Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt

viernes, 3 de agosto de 2018

Activistas, militantes y propagandistas. Biografías en los márgenes de la cultura republicana (1868-1978),


Eduardo HIGUERAS CASTAÑEDA, Rubén PEREZ TRUJILLANO y Julián VADILLO MUÑOZ (coords.): Activistas, militantes y propagandistas. Biografías en los márgenes de la cultura republicana (1868-1978), Sevilla, Athenaica Ediciones Universitarias, 2018. ISBN: 9788417325190. 438 págs.

Esta reseña se ha publicado en el BULLETIN D'HISTOIRE CONTEMPORAIEN DE L'ESPAGNE

Tres jóvenes historiadores han acometido la tarea de coordinar a casi una veintena de especialistas en la historia social y política de la España contemporánea para no sólo rescatar, sino sobre todo reinterpretar la complejidad de contenidos que albergó el movimiento republicano desde los inicios de la revolución liberal del siglo XIX hasta las experiencias tan dispares del siglo XX.
Se han seleccionado las biografías de personalidades que tienen un rasgo común: todas ellas republicanas, pero siempre en las lindes o incluso en la doble militancia de otras culturas políticas, como el movimientos obreros, el feminismo, y también en las zonas fronterizas con cierto conservadurismo social, o incluso comprometidas con propuestas nacionalistas y regionalistas. Todas además procedentes de ámbitos específicamente catalogables como profesiones liberales por antonomasia, como el periodismo, la jurisprudencia, la enseñanza pública, la escritura y también de la diplomacia.


