Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt

lunes, 23 de diciembre de 2024

EL PASADO AUSENTE QUE «HACE PRESENTE»

 



«El cronista que narra los acontecimientos sin hacer distingos entre los grandes y los pequeños, da cuenta de una verdad, a saber, que para la historia nada de lo que una vez aconteció ha de darse por perdido».

Walter Benjamin, Tesis sobre el concepto de historia. Tesis III.

 Walter Benjamin selló con su muerte el papel que se había dado de «avisador del fuego», por ello sus Tesis, textos fragmentarios póstumos, se han revelado de una autoridad singular[1]. Algunas de sus reflexiones impregnan mi manera de entender la historia y por ese motivo he comenzado con ese fragmento de una de sus Tesis en la que hace referencia a un modesto cronista que no solo levanta acta de las grandes gestas, de la Historia[2] con mayúscula, sino también de la pequeña historia, de los detalles que pasan desapercibidos, olvidados, relegados. La letra pequeña no son anécdotas al estilo de la mediática periodista Nieves Concostrina, sino que se refiere al destino de todas aquellas personas que lucharon o ansiaron la dicha y se quedaron en las cunetas de la historia.

Y esto me lleva a explicar cómo entiendo la investigación histórica. Empezaré por lo que rechazo, que es aquella manera de pensar la historia como un tiempo que transcurre de forma casi mecánica, inserto en la lógica de la historia y que se desarrolla de forma lineal en una marcha hacia el progreso de la humanidad, esa, como dice Benjamin, es la Historia de los vencedores. Tampoco me parece que la historia tenga como función escudriñar el pasado para saber más de algo «pasado», algo muerto que solo interesa como materia para curiosear. Esa es la forma habitual de la Historia académica que investiga y escribe libros para ser leídos por otros miembros de la misma Academia. No me interesa esa «historia del pasado».

Entiendo la historia como un tiempo discontinuo y contradictorio (no lineal y ordenado), accidental y contingente (no hay causalidad), nada anuncia que se va a producir un acontecimiento, puede suceder o no. La historia no avanza en línea recta según una mecánica de causas/consecuencias hacia el futuro, sino que la historia es más bien, hablando metafóricamente, estratos sedimentarios (o apilamientos) que son depósitos dados por las generaciones anteriores y que caracterizan a la comunidad actual por sus relaciones históricas con los ancestros. Esta perspectiva de la historia la guía la preocupación por el presente, conocer el pasado, pues, tiene efectos sobre el presente: eso es hacer «historia del presente».

Volviendo a Benjamin, este planteamiento supone una empatía, una relación profunda y documentada entre las partes que se quieren relacionar: entre el pasado y el presente. Si solo nos fiamos de las tradiciones recibidas (y de su documentación) que ligan el presente al pasado, convertiremos el presente en herencia, y, por tanto, en restauración del pasado de los vencedores que son la parte emergente y triunfante de este pasado.

Se trata de remontarnos en el pasado, pero no transitando la senda marcada de las tradiciones reconocidas, sino orientándonos por la historia bastarda, lateral y subterránea, que no encaja en la ordenada historia lineal y que es relevante para el presente. Siguiendo estas huellas (realmente difíciles de encontrar) de lo que «quiso ser y no pudo» descubriremos un pasado que no tiene conexión con el presente pero que sí tiene la posibilidad de hacer presente[3]. En su tesis III, Benjamin viene a decir que hay dos tipos de pasado: uno que está presente por derecho propio, es el pasado de los vencedores y está recogido por la Historia hegemónica y otro, ausente, el de los vencidos.

El pasado de los vencidos, constituido por tantos actos de revuelta, de desobediencia, de sufrimiento y de injusticia, no podemos ignorarlo, nos muestra que el pasado pudo ser de otra manera y que lo que ahora existe no es una fatalidad que no se pueda cambiar. Solo así podemos imaginar un futuro que sea proyección del presente posible no del existente.

Esa es la función de la historia de los acontecimientos pequeños y olvidados por haber fracasado en el pasado y esa es la función de «otra memoria» que forja solidaridades entre generaciones vencidas y recupera experiencias de sufrimiento pasado que no podemos olvidar en el presente.

Laura Vicente 



[1] El estudio sobre estas Tesis que más me ha ayudado a comprenderlas en toda su complejidad es el de Reyes Mate (2006): Medianoche en la historia. Trotta, Madrid.

[2] La Historia en mayúscula es la Historia hegemónica, la Historia de los vencedores, mientras que la historia en minúscula es la historia, entre otras muchas cosas, de los vencidos, de los postergados y excluidos.

[3] Reyes Mate (2006): Medianoche en la historia, p. 92.

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