Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt

jueves, 23 de febrero de 2023

PERSPECTIVAS SOBRE LOS ANARQUISMOS III

 


Y ÚLTIMA PARTE

3ª ¿Por dónde quisiéramos que fueran los anarquismos?

Quisiera que los anarquismos trataran de resolver problemas, desajustes e insuficiencias porque la realidad (y el futuro) es muy dura y no va a mejorar.

¿Qué pueden hacer los anarquismos?

EN LO ORGANIZATIVO

--Acabar con los enfrentamientos dentro del Movimiento Libertario, que no quiere decir unirse en los mismos organismos. Como señala Tomás Ibáñez en su libro se puede mantener la fragmentación organizativa pero compartir aspectos claves de los anarquismo (lo que Tomás llama la invariable anarquista):

·       Considerar a los anarquismos como una sensibilidad política amplia que aspira a una sociedad libre e igualitaria.

·       Incompatibilidad radical con la dominación.

·       Compromiso ético a través de políticas prefigurativas.

·       Fusión vida-política.

--Inspirándonos en Lucía Sánchez Saornil, que propuso en 1936 tejer una red de núcleos de mujeres en torno a la revista Mujeres Libres, quizás fuera posible construir densas redes de personas, grupos, colectivos, sindicatos… que se comunican y coordinan de manera intensiva y llevan a cabo diversas acciones. En todo caso, y siguiendo a Lucía Sánchez, que estas redes en torno a diversas iniciativas se llevaron a cabo desde la cordialidad haciendo una apuesta por el entendimiento y no por la confrontación.

--En paralelo, como proponía David Graeber, colaborar en coaliciones amplias siempre que funcionen sobre principios horizontales, dando relevancia a la democracia directa frente a la representativa.

EN EL PENSEMIENTO Y LA VIDA

--Parto de Emma Goldman que supo como nadie lograr una trabazón de pensamiento y vida. Dice Amador Fernández-Savater que las mujeres tienen una practicidad de la vida, que no es innata ni esencial, que las ha apartado de la épica del «gran momento» para partir de la «escucha» de lo que pasa y resolver los problemas. La «escucha» nos arraiga y nos aleja de la ideología, nos permite ser, como dice Rita Segato, solucionadoras de problemas. El arraigo a la realidad nos debería alejar del imaginario de la revolución modelizada, de la épica de la «gran noche o gran momento», de la losa de la historia que nos condena a ser continuadores de lo hecho hace ochenta años. Cuando únicos pensamiento y vida hay «fuego porque eso supone poner el cuerpo en las cosas, no solo en las ideas». Así tiene relevancia la transformación subjetiva, no solo los social.

--Dice Tomás Ibáñez en su libro que los anarquismos se forjan en las circunstancias que viven. Ese contexto, siglo XXI, debe ayudarnos a indagar y definir unos anarquismos para el siglo XXI. Aunque la agencia no debe depender de la teoría, esta debe orientarnos en la lista de tareas actuales: sujetos, cómo se manifiesta la diversidad de la dominación, repensar ideas como la libertad, el Estado y tantas otras cuestiones. Tomás lo sintetiza

«(…) para pensar de otra forma es necesario vivir de otro modo y vivir de otro modo posibilita pensar de otra forma.

 

CONCLUYO felicitando a Tomás Ibáñez porque su libro es un fecundo semillero de ideas, de propuestas, etc., pero, además palpita vida en este escrito y eso,                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                       estemos de acuerdo en todo o no, siempre es una provocación para la revuelta y contestación permanente.

 

                                        

 

 

lunes, 13 de febrero de 2023

MERCEDES [COMAPOSADA] GUILLÉN


 


Este libro es para mi una auténtica alegría y una gran satisfacción. Mercedes [Comaposada] Guillén renunció a su primer apellido cuando se publicó su libro Picasso en España en 1973 por si ese apellido la identificaba como lo que era, una mujer anarquista y pieza principal de Mujeres Libres (1936-1939), tanto revista como organización.

En Picasso con los exiliad(o/a)s, se reedita una parte de su libro Picasso, la que se desarrolla entre 1939 y 1945 y tengo el gusto de acompañarla con un Epilogo que he escrito sobre la autora.

En esa parte del libro, ahora reeditada por la editorial Muñeca Infinita (y en librerías a partir del día 16 de enero), Mercedes Comaposada Guillén explica con cercanía y detalle esos duros años de exilio para miles y miles de personas que tuvieron que salir de España tras el fin de la Guerra Civil. Lo hace como es habitual en las mujeres, desde la vida, desde la existencia, más que desde la ideología: el miedo, el frío, el hambre, la solidaridad entre las gentes libertarias exiliadas en Francia. Y de la misma manera explica cómo conocieron a Picasso, a través de la obra de su compañero, el escultor Baltasar Lobo y como les ayudó facilitando que tuvieran «papeles» y otras maneras más prosaicas: con una estufa, invitándoles a comer, etc.

Un libro que sirve para reivindicar a una magnífica mujer, anarquista, feminista, autodidacta y culta.

viernes, 3 de febrero de 2023

PERPLEJIDADES INSTITUCIONALES Y VIOLENCIA DE GÉNERO

BERTA VICENTE


Tres ministerios (Igualdad, Justicia e Interior) andan confusos, perplejos, frustrados y asombrados ante el aumento de asesinatos de mujeres en el mes de diciembre de 2022 (trece mujeres asesinadas y un caso más que todavía se está investigando)  y en el de enero de 2023 (a día 11 debemos contabilizar cuatro mujeres asesinadas). Y es que desde el Estado se confía en que, con recursos, leyes, ministras feministas en Igualdad y labor policial se puede atajar la violencia de género.

