión filosófica no siempre he sido capaz de seguirla y entenderla, sus referencias a momentos históricos, y de lucha social, me resultan claros. Él como algunos otros, entre quienes me encuentro, hemos vivido como extranjeros en nuestros puestos de trabajo. Sabíamos (nos dolíamos, enfurecíamos, rabiábamos, etc.)  que la historia (de la Transición o del Movimiento 15M) podía haber sido otra porque habíamos visto otra manera de vivir, se hacía difícil seguir viviendo como si no hubiéramos oteado esa esperanzadora posibilidad (157). De esta manera surge esa acusación habitual: “siempre lo encontráis todo mal” (hace poco me lo dijo un alumno de 15 años cuando critiqué las celebraciones navideñas). Es cierto, Lo encontramos todo mal. Empezando por nosotros mismos. Estamos mal con nosotros mismos porque no encajamos en este mundo. Más exactamente, no queremos encajar, queremos hacernos incompatibles. La única alternativa que admitimos es esta: la realidad o nuestro querer vivir (182).


Su apuesta es pasar de la noche del malestar a la noche de la resistencia. Puedo coincidir en esa posibilidad pero… Pasan los años y no hemos cambiado nada (Debord, 147).