Esa doble militancia permite desentrañar la complejidad de un cultura política como fue la republicana, cuyas propuestas han marcado, sin duda la España contemporánea. Puesto que no se trata de figuras que responden al canon de importancia otorgado por la historiografía tradicional, estos jóvenes historiadores han abierto así con este libro nuevos derroteros de investigación y rompen, en consecuencia, con los compartimentos estancos entre clasificaciones politológicas realizadas a posteriori. Por otra parte, la elección del género biográfico es arriesgada y los propios coordinadores dedican el primer capítulo del libro a explicar el porqué de dicha elección. En definitiva, las biografías permiten perspectivas que descubren los ángulos muertos de los estereotipos y esclarecen de modo concreto los márgenes y las paradojas de toda praxis política, máxime en una sociedad que se está construyendo como liberal en el siglo XIX, a la que muy tempranamente el republicanismo aporta sobre todo el tránsito a contenidos democráticos y sociales.
Lógicamente, en este mosaico de biografías no es menor el peso que ocupan las mujeres, pues, en efecto, fue el republicanismo la primera cultura política que acogió e impulsó las propuestas de igualdad entre sexos. En este sentido cabe recomendar vivamente la lectura de las biografías de Amalia Domingo Soler, Guillermina Rojas Orgís y Rosario de Acuña. Es Laura Vicente Villanueva quien aborda la figura de Amaia Domingo (1835-1909), a la que define como “espiritista y feminista”, dos anclajes de su vida que la enfrentaron al catolicismo oficial de la España de su época y que le permitió adscribirse tanto al movimiento librepensador de la masonería, con el consiguiente laicismo, como a un temprano feminismo.
Por su parte, Gloria Espigado estudia la figura de Guillermina Rojas que destacó durante el Sexenio Democrático por una doble militancia, a favor de las mujeres y de los trabajadores. De más difícil encuadre es la figura de Rosario de Acuña (1850-1923) cuya biografía acomete Sergio Sánchez Collantes con una extraordinaria explicación de la trayectoria tan heterodoxa de quien transgredió convencionalismos, superó recelos y exploró las diversas facetas de un librepensamiento tan feminista y democrático como brillante estilísticamente.
Las biografías de los personajes masculinos aportan igualmente dosis novedosas de clarificación de los marcos vitales e ideológicos en los que se desenvolvieron personajes de necesaria rehabilitación historiográfica. Así, Roque Barciala, cuya figura, asimilada a la rebelión cantonal en Cartagena, se diluyó ya en vida entre el exilio y el olvido, desacreditado para sus congéneres. Es analizada por Ester García Moscardó, mientras que Manuel Ruiz Romero analiza la personalidad de
Ramón de Cala y Barea (1827-1902), no tan famoso como Barcia, pero sí relevante para averiguar los primeros peldaños del andalucismo como deriva del republicanismo federal, así como la proximidad de ese andalucismo a los idearios del anarquismo y del socialismo utópico, fruto de la preocupación regional por los jornaleros y por la distribución de la tierra en unas provincias marcadas por el latifundismo.
Juan P. Calero acomete la biografía de Ubaldo Romero de Quiñones, (1843-1914), figura poliédrica y prolífica, polémica y contradictoria, siempre instalado en conjuras y conspiraciones, siempre escribiendo, siempre en pugna con quienes consideraba que falseaban el ideario de un socialismo utópico conjugado también con el espiritismo y la masonería. Por su parte, Julián Vadillo se ocupa de Nicolás Alonso Marselá, quien, a partir de un catolicismo exacerbado y luego convertirse al protestantismo, defendió el laicismo del Estado y se aproximó ideológicamente al obrerismo, con visiones cercanas a las de Bakunin. Eso sí, al final regresó a sus primeras creencias católicas e incluso militó en el carlismo.
Tales paradojas entre los militantes del republicanismo se ilustran de modo paradigmático en la figura de Pablo Correa Zafrilla (1842-1888), estudiada por Eduardo Higueras quien sostiene que los orígenes del socialismo en España son imposibles de clarificar si no se tiene en consideración que emergieron del seno de las fuerzas republicanas. En efecto, Pablo Correa, militante del partido republicano federal, fue el primer traductor al español de El Capital, y fue el ejemplo más relevante de esa doble militancia que se ha esbozado como propia de estas personalidades, pues estamos ante una personalidad que fue tan republicana federal como obrerista. Significativamente muy cercana a Pi y Margall, de quien publicó su obra La Federación, con una extensa biografía del que fuera presidente de la primera República.
Otros contenidos caracterizan las biografías de las figuras ya más metidas en el siglo XX, como es el caso de Eduardo Barriobero (1875-1939), estudiado por José Luis Carretero Miramar y que lo define como “abogado penalista, masón, novelista, republicano federal, presidente de un Tribunal Revolucionario, ensayista, diputado constituyente, orador, editor, preso, publicista, traductor…”. Así, al final de sus días, Eduardo Barriobero, fue uno de los organizadores de los Tribunales Populares organizados durante la guerra civil en la España republicana y estuvo muy cercano a la tarea de Azaña. Fue fusilado por los vencedores franquistas tras la caída de Barcelona en 1939. Distinta fue la trayectoria de Eduardo Ortega y Gasset (1882-1964), que sobrevivió a la guerra civil y murió en el exilio, tras destacar en la Segunda República con puestos de diputado y gobernador civil como militante de Izquierda Republicana. Es biografiado por Manuel Baelo Álvarez, mientras que el veterinario andalucista, Rafael Castejón, biografiado por Antonio M. Rodríguez Ramos, que murió en 1986, ya en plena democracia, representa  las supervivencia de un republicanismo conservador, adscrito en su momento al radicalismo de Lerroux. Diferente a la de Castejón fue la trayectoria de su colega veterinario Félix Gordón Ordás (1885-1973), analizada por Jorge de Hoyos. Era también veterinario, pero implicado en la República con cargos ejecutivos, llegó a presidir el gobierno republicano en el exilio hasta casi entrada la democracia.
            Destacan otros casos de republicanos comprometidos con militancias nacionalistas, como fue el caso de Emilio González López (1909-1991), galleguista biografiado por Jesús Vallejo (US). Fue catedrático de derecho penitenciario en Salamanca, Oviedo y La Laguna, fue uno de los redactores del Estatuto gallego y se exilió Nueva York donde ejerció de profesor. Por otra parte, Gonzalo Nardiz (1905-2003) destacó como republicano de militancia en el nacionalismo vasco. Estudiado por Jon Penche, se descubre el ideario de un nacionalismo vasco republicano que, aunque fue minoritario, no cabe echar en el olvido.
Otras facetas se descubren en la figura de Enrique Martí Jara (1890-1930), biografiado por Rubén Pérez Trujillano. Se trata de un jurista de enorme brillantez académica que dedicó su vida a la lucha republicana y puede considerarse un pionero del derecho constitucional. En sentido contrario, destacan las paradojas de la personalidad de José Antonio Balbontín (1893-1977), estudiado por Enrique Roldán Cañizares. Fue una personalidad que pasó del catolicismo a posicionarse en el anarquismo y finalmente militar en el comunismo en el exilio, aunque al final de sus días volvió la vista hacia la religión originaria de su formación juvenil.
La religión, sin duda, fue espoleta de convicciones políticas para muchos republicanos y en este caso destaca la figura de Régulo Martínez Sánchez (1895-1986) cuya trayectoria, analizada por Miguel A. Dionisio Vivas, cruza todo el siglo XX y pasa de ser un sacerdote de militancia explícita republicana en la década de 1930, lo que le supuso la secularización y sufrir la cárcel por la dictadura, hasta llegar a los años de la transición a la democracia militando en Acción Republicana Democrática Española.
En conclusión, todas las biografías recogidas en este libro revelan que precisamente las figuras de los cuadros medios, no los que son líderes a escala estatal, son los que expresan la complejidad de una cultura política como la republicana. Tuvo que construirse sobre las mimbres de una sociedad católica, con fuertes convenciones sociales, que había realizado una revolución liberal en los albores del siglo XIX y cuyas metas democratizadores se van pergeñando década a década hasta llegar a la Segunda República. Y en esta tarea hubo muchos intelectuales, mucha profesión liberal e incluso curas o católicos cuya fe los empujó a buscar horizontes de justicia social en el ideario republicano. Por eso este libro es tan necesario como novedoso. Es justo subrayar, por tanto, sus méritos como aportación indudable a la historiografía contemporánea.

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                                                                       Andrea VILLEGAS MARCHANTE,
Universidad de Castilla-La Mancha