La evidencia nos dice que no es así, ya que incluso los países con los índices de igualdad de género más altos del mundo (los países nórdicos) ostentan así mismo altas tasas de mujeres víctimas de homicidios intencionados por parte de su pareja (Islandia y Finlandia).

Las políticas que se ponen en marcha desde el Estado intentan taponar un herida con tiritas puesto que parten de la filosofía de la necesidad de «proteger» a las mujeres, lo cual conlleva la consideración de que estas, como personas débiles y vulnerables,  precisan de dicho amparo. Como decíamos en otro texto[1], a lo largo de la historia, la idea de que las mujeres necesitan la protección de y por parte de los hombres (o del Estado) ha sido fundamental a la hora de legitimar la exclusión de estas de ciertos ámbitos y su confinamiento en otros. Es decir, el Estado intenta atajar la consecuencia, no la causa de la violencia contra las mujeres y las personas percibidas como mujeres.

¿Y cuál es la causa? ¿Qué es lo que explica la violencia de género? La violencia no se produce porque las mujeres sean débiles o vulnerables por el hecho de ser mujeres, sino porque vivimos en sociedades con culturas de la violencia contra ellas. El problema de la violencia es estructural, no coyuntural, mientras no seamos capaces de desmontar esa cultura de la violencia de género, no resolveremos la situación.

Señalaba Bakunin[2], y siguieron su estela entre otras Emma Goldman, que resultaba mucho más difícil oponerse a la tiranía social que a la tiranía del Estado ya que la primera no presenta el carácter de violencia imperativa que distingue la autoridad del Estado. No se impone con leyes, sino que lo hace de manera más suave, más imperceptible, domina a los seres humanos «por los hábitos, por las costumbres, por la masa de los sentimientos y de los prejuicios, tanto de la vida material como del espíritu y del corazón, y que constituyen lo que llamamos la opinión pública». Por ello, rebelarse contra esa influencia que la sociedad ejerce, obliga a la persona a «rebelarse, al menos en parte, contra sí mismo». Esta es la razón por la que el anarquismo(s) otorga un gran valor a la transformación de la subjetividad o lo que es lo mismo, a la desubjetivación, es decir, a dejar de ser lo que quieren que seamos. Lo que Emma Goldman señalaba como «liberación de los tiranos internos» o emancipación interna.

Para poner fin a la violencia de género tenemos que poner fin a las desigualdades estructurales entre los géneros, centrando nuestro objetivo en esa «tiranía social» que señalaba Bakunin y horadando la compacta membrana cultural que impera en las sociedades impregnadas de generismo y que está compuesta por sedimentos acumulados durante miles de años en las estructuras mentales y el imaginario social.

Ese complicado objetivo tiene que estar en el punto de mira para evitar políticas que bien poco remedian. Mostrar a las mujeres, o más precisamente, reificar sistemáticamente los cuerpos femeninos puestos en escena como cuerpos victimizados a través de las campañas contra la violencia de género actualizan la vulnerabilidad como el devenir ineluctable de toda mujer. Y encima son un tributo ofrecido a los agresores: señala lo que produce el hecho de ser poderoso[3].

Las mujeres debemos enfrentarnos como sujetas activas a la violencia y desafiarla desde otros parámetros que vayan en la dirección de desestabilizar sociedades construidas, entre otros pilares, sobre la cultura de la violencia de género. Planteamos a continuación algunas líneas de actuación desde el feminismo anarquista diferentes a las de las desorientadas y perplejas instituciones del Estado.

Desde las redes comunitarias debemos realizar un trabajo de tolerancia cero hacia la violencia de género (y otras violencias, claro). Solo algo más del 1% de las denuncias de violencia de género proceden del entorno de las mujeres que la sufren. Las mujeres deben sentir que el entorno social (no los servicios sociales o la policía, que no descartamos, pero no son los mejores apoyos) las ampara y las sostiene frente a la violencia. Que los agresores se sientan en su entorno social vulnerables, sientan miedo y exclusión.

El feminismo anarquista propone una repolitización crítica en contraofensiva al generismo (incluido el del Estado) fortaleciendo las respuestas, no desde las instituciones y la policía, sino desde las mujeres mismas para que asuman una defensa activa frente a la violencia. Debemos poner en el centro de la agencia de las mujeres la necesidad de la autodefensa feminista. Dice Elsa Dorlin[4] que la autodefensa feminista instaura otra relación con el mundo, otra manera de ser, al aprender a defenderse las mujeres crean y modifican su propio esquema corporal, que se convierte entonces, en acto, en el crisol de un proceso de concienciación política. Con la autodefensa no se aprende a luchar, sino que se desaprende a no luchar.

Hay que trabajar siguiendo la señalada estela de Bakunin y Goldman en la politización de las subjetividades, es decir, en lo cotidiano, en la intimidad de los afectos relacionados con la rabia, en la soledad de las experiencias vividas de la violencia.

Desde estos parámetros, nos decantamos en favor de la autodefensa, entendida esta no como un medio con miras a un fin, sino como forma de politizar los cuerpos, sin mediación, sin delegación, sin representación.

 Laura Vicente 



[1] Laura Vicente, «Generismo de Estado» en Acracia, 26 de noviembre de 2022 http://acracia.org/generismo-de-estado/

[2] Miguel Bakunin (1976, 4ª edición): Dios y el Estado. Barcelona, Júcar, p. 154.

[3] Elsa Dorlin, (2019): Autodefensa. Una filosofía de la violencia. Tafalla, Txalaparta, pp. 286-287, 294.