8 y 15 de
octubre 2023
Los medios
técnicos, a veces, facilitan amistades que nunca se hubieran producido sin
dichos medios. Durante la pandemia a alguien se le ocurrió crear un foro de
mujeres y hombres (la mayoría) anarquistas para reflexionar sobre lo que estaba
ocurriendo. Este foro utilizaba el correo electrónico para canalizar
impresiones, sensaciones y sorpresas de un hecho tan excepcional, para nosotras
mujeres y hombres europeos, como la pandemia del covid.
En ese foro
enseguida sintonicé con algunas personas y de estas logramos construir dos
amistades, sorprendentemente las dos son de origen argentino, que se han ido
consolidando. Una de ellas ha venido de viaje desde Buenos Aires para ver a la
familia de su pareja y hemos podido vernos durante estos días y hablar cara a
cara con gestos, risas y lágrimas si hace falta.
Por otro
lado, llevo unos días de revisión ginecológica anual que siempre me altera. No
me gustan los médicos y médicas, lo siento si alguno de ellos o ellas lee estas
palabras.
Os quería
contar que llevo ya bastantes capítulos de una serie que hoy no triunfaría como
lo hizo en los años noventa del siglo pasado (realmente parece no pasar nada de
un capítulo a otro, es dulcemente lenta). La verdad es que vi muy pocos
capítulos en su momento, pero tenía un agradable recuerdo de «Doctor en Alaska». Ahora que la estoy viendo capítulo
a capítulo me sorprende que el recuerdo poco tenía que ver con lo que es la
serie. El protagonista, Joel Fleischman, es un maravilloso y gruñón personaje:
un médico judío de Nueva York que se ve obligado a desplazarse a Cicely, un pequeño
pueblo en las tierras salvajes de Alaska, para devolver la inversión que se
había hecho en su carrera de medicina.
Realmente
todos los personajes son maravillosos: Maggie, Chris, Marilyn,
Ruth-Anne, Shelly, Ed, Maurice, Holling, etc. Aunque su apariencia es de una
especie de comedia superficial, aparecen temas relevantes: el significado de
ser judío, el indigenismo, la ecología, la pareja, la importancia de las
pequeñas comunidades, las diferencias sociales y otros muchos temas. Me gusta
sin más.
Sobre lecturas, otro día os cuento, me he alargado mucho hoy.
Música: he recuperado a Gladys Knight.
Estas semanas se ha incrementado mi
odio al militarismo, a las armas y a las guerras. El uso de armas, me da igual
que sean Estados, grupos o mercenarios..., me generan una reacción negativa
instintiva. Nada positivo puede salir del uso de las armas a manos de hombres
uniformizados, obedientes y disciplinados que matan por defender fronteras,
naciones, religiones, utopías o cualquier proyecto que los lleve a matar.
Las guerras y las armas conducen a
más armas, más guerras, más odio y más deseo de venganza. La población civil
sale siempre perdiendo, las personas menos preparadas para la guerra y la
violencia sale siempre perdiendo.
En el anterior «os
cuento» no me dio tiempo a hablaros de los libros que he leído en este último
mes. Una línea de lecturas tiene como eje los debates alrededor del concepto de
anarquía. En julio leí el libro de Andityas Matos, La an-arquía que
viene; en septiembre el de Catherine Malabou, ¡Al ladrón! Anarquismo y
filosofía; y ahora estoy leyendo de Frédéric Lordon, La condición
anárquica. Tengo preparado el siguiente de Reiner Schürmann, El
principio de anarquía.
Todos ellos son libros en los que los autores, ellos
mismos u otros que analizan, han otorgado a la anarquía un valor a la vez
ontológico, ético y político determinante, sin por ello lograr movilizar un
verdadero pensamiento del anarquismo. Hay diversos filósofos (Malabou revisa y
dialoga con Schürman, Levinas, Derrida, Foucault, Agamben y Rancière) que
inscriben la anarquía en el centro de su pensamiento, pero destacan su
irreductibilidad al anarquismo político. Pero ambos tienen un mismo compromiso:
la crítica inapelable de los fenómenos de dominación que remiten de manera
unívoca a la sujeción y la alienación y desdibujan así el límite entre poder y
abuso de poder. Ambos consideran por igual que la dominación es el problema del
poder.
Y me quedo aquí, solo en esta primera línea de
lectura.
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